viernes, 24 de febrero de 2017

Crítica personal: Little Women (Mujercitas)

Título: Little Women
Título en español: Mujercitas
Autora: Louisa May Alcott
Editado en inglés por: Varias editoriales
Editado en España por: Varias editoriales

Sinopsis:

Come laugh and cry with the March family.
Meg − the sweet-tempered one. Jo − the smart one. Beth − the shy one. Amy − the sassy one. Together they’re the March sisters. Their father is away at war and times are difficult, but the bond between the sisters is strong. Through sisterly squabbles, happy times and sad, their four lives follow different paths, and they discover that growing up is sometimes very hard to do…

Crítica personal (puede haber spoilers):

Un clásico en el que siempre quise adentrarme a raíz de las diferentes adaptaciones para la pequeña y gran pantalla con las cuales disfruté tanto a lo largo de mi vida, pero ha tenido que pasar bastante tiempo para que se terciara la ocasión (además en inglés).

La historia gira en torno al hogar de los March en Concord, Massachusetts, más concretamente en las cuatro hijas del matrimonio. El telón de fondo histórico de los acontecimientos que viven es la guerra de Secesión norteamericana, lo que acredita a nivel argumental la ausencia del cabeza de familia, Robin, al alistarse como capellán para el ejército de la Unión.
Se nos presenta cuatro hermanas realmente distintas entre sí. Margaret (Meg), de dieciséis años al comienzo de la novela; Josephine (Jo) de quince, Elizabeth (Beth) de trece y Amy de doce. Las cuatro viven con su madre, Margaret como la primogénita aunque es más conocida entre los suyos por el apelativo de Marmee, una mujer que demuestra temple, predisposición y caridad; ayudando con entrega y dentro de sus limitaciones a los más necesitados.
Se nos da a entender casi desde el inicio que los March conocieron tiempos mucho mejores que a penas recuerdan las dos hijas menores, pero las circunstancias y el abuso de terceros a la buena fe de Robin hicieron evaporar su riqueza hasta llevar a la familia, de manera inevitable, hacia una situación de pobreza de la que se mantienen más o menos a flote con gran esfuerzo.

Junto a su humilde hogar en el momento de esta novela, está la mansión de su adinerado y anciano vecino, el empresario James Laurence, adonde recién se instala el nieto de este, Theodore, de la misma edad que Jo y que siente curiosidad por la bulliciosa vida de sus vecinas desde la quietud sobria del hogar de su abuelo.

La historia de Mujercitas es un paseo por la vida de estas cuatro hermanas y de quienes las rodean, mostrando los momentos buenos y malos que afrontan mientras el padre está lejos en la lucha contra el ejército Confederado.
Cada una de estas cuatro muchachas cuenta con sus virtudes y sus defectos, como cualquier persona, y las experiencias y tribulaciones que les depara esa juventud serán pequeñas pruebas para sí mismas; y bajo el atento amparo juicioso de su madre aprenderán a pulir más aún lo mejor de ellas mismas y tratar de borrar, o al menos controlar, sus propias faltas.
Se nos presentan las complicaciones de una familia adinerada acostumbrándose aún a una vida más comedida, con privaciones que les eran desconocidas en el pasado, teniendo las dos mayores la iniciativa de trabajar para ayudar en lo posible con los gastos del hogar; Meg como institutriz para los hijos menores de un hogar próspero; y Jo acompañando y haciendo de lectora en voz alta a la tía March, una viuda adinerada tía de Robin. Sin embargo, a pesar de las complicaciones económicas y de mostrarnos que el dinero es necesario para vivir, en una época en la cual las mujeres solían considerar importante casarse con alguien rico obviando a los hombres más humildes, aquí nos enseña que hay algo más, que el poderoso caballero no garantiza la felicidad como cree la mayoría de las personas. Se acentúa la humildad y los sentimientos ante la vacuidad que suponen las banales posesiones y el afán por estas de tantas personas.

Mujercitas es una obra que trata de espolear lo mejor de las personas, de sacar esa bondad innata que posee el lector como ser humano. Esto puede apreciarse por las acciones humildes y clementes de Marmee March con sus semejantes, en como supervisa y en ocasiones asesora a sus cuatro hijas a combatir sus tentaciones, miedos y defectos para que las cosas maravillosas que pueden ofrecer al mundo reluzcan; y ante todo, que sean en el día de mañana mujeres respetadas y admiradas por todos, amables y trabajadoras, pero ante todo que sean felices en sus vidas adultas.

La relación entre las cuatro hermanas me pareció cautivadora. Todas distintas entre sí, contrastes que noté incluso más acentuados respectivamente entre las dos mayores y las dos menores; y en conjunto demuestran la intensidad y autenticidad del amor fraternal (además del familiar con su madre) mucho más allá de esa mera lealtad de la sangre por la sangre que en muchos casos ya supone una imposición absoluta. Y en buena parte, considero que Jo es el nexo más fundamental entre las cuatro por las férreas y dispares relaciones que mantiene con sus tres hermanas: Cercana con Meg por la escasa diferencia de edad que las distan, habiendo entre ambas la confidencia que puede encontrarse en dos amigas del alma; protectora y afectiva con Beth, con la cual se aprecia un vínculo especial y casi maternal; turbulenta con Amy, a quien en verdad quiere como a las otras dos pero porfiada a la hora de chinchar a la menor, con la cual mantiene un amor reñido con momentos de asperezas por el choque de sendas personalidades.

Pero a parte de la férrea relación entre las cinco mujeres March, también nos muestra con notoriedad que personas ajenas al núcleo familiar puedan llegar a formar parte del mismo y desarrollar un afecto igual auténtico y sincero, que ese tipo de amor y cariño no es exclusividad a los lazos de sangre. El mayor ejemplo de esto es el propio Theodore, a medida que se profundice más su relación en el seno de la familia vecina; demostrando que el afecto verdadero va más allá de compartir apellidos, clases sociales o posición económica.

Algo a favor de la prosa de la autora es el grado de sensibilidad que derrocha en estas líneas, lo cual no mengua la profundidad; en buena parte debido a lo visceral que es la Alcott al inspirarse en sus propias vivencias, utilizando también como escenario la ciudad donde vivió con sus tres hermanas. Muestra de ello es que la voz narradora de sus veintitrés capítulos, aunque sea la típica en tercera persona, también se ve a la propia autora inmersa en todo lo que viven y sienten las March, convergiendo la escritura de esta historia con la mirada retrospectiva de las propias experiencias que toma como base de inspiración. Puede que para algunos lectores este manuscrito peque de cursilería, pero tampoco se puede negar ese punto favorable que es la forma con la cual refleja el grado de machismo de la sociedad de entonces respecto a la actualidad, así como algunos personajes (en especial Jo) rompen alguna que otra ligadura con los estereotipos femeninos, especialmente en la literatura.

Meg es la mayor de las hermanas, una joven prudente y refinada que derrocha amabilidad y dulzura. Censura el comportamiento de Jo, recordándole a esta que ya no son niñas y que deben comportarse como las señoritas que son. Demasiado calmada y con iniciativa limitada a mi criterio, pero habrá momentos en que demostrará tener más sangre corriéndole por las venas de lo que suele demostrar. El mayor defecto personal de Meg es lo mucho que llega a considerar importante el hecho de tener dinero, pues ella es la que mejor recuerda los buenos tiempos de su familia; añorando la prosperidad, ansiando una vida ostentosa, soñando con ir a miles de fiestas con elegantes vestidos sintiéndose una princesa de cuento y sumergirse en ese mundo frívolo y brillante. Sin embargo, a base de bofetadas sin mano y realidades que contemplará con ojo más crítico, aprenderá otros valores más prioritarios. Curiosamente, es la única de las cuatro que no desarrolla una cualidad artística propiamente dicha.
Jo (un personaje que muchos momentos parece contar con un protagonismo más acentuado) es a ojos de todos una marimacho orgullosa de ello, sin que le importe lo más mínimo esa opinión incluso viniendo de su propia familia. Una muchacha enérgica, fiel a sí misma, brillante, curiosa y sincera hasta decir basta. Con afán y talento para la escritura, a lo que dedica tanto tiempo como le es posible, soñando con ser una escritora famosa y ganar mucho dinero para que su familia pueda tener una vida más cómoda y despreocupada. Es impulsiva y orgullosa en extremo, bastante negada a la hora de reflexionar, saltando a provocaciones con facilidad y su lengua suele ir más rápido que su propio raciocinio; todo esto pocas veces le sirven para bien y más para meter la pata, lo cual la llevará con frecuencia a lamentarse de su temperamento, intentando controlarlo pero sin gran éxito por más sincera que sea su intención. Sin embargo, Jo es lo bastante fuerte, noble e íntegra como para no dar su brazo a torcer a la hora de mejorar y alcanzas sus propias metas; y a pesar de que esos arranques suyos suelen traerle problemas, ese corazón arrojado y entregado también saca a lucir lo que ella es capaz de hacer, incluyendo sacrificios personales, por las personas que quiere.
Beth es calmada y abnegada, capaz de enternecer desde su sencillez tanto a los suyos como al propio lector. Ella es feliz con tan sólo estar en casa (estudiando allí y no en la escuela por su delicada salud), ayudando en las tareas domésticas, tocando el piano y cuidando tanto de sus gatitos como de sus muñecas. Lo más característico de la tercera de las hermanas es su mayor defecto: una timidez tal que incluso tiende a recelar de los desconocidos (principalmente del sexo opuesto), que la lleva a una especie de ostracismo en el que sus padres y hermanas son de las pocas excepciones. Ella está siempre por los suyos, pero en segundo plano como una sombra que tema ser una molestia o una carga para el resto; una vocecilla que pasa desapercibida bajo la fuerza de los demás, bondadosa y con mucha buena fe. Un personaje que en esta familia será quizás de los más sufridos en distintos sentidos, pero que llega a sorprender cuando de algún modo ese cascarón de apocamiento empiece a ofrecer fisuras que permitan ser más confiada y relajada, que no es necesario equiparse con tanta coraza emocional con el mundo exterior a su hogar.
Amy es la que está más cerca de la niñez de las cuatro, la que es tomada menos en serio por situarse justo en la frontera que separa la infancia y la adolescencia. Una chica con buen corazón y sin malicia, aunque contraste su aptitud más bien vanidosa y caprichosa; maravillándose en especial con lo aparentemente bello que ofrece el mundo, tratando de captar esa belleza superficial en su mayor afición que es el dibujo. Otra de sus perdiciones es lo altiva y digna que se siente, algo que empeora cuando alguien (en especial Jo) la trata con condescendencia y la ubique a parte de los considerados adultos. Al igual que sus hermanas, sus vivencias en esta novela la ayudarán a crecer, aunque su camino será el más largo de las cuatro por su juventud. Un personaje que unas veces te enternecerá por la simpleza idílica con la que cree ver la realidad y en otras exasperará por su inmadurez, pasando por la empatía por su propio sentimiento de frustración de que los demás no vean del todo lo poco que le queda a ella de infancia.
Marmee es una madre, esposa y vecina de ensueño. Cordial, amable, templada y caritativa; un ejemplo que espolea la bondad cristiana, atenta de que sus hijas no se descarríen como personas en esa juventud que puede ser determinante en sus maneras de ser, y para estos último puede ser bastante drástica dentro de su propia quietud. Sin embargo, hay algo sobre ella que pocos saben y que una vez llega a conocimiento del lector, este entenderá que no es fácil ser una mujer como es ella, y que incluso llegará a admirar más a Marmee como personaje.
Theodore (Laurie para sus amigos y cercanos, a veces Teddy de forma más íntimamente amistosa para Jo) es un joven inquieto y un tanto díscolo y obcecado, pero sin malicia. Encantador y afectivo con quienes se gana su corazón. Quiere a su abuelo, aunque tengan sus discrepancias sobre el afán de este en que se centre en sus estudios para sucederle en el futuro o su disconformidad a la pasión musical del muchacho. Su alma se vuelve famélica de ese calor familiar que observa y escucha de la casa vecina, tan llena de vida y risas que contrasta con la sobriedad y la quietud en la que vive. A medida que el evidente acercamiento con la familia March se acentúe, será uno más de ello hasta el punto de compartir con ellas risas, juegos, llantos y preocupaciones. Con Jo se aprecia de antemano los brotes de una amistad mucho más intensa, compenetrándose y entendiéndose el uno al otro pero con inevitables choques por tener ambos personalidades intensas, similares en unos aspectos pero dispares en otros; pero el lector no tardará en entrever que bajo esa amistad intensa y franca él germina un sentimiento mayor hacia la segunda de las hijas March.
Otros personajes complementan estos que se vuelven complementarios en el entramado argumental. La tía March es una anciana más bien arisca y demasiado pragmática, pero no es difícil distinguir que en el fondo quiere a la familia de su sobrino político; aunque sea a la manera de su personalidad añeja. James Laurence da el perfil superficial de anciano serio, estricto y huraño, pero las apariencias engañan en buena parte, viendo como acaba estimando el hogar de los March cuando se conozcan mejor, en especial con una de las hijas por motivos propios; y aunque adora a su nieto, es estricto mirando por su futuro y temiendo que viejas historias de la familia se repitan y que el espíritu del muchacho se vuelva demasiado libre e indómito, y la influencia de sus vecinas le ayudará a entender que es necesario aflojar un poco esa bienintencionada presión. Hannah es la criada de los March desde antes de perder su fortuna, y se mantiene fiel a ellos aunque realice sus servicios por vocación y lealtad a la relación tan confiada y familiar con ellos después de tantos años. Otro personaje a tener en cuenta es John Brooke, el tutor de Laurie, un personaje sin demasiada importancia en sus primeras apariciones pero que va ganando un peso gradual dentro de su rol secundario.

En general, la trama es dulce, con sus momentos agrios e inesperados propios de las circunstancias que supone la vida en sí. Una lectura sosegada y sencilla pero que un lector con buen ojo es capaz de entrever la profundidad que posee. Cualquiera podría identificarse en algún momento con las distintas situaciones y reflexiones que ofrece, animando a la superación tanto personal como de las tribulaciones varias que pueden ocurrir en el día a día.
Lo que quizás me desubicó un poco (y que puede que le ocurra a cualquiera que haya visto alguna de sus adaptaciones cinematográficas sin conocer a fondo la bibliografía de Alcott) fue su final. Esta novela culmina más o menos en el ecuador de lo que se ha llevado al celuloide, y la razón es que las distintas películas abarcan tanto esta historia como su continuación directa de la cual yo desconocía (Good Wives en inglés, Aquellas Mujercitas en español); y aunque esta historia acaba bien tal cual, deja bastantes cosas en el aire que puede inquietar la curiosidad del lector como para continuar con la vida de las hermanas March.
Sin embargo, una vez llegado a su desenlace, uno comprueba en su desarrollo una alegoría de lo que supone madurar para las cuatro mujercitas, incluyendo a Amy y Beth a pesar de ser más jóvenes que Meg y Jo, quienes son las más próximas a esa etapa inevitable y cada vez más cerca que es ser verdaderas mujeres.

Sobre las adaptaciones antes citadas, todas reflejan bien lo que condensa esta novela. Esta lectura me esclareció como ocurre de verdad ciertas escenas llevadas al cine de distintas maneras, además de otras que nunca se mostraron en la gran pantalla o que se vieron de manera demasiado vaga. Todas son dignas de ser visualizadas, desde la primera de 1933 hasta la más conocida y reciente de 1994 (con Katherine Hepburn y Winona Ryder encarnando a Jo respectivamente); pero mi predilección personal es la de 1949 en la que Elizabeth Taylor toma el rol de Amy.

En lo que respecta a su lectura en inglés, que este fue el caso, no supone un verdadero desafío. Quienes tengan al menos el nivel del certificado B1 podrán afrontarlo con fluidez, pero también es una buena lectura para los que no sean tan versados pero sí iniciados en el idioma; aunque la consulta al diccionario o traductor de turno puede ser inevitable tanto para unos como para otros, sobre todo por algunas expresiones y estructuras gramaticales que son menos frecuentes incluso para los hablantes nativos de hoy en día.

Conclusión: Una historia de una familia unida y buen avenida incluso en la pobreza, las limitaciones o las diferencias de caracteres de sus integrantes. Un día a día que puede ser especial si uno conecta con la visión de las hermanas March capaz de contagiar a quienes las rodean.


Mi valoración global: 4,5/5


domingo, 19 de febrero de 2017

Crítica personal: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban

Título: Harry Potter y el prisionero de Azkaban
Título original: Harry Potter and The Prisoner of Azkaban
Autora: J. K. Rowling
Editado en España por: Salamandra

Sinopsis:

Por la cicatriz que lleva en la frente, sabemos que Harry Potter no es un niño como los demás, sino que el héroe que venció a lord Voldemort, culpable de la muerte de sus padres. Desde entonces, Harry no tiene más remedio que vivir con sus pesados tíos y su insoportable primo Dudley, todos ellos muggles, o sea, personas no magas. Igual que en las dos primeras partes de la serie La piedra filosofal y La cámara secreta Harry aguarda con impaciencia el inicio del tercer curso en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Tras haber cumplido los trece años, solo y lejos de sus amigos de Hogwarts, Harry se pelea con su bigotuda tía Marge, a la que convierte en globo, y debe huir en un autobús mágico. Mientras tanto, de la prisión de Azkaban se ha escapado un terrible villano, Sirius Black, un asesino en serie con poderes mágicos que fue cómplice de lord Voldemort y que parece dispuesto a eliminar a Harry del mapa. Y por si esto fuera poco, Harry deberás enfrentarse también a unos terribles monstruos, los dementores, seres abominables capaces de robarles la felicidad a los magos y borrar todo recuerdo hermoso de aquellos que osan mirarlos. Lo que ninguno de estos malvados personajes sabe es que Harry, con ayuda de sus fieles amigos Ron y Herminone, es capaz de todo y mucho más.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Al tratarse de una continuación, será bastante inevitable que llegue a mencionarse lo que se considere ya sabido para quienes leyeron la anterior parte. Si te adentras en esta opinión, tenlo en cuenta.

Un nuevo curso y nuevas aventuras para el niño mago más famoso de la literatura actual; el cual ya empieza a dar sus primeros pasitos en la adolescencia, con todo lo que ello acarrea. Y desde luego, esta es una continuación que hace méritos al atractivo ritmo que ha llevado la saga hasta este punto. El prisionero de Azkaban es un título que empieza a ser de los que deban tenerse en cuenta, sobre todo de cara a su desenlace en el séptimo libro, por ciertos puntos que se tratan en este.

Más sonada, a la par que arriesgada y con demasiadas consecuencias negativas como mago menor de edad, no podría ser la marcha de Harry de la casa de sus tíos antes de este regreso a Hogwarts; aunque en su defensa se puede decir que no fue con premeditación, ni del todo falto de motivos. Y tampoco le será tan plácido el comienzo de este tercer curso, sin romper demasiado esa racha que lleva acarreando desde el principio, aunque esta vez el peligro puede llegar a ser más mortal para él, si cabe; incluso sin que, aparentemente, el Señor Tenebroso tenga algo que ver…
La alarmante fuga sin precedentes de un peligroso mago, el más leal y cruel de los siervos de Lord Voldemort como rezan las bocas de toda la comunidad mágica. Constantes augurios de muerte señalando al protagonista desde el comienzo del libro que, colateralmente, despertarán una vez más miradas recelosas (además de mofas maliciosas) dirigidas sobre él por parte de otros alumnos. Enigmáticas y grotescas criaturas circundando el castillo que le producirán un malestar mayor incluso al habitual que surte en el resto de magos y brujas… ¿Estará preparado Harry para afrontar todos estos factores adversos, a la par que encara un curso académico más arduo y con nuevas asignaturas? ¿Será capaz de desentrañar y asimilar verdades y sucesos que surgieron en un tiempo pasado, en el que él siquiera poseía uso de razón, que marcarán más aún un antes y un después en su propia percepción de su existencia y de la historia personal reciente en la que vive?

El prisionero de Azkaban, desde mi punto de vista, da un tono algo más maduro, e incluso pinceladas ligeramente sombrías, a esta historia que va creciendo a la par que su protagonista. Queda atrás la naturaleza introductoria y pueril, con el fin de ofrecernos (sin perder el encanto de los dos previos) una trama que se torna más intensa y rica, tanto en el desarrollo de personajes como en los acontecimientos de los que son partícipes, sumándose en el escenario nuevos añadidos a la sociedad de magos (como Azkaban, ya mentado de pasada en La cámara secreta, así como el peculiar sistema penitenciario de los magos) sin perder esa “coherencia” dentro de ese elemento tan ficticio y fantástico.

Tras la magia y la aventura, esta vez nos presenta temas tales como los mayores miedos de cada individuo; algo de lo cual somos conscientes en algún momento tanto en la edad temprana del protagonista como cuando ya la vida nos ha curtido. Y si la discriminación y los desprecios se asomaron en el segundo libro, el prejuicio es otra lacra de la sociedad que se deja asomar en éste. Otro punto que dará más juego a la historia de Harry Potter a partir de El prisionero de Azkaban es lo difusa, subjetiva e incluso moldeable que puede ser la verdad, algo provechoso para unos y nefasto para quienes le toca la peor parte.

Una vez más, Jo fusiona la sencillez y la profundidad en una simbiosis perfecta para las delicias de quienes se han dejado conquistar por los dos libros anteriores. Una trama original, más enriquecida y absorbente, con giros en el argumento y revelaciones (sobre todo en los últimos capítulos) que seguirán pasmando al lector. A pesar de tantas novedades añadidas al escenario y a la historia en sí, dilatando más las intrigas, la autora sabe hacerlo en cantidades generosas pero a la vez justas para no desbordar al lector.

Harry ha entrado en la primera estancia de la adolescencia, así como en el inevitable e intrínseco comportamiento que esa etapa suele arrastrar a los jóvenes. Llegará a ser, en ciertos aspectos, algo más rebelde y arrojado cuando considera serlo, e incluso no tan comedido si pinchan donde más le duele en la moral; pero no por ello echará a perder lo mejor de sí mismo. Se enfrentará, más literalmente, a sus propios miedos, en un reto sin precedentes en sus correrías por Hogwarts en arras de superarse en todos los sentidos; sin duda son varias las pruebas a las que se enfrenta, no sólo en el terreno mágico, sino también en su propia alma y su desarrollo emocional como ser humano que crece ante lo bueno y lo malo que le dispone la vida y los azares del destino.
En El prisionero de Azkaban, la amistad entre Ron y Hermione pasará por muchos altibajos, hallándose su amigo común incómodamente en medio de ambos. Aquí es donde veo cómo empieza a surgir gorgoteos sutiles que fraguan más esa amistad sincera pero con ineludibles roces ásperos de estos dos muchachos tan diferentes pero a la par complementarios.
Albus Dumbledore sigue en la línea que describí en las dos reseñas previas, aunque uno llega a sorprenderse un tanto en este tercer libro; quedando claro que este anciano, sosegado pero firme por norma, puede llegar a imponer en el momento preciso y en la medida justa.
Vemos cambios y novedades en el profesorado junto a los que ya conocimos, sobre todo con la incorporación de materias optativas para Harry y compañía al entrar en su tercer año. La estrafalaria Sybill Trelawney de Adivinación se hará notar bastante en la práctica totalidad de sus apariciones, e igualmente están las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas, que en este curso se estrena un profesor que mejor no decir de quién se trata para evitar un buen spoiler.
Habrá otro reemplazo este curso para el gafado puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras: Remus Lupin; un hombre que, a pesar de su aspecto bastante dejado y vetusto, se ganará a la mayoría de los alumnos (ya de antemano deberíamos saber cuales serán la excepción). Poco a poco se irá desgranando de él mucho más de lo que pueda prejuzgarse, o tan siquiera imaginar.
Entre los alumnos de Hogwarts, seguiremos viendo en mayor o menor medida a viejos conocidos y alguna discreta novedad. El quidditch estuvo presente en los anteriores libros, pero en éste goza de un protagonismo algo más acentuado en relación a los otros; y vemos a Lee Jordan (amigo Gryffindor de Fred y George) en su máximo exponente en su faceta que comentarista, haciéndose para esta crítica un personaje de ineludible mención. Tímidamente aparecen quienes comparten con Harry la posición de buscador en los demás equipos, a parte de Draco en Slytherin ya visto en La cámara secreta; intervenciones bastante menores, pero que lo mejor será no olvidarles lo más mínimo tras terminar el libro.
No sólo se nos presentan nuevos personajes entre los muros del castillo, sino también en sus cercanías en el pueblo de magos de Hogmeade, al cual los alumnos a partir de tercer curso pueden hacer excursiones puntuales y programadas para disfrutar de un día libre fuera de la escuela. Además de las novedades, reaparecerán algunos personajes aparecidos en los anteriores, esta vez con mayor presencia y relevancia dentro de sus roles secundarios.
Las criaturas mágicas del universo de J. K. Rowling siguen presentes, con novedades gracias a una de las nuevas asignaturas. Pero el mayor peso en este libro recae sobre los llamados Dementotes, tan bien conocidos por los fans de la saga; entes siniestros y grotescos que propagan la miseria y la desesperanza, capaces de mermar los buenos sentimientos de toda personas y dejarles sin sus más bellos recuerdos, que además son usados por el Ministerio de Magia como guardianes de Azkaban. Para nulo agrado de los habitantes de Hogwarts, en especial Harry, tendrán peligrosamente cerca estas siniestras criaturas por un cometido relacionado con su deber ante los delincuentes mágicos… lo cual no resta sus pérfidas intenciones naturales.
¿Y sobre el personaje que da título a este libro? Nos mantendrá en vilo hasta el momento en que todas sus cartas se pongan sobre la mesa. Sirius Black no me ha decepcionado, en absoluto; la autora ha logrado que ejerza muy bien el papel que le ha correspondido en este tercer libro.

En general, una historia con aventura, magia e intrigas, sin descuidar el punto de humor, barajándose momentos emocionantes con otros muy amenos. Su recta final es un carrusel de acontecimientos y revelaciones en constantes giros de argumento hasta el desenlace; el cual deja al lector con ganas de más, junto a un sabor algo amargo de sucesos que pudieron ser pero que se escapan entre los dedos, para impotencia de Harry, pero quienes se han aventurado en este libro saben perfectamente que si no hubiera sido de esta forma, el resto de la historia no habría sido igual.
Sin embargo, a pesar de ser un título a la altura de la saga y de mis propias expectativas, El prisionero de Azkaban ha sido el que sutilmente se coloca el primero por la cola si tuviera que enfrascarme en la muy complicada tarea de determinar un orden personal de preferidos. ¿Los motivos? Objetivamente, ninguno, pero supongo que es algo que está dentro del gusto propio y la conexión con este episodio de la obra.

Conclusión: Este tercer recorrido de la saga Harry Potter se haya bastante a la altura de la línea que la autora marca. El inicio de los primeros indicios a tener en cuenta en el futuro, con revelaciones y sucesos que marcarán la dirección de la gran aventura del niño que sobrevivió de cara a El cáliz de fuego.


Mi valoración global: 4,5/5

martes, 14 de febrero de 2017

Crítica personal: Noches Blancas

Título: Noches Blancas
Título original: Let it snow
Autores: John Green, Maureen Johnson, Lauren Myracle
Editado en España por: Nube de Tinta

Sinopsis:

La peor nevada en cincuenta años. Tres historias de amor. Una noche mágica.

Todo puede cambiar en cuestión de segundos, solo se necesita un poco de nieve y de magia navideña. La vida de Jubilee no es perfecta: acaba de discutir con su novio Noah y tiene que viajar hacia Florida por un problema con sus padres. Pero una tempestad de nieve lo cambiará todo cuando el tren en el que viaja se detiene en la pequeña localidad de Gracetown, en Nochebuena. Afortunadamente, conoció a Stuart, un joven del mismo tren que invita a pasar las fiestas con su familia.
Como con las piezas de un dominó, un beso lo cambiará todo, y dará lugar a otras dos historias de amor.
Tu vida está a punto de cambiar, ¿estás dispuesto a perdértelo?

Una historia hilarante, romántica y llena de calidez...

Crítica personal (puede haber spoilers):

Una novela que no evito comparar con esas películas de historias paralelas pero conexas, en especial con Noche de Fin de Año por las fechas en las que transcurren.

Noches Blancas son tres historias de amor que comparten escenario, cada una centrada en un determinado personajes y sus circunstancias en torno a las fechas navideñas, en un año que será recordado como el de la peor ventisca del último medio siglo.
El punto de partida es Jubilee, una joven que espera con ansias el día de Navidad porque hará un año de relación con su novio Noah. Sin embargo, cierto percance que afecta a su familia truncará sus planes y la hará coger un tren a Florida. Lo que no contará que una ventisca la haga quedarse a mitad de trayecto en un pueblo desconocido para ella llamado Gracetown.
Empezando por esa parada forzosa de Jubilee, el lector prosigue con lo que le ocurre a Tobin, un joven de ese mismo lugar que inesperadamente pasa de estar viendo películas en su casa con sus mejores amigos, a tener que atravesar todos juntos el gélido e inclemente manto nevado en una pequeña y loca aventura en plena madrugada de Navidad; finalizando entonces con Addie, quien ha cortado con su novio a pesar de que le sigue amando y comienza a dramatizar y a hacer locuras a raíz de ello.
Y en medio de todo, un Waffles House, un Starbucks, un hombre vestido de papel de aluminio y un grupo de animadoras serán algunos de los condimentos que acompañaran a esta historia a tres bandas.

Noches Blancas es un claro ejemplo de que tres no son siempre multitud (no al menos, en lo que se refiere a la hora de crear una estupenda novela como es este resultado).
Cada historia es independiente en lo que se refiere a sus propios ejes principales, aunque compartan escenario y personajes en el desarrollo individual de las mismas, encontrándose entre sí de manera tangente. Obviamente, llegan momentos en que las historias convergen y coinciden en el tiempo, apreciándose a través del orden de aparición de sus protagonistas la cronología de la novela.
El expreso de Jubilee (Johnson) es el que da inicio a este trío de romances, donde su protagonista aprende que algunas cosas no pasan porque sí o por mera malicia traviesa del destino. Un milagro de Navidad muy animado (Green) narra como tres amigos se sumergen en algo que surge tan espontáneo y trepidante como alocado e insensato. En La santa patrona de los cerdos (Myracle) vemos las tribulaciones de la ruptura sentimental en una joven que tiene mucho que aprender y madurar.
Cualquier comentario más a fondo sólo serviría para restar todo el interés potencial que supone Noches Blancas para cualquier lector que esté dispuesto a adentrarse en sus enternecedoras y divertidas páginas. Lo que sí podría comentar al respecto es que pueden ser más reales de lo que aparenta, si dejamos a un lado el idealismo que supone la excusa de juntar los milagros del corazón con la magia de la Navidad como gancho; enseñándonos esa verdad de que el amor se encuentra y no se busca, que puede aparecer de manera inesperada, que un desconocido te ayude a desempañar la ilusión que cubre la realidad que no llevas a ver, que a veces está más cerca de lo que creemos cuando aprendemos a no mirar tan lejos, y que incluso las segundas oportunidades existen siempre que los sentimientos logren demostrar su autenticidad recíproca.

Uno de los puntos más o menos comunes de las tres historias de Noches Blancas la figura de las animadoras. Estas son objeto, por decirlo de algún modo, de homenaje y sátira simultáneos, con defensores y detractores entre sus personajes. Este gremio asociado a los pompones y las piruetas serán un factor polifacético, en muchos casos para enfatizar los momentos más ácidos, divertidos, hilarantes y alocados de la novela, pero en otros serán objeto de antipatía, tedio y censura.
Además vemos dos conocidas franquicias norteamericanas como son Waffles House y Starbucks, las cuales serán escenarios presentes y característicos en esta novela… y no sólo para tomar tortitas o café.

Cada una de las partes que compone este libro están narradas en primera persona, adentrándonos perfectamente en cada uno de sus protagonistas principales, lo que refleja claramente lo diferentes que son entre sí tanto en manera de ser, forma de sentir y de amar, así como sus respectivos trasfondos y evoluciones a lo largo de sus propias tramas.
Los tres estilos de sus autores son claramente diferentes entre sí (en especial el de Green respecto a sus dos compañeras), algo que se aprecia por el hecho de que cada uno de ellos se ocupa de una historia; pero eso no quita la armonía que forman en conjunto. Las prosas de Johnson y Myracle son agradables y sentidas, bastante similares entre sí a mi parecer pero con sus marcas de distinción, con matices suaves pero intensos. Mientras que el estilo de Green es ese tan propio que me ganó en todas las obras suyas que leí anteriormente, con un trazo más firme y directo que conecta a la perfección en medio de los otros dos; aunque es cierto que, ya sea para bien o para mal, uno se hace consciente de lo fácil que cae este gran autor en eso de copiarse a sí mismo.

Jubilee es una muchacha como cualquier otra, pero que se siente vivir sobre una nube por su relación con un chico intachable y admirado que se le ve rodeado por un manto de perfección y una vida llena de ocupaciones. Al principio, y como es lógico, sentirá que todo se desmorona por lo que ocurre con sus padres, lo que la obliga a no estar con Noah para su aniversario; pero ella sacará muchas cosas de esta experiencia tras conocer a Stuart, encontrando una perspectiva menos idealizada de su vida, así como conocer de verdad lo que tiene, lo que no, y sobre todo a sí misma.
Tobin (que a todas luces se le ve salido de los típicos patrones de su autor) es reticente a los riesgos, pero aun así logra encontrar motivos suficientes para espolearse a sí mismo en busca de acopio para atreverse a recorrer medio pueblo (sin reparar demasiado en lo intempestivo que resulta el clima y el momento) con sus amigos JP y Duque en un acto alocado que sólo los adolescentes son capaces de lanzarse; sin saber lo que puede pasar en esa noche, pero desde luego no la recompensa que le espera al final.
Addie es uno de esos personajes que me despiertan empatía y tedio. Uno se compadece de su pesar pero al mismo tiempo es alguien censurable por su aptitud inmadura y un tanto ególatra, aunque no es realmente consciente de esos defectos de personalidad. Y en mitad del melodrama de su ruptura recibirá, como respaldada por un particular ángel de la guarda al estilo Que bello es vivir, una lección intensiva que la ayude a pulir su perspectiva de la vida y los sentimientos al mismo tiempo que intente no defraudar a sus dos mejores amigas, Tegan y Dorrie.
Aquí desfilan distintos personajes secundarios (a parte de los mencionados junto a sus principales), en muchos casos presentes en más de una de estas historias paralelas, con su mayor o menor relevancia y aporte en el desarrollo tanto individual como global de las mismas. Sin duda el más representativo es el hombre vestido con papel de aluminio… un tipo que, dentro de su rol aparentemente insulso y fugaz, es capaz de dejar huella incluso antes de su primera línea de diálogo.

Normalmente las portadas en las que sale el nombre de John Green cumplen el dicho de “en la sencillez está el gusto”, y la de Noches Blancas no es menos, y en esa simpleza se encuentra su atractiva carta de presentación.

Tres historias tan fugaces pero intensas, que agradan no sólo en su desarrollo, sino también en conclusión tanto individual como global. Cada una realmente independiente en lo crucial, pero enlazadas o conectadas incluso por sutiles pero férreos nexos hasta que se arrastran en una vorágine que hace cerrar la novela de manera soberbia.

Conclusión: Cautivadora, divertida y emotiva; casi sin darte cuenta se te escapará una risa y al momento sentirás el corazón palpitar con esta novela diestramente creada a tres plumas. Una lectura digna de leer como un contemporáneo clásico navideño; pero Noches Blancas se acredita a sí mismo como un libro digno de adentrarse incluso si lo haces fuera de temporada, porque el amor y lo que en verdad significa la Navidad son cosas que debemos acarrear cada día de nuestra vida.


Mi valoración global: 5/5           

viernes, 10 de febrero de 2017

Crítica personal: Cincuenta Sombras de Grey



Título:Cincuenta Sombras de Grey
Título original: Fifty Shades of Grey
Autora: E.L. James
Editado en España por: Grijalbo Mondadori España S.A.

Sinopsis:

Cuando la estudiante de Literatura Anastasia Steele recibe el encargo de entrevistar al exitoso y joven empresario Christian Grey, queda impresionada al encontrarse ante un hombre atractivo, seductor y también muy intimidante. La inexperta e inocente Ana intenta olvidarle, pero pronto comprende cuánto le desea. Cuando la pareja por fin inicia una apasionada relación, Ana se sorprende por las peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los límites de sus propios y más oscuros deseos...

Crítica personal (puede haber spoilers):

ADVERTENCIA: NO APTO PARA MENORES DE 18 AÑOS

Como la mayoría sabrá, no me gusta prejuzgar, ni dejarme influir mucho por criterio ajeno, así que aproveché que me fueron prestando esta trilogía para poder valorar por mí mismo si es tan excelente como dicen algun@s o tan odiosa como manifiestan otr@s. Además, Cincuenta sombras de Grey fue mi puesta de largo como lector en el género erótico.
A mí no me dejó tan mal sabor de boca, por lo menos con este primer libro.

La historia gira en torno a dos personas de Seattle, tan aparente y evidentemente inconexas.
Anastasia Steele, una universitaria a punto de graduarse, no parece brillar mucho y que tampoco se valore demasiado a sí misma, sintiéndose la sombra de su buena amiga y compañera Kate. Pero su vida empieza a cambiar a partir de su primer encuentro con Christian Grey, un hombre que sin cumplir aún los treinta, además de su atractivo irresistible, posee una abrumadora fortuna gracias a ser el presidente de una empresa harta poderosa y de gran influencia en esa región de Estados Unidos. Y dicho encuentro será tan fortuito como relevante en las vidas de ambos.
Poco a poco se irán produciendo encuentros entre estos dos personajes, ella sin entender porqué alguien como Grey se ha clavado tan hondo en su mente y, casi sin darse cuenta, en su corazón, él tratando de alejarla de sí mismo pero que se contradice por lo cerca que la ronda y la atención que le dedica.
Hay algo detrás de ese hombre, más allá de su físico, su poder y su carisma, que intriga, abruma y cautiva a Ana a partes iguales, que la pica a ir más allá hacia él y lo que se va forjando entre ambos. Y cuanto más cerrado esté el cerco, más sorprendente e inesperado se volverá el curso de los acontecimientos cuando ella descubre un lado de él sólo conocido por unos pocos, un lado tan íntimo y poco frecuente como un tanto carnal... y sombrío. Entonces Ana tendrá que probarse a sí misma lo que haría por el único hombre que la despierta y aviva en cuerpo y alma, a la par que descubre sensaciones totalmente nuevas y desconocidas que no suele sondar la mayoría.
Esta primera parte de la relación entre Anastasia y Christian es una historia me resultó un tanto entretenida, pero sin convencerme de que pueda ser el súmmum de su género. Aquí encontramos momentos divertidos, románticos, crudos, intensos y, por supuesto, sexuales. Nos ahonda en la piel de Ana, quien a través de Grey descubrirá muchas experiencias y sensaciones, dulzura y amargura, placer y dolor, que a veces se convertirán en complementos inseparables.

El estilo de James me ha dado una de cal y otra de arena con este libro. Aunque hay momentos de buena narración, muy sencilla y fluida de leer, a veces incluso va algo más allá de simple, pero resulta fácil de leer la historia, narrada en primera persona desde la perspectiva personal y femenina de Anastasia. En las escenas eróticas y sexuales, siendo éstas un buen grado explícitas a veces, me he topado con sentimientos encontrados; cumplen bien su cometido, pero me he dado de bruces con algunas narraciones bastante intensas y otras en cambio tan simples, directas y aceleradas. Por no mencionar lo exagerada que parece ser la calidad de esos encuentros amatorios, bien pudiéndose alegar y excusar esto por el hecho de que está narrado por la propia Anastasia, quien goza de su buena dosis de realismo por hablar desde su subjetividad personal y el punto de vista de una chica de sus antecedentes en este terreno previos a su primer “retozar” con Christian.
Pero a fin de cuentas y en general, la historia no es del todo desechable aunque tal vez mejorable, con algunos puntos positivos que me hacen compensar los que no me han gustado tanto. Su desenlace tan precipitado prácticamente al final, de resultado algo predecible quizás, sumándole algunos cabos sueltos y mucho más que explotar de la historia y sus personajes, hacen que lo considere un libro ni bueno ni malo, más bien entretenido si simpatizas con él; una obra sublime me cuesta de ver en este comienzo de una trilogía que se le ha dado tantísimo bombo y platillo.
He de mentar un elemento muy recurrente en este libro y que me gustó un tanto: las conversaciones vía e-mail entre Ana y Christian, las cuales me parecieron entretenidas y uno de los mayores puntos en los que el lector sonda una vía de interacción muy mordazmente ácida para esta peculiar y ya bien conocida pareja literaria.

La historia gira más sobre los dos protagonistas centrales, casi monopolizando el libro por entero, pero el elenco secundario, en su gran parte sin demasiada profundidad y un tanto desaprovechados, realizan de manera ajustada su papel de sostén de los principales.
Para la mayoría Anastasia es un personaje odiado. A mí no me cayó tan en desgracia, aunque tampoco me ha conquistado propiamente dicho; admito que me ha parecido insulsa en muchas ocasiones, tanto en su personalidad como en su trasfondo y su desarrollo. En ocasiones me ha conmovido y me ha robado alguna sonrisa, pero en otros resulta un tanto exasperante. Creo que con este personaje la autora nos muestra algo sobre las personas y el sexo cuando no mira tan directamente a la aprensión, así como que el deseo carnal, y más si hay sentimientos en medio, es algo flexible y tolerable, y que no se puede evadir así como así. Lo único un tanto hastioso de Ana fue la hostigadora presencia de “su subconsciente” y “la diosa que lleva dentro”, para mí otra forma de simbolizar el ángel y el demonio de la consciencia humana en las caricaturas; la primera es lógica, sensata prudente, la segunda es poco pudorosa y más díscola en presencia de Grey. En un buen número de situaciones su aparición me ha parecido propicia pero en otras me ha parecido de más esta “fragmentación” de la personalidad de Ana.
Considero a Christian el personaje más interesante de esta pareja. Un buen adjetivo para él sería misterioso, pues es un hombre poderoso que puede tener lo que quiera y a quien quiera pero que se fija en una joven más bien del montón. Un completo dominante, cualidad inseparable en él, aberrándole la idea de no controlar todo lo que le repercute, aunque eso no quita que pueda ser un tanto atento y amable; Ana será una clara y dulce horma para su zapato de controlador consumado. Resulta difícil comprender sus emociones y el porqué de sus acciones, resultándome a veces un tanto bipolar. Creo que incluso puede destapar en el lector una nueva perspectiva desde los ojos con que le ve Ana sobre todo lo que la gente de a pie considere poco convencional en las alcobas y que posiblemente todos tengamos secretos que nunca salen de las cuatro esquinas del colchón y que ocultamos bajo las sábanas. Tras su encanto físico, su carisma y su seguridad, sentí que escondía mucho más de lo que se puede imaginar, más de lo que pueda taparse en un “cuarto rojo del dolor”.
Del resto del elenco, vemos a familiares, amistades y empleados tanto de una parte como de otra. Una participación y peso relegados a más atrás de meros secundarios, sin un especial juego a la historia al centrarse más en la evolución de Anastasia y Christian, y de la relación entre ambos.
De los más relevantes y más presentes tenemos por ejemplo a Kate, amiga y compañera de Ana, que derrocha carisma, personalidad y atractivo, un tipo de chica que en general ha calado mejor que la protagonista en muchos lectores y que en el sentido más superficial haría mejor pareja con Christian. Ella es bastante echada para delante, con una curiosidad tan ávida como pertinaz, pero ante todo una amiga fiel para Ana a la cual quiere, protege y apoya de manera incondicional, y que aún sin saber de Grey tanto como ésta recelará de él lo suficiente.
Otro secundario segundón es Taylor, que entre otras funciones es el chofer de Christian y un hombre que parece gozar, en cierto y reducido aspecto, de la plena confianza por parte de su patrón. De pocas palabras pero de impecable eficiencia en su trabajo, un personaje que me ha transmitido simpatía, sin evitar comparar un poco su relación con Grey como la de Alfred con Bruce Wayne.
Además hay un par de personajes que, aunque no son presenciales en este libro, sí que se les menciona con frecuencia. Uno es el doctor Flynn, terapeuta de Grey; el otro, una mujer, tiene un peso relevante en medio de la relación que se va fraguando entre Ana y Christian; para frustrante y antipática aversión para ella y agradecida importancia personal para él: la Señora Robinson.

Y sobre la portada, sencilla  pero sugerente, teniendo su significado la corbata. Respecto al título, el significado del mismo dará luz tirando casi al final de este primer libro de la trilogía.

Conclusión: Una historia un tanto entretenida, aunque no sé si podría considerarse obra maestra de la narrativa erótica, aún cuando se haya leído las partes posteriores. Con su desenlace y todo el juego que podría dar algunos personajes (en especial Christian), así como los pequeños puntos más fuertes del libro, puede ser valorado con un suficiente raspado o un poco más, e igualmente quizás pique al lector lo suficiente para adentrarse por lo menos en Cincuenta sombras más oscuras para ver si los brotes de la historia de Ana y Grey brindan algunos frutos interesantes.

Mi valoración global: 3/5

miércoles, 8 de febrero de 2017

Crítica personal: El Corredor del Laberinto 2 - Las Pruebas

Título: Las Pruebas
Título original: The Scorch Trials
Autor: James Dashner
Editado en España por: Nocturna Ediciones

Sinopsis:

El Laberinto era sólo el principio.
Resolver el laberinto se suponía que era el final. No más pruebas, no más huidas. Thomas creía que salir significaba que todos recobrarían sus vidas, pero ninguno sabía a qué clase de vida estaban volviendo. Árida y carbonizada, gran parte de la tierra es un territorio inservible. El sol abrasa, los gobiernos han caído y una misteriosa enfermedad se ha ido apoderando poco a poco de la gente. Sus causas son desconocidas; su resultado, la locura.
En un lugar infestado de miseria ruina, y donde la gente ha enloquecido y deambula en busca de víctimas, Thomas conoce a una chica, Brenda, que asegura haber contraído la enfermedad y está a punto de sucumbir a sus efectos. Entretanto, Teresa ha desaparecido, la organización CRUEL les ha dejado un mensaje, un misterioso chico ha llegado y alguien ha tatuado unas palabras en los cuellos de los clarianos. La de Minho dice «el líder»; la de Thomas, «el que debe ser asesinado».

Crítica personal (puede haber spoilers):

Thomas y el resto de clarianos han sufrido mucho dentro del laberinto, en especial en esos últimos días en los que conocieron el verdadero miedo y vieron morir algunos de sus compañeros mientras luchaban por escapar. Por fin pueden respirar aliviados, rescatados de CRUEL por un grupo desconocido que les ofrece amparo, comida y tranquilidad; sin embargo ese remanso de paz se trunca para arrastrarles a un nuevo infierno. CRUEL no les otorga más de un día de tregua antes de volver a abofetear sus vidas con cruentas realidades, sumiéndoles en la confusión y el caos.
Tiempo atrás las erupciones solares desencadenaron de algún modo, además de daños severos en el ecosistema del planeta y la muerte de buena parte de la humanidad, la propagación de una extraña enfermedad a nivel mundial: el Destello. A medida que este virus consume a su víctima, esta va perdiendo todo su raciocinio e incluso su propia humanidad, hasta degenerar en algo que podría compararse a un zombie vivo sumido en la completa demencia (y quienes han llegado a la última fase de la enfermedad se les conoce como "raros"). CRUEL les hace saber que todos ellos están infectados por el Destello, además de que deben llegar a un lugar concreto en un determinado tiempo si quieren ser curados; y antes de alcanzar su destino deberán cruzar la Quemadura, una de las zonas donde el Destello azotó con más fuerza.
Tanto si quieren como si no, los clarianos deberán ceder ante CRUEL, quienes esperan algo de ellos, así como de sus propias acciones y decisiones, por ese lugar inhóspito.
Sin embargo, Thomas sentirá desazón por varios sucesos previos a la Quemadura. Por un lado, Teresa a desaparecido y en su lugar hay un chico llamado Aris que dice pertenecer al Grupo B; y por otro todos los clarianos amanecen con los cuellos tatuados con palabras, y no es plato de buen gusto para él que el suyo le sentencie a morir.

Las Pruebas es una continuación donde los peligros y, en especial, la incertidumbre son una constante que deberán tragar sus protagonistas. Los miembros de CRUEL son categóricos ante los clarianos en su propósito con ellos, que aún tienen que serles de provecho para su meta. Y las elecciones son nulas, pues negarse equivale a sentenciarse a uno mismo.
Aquí se nos muestra con mayor nitidez el principal motivo que convierte el mundo de Thomas en una distopía, en este caso una enfermedad repentina y contagiosa que ha mermado a la humanidad; pero aún quedará bastante por esclarecer sobre el Destello, la situación real del mundo y la propia CRUEL.
Se vuelve más evidente que Thomas y sus compañeros son cobayas para quienes crearon el laberinto, y que ahora los arrojan a su suerte a la Quemadura (nombre por el que se conoce a la zona entre los trópicos, donde fue más evidente el daño que aún padece la humanidad), debiendo superar diferentes adversidades para llegar a ese destino que para todos ellos supone su salvación. Verán, y sufrirán, los estragos de las erupciones solares tanto en el clima como en la sociedad; una tierra sin ley ni clemencia tanto en lo primero como en lo segundo.
Y CRUEL no se andará con remilgos a la hora de dificultar más las cosas, todo para sacar de ellos esas ansiadas variables que esperan en el comportamiento de esos muchachos que utilizan sin importarles si mueren en el proceso (embadurnando sus objetivos con esa supuesta nobleza de hacerlo por el bien mundial); y a medida que avanza este segundo libro, se va palpando poco a poco el complejo plan de CRUEL, aunque no por ello gane necesariamente comprensión y lógica tanto para Thomas, los clarianos o incluso el propio lector. Precisamente esto da a la reflexión ética sobre si de verdad podrían justificarse sus medios por hacerlo, como predican, en pos de la salvación de la mermada humanidad. ¿Puede la desesperación de un mundo agonizante dar carta blanca a jugar con las vidas de otros, aunque sea para una posibilidad de futuro?
Los misterios no dejarán de desfilar en este título desde el comienzo. Thomas se inquietará por el paradero de Teresa, sobre todo cuando la telepatía entre ambos se vuelve inútil, cuestionándose a su vez del tipo de relación que hubo entre ellos antes de borrarles la memoria y lo fuerte que esta hubiera sido entonces; por ese chico que les envía CRUEL como “reemplazo” de ella, que pertenece a un Grupo B mientras que los clarianos descubren que pertenecieron sin saberlo al A; por lo que implica ese experimento al que siguen siendo empujados; por todo lo que todavía está cubierto por velos de misterios en su memoria, consciente de que él y Teresa han sido piezas claves en CRUEL y en la concepción del laberinto que han dejado atrás.
Sin la menor duda, esa misión obligada de los clarianos es una sucesión de pruebas (y abrasadoras, en todos los sentidos, como reza su título en inglés), por el lugar que deben atravesar tan inclemente en su clima; por la mayoría de personas que se encuentran, los cuales son macabros reflejos de humanidad menguante tan dañinos como las llamas de una pira; por el guión de CRUEL del que son ajenos los grupos A y B, capaz de avivar los fuegos que tenemos en nuestro interior, sobre todo los más perniciosos y desesperados.

Una vez más, la tercera persona es la que narra los sesenta y cinco capítulos de Las Pruebas, pero centrándose en Thomas, desde su percepción y sus propios sus sentimientos, como si en realidad fuera él mismo quien expone lo que se nos muestra en este segundo volumen.
El estilo de James Dashner sigue siendo uno de los mayores puntos fuertes de esta saga, por su fluidez dinámica y su forma de arrastrar al lector a lo que comparte en sus líneas. También ha sabido desarrollar bien lo que es el argumento de esta trilogía y ese escenario post apocalíptico, aunque hay pinceladas que no terminaron de convencerme del todo. A pesar de haber concebido buenos personajes, hay matices del trasfondo/desarrollo en algunos casos que no lograron ganarme.

Thomas no varía en base con respecto el anterior libro, pero claramente marcado tras las crudas experiencias que vivió para salir del laberinto (en especial la muerte de Chuck, algo que siempre tendrá presente), aunque seguirá exudando fortaleza en lo que a voluntad de avanzar y sobrevivir se supone, de importarle los demás (estrechando más todavía sus lazos de amistad con Newt y Minho). En él se aprecia mucho tanto la duda ante lo imprevisible que resultan los acontecimientos a los que son arrastrados, así como el peso moral a medida que él va destapando inconscientemente los retazos opacados de su memoria para entender todo lo que olvidó. Lo que más me sigue gustando de este protagonista, que aquí empecé a verle un poco más como tal, es que se reafirma con su afán de superar todo lo que le eche ese mundo impío y esa organización que les utiliza, incluso con ese tatuaje que le sentencia a muerte; y sin duda él puede marcar las diferencias en las variables que espera sacar CRUEL de sus planes.
Newt es un personaje que me agradó pero que me dio una de cal y otra de arena. Aunque demuestra su peso en el argumento, sobre todo como tercer vértice de esa tríada de amistad con Thomas y Minho, muchos momentos sentí que era más un parapeto que sostiene el mayor peso que se vuelca en los otros dos.
Minho mantiene esa personalidad inamovible y azarosa con la cual se dio a conocer en el anterior libro, aunque aquí demuestra dar incluso más rienda suelta a sus defectos y virtudes, haciendo que en muchos momentos demuestre temperamento y agresividad apasionados, pero sin caer en el insensato descuido por la suerte de contar con Thomas y Newt a su lado para recordarle esa bonita virtud llamada “autocontrol mínimo”. Además demuestra ser un amigo leal hasta el final y, aunque sea impuesto por el tatuaje que le asignan, un buen líder que guía a los clarianos por la Quemadura, aunque el respaldo de sus amigos más cercanos (sobre todo Newt) será determinante para fraguar su buen juicio en ese rol impuesto por CRUEL.
Aquí Fritanga se hace sonar un poco más, sobre todo en comparación con el resto de clarianos, cuya participación se queda muy limitada a meras menciones, en especial cuando alguno de ellos cae en ese angosto periplo.
En lo que se refiere a Aris, el reemplazo de Teresa, fue motivo de mi suspicacia. Compartirá con Thomas más similitudes de las que pudiera imaginar en un primer momento; despertando sentimientos contradictorios en el protagonista principal, quien se bamboleará entre el rechazo y cierta empatía hacia él. Lo que sí puede decirse de Aris es que llega a sorprender, por lo que recomiendo tenerle en cuenta… que por algo será el hecho de que se lo endosen a los clarianos.
Teresa fue para mí otro motivo de agrado y disconformidad parejos. Sus acciones durante este segundo libro me gustaron a nivel argumental, y como personaje tiene sus puntos fuertes, llegando a impactar en varios momentos de la trama; pero en contra hay algo que no terminó de convencerme tanto como me hubiera gustado, quizás porque esperaba más de ella (aunque no me falló demasiado el asunto de su pasado con Thomas).
Entre personajes nuevos tenemos una primera verdadera figura antagónica, por así decirlo, que no tarda en recibir por parte de Thomas el mote despectivo de Hombre Rata, muy acorde a su físico y, sobre todo, su personalidad derrochante de insensibilidad repugnante carente de ética y moral apelando a los propósitos de CRUEL; de algún modo, cuenta con sutiles matices que me recuerdan vagamente a Kimpatsu Sakamochi, de la distopía Battle Royale de Koushun Takami.
Habrá algunas novedades más en el elenco, aunque destacaría a Brenda, la chica que se menta en la sinopsis. En lo que se refiere a personalidad me agradó más que Teresa, así como su participación dentro del libro; muy atrevida pero que eso no resta que pueda ser sensible en algunos aspectos. Además, Brenda llega a sorprender tanto a Thomas como al lector a lo largo de Las Pruebas.

En general, una novela que mantiene la incertidumbre en constante vilo por todo lo nuevo que se nos presenta en Las Pruebas, sin dar a penas cuartelillo a la adversidad que afrontan sus personajes, donde la muerte continúa sesgando sobre esos muchachos que tanto han sufrido. Giros argumentales, revelaciones impactantes y acontecimientos sobrecogedores que se salen de toda previsión hacen que sea una continuación que no decepciona; pero esto no resta que, desde mi perspectiva, pierda parte del brío que me llegó a transmitir El Corredor del Laberinto y que la evolución de la trama no despunte tanto como cupe esperar.
El final deja expectación de cara a su resolución en La Cura Mortal, pero en cierto sentido me resultó un poco más de lo mismo con respecto al anterior (en especial por su epílogo). Y el resultado, a nivel personal, es un libro que agrada aunque no esté libre de unos cuantos “peros”, animando con fuerza a leer su desenlace pero que eso no resta que tuviera ciertas reservas al cerrar sus páginas.

La portada sigue la línea del anterior, mostrando parte de ese mundo, un mundo real para los clarianos, y no uno artificial como aquel laberinto que fue su angosto hogar; pero no por ello menos… cruel.

Conclusión: Una continuación nada desdeñable, que agrada pero que se mantiene demasiado dentro de la tensión vista en el anterior libro si salvamos las agradables novedades (que no son pocas) de la trama. Toda una prueba de fuego, en muchos sentidos, para Thomas y sus compañeros en un mundo distópico digno del género. Teresa defiende que CRUEL es buena; ¿qué opinarás al respecto una vez que llegues hasta aquí?

Mi valoración global: 3,5/5


sábado, 4 de febrero de 2017

Vendaval 1.1.6

-¡¿Te has vuelto loco, cacho animal?! -vociferó Manuela por encima del rugir del motor, aún anonadada mientras le llamaba la atención con leves zarandeos en la cazadora-. ¡Casi los atropellas!
Aaron apuró a fondo su moto para llegar a tiempo a la universidad, a pesar de lo cerca que estuvieron de llevarse por delante a una pareja que parecían góticos justo en la misma fachada. Manuela estaba dispuesta a ser cómplice en posibles infracciones de tráfico y arriesgarse a sufrir algún accidente, pero no a que salpicase a otros la temeridad de aquel que acababa de conocer. Ella empezó a maldecir la hora de ese encuentro que consideró tan fortuito como nefasto.
-Lo siento -se disculpó él con voz socarrona doblando una esquina-, no les vi.
-Claro, el negro es un color tan difícil de distinguir a plena luz del día...
-Bueno, en realidad ahora está empezando a atardecer.
Manuela optó por el silencio ante lo inútil y estresante de mantener en ese instante todo intento de diálogo con él sin que se le disparase la tensión arterial, aunque para su suerte el final del trayecto llegó cuando el vehículo fue parándose mientras se apaciguaban sus mecánicas entrañas.
Una vez detenidos justo detrás de una furgoneta blanca, ella vio que estaban cerca del aparcamiento del campus; era la primera vez que iba a ese lugar que dudó en rotundo poder asistir como alumna, ya asumió ese hecho pese a que todavía le faltaba todo un curso en el instituto.
-¿Se te han esfumado todas esas prisas de antes? -le preguntó Aaron, sacándola así de su ensimismamiento-. A ver si al final has caído rendida a mis encantos y prefieras mi compañía...
-No te hagas ilusiones, presumido crónico -contestó Manuela mientras se bajaba de la moto, le dedicó una breve mirada ceñuda tras quitarse el casco con cierta torpeza, a pesar de que el efecto deseado rebotaba sobre él como si llevase una impenetrable e implacable coraza-. Que tengas una señora moto, te tiñas el pelo a lo danés y que tus rasgos faciales estén bien distribuidos...
-¡Vaya, por fin! -festejó Aaron lanzando y recogiendo en el aire su devuelto casco, antes de contemplar a Manuela con esa mirada intensa que a veces parecía desconocer él mismo lo mucho que podía ponerla nerviosa-. Por fin tienes el valor de reconocer que soy un buen partido y que te parezco irresistible, o al menos guapo, y eso es un primer paso muy importante...
-¡Vete al cuerno! -espetó ella con colores encendidos en su rostro- ¡Adiós muy buenas!
Fue oportuno que la moto se estacionase justo al lado de donde tenía que acceder para presentarse a su jefe y cambiarse de ropa; Manuela empezó a preguntarse si Aaron podía seguir demostrando con éxito esa especie de don de oportunidad. Aunque no le pareció descabellada la idea de que era cierto el dicho de “todos los tontos tienen suerte”.
-¡Espera, Manuela! -su voz fue carente de agresividad o imperio, pero la aludida se detuvo en seco a pocos pasos de la moto; ella odió entonces lo influyente que estaba resultándole esa voz. Sonrió al verla incapaz de resistirse a girarse para verle una vez más, por mucho que ella no quisiese. Su mirada parecía lanzarle un despectivo y escueto “¿qué?”-. ¿No te olvidas de algo?
-Gracias -contestó con boca chica, pero con nitidez-. Me has sacado del apuro y te debo una.
-Bueno, eso también, pero me refería que a este semental pura sangre no le vendría mal una recompensa en forma de dulce azucarillo -acentuó su insinuación tamborileando los labios con el índice, tornándose sus ojos cada vez más picarones-. No sé me explico...
Fue instintivo, sin premeditación, y no era propio de Manuela lo que hizo movida por pura enajenación furiosa; pero lo consideró justificado en ese caso para bajarle su exceso de ego y narcisismo. Aaron se quedó algo gratamente sorprendido al principio, creyendo que había tomado en serio sus palabras, pero la realidad le golpeó literalmente cuando ella le atizó con la mochila que colgaba en uno de sus hombros; para alivio del joven y para fastidio de su agresora, no fue especialmente doloroso al haber en su interior poco más que ropa y un par de zapatos.
-¡No juegues conmigo! -espetó Manuela muy encendida, sin apenarse de los quejidos un tanto exagerados de Aaron. Quizás él ya captase la desmesurada dignidad que sentía ella por sí misma-. ¡Entérate de una vez que no soy como esas golfas que me apuesto que te suelen rondar!
Sin más se marchó a paso muy ligero, casi chocando con un hombre de algo menos de treinta años que salía por donde ella tenía que ir. Pasó de largo sin mirar a penas al desconocido y dándole una fugaz pero sincera disculpa. En cambio, Aaron siguió sentado en su moto, con el casco en el regazo y una mano en su dolorida cara; sintiendo enojo a pesar de que también parecía reírse.
-¿Aprenderás algún día que a veces te puedes quemar si juegas demasiado con el fuego?
-Dame cuartelillo, Marcial -contestó afablemente en su propia defensa mientras se bajaba de su moto, estacionada junto al furgón, abriéndose la puerta trasera de éste por ese recién llegado que tenía cierto parecido con Aaron salvo por el pelo negro y los ojos grises-. ¡Que hoy es mi gran día!
-Pues no sé yo... No te va a hacer ni pizca de gracia lo que te tengo que decir.
-¿Algún contratiempo? -un atisbo de preocupación se apoderó de Aaron al ver la cara de Marcial, que casi parecía anunciarle la muerte de alguien-. ¿Algún problema con el equipo?
-Para nada -Marcial apaciguó esa inquietud del muchacho, mientras se perdía en el interior de su vehículo de carga-, ya casi he acabado de montarlo todo en el escenario, y puedo decirte que va como la seda. Se nota que todo es de lo más nuevo y mejor del mercado -surgió de la parte trasera de la furgoneta con un par de largos cables en la mano, mostrando entonces que la cabina estaba ya prácticamente desocupado-. Pero el problema es... Ey, Aaron, ¿me estás escuchando?
No le sorprendió mucho que el interpelado no le atendiera, solía pasar cuando había de por medio su primordial y más peligrosa debilidad: las chicas, para más exactitud las que son bonitas. Allí estaba, medio cayéndosele la baba al ver no demasiado lejos de donde estaban una buena pieza, como diría el propio Aaron, que bajaba de un deportivo plateado recién estacionado.
-Esa sí que es una muñeca vestida de azul, aunque no lleve camisita ni canesú -reflexionó entre dientes sin perder detalle de esa joven entallada con un vestido que permitía exhibir unas piernas que consideró de infarto; sin embargo, su entusiasmo se apagó bastante al ver salir al conductor del vehículo-. Pero que pena que tenga novio. Las mejores siempre están pilladas.
-Clavadito a su abuelo... ¿Le gustaría a Casanova volver a lo que importa?
-¿El qué? Ah, sí, sí, me decías que pasaba algo chungo -contestó ligeramente más centrado y serio-. Pero si los instrumentos y los amplis van bien, no sé que problema puede haber ocurrido.
-Simple y llanamente, que no ha venido ninguno aún.
Fue entonces cuando ni un harén de bellezones distraería a Aaron, quien palideció tanto y tan súbitamente que resaltaba todavía más dicha lividez por el color del tinte de su pelo.
-¿Qué no han venido? -preguntó con un hilillo de voz y con la garganta repentinamente reseca-. ¿Ni uno? Pero no puede ser... ¿Tampoco te han llamado? ¿Les has llamado?
-Ni un alma, ni un simple toque -contestó Marcial cruzado de brazos, mientras Aaron comprobaba en su propio móvil si había recibido llamadas o mensajes que no hubiese escuchado mientras iba en la moto-. Les llamé pero no descuelgan, tampoco responden a los mensajes.
Ni una palabra más salió del aún pálido Aaron, quien se sintió como si le hubiesen arrojado un cubo de agua helada al ver que la pantalla no le anunciaba mensajes ni llamadas perdidas. Empezó a comprender un poco más y mejor la desesperación que vio en Manuela al conocerla.
-¿Pero por qué...? -pudo decir al fin con voz quebrada-. Si se habían comprometido...
-Con lo espabilado que eres para ciertos temas, pero para otros eres ingenuo como un mocoso -contestó Marcial, realista pero benévolo, aún cruzado de brazos junto a su vehículo-. Ya te avisé que esos no son de la misma pasta que tú, aunque os mováis en los mismos círculos. Esa gente suele ser más bien estirada, egoísta y que se desentienden sin dar la cara sin importar el daño que hagan; claro que hay casos como tú, pero por desgracia sois pocos. Admite que se te unieron para que dejaras de insistirles y con la condición de que tú pusieras todo y ellos absolutamente nada, y parece que tocar en una fiestilla y cobrar por ello no les es lo suficiente serio, comprometido e importante como para tener el valor de dar la cara a la hora de rajarse en el último momento.
»Lo mejor sería que nos echásemos para atrás antes de pasar una vergüenza mayor e irreparable, aunque nada nos salvará del bochorno de disculparnos por incumplir el contrato.
-¡Ni hablar!
Marcial tuvo que apartarse a un lado cuando Aaron subió de un salto al interior del vehículo. El muchacho no tardó en echar mano de una bolsa entreabierta que había allí, de cuyo interior se le cayó un tarro de gel fijador, a la par que él empezaba a quitarse la camiseta, descubriendo así un tórax lampiño, delgado pero ligeramente tonificado.
-¿Qué haces, Aaron?
-¿No lo ves? -preguntó retóricamente con voz rotunda y cargada de ímpetu-. Prepararme.
-¿Para subir al escenario tú solo?
-Si es necesario, sí, pero me niego a tirar la toalla.
Los ojos de Marcial se perdieron por un segundo más arriba de sus párpados abiertos, sonriendo a la par con cierta diversión. Sabía que Aaron no se rendiría por muy difícil y nefasta que fuese la situación, que trataría de buscar una solución aunque fuese en el último segundo, especialmente en algo tan importante como lo que tenían por delante.
-¿Tu obstinación tiene algo que ver con tu padre, o es más bien que no quieres disculparte con el director de la universidad por no ofrecerle la banda que había contratado?

-Cuarto y mitad de cada cosa. Ahora cierra, no es plan de airear mi cuerpo de escándalo.