miércoles, 28 de octubre de 2015

Crítica personal: Buscaré el Océano

Título: Buscaré el Océano
Título original: The Forest of Hands and Teeth
Autora: Carrie Ryan
Editado en España por: Random House Mondadori

Sinopsis:

En la aldea, el mundo de Mary se rige por unas pocas y simples verdades:
La Hermandad todo lo sabes.
Los Guardianes protegen y sirven.
Los Condenados jamás desfallecerán.
Y bajo ningún concepto se debe cruzar las alambradas, pues sólo ellas protegen del Bosque de Manos y Dientes...

Crítica personal (puede haber spoilers):

Aquí tenemos un libro bastante híbrido y original que a priori resulta prometedor por mezclar una buena dosis de distopía bastante apocalíptica con presencia de zombies de por medio, así como todos los misterios que han llevado a la humanidad hacia la situación que se presenta; aderezando esta historia un toque de elemento romántico.
Sin embargo, Buscaré el océano no llegó a relucir tanto a mis ojos a medida que transcurría esta lectura, por mayores que fueran las expectativas de su sinopsis.

Un pueblo donde una agonizante y más que reducida humanidad se resiste a la extinción, frágilmente protegida de una amenaza conocida como los Condenados mediante unas rejas que lo delimitan del vasto Bosque de Manos y Dientes. Sus habitantes están convencidos de su precaria perpetuidad por la delicada protección que les rodea sin fin, confiando en los Guardianes que velan tanto por ellos como por sus salvaguardas. Además, todos comparten una creencia devota y ciega, casi subyugada, a la fe divina predicada por las mujeres que conforman la Hermandad.
La Hermandad, desde un punto de vista objetivo, rige a sus conciudadanos y sentencia con férrea seguridad que son los que resta de la humanidad, que tras lo que denominan el Regreso tiempo atrás sólo existen los Condenados y el Bosque de Manos y Dientes más allá de la alambrada.

Bajo este escenario tan asolado e incluso deprimente, tenemos a una joven llamada Mary. Su vida dará un gran giro cuando su madre, siempre anhelante por su esposo al otro lado de la alambrada tras convertirse en Condenado tiempo atrás, acaba corriendo el mismo destino; y la joven se considerará culpable de ello por no haber estado a su lado para controlarla. Y esa decisión no sólo le pesará en su culpabilidad, sino también a todo lo demás cuando su hermano Jed decide desentenderse, echándola del hogar familiar al convertirse en cabeza de familia tras el destierro voluntario de su madre después de cambiar, sumándose que la rechace Harry, el único chico de su generación con el que podría haberse desposado; conllevando a que Mary se una a la Hermandad.
Ella, embargada por sentimientos de desdicha, conocerá más a fondo a la Hermandad entre los muros de la Catedral, donde descubrirá evidencias sutiles pero claras que empezarán a tambalear todo lo que había creído hasta ese instante, encontrando cada día más turbias las profundidades de la Hermandad y las verdades que predican y que tanto confían los habitantes del pueblo bajo esa superficie cristalina a simple apariencia.
Y Mary, a pesar de estas circunstancias, incluso si todo llegase a colapsarse en su vida con la cruenta adversidad pisándole los talones aún más con las fragancias de la muerte y el miedo, seguirá manteniendo su esperanza en todas las leyendas que le contaba su madre sobre el mundo previo al Regreso, en especial la existencia del océano, que se volverán su obsesión.

Aquí se nos presenta un mundo al parecer desolado, con la humanidad reducida a un misero pueblo, volcados en la supervivencia y una existencia lo más normal posible a pesar de verse cercados, con un peligro atroz más allá de sus límites. El uso conjunto de la distopía y los zombies hacen Buscaré el océano un libro con originalidad, con un planteamiento inicial nada desechable, prometiendo mucho a la hora de desentrañar los misterios detrás del motivo de porqué el mundo acabó en esa situación.
Un punto que brinda mucho juego es que los habitantes de ese pueblo tan agonizante y deprimente son devotos (o más bien sometidos) a la fe divina, ciegos a la Hermandad que en realidad lo controlan según sus criterios. Sin duda, las que moran la Catedral han sabido explotar una catástrofe de un pasado incierto de marcar pero sí un tanto remoto, a través del miedo por la amenaza constante de los Condenados y el que aún estén pagando una especie de castigo divino.
Los Guardianes gozan de un estatus bastante privilegiado en apariencia, estando justo por debajo de las hermanas, aunque no es una tarea del todo fácil ante el riesgo de encarar a los Condenados que intentan penetrar la alambrada, las cuales también deben reparar dado ese caso, o de verse eliminando o desterrando tras el cambio a conciudadanos que se contagien.
En esa microsociedad el sentimiento del amor lo he hallado como una quimera, un privilegio, e incluso algo forzado, ya que la perpetuidad les es más que primordial. El matrimonio en la mayoría de los casos es un ritual necesario, más que por un sentimiento y compromiso puramente libre y gustoso entre dos personas. Lo que resulta un tanto perturbador.
Y tras este escenario y esa sociedad con sus entretejidos dan juego a esta historia, ¿cuánta verdad hay en todo lo que les mueve? ¿cuántas mentiras hay dentro de esas verdades, y viceversa? ¿qué se queda en la ignorancia y cuánto se está jugando con los demás? A través de su protagonista se irá desgranando cada detalle, mientras ella va conociendo a fondo después de tantos años a su propio pueblo y, en particular, a la Hermandad y lo que va vislumbrando entre bambalinas.
El planteamiento de los Condenados está bien definido, unos auténticos zombies cuyo origen se desconoce y que considero poco acertado compararlos con el estereotipo de aquellos que tanto conocemos pese a las similitudes obvias. Todo un enigma que ni Mary ni nadie de la aldea se habría parado a reflexionar de su origen o su contagio, e incluso del casi efectivo freno que les supone la alambrada que los deja en el lado del Bosque de Manos y Dientes.

Sin embargo, a pesar de lo prometedora que resulta esta historia, no llegó a convencerme tanto como me había esperado, siendo más bien una obra entretenida. En muchos momentos me acompañó la impresión de no alcanzar toda la fuerza que podía tener, además del hecho de que acaban llevando demasiado peso (y desde mi punto de vista, con algo de tedio) los sentimientos y reflexiones de Mary, así como todo el factor romántico que se cuece en derredor de ella; quedándose en muchos momentos los sucesos generales de la trama en un plano ambiental.
Y aunque el argumento no lleva mal camino a lo largo de este libro, encontré ciertas lagunas, así como recursos que me parecieron quedarse a medias tintas. Cierto que tiene que guardarse misterios si le continuarán dos libros más, pero creo que en este aspecto la autora fue algo sórdida, quedándose más bien en explicaciones de los Condenados, la Hermandad o ciertas costumbres y rituales que se llevan a cabo en el pueblo.

Aquí se recurre a la narración en primera persona a través de Mary, siendo ya muy recurrente esta vía cuando tenemos una protagonista principal de sexo femenino en cuya percepción se vuelca la historia y lo que se acontece. Esto nos da una visión muy visceral y apasiona por parte de Mary, pero a su vez creo que en este caso limita en sutil proporción la profundidad de la trama; por no olvidar que en muchos momentos Mary puede ser un verdadero dolor de cabeza.

El estilo de Ryan es muy cuidado, sabiendo jugar con la ambientación con gran habilidad, arrastrando al lector a la ansiedad de ese escenario que sumirá a sus personajes. Pero a su vez no consiguió anclarme en su obra tanto como hubiera esperado o deseado; en ciertos momentos la coherencia y el dinamismo se han encontrado con puntos más lentos y que me han parecido que a veces fallaba en algo que no acababa de encajar.

Prácticamente todo gira en la figura a Mary, quien vive primero la pérdida de su madre, algo que la embargará de culpa y tristeza, sentimientos acentuados cuando se ve ingresando en la Hermandad tras perder también su hogar junto a su hermano o de crear el suyo propio con el único chico libre de su generación. Me agradó su capacidad de llegar a ver lo turbio tras lo que los demás creen con excesiva devoción, así como su constancia y personalidad propia, aferrándose con obstinada voluntad a sus sueños y dictados que le mueven el corazón, sin importar la incertidumbre o las consecuencias tras el horizonte del futuro, quedándose fiel a las elecciones de su corazón y su voluntad. Pero en contra la vi un tanto obsesionada y temeraria, contrastando con el arrojo que también ha sido capaz de sacar en dadas ocasiones. Ella será capaz de ver lo que los demás no pueden detrás de la Hermandad y lo que oculta, distinguiendo en esas benefactoras del pueblo un lado difuso, una mano bastante férrea tras esa pizca de almíbar con el que orienta a su gente; lo que la empujará siempre hacia delante. Ella agrada y exaspera a partes más o menos iguales.
Otro personaje con peso en Buscaré el océano será por ejemplo Jed, el hermano de Mary. Su relación con ella dará giros rotundos, así como tiras y aflojas. Son muchos factores que pesarán sobre él, tanto su deber como Guardián como el bienestar y futuro de su esposa y la prole que estará por llegar, lo cual le hará dar pasos duros, y a veces precipitados y dolorosos, a lo largo de todo lo que le transcurre en el libro, en particular los relacionados con su único consanguíneo vivo.
Para explotar el factor romántico, aunque no con tanto acierto a mi parecer, serán la mejor amiga de Mary, Cass, así como los hermanos Harry y Travis. Ella es un personaje de carácter débil, inestable en cuando la seguridad y el bienestar se desmoronan, que además acaba endureciéndose más por la amargura que por la voluntad de superación, además de quedándome ambivalentes sus sentimientos de amistad hacia la protagonista. Por parte de los dos muchachos, muy distintos pero similares entre sí, Harry resulta el hermano más testarudo y menos templado, mientras Travis es más sosegado, reflexivo y que mayor simpatía me ganó. Estos tres personajes, junto a Mary, compondrán un cuadrado amoroso imposible de dar por sentado cómo acabará.
La hermana Tabitha, quien controla la Hermandad, se me antojó una mujer con muchísimas reservas y bastante recelosa. De forzada, fría e interesada empatía, atajando a Mary en su formación como hermana con temor y respeto tan sutiles como tajantes. Ella sabe mucho más incluso de lo que de por sí expone y aparenta, tanto sobre el Regreso, los Condenados y más allá del Bosque.

La trama rueda con fluidez pero con baches a intervalos, con un dinamismo variable, sin que se reste su capacidad de entretener y de haberme sorprendido bastante de principio a fin, regalando crudeza y giros dramáticos que en su mayor parte fueron bien pincelados. Su “desenlace” me agradó en bastantes aspectos, pero al mismo tiempo me resultó demasiado precipitado y en el aire, e incluso falto de armonía. Aunque es el primero de una trilogía, no he visto que pusiera un punto y a parte demasiado acertado; más que un trasbordo de trenes, me he topado con su último capítulo con una vía muerta, con la siguiente estación rozando el horizonte.
En definitiva, un final demasiado abrupto para mi criterio pero que no resta la intriga a lo que vendrá después o que cumpla bien el libro con su función, habiendo aún demasiados misterios tanto del comienzo como los que fueron germinando por el periplo de Mary.

En el tema de portadas, me he encontrado con dos distintas: la de edición regular y la utilizada por Círculo de Lectores (siendo esta última el caso de mi lectura). La verdad es que ninguna ha llegado a cautivarme demasiado, siendo para mi gusto un mayor reclamo la propia sinopsis… Sin olvidar que el cambio de título hace que se parezca al original tanto como un huevo a una castaña, aunque quizás El Bosque de Manos y Dientes no habría tenido mucho gancho y el que optaron al menos casa bien con la obsesión de Mary en las leyendas que le contaba su madre.

Conclusión: Una historia en parte entretenida que mezcla distopía, romance y zombies en su originalidad base, pero que no terminó de convencerme y que pudo haberse explotado bien lo que en un principio prometía y que acaba de manera demasiado tajante. Puede llegar a despertar la curiosidad del lector qué ocurrirá después, pero en mi caso no ha sido con la avidez efectiva de otros inicios de sagas.

Mi valoración global: 2,5/5


jueves, 22 de octubre de 2015

Crítica personal: En Llamas

Título: En Llamas
Título original: Catching Fire
Autora: Suzanne Collins
Editado en España por: RBA

Sinopsis:

Katniss ha logrado lo que parecía imposible: no sólo ha sobrevivido a los Juegos del Hambre, sino que ha conseguido también que Peeta salga con vida de ellos. Pero con ello ha desafiado al Capitolio, y todo el mundo sabe que ellos jamás olvidan… ni perdonan. Mientras a su alrededor se forja una rebelión largo tiempo ansiada,  bajo la vigilancia de la policía secreta, Katniss y Peeta procurarán mantener ante el público el papel de locos enamorados, que les ha permitido sobrevivir… y que podría ser más sincero de lo que parece.

Crítica personal (puede haber spoilers):
Al tratarse de una continuación, será inevitable mentar sucesos del anterior para mayor comprensión y coherencia de esta crítica personal. Si continúas leyéndola, será bajo tu propia responsabilidad.

Una vez más de vuelta a Panem, tras esos septuagésimo cuartos Juegos del Hambre sin precedentes. Katniss y Peeta han tirado por tierra la inquebrantable regla de un único superviviente, gracias a esa combinación de ingenio, un fatal descuido de quienes supervisaban la arena, tenacidad en la supervivencia y el meterse a los habitantes del Capitolio en el bolsillo con la pantomima (al menos por parte de ella) de los enamorados del distrito doce.
Cabría esperar que al volver a casa sus vidas serían más fáciles para ellos y sus familias por el distintivo privilegiado de “vencedores”, pero no es así en absoluto. Katniss incómoda por descubrir que Peeta no fingía sus sentimientos durante los juegos, y Peeta abatido por no ser correspondido; lo cual lleva a una situación de tensión, porque en ese momento fingir una relación idílica y apasionada a los ojos de todo Panem es su más fiable pero delicada garantía de supervivencia, tanto para ellos mismos como para sus seres más queridos.
Aunque la pareja de oro de los espectadores del Capitolio intentan convencer a todo el mundo (en especial a los distritos) de la normalidad del estado en el que viven los habitante de Panem, nada impide que las brasas de una posible revolución real aviven el fuego que eleve a los afligidos de esa sociedad algún día, todo por lo que Katniss y Peeta lograron en la arena.
Y sin a penas percibirse, unos nuevos Juegos del Hambre se vislumbran en el horizonte, que con el motivo de su septuagésima quinta edición adquiere también un nombre paralelo al genuino: Vasallaje de los Veinticinco; que cada cuarto de siglo desde su comienzo se impone una norma extra aleatoria y desconocida la cual se considera ya (teóricamente) fijada por los que instauraron los Juegos del Hambre.
Katniss y Peeta, al ser vencedores de su distrito, ya intrínsicamente deberían compartir con Haymitch el rol de mentor de tributos del distrito doce… Lo que no sabrá ella es lo mucho que volverá a salpicarle este cruel evento. Y una nueva telaraña de intrigas, adversidades, mentiras, verdades a medias y pesares se extenderá bajo la atenta mirada del hipócrita y dictatorial Snow.

El lector ya conoce lo básico de ese universo post apocalíptico, y aquí se ahonda más en él (entre otras cosas, el Vasallaje de los Veinticinco), a la par que se desgrana la repercusión sobre Panem de esa final sin precedentes en Los Juegos del Hambre. Ya no es sólo una historia sobre una tiranía cruel y déspota o de un inhumano espectáculo de carnicería juvenil, ya que la supervivencia de dos tributos en unos mismos juegos se ve ante todo un acto de rebeldía al Capitolio que toca la negra moral de quien rige esa nación. La intriga, las semillas de un gran conflicto, el germen de la desconfianza incluso en quienes podrías o deberías creer, e incluso historias de amor fraguadas en un escenario angosto y cruel, son ejemplos de lo que puede brotar al terminar los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre que enriquecen En Llamas.
Los oprimidos empiezan a ver una pequeña brasa que podría avivar las llamas del cambio, la revolución y la liberación; no es una visión fácil de alcanzar, pero empiezan a considerar que han tenido gacha la cabeza demasiado tiempo y que el cambio no les parece tan imposible. El opresor por el contrario ve una mala hierba que cortar de raíz, aunque eliminarla directamente no sería lo más propio de un ser sádico como Snow; sabiendo que es posible utilizar las amenazas en beneficio propio, recurriendo a las amenazas inteligentes y crueles para atajar de paso quien agarra el mango, sabiendo además así puede resultar más delicioso que tirar de una liquidación inmediata.
Y en medio estan Katniss y Peeta, en especial ella aunque él es un gran exponente para la visión que unos y otros vislumbran en la protagonista. Faro de esperanza y heroína en potencia sobre la que vuelcan muchas expectativas para los distritos; una especie de ídolo protagonista de una historia romántica que llega a tocar la maltrecha sensibilidad de los habitantes del Capitolio; una mancha amenazante pero de la cual no teme abiertamente, porque no es más que una jovencilla y puede tenerla bajo control ante la abismal diferencia de poder e influencia entre ambos.
Pero sólo Katniss puede saber quien es y lo que quiere o debe hacer; aunque nadie le dijo que sería fácil su camino, incluso habiéndose coronado vendedora. Los peligros que la cercan a ella misma y a quienes le importan, la incertidumbre que exuda la población desfavorecida con su soterrado pero más palpable descontento, diversas revelaciones y confesiones, el fingir sus propias emociones a ojos de los demás, e incluso el caos sentimental y mental de sus circunstancias y los sucesos que se le van presentando; estos son ejemplos de factores que se presentarán a lo largo de En Llamas, lo cual pondrá a prueba el peso del papel que le ha sido asignado desde el comienzo, en un camino que juzgará cuanto puede marcar aún la diferencia en lo que parecía completamente inmutable en su gris, decadente, cruel e injusto mundo.

Nuevamente Katniss expone la trama, desde su visión, sus pensamientos y sus emociones. E igualmente dividida en tres partes: La chispa, El vasallaje y El enemigo. La voz de la heroía-narradora siguió convenciéndome, derrochando emociones con mayor intensidad esta vez si cabe, pero sin llegar al desbordante tedio que en otros casos llegan a sacar relucir otras que comparten su doble rol en otras novelas. Aunque la narración en primera persona suele pecar de limitaciones al depender de la perspectiva de quien lo expone, creo que en este segundo se ha sobrellevado un tanto mejor con respecto al inicial.

El estilo de Collins sigue siendo tan magnético y dinámico como demostró en Los Juegos del Hambre. Sigue dilatando el mundo de Panem, su historia, su situación presente, la forma en la que cada grupo de sus habitantes caminan en esa dictadura que ha mutilado en mayor o menor medida tantos valores que se suponen intrínsicos en el ser humano; y como acabo de comentar, ha creado en su protagonista más crucial una voz narradora que hace más interesante la lectura. En general, ha sido capaz de sorprenderme y emocionarme con este segundo título de la trilogía, ha llegado a despertar mi impotencia y mi rabia en varias ocasiones, me ha robado una sonrisa incluso adentrándome en momentos realmente difíciles para sus personajes como remansos de calma entre las tempestades que azotan la trama. Esta autora amasa en este libro las suficientes virtudes narrativas que compensan bien algunas cosas que me encontré, como cierta previsión de la que no se salva ningún novelista (pero admitamos que si no se ve un poco de humo no tiene gracia a veces encontrarte el fuego de pronto) y ciertos elementos desaprovechados o que casi parecían meterse con calzador (en algunas ocasiones, para compensar o realzar otros factores).
           
Katniss sigue siendo una heroína que esas que me agrada dentro de tantas que se muestran en títulos de estos últimos años. Sigue siendo fuerte y curtida, a veces teniendo que fortalecerse y curtirse a zancadas y a hierro candente; pero no quita que sea emocional sin pecar de ello en exceso, mostrando amabilidad en los momentos concretos, aunque a veces resulte un tanto tosca esa gentileza dado su propio trasfondo. Su evolución es más acentuada, tras las vivencias que deberá afrontar y todas las elucubraciones en las que se sumerge (sobre su situación, el mundo en el que vive tras ser vencedora, e incluso de sus propios sentimientos por Gale y Peeta).
Gale está, finalmente, más presente y con un rol más dinámico, participativo y directo; y esto es algo que se agradece tras su anodino peso a lo largo del primer libro. Sin embargo, no llegué a conectar con este personaje a pesar de su importancia aún más marcada aquí para Katniss. Un tercer vértice de un triángulo amoroso más que anunciado y que se hizo de rogar en el anterior libro, pero no sentí que alcanzara las expectativas de ese rol que prometía ser más crucial.
Peeta me siguió agradando más que la contrapartida que supone Gale, a pesar de la creciente presencia del segundo. Vemos su forma de afrontar el estar reconocida y sinceramente enamorado aunque no sea correspondido, y que por necesidad y supervivencia seguirá ese angustioso papel que le sería más placentero si fuera verdad. Si tuviera que elegir entre los dos chicos cual hace de mejor pilar para los momentos difíciles de la heroína-narradora, para mí Peeta gana. Si ya su labia y su encanto a ojos del Capitolio fueron demoledores, está claro que en En Llamas no se queda corto.
Haymitch dará de nuevo su juego, a la altura de su aparición previa; sin salirse demasiado de su línea marcada por el trauma que vivió de joven en la arena aunque con un desarrollo marcado como personaje. También se sondará un poco más su pasado, dado que (si el lector hace cuentas) ganó el segundo Vasallaje de los Veinticinco en el pasado.
Qué decir de Effie; siempre variopinta, otra víctima de generaciones de insensibilidad por pertenecer al privilegiado Capitolio. Pero más allá de esas marcas indiscutibles que la hacen el personaje que es, también palpé su evolución; tras esa mujer, quien ha vivido siempre ajena a los fantasmas que atormentan a los desfavorecidos de los distritos desde su atalaya de seguridad y bienestar, no puede evitar conectarse a Katniss y Peeta con un lazo emocional que potencialmente sacará su lado más humano tras la banalidad inculcada por sus conciudadanos.
Prim y la señora Everdeen son sustancialmente más presenciales en este segundo libro, a destacar por la abismal maduración de la hermana de Katniss en tan poco tiempo; y dicho crecimiento emocional y racional ejercen una potencial influencia en quien ejerce el peso de piedra angular de la historia.
Un personaje que quiero puntualizar es Madge, que ya pudimos leer en el anterior libro, con la mayor relevancia de ser quien le regala a Katniss la insignia del sinsajo que se vuelve inseparable para la protagonista. Tras esa primera aparición demasiado tímida, aquí la autora recurre a ella más bien poco y de manera puntual en pos del avance argumental de otros personajes; demasiado comedida y quizás mal explotada y que su juego hubiera sido algo más aprovechado.
Obviamente habrá nuevas aportaciones en el elenco en todos los escenarios posibles de Panem, pero sondar en ellos sería caer en spoilers gratuitos; nada más diré que, en general, cada uno de ellos despiertan sentimientos y pensamientos de todo tipo en el lector, cumpliendo bien sus roles en general para el satisfactorio entretenimiento del lector. Tampoco olvido esas caras conocidas, como Cinna (el cual me agradó desde su primera aparición y por el que sentí bastante empatía). A través de Katniss y Peeta el lector sonda un poco más la mentalidad, costumbres y estilo de vida del Capitolio; yo destacaría un caso en concreto en que demuestra una inagotable banalidad frívola que produce estupor e indignación en sendos personajes y en el lector por igual.
No podía omitir al presidente Snow, que ahora se vuelve un personaje mucho más real que en el anterior libro. En toda regla, un dictador que no acepta réplicas de nadie en cuanto a sus pensamientos y su forma de manejar Panem, su particular teatro de polichinelas, sin miramientos de cortar hilos o mutilar esos muñecos suyos que son sus habitantes. Un opresor que no conoce la piedad, en especial con la más baja estofa pero sin considerar intocables a los que están justo por debajo de él en la pirámide social. A través de Katniss, el lector sonda y percibe de lo que es capaz este personaje y su psique ponzoñosa, en especial en el trato cuando las distancias son más cortas de lo que cualquiera desearía entablar con él.

De la historia en general, me gustó tanto e incluso un poco más que el primero de la trilogía. En parte, podría decirse que es un bis en plan 1.5 si fuera un programa informático; pero no es una simple recurrencia del que dio comienzo, ya que hay mucho detrás de los propios Juegos del Hambre, con mayor intriga, capotazos de amoríos y todo lo que implica un mundo que amenaza con mutar (aunque se augura que sea a fuego y sangre) por más que lleve década y décadas sometido al asfixiante y férreo encorsetamiento de la cruel dictadura regente.
Sobre el final, y que me agradó también algo más con respecto a Los Juegos del Hambre es que no sabía que me iba a encontrar y el resultado fue agradable y potencialmente prometedor para la continuación... La autora supo desarmarme por completo en su última página, preparándome para esa última línea que te hace contener el aliento un segundo mientras cierras la cubierta.

La portada sigue teniendo de protagonista al sinsajo, aunque distinto a la primera que era en forma de la insignia de Katniss, siendo este caso un aspecto más real de esa ave ficticia. Una vez más, una cubierta que encierra sencillez atrayente en su diseño.

Conclusión: Ya aquí me encuentro con un libro que deja atrás las extrañas similitudes con Battle Royale que me encontré. Una historia que avanza entre la crueldad indiscriminada y la bondad cohibida, entre el odio y el amor, con un mundo retorcido y un juego desalmado como pistas de baile en el que sus personajes danzan como premisa del desenlace en Sinsajo.


Mi valoración global: 4,5/5

miércoles, 14 de octubre de 2015

Saint Seiya - Los Caballeros del Zodiaco: La Venganza de Anfítrite (parte I)

Saint Seiya - Los Caballeros del Zodiaco

La Venganza de Anfítrite (parte I)



Las aguas egeas que circundaban las costas áticas no azotaron el Cabo Sunio con el bravío de esos últimos días, sino que las lamían con un pesaroso sosiego. Ese cambio súbito en el temperamento del mar, bastante antes de lo esperado en sus corrientes, no era nada normal. Al igual que ese inmenso Cosmos que afloró con fugaz virulencia bajo las ruinas del Templo de Poseidón.
Las seis figuras que se adentraron en la profunda noche recorrieron las largas escaleras labradas en el acantilado con una prontitud imperceptible para la visión mundana, dejando como única evidencia de su fugaz presencia el viento silbante que dejaban tras sus pasos; no en vano, aún siendo la base de su escalafón, sus puños podían desgarrar el aire y sus patadas pulverizar la tierra.
Se detuvieron en seco al llegar al final del camino, a escasos metros de la prisión a orillas del Sunio, donde se encerraba desde la lejana era mitológica a los traidores y enemigos del Santuario que atentasen contra su deidad patrona, lugar donde normalmente perecían cuando la pleamar colmaba la cavidad. Ahora, sus barrotes fueron derribados pese a su resistencia, y ese hecho ya evidente para los ojos de esas seis personas les hizo estremecerse en sus adentros, elevando su de por sí prevenida cautela. Como era de esperar, en ese momento la marea estaba baja.
-Sigamos.
Con esa indicación del que iba en cabeza, saltaron hasta presenciarse justo de cara a la entrada de la prisión, en un único salto imposible para un humano corriente, en el cual el brillo de las armaduras ligeras que vestían resplandeció como tímidas estrellas menores. Incluso el chapoteo de sus grebas resultó aún más perturbador en esa quietud que los soterraba.
Estando todos ellos frente a la evidencia, la desazón acariciando sus nervios con parsimoniosa malicia fue el sentimiento que compartieron en su silencio, mientras renovaban su coraje, voluntad y devoción con acopio ante esas tentaciones mortales en forma de temores y dudas.
-Imposible... Si estos barrotes pueden soportar incluso el Cosmos de un caballero de oro.
-¿Pero no ves lo que es todavía más extraño? -le preguntó uno de sus compañeros, quien examinó los retorcidos barrotes como larguísimos dedos en plena agonía-. La prisión fue abierta con una fuerza abrumadora desde el interior.
-Eso es imposible -terció otro del grupo, aunque no podía arrebatarle la razón una vez que las comprobó por él mismo también-. Según nos explicaron, hace una eternidad que no se utiliza esta prisión, salvo hace trece años cuando Saga de Géminis encerró aquí a su hermano Kanon.
-Para lo que sirvió.
Los cinco varones miraron por un momento a la esbelta figura femenina que permanecía aún en las sombras de la retaguardia, con su cabellera carmesí ondeando con pudor a la exposición de la brisa marina. Ella estaba en lo cierto. Por lo que les llegaron a sus oídos tras el regreso de Atenea de su reciente enfrentamiento contra Poseidón, Kanon de Géminis fue encerrado en ese mismo lugar por el propio Saga; pero igualmente, el traidor desconocido por todo el Santuario llevó a cabo su ambición utilizando al emperador de los océanos, mientras el gemelo mayor se corrompió a sí mismo, sometido por su lado malvado, lo que acabó desencadenando a la larga aquella guerra interna que diezmó las filas de los caballeros de Atenea, después de que Saga asesinase trece años atrás al verdadero Patriarca y usurpara todo ese tiempo su nombre y su cargo.
Hacía tan escaso tiempo que habían ocurrido tantas cruentas luchas para la diosa y sus fieles guerreros, tan cierto como que aún restaban más por encarar. Muchas heridas que sanar, sobre todo a nivel moral, pero tan poco tiempo para ello... Las fuerzas perversas que azotan el planeta no entendían de recesos.
-Permaneced atento a cualquier detalle -anunció el caballero que iba en cabeza, rompiendo ese silencio tan tenso como reflexivo-. Debemos investigar y reportar a la señora Atenea.
Se adentraron en la prisión del Cabo Sunio. La mansa agitación del agua salina que a penas llenaba unos centímetros de su suelo era más trémula por los numerosos pasos, firmes a la par que prudentes, de los caballeros de bronce. No era una cavidad profunda, cuyas rocas podrían contar tantísimos detalles del sufrimiento merecido que ajusticiaron a los enemigos del Santuario; enemigos del género humano y la armonía sobre el planeta.
Prosiguieron hasta alcanzar la pared del fondo, derrumbada por Kanon tiempo atrás en su cautiverio, que les condujo hacia donde una de las reencarnaciones previas a la actual Atenea ocultó y selló el tridente de Poseidón. Su misión les llevaba a sondar más allá de esa abertura, en su búsqueda de cualquier indicio que explique el poderoso Cosmos que sintieron en ese preciso lugar.
La cámara tras el muro de la prisión daba a otra oquedad no mucho más amplia, cuyo epicentro fue el punto donde Kanon extrajo del suelo aquel arma divina sin que el debilitado sello de Atenea pudiese impedírselo, conduciéndole en consecuencia al templo submarino del emperador de los océanos. Sin embargo, lo único que quedaba en ese lugar era una laguna salina, ya era imposible acceder a los dominios de Poseidón, después de que Atenea y sus cinco caballeros más próximos los destruyesen tras derribar el Pilar Central que lo sustentaba.
-Aquí no hay nada más, un callejón sin salida -razonó uno de ellos, en cuya armadura destacaba un saliente redondeado similar a una aleta dorsal en la espalda-. Quizás deberíamos volver al Santuario y dar parte de que quizás no sea aquí.
-¿Es que el miedo maneja tu lengua ahora por ti? -espetó el que iba siempre un paso por delante que el resto, lleno de seguridad y orgullo en cada palabra y ademán que regalase-. No avergüences a tus camaradas, y más después de que nos encomendaron esta importante misión.
-No les quedaba otra.
De nuevo un comentario secante pero sereno de la fémina del grupo. En esa penumbra, las líneas y los contornos de la máscara que ofuscaba su rostro, el requisito crucial de toda mujer que quisiera convertirse en caballero de Atenea, se acentuaban para definir aún más ese falso rostro.
-¿A quiénes mandarían si no? -prosiguió con esa pregunta que ya de por sí les dejaba bien clara la realidad. Sus compañeros masculinos parecían sentir la rectitud de sus ojos bajo la máscara, armonizando con la calma que despedía su voz-. Contando con el anciano caballero de Libra, sólo sobrevivieron seis caballeros de oro, y salvo las señoras Shaina de Ofiuco y Marin del Águila, todos los caballeros de plata activos de esta era perecieron antes de la Batalla de las Doce Casas. Sólo quedamos los no demasiados de bronce que hemos adquirido nuestras armaduras en los últimos años, y los diez más próximos a la señora Atenea están ayudando a supervisar la guardia del Santuario o recuperándose de la batalla contra Poseidón.
»No busco desalentaros con mis palabras. Sabéis bien que la señora Atenea y los caballeros de oro confían en nosotros, aunque seamos el rango más bajo de las ochenta y ocho constelaciones. Pero no olvidéis la realidad: este tipo de misiones suelen encargarse a caballeros de plata, o a grupos como nosotros supervisados por uno de estos. Si tenemos un voto de confianza es por falta de efectivos ante todo, por lo que debemos hacer mérito de ello y no caer en la arrogancia.
-Así que soy arrogante -espetó quien hasta ese momento tomaba el liderazgo, aunque la misión era un trabajo de completo equipo. No erró mucho al entrever esa insinuación diplomática-. Sí que sueltas tu lengua con facilidad para dar lecciones, tú que a penas estás estrenando armadura, mientras que nosotros alcanzamos nuestro rango cuando aún te veías en pleno entrenamiento.
-Bueno, que haya paz -atajó otro del grupo para quitarle hierro al asunto, ubicándose entre ambos; a pesar de la seriedad de la misión, no parecía perder una sonrisa afable y optimista que solían ser fáciles de contagiar, virtudes que sacó más a relucir en ese instante de diferencias entre hermanos de armas. En su brazal derecho destacaba un enorme ornato en forma de aguja-. Está claro que es la ocasión de probar nuestra valía a la señora Atenea aunque seamos de bronce, así que mejor cooperar como camaradas que somos e investigar este lugar sin precipitarnos. ¿No os parece?
Tras unos segundos en los que la tensión parecía reacia a irse, el caballero que siempre iba al frente les dio la espalda con un brío altanero, sin salir de su mutismo entre rezongos cuando empezó a tantear la pared más próxima. Mientras en la penumbra, el compañero que logró correr un tupido velo guiñó un ojo con cortés descaro a la mujer caballero, quien parecía turbada pero sutilmente agradada ante ese flirteo tan inusual por cierta norma no escrita en las leyes del Santuario.
Era difícil no dejarse llevar por el buen juicio de aquel caballero pese a su juventud, incluso sin ser consciente de ello; hasta entre los caballeros de oro se atisbaba una franca y prometedora consideración hacia él. Aunque el más bravucón de ellos llevase la voz cantante, a fin de cuentas era aquel más prudente, sutil y modesto quien manejaba la mano que sostenía el bastón de mando de aquel grupo, con la madera de un verdadero líder aunque no lo alardease ni reclamase.
No se demoraron en iniciar la investigación en toda regla, aunque tampoco había demasiado por rebuscar en esa cavidad insulsa y corriente. Nada parecía justificar ese poderosísimo Cosmos, pero a medida que transcurría su estancia en esa cámara breve pero que les pareció acariciar la infinita y tediosa eternidad, cada uno de ellos empezó a percibir con creciente notoriedad la reminiscencia de algo que rebasaba su comprensión, que hacía estremecer cada átomo que componía su ser... ¿Pero de donde procedía? ¿Qué cargante energía había conseguido dejar una tenue pero axiomática impronta justo debajo de las ruinas del templo de Poseidón sobre el Sunio?
-Aquí -pronunció tajante y lleno de convicción irrevocable el caballero de la Brújula, cesando el tanteo de su diestra cuando su instinto despojó sus dudas. Su expresión sosegada pareció quedarse en segundo plano, revistiéndose en su semblante un rictus atípico en su actitud cotidiana; cada músculo de su cuerpo se mantuvo en alerta, tomando más en serio la misión. Estaba convencido por completo de que había algo tras la piedra que acariciaba con las yemas desnudas de sus dedos, algo desconocido pero que le escamaba-. Acercaos y sentidlo... Un Cosmos aletargado.
-Vayamos a comprobarlo.
Aquel más bravucón de ellos actuó con virulenta celeridad, sin darles la opción de objetar. En un simple parpadeo, apartó al caballero responsable del hallazgo y derribó un generoso retazo de la pared en cuestión con un único puñetazo, sin hacer a penas esfuerzo real, liberando una ínfima e irrisoria gota de su energía cósmica. Aunque el impacto fue concreto y domado, el estruendo de la piedra pulverizada y la humareda de polvo consecuente reverberaron en la caverna secreta hasta salir de la prisión del Sunio como un lamento.
-Será posible -soltó con mohín un caballero, que en los laterales de su casco mostraba detalles en forma de agallas de un pez. A pesar de su duro entrenamiento no exento de dolor, sudor, lágrimas, sangre y heridas, parecía innato en él su sentido de pulcritud, al empezar a sacudirse un poco del polvo resultante mancillando su armadura de bronce del Pez Volador-. Está claro que las sutilezas y la prudencia no son grandes virtudes que acoliten a Achernar de Erídano.
-Los remilgos se los dejo para las “señoritas” -puntualizó el aludido con socarronería, mirando de soslayo a la mujer caballero que les acompañaba, flexionando el antebrazo derecho para mayor evidencia de su poderoso bíceps-. Sigamos, que por fin se acabó el paseo de placer.
La fémina del grupo siguió a sus camaradas sin ocultar un suspiro tan resignado como moderadamente hastiado que resonó con escaso decoro contra la cara interna de su máscara. Cada caballero era un mundo, porque ante todo eran personas, pero la mayoría de ellos compartió en ese instante algún gesto de condescendiente suficiencia por la actitud demasiado arrojada de Achernar; él era tan orgulloso y pagado de sí mismo por ser consciente, aún siendo un simple caballero de bronce, que su Cosmos se encontraba dentro del nivel mínimo que se esperaba de uno de plata.
Sin embargo, por muy orgullosos que estuvieran des sus energías cósmicas, eran mortales. Y no tardarían en ser aún más conscientes de esa realidad cuando se perdieron en el pasaje oculto que habían descubierto, que parecía devorarlos a la incertidumbre de su larga penumbra.
Con cada paso cargado de prudencia y firmeza en su avance por ese nuevo y velado camino, todo se les fue antojando más extraño todo aquello. El pasaje que hallaron parecía descender de manera sutil pero notoria, a la par que la irregular roca natural de la caverna se tornaba labrada por la mano del hombre con perfecto pulido y alisado en paredes, techo y suelo; concebido para ser sumamente solemne a pesar de la sobriedad pavorosa y vetusta implícita en cada rincón. Quizás aquella galería fue tallado por devotos de Poseidón, al estar muy presente su símbolo, la hoja triple de su arma predilecta, ornatos que parecían despedir un brillo antinatural, casi etéreo, pero tan tenue que no hacía bajar de perturbadora la belleza de ese pasillo que prometía llevarles a lo más profundo del Sunio, por no decir a las mismas entrañas del Hades.
Pero la tensión que empezaba a soplarles tras sus nucas, así como el hormigueo extraño recorriéndoles en sus adentros como un dedo malicioso carcomiéndoles, no les torturaría por mucho más tiempo con la sensación que fue embargándoles con turbación. ¿Qué era esa sensación que fueron percibiendo mejor a cada paso? Les recordaba a cuando se encontraban cerca de Atenea, de su Cosmos tan imperioso e infinito como cálido y placentero; pero lo que captaban ahora era algo muy distinto, con una magnitud y naturaleza similares, pero tan frío, tan opresor...
Y por fin alcanzaron la más recóndita profundidad de la galería oculta, frente a un estanque cuyas aguas resplandecían con fulgor difuso, circundado por columnas en sus cuatro esquinas, que en cada una de ellas se extendía una cadena castigada por la herrumbre del paso del tiempo y la humedad salina... Lo primero que pasó por la cabeza de los caballeros de bronce, sin ni siquiera mediar palabra para refutar la telepatía de sus caviles, fue que aquel recoveco, aquel rectángulo perfectamente labrado rebosante de mansas aguas marinas, daba la impresión de ser un sepulcro. Las cuatro cadenas se encontraban justo en el epicentro del estanque, enroscándose en torno a un objeto firmemente suspendido en vertical, erguido como lápida sin nombre ni epitafio: un tridente.
La elocuencia se evaporó en cada uno de los presentes, ante el significado de esa arma que se conservaba perfecta en contraste con sus ligaduras. ¿El tridente de Poseidón? Era imposible, por lo que sabían, el divino objeto reposaba en las profundidades del inundado templo submarino de la deidad, junto con el ánfora una vez más sellada donde reposaba su alma superior e inmortal. Además, aquel objeto no parecía concebido para la mano de un dios de su rango, demasiado liviana pero no menos majestuosa a la par que letal. ¿Qué significaría todo aquello?
Achernar tuvo el arrojo, sacando a su vez una prudencia inusitada en su naturaleza, de aproximarse más al borde del estanque con parsimonia para desentrañar mejor el punto donde más notoria era esa energía que turbó cada átomo de su existencia. Palideció por momentos con cada retazo que le revelaba su vista, mientras su mandíbula fue perdiendo firmeza, resaltando su expresión apagada ante la antinatural luminiscencia emergiendo de las profundidades.
-Achernar, ¿qué ocurre?
Pero el caballero de la Brújula, ya de por sí alerta por la inusual actitud de Erídano, dirigió su vista a donde los de su compañero se fijaron con estupor. Su propio rostro no se diferenció al del otro caballero de bronce al segundo posterior, mientras los otros cuatro se alinearon a los costados de ambos para entender qué era lo qué hallaron como un signo de fatalidad... Nadie se salvó de la misma expresión, ni siquiera la que ofuscaba su rostro bajo una máscara.
En lo más hondo de esa escasa profundidad yacía el cuerpo de una mujer vestida con una túnica entallada, sin mangas y con un generoso escote que realzaba su esbelta figura. Sus largos cabellos ondeaban como algas en la quietud del agua donde reposaba. La palidez de su piel tersa a pesar de su lecho líquido, así como el sutil tono purpúreo de sus labios, acentuaban no sólo su aspecto imponente, sino también su belleza... Salvo Atenea, no había persona sobre la Tierra, ni tan siquiera el desaparecido caballero Piscis, con semejante virtud; que sin embargo resultaba atroz para los que la encontraron. Ese rostro destilaba sosiego, pero más allá de los párpados cerrados podían intuir una fuerza y una frustración pretéritas, como si en realidad esa misteriosa mujer estuviese ligada de una forma similar al arma suspendida justo encima de ella sobre el agua.
Pero no era un cadáver, por más que lo aparentase, por más que estuviera sumergida seguramente desde los anales tiempos mitológicos. Porque los seis caballeros de bronce atendieron lo que no era menos que el quid de todas sus cuestiones, lo que albergaba en lo más hondo de esa desconocida, algo retenido y palpitante como un polluelo en su delicado cascarón... su Cosmos.
-Siento en ella las mismas vibraciones que estallaron antes... Una fuerza que se sale de lo mortal, y eso explica porqué la prisión del cabo Sunio cayó.
-¿Pero quién es esta mujer? -la pregunta que el caballero del Pez Volador parecía en gran parte para sí mismo que dirigida al de la Brújula, ante las dudas trémulas que resonaban dentro de su mente-. ¿Por qué está aquí, en este lugar que incluso la mismísima señora Atenea desconocía, que parece alzado por fieles de Poseidón? Si posee un Cosmos tan grande como el de nuestra diosa, es que esta mujer quizás sea...
-En un lugar como este -se adelantó raudo el caballero de Delfín, ávido de expresar sus conjeturas en voz alta, aunque fuera poco dichoso de pronunciarlas de estar en lo cierto-, dedicado además a Poseidón, y con ese tridente ante nosotros... ¡Sólo puede tratarse de la diosa Anfítrite!
Cinco miradas saturadas de estupor se anclaron en ese caballero que se mostraba tan convencido como aterrado de su propia afirmación. No pudieron dudar lo más mínimo de su hipótesis, pues habían demasiadas evidencias, y precisamente él era de los ochenta y ocho caballeros de Atenea el que estaba más familiarizado con las leyendas marinas, y más de las protagonizadas por su propia constelación protectora, desde el día en que recibió su armadura.
-Pero eso aún no explica que hace aquí la consorte de Poseidón, y en semejante estado...
-Mirad ahí.
Esas dos únicas palabras alumbradas por los labios de Achernar sesgaron las cavilaciones, alertando aún más a sus compañeros, quienes fijaron sus miradas hacia donde él señalaba con el dedo índice. Había pasado desapercibido ante todo lo que implicaba el final de ese incierto camino, un detalle irrisorio pero aún así singular. Era un ajado pergamino escrito en griego antiguo, una única palabra más bien difusa; aquello fue un titilante foco de serena distensión para los caballeros.
-Seguramente la Atenea de la era mitológica, o algunas de sus reencarnaciones, la selló aquí por algún motivo, como hizo con Poseidón en el pasado.
No resultó en absoluto descabellada esa posibilidad. Tenían constancia de que la deidad a la que entregaban tanta devoción había sellado a distintos dioses para proteger a la raza humana, aunque fueran por unos cuantos siglos de relativa paz antes de una nueva confrontación de magnitudes titánicas. Sin embargo, había un rostro que no refulgía tanto optimismo como el resto.
-¿Qué andas reflexionando, Magnus?
El aludido fue arrastrado de su fuero interno, así como del foco de su atención, con la voz del caballero femenino que se había aproximado a su lado. Su voz era calmada, prudente y preocupada, como si hubiese intuido y comprendido lo que él mascaba en su mente.
-Creo que nos equivocamos en parte, Epona.
-¿Pero que dices?- Achernar se interpuso, en todos los sentidos, entre sus dos compañeros, alzando con indómito bravío la voz mientras palmeaba la espalda del caballero de la Brújula, quien esa despreocupación no parecía paliar su seriedad-. No hay nada de qué preocuparse. Si la que está ahí en remojo es la diosa Anfítrite, ahí se va a quedar mientras el sello de Atenea esté aquí. Ahora podemos volver tranquilamente al Santuario a dar nuestro informe y recibir los elogios merecidos.
-Pero es que estamos equivocados en dos puntos que nos hemos pasado por alto, incluso después de vislumbrar el sello sobre el tridente de Anfítrite -hizo una sutil pantalla con la mano entre él mismo y el caballero de Erídano para frenar por el momento las nacientes objeciones porfiadas de la testarudez innata su compañero-. En primer lugar, el sello se ve debilitado por los siglos y podría romperse en cualquier momento, lo que explicaría que haya incendiado su Cosmos por un instante la anterior vez, y que no sería más que el advenimiento del fin de un sueño pretérito. Y lo segundo... mirad atentamente la inscripción del pergamino.
Achernar, así como Epona y los demás, con la extrañeza y la vacilación en sus ojos, contemplaron el ajado papiro sobre el ramal donde brotaban las tres cuchillas del tridente. Fue entonces cuando la incomprensión anonadada les fustigó hasta dejarlos desnudos de raciocinio, sin entender el porqué de todo lo que implicaba esa escena una vez sondado ese detalle.
Desde esa distancia, todos dieron por hecho que estaba escrito Atenea en griego antiguo, pero no fue así. Aún ya dañado y bastante ilegible por el paso de los siglos, o quizás milenios, y con el poder impreso en él ya mortecino, apurando sus últimas fuerzas, se podía leer...

Ποσειδν


lunes, 5 de octubre de 2015

Crítica personal: Ciudades de Papel

Título: Ciudades de Papel
Título original: Paper Towns
Autor: John Green
Editado en España por: Nube de Tinta

Sinopsis:

En su último año de instituto, Quentin no ha aprobado ni en popularidad ni en asuntos del corazón… Pero todo cambia cuando su vecina, la legendaria, inalcanzable y enigmática Margo Roth Spiegelman, se presenta en mitad de la noche para proponerle que le acompañe a un plan de venganza inaudito. Después de una intensa noche que reaviva el vínculo de una infancia compartida y parece sellar un nuevo destino para ambos, Margo desaparece dejando tras de sí un extraño cerco de pistas.

Con un estilo único que combina humor y sensibilidad, John Green, el autor de Bajo la misma estrella, teje una emotiva historia a la que da vida un inolvidable elenco de personajes. Ganadora del prestigioso premio Edgar, Ciudades de papel aborda los temas de la amistad, el amor y la identidad para plantearnos una pregunta: ¿vemos en los demás, y en nosotros mismos, solo aquello que queremos ver?

Crítica personal (puede haber spoilers):

Tenía muchas expectativas con este libro tras mi lectura de Bajo la Misma Estrella, y cierta preocupación por algunos comentarios que afirmaban que este título no alcanza el nivel de la obra que hizo tan famoso a John Green. Finalmente, pude comprobar que la marca del autor ha vuelto a marcarme con un desmesurado sentimiento de agrado.

La vida de Quentin es de lo más normal, con su vida de instituto dentro del corriente grupo en el que se mueve al margen de los banales que se codean en el de los populares. Vive el día a día con sus amigos, con un expediente inmaculado y sin salirse de lo política y condicionadamente correcto hasta el presente en su último año de instituto de cara a la universidad. Lo más destacable e inverosímil de su vida fue a los nueva años, cuando él y su entonces amiga Margo encontraron un cadáver en el parque próximo a su vecindario; experiencia que le aterró en ese justo momento a diferencia de Margo, aunque tampoco le dejó secuelas traumáticas (aunque el tener padres psicólogos de profesión seguramente sirve de mucho en estos casos). Y desde entonces y sin un motivo aparente, su buena amistad con Margo se despidió de él a la francesa, aunque hayan vivido todo ese tiempo puerta con puerta, fueran al mismo colegio, o fueran después al mismo instituto y se movieran en círculos próximos pero a su vez lejanos.
Una noche, de buenas a primeras, muy cerca del final de curso y la graduación (con la notoria presencia de la típica expectación americana producto del baile de graduación), Margo irrumpe en la ventana del cuarto de Quentin para arrastrarle a un plan movida por la venganza que resulta minucioso, vertiginoso, hilarante e impactante a partes iguales. Y tras esa noche intensa en el que parecen acortarse poco a poco la distancia emocional que se puso de por medio tiempo atrás, ella se esfuma sin dar constancia de su marcha tan siquiera a sus propios padres (aunque no sería la primera vez que la popular e indómita Margo Roth Spiegelman hace una locura de ese tipo). Quentin sentirá el deseo de encontrarla siguiendo lo que parece ser pistas de la propia Margo, pues ya dejó indicios similares con anterioridad en sus estrafalarias e inesperadas escapadas.

Ciudades de Papel es una historia que nos arrastra a la vida de Quentin en lo que le ocurre durante ese importante paso de transición a la edad adulta con el inminente fin de su vida estudiantil previo a la universidad. Y esta transición cobra más profundidad cuando Margo toma un rol importante, marcando un antes y un después más importante sobre Quentin de lo que él hubiese podido conjeturar.
El protagonista principal de la historia siempre ha llevo las riendas de su vida con absoluta normalidad, capoteando los riesgos y siguiendo un código de conducta ejemplar desde su posición de chico corriente de instituto (vamos, uno más entre las numerosas víctimas de los populares y deportistas tan tópicos de principio a fin de los institutos americanos). Siempre ha tenido una fijación y un recuerdo catalogados de especiales en lo que respecta a la figura de Margo, tanto de la amistad de infancia que compartieron como viéndola desde la distancia que separan los chicos corrientes de aquellos que acaban considerándose especiales e inalcanzables para los que se autoproclaman del montón.
Y cuando ella se quita absolutamente de en medio tras un acercamiento inesperado y profundo, ya todo empieza a cambiar en él sin que pueda evitarlo, e incluso preverlo; y esta última gran escapada de Margo salpicará a Quentin hasta ahogarle en un remolino de reconsideraciones respecto a todo lo que le rodea y de un nuevo encuentro consigo mismo, a la par que él se vuelca en cuerpo y alma por encontrarla, inquieto por si esta desaparición de Margo pueda ser la primera (y última) que se convierta en un viaje sin billete de vuelta en todos los sentidos.
Será el lector, a través de Quentin como narrador en primera persona, quien recorra tras el prólogo las tres partes de este libro (Los Hilos, La Hierba y El recipiente) un periplo de reflexiones, de indicios que a veces no serán tan simples como en ciertos casos pueda parecer y de mayor conocimiento tanto de lo desconocido como de lo que se supone ya más que conocido; sin que falten momentos hilarantes colocados de manera armoniosa e inteligente para que el hierro de esta historia no sea más pesado de la cuenta. Y sobre todo, veremos la tensión mental que se sumergirá el propio Quentin a razón de la extraña desaparición de Margo, una preocupación que se eclipsa por la obsesión por encontrarla, por entenderla y, sobre todo, la inquietud de si al final de esa búsqueda el premio sea el cuerpo sin vida de la que fue su amiga de infancia.

El estilo de John Green, tras corroborarlo con esta lectura, preserva el encanto que me atrapó con Bajo la Misma Estrella. Profunda pero sin ser densa, pero al mismo tiempo sencilla sin caer en la simpleza absoluta; una trama expuesta de una forma tan magistral que hace realmente difícil despegar los ojos de sus páginas. La expectación la mantiene hasta prácticamente vislumbrar la meta de este recorrido que nos guía Quentin, en un sendero lleno de reflexiones que potencialmente enriquece al lector, estando presente además ese sentido del humor inteligente, mordaz y certero que el autor preña la personalidad de sus personajes en las situaciones propicias. Además, sus personajes son realmente profundos en su base y en su evolución, llenos de vida y humanidad.
Con esta segunda obra suya, John Green se ha convertido en uno de esos autores que difícilmente pueda fallar a la inmensa mayoría de lectores.

Quentin es tan cotidiano como corriente, incluso con su recurrente hábito de enumerar los factores de lo que le ocurre o lo que elucubra. Y con él de la mano el lector podrá apreciar, poco a poco aunque con palpable notoriedad, su enorme evolución y maduración a lo largo de la novela; a pesar de que él siempre ha parecido demostrar cierto grado de madurez y de equilibrio mental por influencia de sus padres. El descubrirá y aprenderá muchas cosas, sobre las que siempre ha creído o hecho siempre, que la comprensión y visión de sí mismo y las demás personas no es tan simple. Además, corroborará que los grandes cambios en la vida suelen ser más difíciles de lo que se pueda considerar de antemano, que incluso pueden producir cierto grado de pavor y tristeza, y que de cada uno depende afrontar todas las etapas que se nos ponen por delante. También está su idealización de la figura de Margo, y el lector verá como en sus reflexiones sondará en ella, especialmente mientras trata de encontrarla con obsesivo empeño.
La popular y aclamada Margo es sin duda singular y un tanto misteriosa, muy presente incluso en todo el tiempo en que Quentin tratará de encontrarla y comprenderla mejor. Ya con su plan de venganza me ganó mucho la personalidad que muestra en ese momento, pero luego he llegado a recelar de ella hasta que, con la ayuda de Quentin, pude ahondar más en ella y los enigmas que afloran su figura. Aunque ella, más concretamente su ser y sus pensamientos, supone un pozo de misterios a lo largo de la novela, se puede comprender e incluso empatizar con esta joven que esconde su lógica debajo de ese libre albedrío suyo. Sin duda, es un personaje cuya profundidad sin límites hace que las ciudades que ella considera “de papel” sean demasiado pequeñas para ella a prácticamente todos los niveles de su personalidad y su alma.
Muy importantes serán los dos amigos de Quentin: Ben y Radar. Los dos tienen personalidades muy distintas pero que se balancean en perfecto equilibrio en la amistad con el protagonista principal, y juntos los tres conforman un simpático y perfecto triángulo equilátero de amigos. Ben es más desinhibido, alocado, temperamental e incluso soez dentro de las bromas tan presentes con sus amigos, además de haragán a la hora echar una mano cuando el mismo está más enfocado en sus propios asuntos y dilemas y con una simpleza que puede llegar a ser potencialmente brillante en algún momento; pero incluso con esas peculiaridades que no suelen ser vistas como virtudes, demuestra que es un gran amigo para Quentin. Por su parte, Radar es muy diametralmente opuesto a Ben, por su inteligencia, su agilidad y agudeza mental, por un temple que no resta que pueda ser mordaz y divertido, por ser la sensatez más acentuada del trío de amigos y ser más solícito incluso cuando no tenga “el cuerpo muy católico”. Sin duda, ellos dos son de los mejores alicientes de la novela, tanto por separado como por pilares de esa amistad.
Hay otros tantos personajes más, que cumplen bien su papel aunque sean menos palpables en su mayoría si los comparamos con los anteriores. Como es lógico, los padres de Quentin tienen su presencia muy marcada, y desde el comienzo se ve en ellos que son psicólogos (redomadamente psicólogos) y aplican sus conocimientos con una constancia un tanto descarada, pero que no por ello signifique sean faltos de humanidad y emociones; simplemente es su forma de ser y de vivir, y eso a veces puede desesperar al lector (y a Quentin en algún caso, por más acostumbrado que esté a ellos). Y por otro lado, sólo mencionaré (sin caer en spoiler descarado) que hay un personaje que en los primeros capítulos no auguré que tuviera la participación que fue adquiriendo al ir avanzando  la trama, y que se convierte en un buen complemento en la historia cuanto más avanza esta; y la verdad es que, dentro de cómo es este personaje en cuestión, me cayó bastante en gracia.

En general, una trama tan divertida como sentida, con un generoso manojo de llaves que nos abre muchas puertas de reflexiones y que se vuelve más dinámica a medida que las páginas pasan y el lector se empapa de los pensamientos y las experiencias que afronta Quentin.
Su tramo final me resultó vertiginoso, fresco y efervescente; que sin duda te encadena a la lectura hasta su desenlace, el cual me pareció la ronda en la que el autor puso una buena tajada de momentos llenos de humor y dinamismo, para llevarnos a un desenlace que, en mi particular caso, me dejó desarmado pero que me gustó y que fui más que consciente de que de otra forma no podría acabar un libro de John Green.

Su portada es un ejemplo del gusto que se esconde en la sencillez, al igual que pasa con la de Bajo la Misma Estrella. Puede que algunos se dejen engañar por su diseño, pero desde luego es una auténtica caja de Pandora que dentro guarda mucho más de lo que aparenta. Y el motivo de su título, aunque parece bastante claro al alcanzar cierto punto del comienzo del libro, la verdad es que el significado que encontramos sobre “ciudades de papel” es mucho más dilatado de lo que puede esperarse.

Conclusión: Una vez más, Green ha concebido una historia sumamente interesante y atractiva. Ciudades de Papel te hará reír, te emocionará, te hará reflexionar; será una fuente de inspiración que ilumina con temas muy presentes en nuestras vidas, pero que tan a menudo se quedan desapercibidos en las sombras de nuestras conciencias, que a su vez dilatará la visión de todo lo que nos rodea.
Si leíste Bajo la Misma Estrella, Ciudades de Papel no te defraudará lo más mínimo.


Mi valoración global: 5/5           

jueves, 1 de octubre de 2015

Crítica personal: La Hija de los Sueños

Título: La Hija de los Sueños.
Autora: Sandra Andrés Belenguer.
Editado en España por: Viceversa (As de Picas)

Sinopsis:

¿Quién no ha tenido alguna vez una pesadilla? Son sueños que nos angustian, que nos revelan nuestros miedos más ocultos, y que parecen haber sido concebidos por el mejor escritor de terror del mundo. ¿Y si realmente fuera así?

Iris tiene diecisiete años y está viviendo un buen momento: tiene excelentes amigos, disfruta con la literatura y se siente atraída por su compañero Adrien. Sin embargo, una asfixiante pesadilla la acosa desde su infancia. Ella procura ignorarla, sin ser consciente de que posee un misterioso don que podría cambiar el curso de su vida. Pero la sucesión de varios extraños acontecimientos la llevarán a descubrirse a sí misma y adentrarse en un oscuro mundo marcado por el peligro, el suspense… y los sueños.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Esta es otra de esas lecturas estivales que tuve hace unos años, picado por las buenas referencias de otros blogs y que me lancé a conocerla. Y este fue uno de esos casos que resultaron gratos.

La autora nos trasporta primero a un orfanato en 1810, donde conoceremos en los primeros capítulos a un niño llamado Sebastian, y decir que los demás niños (e incluso los propios curas que llevan el albergue) lo tratan como un paria es quedarse corto, como si viesen algo no muy normal en él aunque éste nunca se mete con nadie, y esto explica el que su corazón se haya endurecido con el resentimiento más de lo que podría esperarse en un niño de su edad. Pero la vida de Sebastian cambia a partir de una noche en la que descubre que es capaz de ver unas extrañas sombras que hurgan en las más atroces pesadillas de sus compañeros mientras duermen...
Después la historia pega un salto de doscientos años, metiéndonos durante un par de capítulos en la piel de un hombre llamado Britt que lo ha perdido todo, incluso su sueño de ser escritor, dispuesto a ponerle fin a todo... hasta que un individuo acompañado de estas misteriosas sombras le deja caer una proposición que sólo aceptaría y se agarraría a ella como a un clavo ardiendo alguien con las manos vacías y un corazón lleno de desesperación, fracaso, resentimiento, ilusiones rotas que le han arrebatado injustamente, e incluso ciertas ansias de venganza encubiertas de justicia que seguramente se habría merecido este personaje.
Y finalmente, en la mayor parte de la trama, nos encontramos a Iris, una chica normal, inteligente y con un gran amor por la lectura. Cuenta con una pandilla de buenos amigos con los que comparte su gusto por los libros, Shaila, Jonathan y Adrien, y por este último oculta un sentimiento intenso que supera con creces el de la amistad y que no es capaz de revelárselo al interpelado, por más que su amiga Shaila trate de espolearla para que se declare. Pero todo empezará a cambiar para Iris cuando unos extraños cuentos de terror nada normales empiezan a llegar a manos de todos los alumnos de su instituto (el cual, fue el citado orfanato en el pasado) unos extraños cuentos de terror que les hará vivir sus peores pesadillas... Y hasta aquí puedo leer para no destripar mucho (pero os aseguro que a medida que avanza la historia habrá sorpresas y cambios en sucesión hasta prácticamente el final).

El estilo de Sandra Andrés Belenguer me ha gustado por su forma sencilla pero diáfana de exponer esta historia de fantasía y sueños. Además, al menos en mi caso, supo tenerme absorto en esta lectura, especialmente al principio (con el tramo final, aunque sigue enganchando y siendo fluido, ya empezaba a irme más paulatina la lectura con respecto a la primera mitad, me ha parecido que gran parte del final transcurre con un poco de presura incluso para un libro no demasiado largo como éste; pero aún así, ha tenido todo mi agrado). En definitiva, para mí es un libro de los que tienen una buena puesta en escena en los primeros actos para que el lector/espectador se quede pendiente hasta el final sin sentir decepción.
Son 33 los capítulos que constan esta historia (sin prólogo ni epílogo), pero son cortos y amenos, y aún así intensos, incluso los que a penas ocupan unas escasas páginas. Nos mete en una historia de sueños y pesadillas, con elementos fantásticos, pero que también tiene cabida el amor.

Iris es incapaz de confesar el sentimiento que atesora por Adrien desde que se conocieron dos años atrás, temiendo perder su amistad a pesar de las pequeñas señales que hace que ella no descarte que sus sentimientos puedan ser correspondidos; pero irá perdiendo esa coraza de inseguridad a la vez que ella misma va cambiando, tanto por dentro como por fuera, sin saber el destino que le ha sido asignado desde prácticamente antes de su nacimiento. Además, desde las primeras líneas en que aparece Shaila se aprecia a la legua de que quiere echarle el lazo a Jonathan y que éste le sigue el juego... Lo que a priori uno puede dar a adivinar que esto sería una historia de dos parejas (y no pienso confirmar ni desmentir como cuajan las relaciones entre ellos a nivel afectivo y amatorio), resulta mucho más cuando se desgranan los personajes de Jonathan y Adrien, que tienen mucho que contar a Iris y al lector.

En general me han gustado sus personajes. Iris me ha parecido el claro ejemplo de la metamorfosis de una humilde oruga hasta convertirse en una mariposa flamante de principio a fin de cierto capullo de transición que es la historia, que la renovará, la fortalecerá, la cambiará y la hará encontrarse a sí misma, un camino que tendrá sus cosas buenas y otras no tan buenas. Con algunos personajes me he llevado sorpresas, los amigos de Iris son peculiares y que a uno les gustaría tenerlos en tu círculo de amigos si van al instituto o haberlos tenido si ya esa etapa ha quedado atrás (Shaila me ha parecido peculiarmente divertida). Me habría gustado que se profundizara más en los personajes (no es que sean personajes planos, al contrario, pero podrían haber dado un poco más de juego, pero la historia está bastante bien y lo suficiente profundizados para una trama dinámica y no demasiado extensa.

Respecto a su desenlace, simplemente te sorprenderá, te gustará y, en especial, te dejará intrigado; aunque uno se encontrará con ciertos cabos sueltos (bastantes, diría, para mi curiosa e inquieta mente). En el momento en que lo leí me pareció un final abierto a la imaginación del lector o que esos cabos abiertos fueran la carnaza para una posible continuación. Y al final resultó lo segundo, con su secuela El Despertar del Mal, que espero darle una oportunidad en el futuro si llega a desfilar un ejemplar por mis manos.

El diseño de portada y contraportada entra muy bien con los ojos, y está a la altura de la calidad del manuscrito. Lo más curioso para mí fue que leyendo las primeras escenas de Iris me hizo mirar de nuevo la portada, preguntándome si ésta era acertada para ella, pero con el tiempo queda evidente de que sí que es idónea.

En conclusión: Una historia fantástica, donde la amenaza es el enigmático personaje que controla esas sombras ávidas de pesadillas, sin escatimar en esfuerzos y denigrando su propia moral para aflorar los mayores miedos de cada uno tanto en el subconsciente como en la conciencia del despertar. Una protagonista que será la clave de todo, pero que cuenta con la ayuda de sus amigos, que no sólo tendrá valor por el bien de otros, sino por el chico que ama. Y todo gracias a la creatividad y la pericia literaria de su autora, la cual se ha ganado todo mi respeto personal, tanto como lector como colega escritor.

Mi valoración global: 4/5