lunes, 28 de septiembre de 2015

Crítica personal: El Libro de los Portales


Título: El Libro de los Portales
Autora: Laura Gallego
Editado en España por: Minotauro

Sinopsis:

Los pintores de la Academia de los Portales son los únicos que saben como dibujar los extraordinarios portales de viaje que constituyen la red de comunicación y transporte más importante de Darusia. Sus rígidas normas y su exhaustiva formación garantizan una impecable profesionalidad y perfección técnica en todos sus trabajos. Cuando Tabit, estudiante de último año en la Academia, recibe el encargo de pintar el portal para un humilde campesino, no imagina que está a punto de verse involucrado en una trama de intrigas y secretos que podría sacudir los mismos cimientos de la institución.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Este título traslada al lector, y nunca mejor dicho, al reino de Darusia, donde las distancias han llegado a ser en general mucho más irrisorias gracias a los Portales, dibujos granates que permiten el desplazamiento instantáneo entre dos puntos distintos concretos sin importar la lejanía. Los únicos que pueden crearlos son los pintores de la Academia de los Portales, lugar donde se rige y controla el orden y la legalidad de los Portales diseminados por las distintas regiones del reino, así como el severo adiestramiento de esta exacta, compleja y recelosamente secreta ciencia a los maeses futuros.
En esta historia nos encontramos a Tabit, un estudiante de último curso de la Academia que llega a la recóndita región de Uskia, en los límites de Darusia, donde deberá realizar el Portal encargado por un humilde campesino, lo cual consiste a su vez su proyecto final para que pueda graduarse y convertirse en un maese.
En el prólogo anterior a esta primera aparición de Tabit, se ahonda de manera preliminar la materia prima fundamental para crear la pintura necesaria para trazar los Portales: la bodarita, un mineral del mismo color que las túnicas usadas por quienes ejercen o aprenden a dibujarlos, así como su modo de obtenerlo mediante excavaciones mineras pertenecientes a la Academia en las distintas regiones de Darusia; en estas primeras líneas se deja caer que precisamente las minas de Uskia están pasando por un momento precario en sus vetas de bodarita, a la par que Tash, otro de sus protagonistas y que trabaja en dicha mina, realiza un descubrimiento interesante para esos patrones por encima de su propio capataz por los que no siente simpatía alguna, a los que se refiere con el nombre de granates de manera despectiva.
A partir de estas primeras líneas y lo que se narra en ellas, sendos protagonistas relevantes se verán inmersos, junto al resto del elenco que compone el libro, en una trama inesperada y discordante que se sale del curso de sus vidas; cruzándose a su vez caminos que incluso obvian incompatibilidades en el pasado. Un cerco que los irá cerrando en torno a sucesos de desapariciones, asesinatos y leyendas que empiezan a estar en duda si no son simplemente eso, así como revelaciones que se salen de lo que conocen, sobre todo dentro de la cuadriculada organización de la Academia; la cual quizás sus cimientos no estén siendo en ese momento tan firmes y sin mácula como se creía...

Difícil estrujar más el libro con palabras sin caer en el error de extraer esa esencia especial que es mejor conocerla por uno mismo si te apasiona este tipo de lectura. Aunque es literatura fantástica, precisamente son los propios Portales los que le dan ese calificativo, un elemento por decirlo mágico, aunque casi considerada como una ciencia sólo comprensible para unos privilegiados, muy presente en la vida de ese mundo ficticio tan parecido al nuestro siglos atrás.
Es generosa la abundancia de enigmas que se desgranan desde las primeras páginas, como la escasez de bodarita en las minas de Uskia, la inesperada decisión sobre el Portal encargado por Yunek, el campesino a cuyo hogar acude Tabit, o lo que se fragua dentro de los muros de la sede central de la Academia en la gran ciudad de Maradia, más allá de las variopintas relaciones sociales entre ciertos alumnos en los que se incluye el antes citado, no son más que la punta del iceberg de esta historia tejida de manera meticulosa, trazando y cruzando los hilos de cada personaje con otros en armonía con el conjunto de acontecimientos de los que forman parte.

Este fue mi primer contacto con la pluma de Laura Gallego, y superó con creces mis expectativas. Me agradó su forma de expresar y delinear la trama, los acontecimientos que rodean a sus personajes y las emociones de estos. Aunque en este libro de quinientas páginas los capítulos (catorce en total, además del prólogo y el epílogo) son de gran envergadura, en especial los últimos, no resulta para nada tediosa su lectura, sino todo lo contrario. La descripción es rica, justa y concisa; los personajes en general bien elaborados y dispares entre ellos, con su personalidad y con carisma. Realmente, Gallego consiguió arrastrarme a la historia y a ese escenario que es Darusia.
Además, ha sabido sorprenderme y desarmar mis especulaciones como lector. Sin duda, hay que tener en cuenta cualquier detalle o personaje que aparente risible narrados en sus líneas, aunque resulta inevitable pasar por alto algo que más adelante revele su grado de trascendencia en la trama y el desenlace de la misma. A medida que avanzaba la lectura, me encontraba con distintas y abundantes encrucijadas de posibilidades que no he sabido adelantarme al guión ceñido por Gallego, y más cuando mete con armonía un tema tan delicado como las paradojas.
Por supuesto, tenemos ese elemento tan central que son los Portales, el cual no es sólo curioso, sino que además la autora lo detalla sin cabos sueltos ni incoherencias, e incluso se muestra en esos dibujos su lógica más bien científica junto a las extrañas propiedades de la bodarita dentro de esa ficción. Además, aborda más allá de lo que se muestra en un comienzo el tema de los Portales, de un modo que hasta se sale de la comprensión de quienes los conocen en profundidad. Están tan arraigados en Darusia, tan cotidianos en la vida de su gente, que a la mayoría le resultaría impensable una sociedad sin ellos, que la mera idea de regresar siglos atrás y a las largas distancias sin traslados instantáneos, más o menos al alcance de todos, no es menos que siniestro y turbador; esto último me hizo cavilar que nos pasaría algo similar si cotejásemos nuestro día a día sin tantos avances y hallazgos que, por norma, nos facilitan la existencia en comparación con el pasado.

En El Libro de los Portales vemos sus grandes dosis de intriga y de aventura, el eje principal de todo ese intríngulis, pero también está presente el amor/desamor, aunque en su justa pero relevante medida, sin llegar a resulta empalagosa la lectura de este aspecto ni convirtiéndola en una novela romántica-fantástica. Sólo puedo comentar al respecto que los amoríos no me los veían venir demasiado al comienzo de la historia, pero luego me fueron sorprendiendo las direcciones que se encauzan con fluida naturalidad los sentimientos que llegan a transmitirse algunos personajes entre sí, a medida que se profundizan.

Respecto al elenco, éste es heterogéneo incluso en harinas que supuestamente son del mismo costal. El relacionarse y conocerse en esas interacciones tan dispares, ellos mismos descubren que no todo es tal y como les ha susurrado al oído ese bicho que todos tenemos llamado prejuicio. En ese sentido, la historia ha sido aleccionadora tanto para personajes como para el lector.
De entre los principales, Tash es quien aparece en escena en primer lugar. Tras toda su vida trabajando en las vetas de bodarita de Uskia, su carácter es curtido y rudo de manera intrínseca como el chico minero educado por su padre. Sin embargo, hay mucho más que esconde bajo esa capa que son su apariencia y sus costumbres. Será consciente de que la vida, el mundo, su propio ser y absolutamente todo, va más allá de lo que creía o lo que ha vivido hasta ese momento; y esto será tan revelador como un tanto perturbador para Tash. Su temperamento es arrojado, pertinaz y más bien indómito. Los acontecimientos que circundan su persona afectarán a su vida, aunque creo que de una manera menos acentuada que otros personajes.
Tabit es un estudiante aplicado, el más puro cliché de afanoso ratón de biblioteca, ceñido en extremo a normas y preceptos de la Academia tanto como institución como en ciencia, en este aspecto tira más a la homeostasis hacia su cercana vida como maese tras gradarse. Aunque discrepa y se desespera con opiniones contrarias a sus convicciones estandarte, en particular con el personaje de Caliandra, respeta y tolera bastante los pensamientos de los demás y llega, en especial en el avance de la historia, a ser más flexible pero sin salirse de quien ha sido, una transistasis que irá solapando su mentalidad purista. Reservado, humilde y empático, aunque eso no quita que tenga sus buenas amistades a lo largo de sus años de estudio en la academia, que tienen también su papel en la trama. Al comienzo de la historia he sentí que no parecía un personaje de peso, pero que ha llegado sorprenderme al avanzar la trama, en especial su trasfondo y pasado, así como las explicaciones a su forma de ser o sus convicciones, que se van destapando poco a poco.
Caliandra (normalmente la llaman Cali a secas) es diametralmente opuesta a Tabit, pese a que también es una estudiante aplicada y destacable en su manera tan discordante. Una joven de buena familia de la región de Esmira poco asidua a pensar las cosas tanto como lo hace Tabit, siendo más osada, más abierta a cambios e innovaciones. También esconde su trasfondo, más allá de la dilatada solvencia de su familia, o de su popularidad dentro de la Academia tan amplia como ambivalentemente condescendiente. En muchas situaciones cruciales, aunque chocan bastante y sean tan distintos, se complementa con Tabit en el sondar las intrigas que se les ponen por delante; siendo ella a veces la chispa que hace funcionar la mecha que es la audacia y perspicacia de él.
También está Yunek, el campesino uskiano. Perseverante aunque eso le reste a veces visión de razón o juicio, orgulloso sin importar su humilde estatus, y ante todo un joven entregado pese a que la desesperación o los impulsos de sus deseos obcecados son potenciales espadas de Damocles. Al ser un joven muy impulsivo, no es difícil que suela actuar antes de recapacitar en su justa medida, llegando a hacer o decir cosas de las que pueda sentir cierta lamentación futura. Lo primero para él son su madre y, especialmente, su hermana menor Yania, un afán por darles una vida mejor, y es predispuesto a lograrlo a cualquier precio. En Yunek he atisbado que él mismo es su mayor enemigo y perdición.
No puedo refrenar en hacer una mención especial a Rodak, el cual aparece cerca del ecuador de la historia; porque su personalidad y participación me ganó lo suficiente como otros personajes meramente secundarios pero con potencial. Además, hay algo de él que me agradó, un paso adelante en la literatura en general (aunque de manera especial en la de esta temática), así como mi simpatía por la autora... Y hasta aquí puedo “leer” sobre él.
También muestra un gran elenco secundario, tanto dentro como fuera de la Academia de Maradia. Aunque por destacar, mentaría a maese Belban, un maestro conocido entre estudiantes y maeses por su fama de loco y excéntrico, que al comienzo de la historia destaca por su inesperada búsqueda tras muchos años de un nuevo ayudante entre los alumnos que están a punto de convertirse en maeses; esto hace que los toques de aspereza entre Tabit y Caliandra estén más lejos de limarse. La elección de su ayudante y muchos otros asuntos que giran en torno a maese Belban tienen su peso en la trama y en los acontecimientos, por lo que el lector debe tenerlo presente.
También está esa incógnita sobre quién se le conoce como el Invisible, una figura llena de leyendas musitadas con trémulo recelo entre los habitantes de Darusia. ¿Existe en verdad? ¿Quién es y cuales son sus objetivos? ¿Qué pinta en esta historia? La veracidad o rumor del Invisible y su posible papel son otro enigma de El Libro de los Portales.

Su desenlace, en lo que respecta a mi gusto personal, me dejó muy buen sabor de boca, aunque al comienzo resultaba muy incierto por donde iban a ir los tiros, hasta que empezó a sorprenderme cuando las páginas por sondar empezaban a ser más escasas. La trama danza al compás de la música de la autora hasta prácticamente el último acorde, hasta las últimas líneas de ese epílogo que esclarece sin dejar cabos sueltos, poniendo punto y final a una estupenda historia.

La portada, muy acertada, sin duda capaz de llamar la atención del lector potencial. La maquetación de esta edición se ubica a la altura de la envoltura; el número de cada capítulo, así como las palabras prólogo y epílogo, se enmarcan dentro del relieve que evoca un ejemplo de Portal (el mismo diseño que se puede apreciar en granate sobre portada y lomo, así como en tono sepia en la contraportada bajo la sinopsis); y antes de comenzar cada capítulo, se exponen extractos ficticios de ese mundo, la mayoría líneas de la normativa de la Academia de los Portales o textos de otros maeses, siempre vinculante a ese conocimiento secreto respetado por los habitantes de Darusia. De igual modo, en cada uno de esos intensos pero para nada tediosos capítulos, una floritura delimita una escena y otra, como una marca que divide sus capítulos en actos o subcapítulos.

Conclusión: Laura Gallego consigue con El Libro de los Portales trasportar al lector a un mundo por descubrir cada vez que traspasamos esa entrada que son sus páginas. Una aventura con buenas proporciones de intriga, el elemento fantástico en la figura de los Portales y su toque de romance, todo macerado con calma pero con dinamismo ascendente en su búsqueda de sorprender y agradar a los que estén dispuestos a descubrir si de verdad en Darusia no existen fronteras.

Mi valoración global: 5/5





martes, 22 de septiembre de 2015

Crítica personal: La Heladería de Vivien y Sus Recetas para Corazones Solitarios



Título: La Heladería de Vivien y Sus Recetas para Corazones Solitarios
Título original: Vivien’s Heavenly Ice Cream Shop
Autora: Abby Clements
Editado en España por: Círculo de Lectores

Sinopsis:

Hace más de medio siglo que la heladería de Vivien es parte sustancial del paisaje del paseo marítimo de Brighton.
Pero a pesar de su encanto añejo su clientela ha ido menguando hasta límites insostenibles.
Tras la muerte de Vivien, el destino ha dictado sentencia: serán sus nietas Imogen y Anna las encargadas de devolver al negocio su antiguo esplendor.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Llevaba tiempo sin leer algo de este tipo de narrativa; y eso me animó, tras terminar mi lectura previa, a coger este entre tantos que se me empiezan a amontonar. Y la verdad es que, si mis expectativas eran buenas y altas, el resultado fue “delicioso”.

Anna e Imogen son hermanas, y se quieren mucho a pesar de ser bastante diferentes. La primera, cada vez más cerca de los treinta, es comedida, prudente y pragmática, luchando siempre por tener la estabilidad laboral y económica que le permita ser totalmente hegemónica en su propio hogar, y entonces formar una familia con su pareja y el hijo de éste fruto de su anterior relación. La segunda, más joven y de espíritu más libre y aventurero, se embarcó por sus sueños de apasionada de la fotografía tras terminar sus estudios en la universidad, cambiando Inglaterra por Tailandia, lugar que disfruta la vida y su pasión con todo lo que esa tierra exótica le ofrece.
Ambas creen que han superado todos los paradigmas de los futuros que durante años han fraguado en sus mentes, convencidas de que nada cambiaría esa perfección que las sotierra… Hasta que les abofetea la dolorosa noticia de la muerte de su abuela Vivien, una persona realmente especial e importante tanto para las dos hermanas como para el resto de la familia y todo aquel que la conociera. Y contra todo pronóstico a los esquemas personales de Imogen y Anna, serán ellas las que deberán hacerse cargo del negocio familiar que Vivien estuvo regentando durante medio siglo hasta casi el último de sus días. Y lo que las dos hermanas consideran a priori un sinsentido de su abuela a la hora de redactar su testamento, será algo que potencialmente enriquecerá y cambiara sus vidas fruto del buen juicio de la anciana.
Y con la misma variedad de sabores que puede ofrecer una heladería que se precie serlo, las dos experimentarán más de lo que hubieran considerado cuando deban enfrentarse al reto que se planta ante las dos; vivencias y sentimientos que las labrarán aún más como personas.

La Heladería de Vivien es una lectura fresca, tan sencilla y cotidiana como intensa y singular. Este retazo de la vida de Anna e Imogen podría pasarle a cualquiera, y más de una persona podría identificarse leyendo esta novela. Y precisamente ese es uno de los encantos que fue ganándome esta historia, porque es muy sentida pero sin ser exagerada, dulce sin llegar al gusto empalagoso y almibarado, cotidiana sin caer en el tedio, sorprenderte y con giros impactantes pero lejos de ser rimbombantes. Es apropiado el concepto de los helados en esta historia, tal y como menté más arriba, porque uno puede degustar gran variedad de “sabores” en cada emoción que destilan sus personajes y los sucesos en sí, sin limitarse con lo dulce y amargo que de uno a otro suelen ir muchas novelas de este género.
Tras tres capítulos realmente cortos a modo de prólogo (titulados Vivien, Imogen y Anna), la novela de fragmenta en tres partes (Cambio de escenario; No te rindas, rinde; y Lecciones aprendidas), en treinta y cuatro capítulos de extensión justa pero que se explotan al máximo a nivel narrativo, siempre expuesto en tercera persona. Aunque es una historia que avanza en armonía, se aprecian notorios avances al pasar de una parte a otras sin que se rompa la fluidez con lo anterior.

El estilo de Abby Clements agrada desde el comienzo y a medida que vas adentrándote en la trama. Sencillo y conciso, pero capaz de atraer al lector para sorprenderle con una historia profunda a pesar de que en general no se pasa mucho de lo cotidiano; y quizás ese buen grado de cotidianidad sea uno de sus mayores buenas bazas. A través de sus personajes, principalmente Imo y Anna, sumerge al lector por diferentes situaciones y sentimientos tan reales y presentes en nuestras vidas. No creo que cualquier autor pueda deleitar con una historia tan cotidiana sin caer en ese tipo de dramatismo en el que las protagonistas se arrojan con los brazos abiertos a una vorágine excesiva de llantos y desconsuelos.
Además, a pesar de sus trescientas cincuenta páginas mal contadas, uno podría dar buena cuenta de este libro en un día si se es un famélico y ávido lector; debo admitir que ese habría sido mi caso de no percatarme el como avanzan las páginas durante mi lectura, y quienes me conozcan saben de buena tinta que soy más partidario de saborear (y nunca mejor dicho en este caso) poco a poco todo lo que puede ofrecer un libro, en especial si conecto bastante como fue este caso.

Anna e Imogen son las dos caras de una misma moneda: tan distintas como complementarias. Y tanto una como otra mostrarán sus personalidades y sus sueños, que evolucionarán en el transcurso de la novela; así como sus debilidades, las cuales deberán tratar de pulir. Las dos me agradaron bastante, ya sea de forma individual o en conjunto. Igualmente, disfruté con el desarrollo de ambas, aunque a mi parecer sentí que la que se exprime un poco más su potencial fue Anna; pero esto no significa que Imogen esté a la sombra en este sentido, ni mucho menos, porque está claro que heredar la heladería puede marcarles un antes y un después.
La mayor de las hermanas es la más centrada y con expectativas sólidas y pragmáticas de futuro, se ha esforzado e incluso sacrificado por lograr lo que siempre había querido. Pero aprenderá que los esquemas no siempre funcionan en la práctica de esta vida tan imprevisible, y que nuestros más profundos sueños para el mañana pueden cambiar a lo que en el fondo más se ha deseado, o que pueden existir muchos otros caminos que cruzar si nos libramos del escepticismo.
Por parte de la benjamina, es un espíritu viajero fiel al carpe diem, que sumada a su juventud puede parecer un tanto irresponsable en algún momento y en ciertas situaciones, además de una enemiga de las ataduras y los compromisos de todo tipo, en especial si son para largo plazo. En general, Imo es la que más madura de las dos, pues Anna no precisa de la evolución que refleja su hermana; y al igual que la mayor, comprenderá muchas cosas, como que lo que le gusta y apasiona no tiene porqué estar reñido con más de una de sus eternas fobias.
Definitivamente, Anna e Imogen hacen un buen equipo como protagonistas de esta novela.
Otros personajes que vemos son Tom y Jan, padres de sendas criaturas. Respecto a él, a quien sin duda salió Imogen, fue un personaje muy interesante y explotado dentro del rol y grado de protagonismo que le brinda la autora; porque en él se da a reflexión a un tema tan cotidiano como la pérdida de una madre, y lo sinuoso que puede ser afrontarla incluso avanzada la mediana edad. En cuanto a Jan, me desagradó un poco al comienzo pero fui cogiéndole algo de estima; una mujer tan sumamente británica, extremadamente pragmática y algo controladora, sin ser mala pero sí cargante (en especial para Imogen, con la que mantiene la típica relación de choques de personalidades entre padres e hijos, tan diametralmente opuesta a la empatía que mantiene con Tom).
Encontramos otros personajes en esta historia, como el novio de Anna, Jon, y el pequeño hijo de este de su anterior relación, Alfil; amigos, más familiares, gente del entorno en el que se mueven y moverán a lo largo de la novela. No sondaré en ellos porque daría a muchos spoilers que restarían la gracia que ofrece La Heladeria de Vivien.
Sólo haré una última mención, precisamente, a quien da nombre a la novela; aunque a penas se ve como personaje activo antes del empezar siquiera el primer capítulo, está constante en la historia. Una mujer como pocas pueden quedar: vivaz incluso con la muerte a su lado lista para hacerla pasar por caja, con un importante sentido del altruismo y el desinterés que dejó su impronta en su familia, sus amigos, en su hogar, en su heladería, en todo aquel que haya cruzado su vida con la de ella aunque fuera para pedirle un simple cono en su local. Y todo que lega a sus nietas, incluido el potencial de personalidad latente en ellas, la hará siempre inmortal y presente hasta prácticamente los últimos capítulos; y dice mucho de un personaje que logre el peso que acarrea Vivien teniendo una interacción directa tan exigua.

En general, la trama es estupenda, aunque quizás no todo el mundo conecte con el alto grado de realismo cotidiano que impregnan sus páginas y prefieran sucesos más sinuosos, rebuscados e impactantes; pero en general puede gustar a quien sepa disfrutar de una historia natural y sin numerosas capas de maquillajes como es este caso.
Sobre el último tramo y su final, da un gran giro que en parte me pareció un poco previsible (como algunos casos puntuales a lo largo de los capítulos), pero sin evidenciarse del todo algunos pequeños tópicos que son muchas veces más reales que la vida misma; es mas, hay ciertas cosas que vemos en el final que creo que la autora suelta posibles pistas prácticamente al comienzo y que pasan totalmente desapercibidas hasta que las ves llegar. Y el fugaz pero esclarecedor epílogo, divido en dos partes, es tajante en cuanto a como acaba lo más relevante respecto a las hermanas heladeras pero sin atar todos los cabos, dejando algunas pequeñas posibilidades abiertas a la imaginación del lector más allá de los asuntos que se consideran importantes. En definitiva, un desenlace con un sabor que puede convertirlo en uno nuevo en mi lista de favoritos.
Y de propina, la autora deja unas pocas recetas de helados que se ven entre los que se preparan en la heladería de Vivien, invitando al lector a intentarlo… ¿No es esta una despedida deliciosa y dulce?

Mi mayor “pero”, que afortunadamente no afecta a mi valoración, es el título completo que se optó para su edición española. Seguramente en castellano no habría cuajado mucho el adjetivo “Celestial” a la heladería como en el título original, pero con el añadido “y sus recetas para corazones solitarios” ya se empieza a hacer un poquito largo y no me extrañaría que cualquier lector lo mente siempre como “La Heladeria de Vivien” a secas.

Conclusión: Una novela que puede aparentar ser mitad de vainilla y mitad de fresa recubiertas por un tenue chorreón de sirope de chocolate, pero que debajo puedes encontrar más sabores que  podrías llegar a disfrutar sin el menor empacho. Divertida, visceral, deliciosa, fresca, apasionada y amena son algunos de los adjetivos que calificarían a los sabores que ofrece Vivien en su heladería, los cuales puede que te hagan asiduo por lo menos al estilo de Abby Clements.

Mi valoración global: 4,5/5       


sábado, 19 de septiembre de 2015

Crítica personal: El Diario de Ana Frank



Título: El Diaro de Ana Frank
Título original: Het Achterhuis
Autora: Ana Frank
Editado en España por: editoriales varias

Sinopsis:
Tras la invasión de Holanda, los Frank, comerciantes judíos alemanes emigrados a Ámsterdam en 1933, se ocultaron de la Gestapo en una buhardilla anexa al edificio donde el padre de Ana tenía sus oficinas. Eran ocho personas y permanecieron recluidos desde junio de 1942 hasta agosto de 1944, fecha en que fueron detenidos y enviados a campos de concentración. En ese lugar y en las más precarias condiciones, Ana, a la sazón una niña de trece años, escribió su estremecedor Diario: un testimonio único en su género sobre el horror y la barbarie nazi, y sobre los sentimientos y experiencias de la propia Ana y sus acompañantes. Ana murió en el campo de Bergen-Belsen en marzo de 1945. Su diario nunca morirá.

Esta es una de esas lecturas que más llegaron a mi alma, que se grabaron en mi recuerdo y posiblemente una de las que más importancia tuvo en mis veranos. Aunque tampoco es alentador un libro de esta temática, uno empieza a darle un poco menos de importancia a todo lo que consideramos malo en nuestras vidas tras leer esta parte de la de Ana Frank. Incluso diría que cualquiera podría tornarse un poco mejor persona tras leer este libro.

Los trazos de la pluma de esta niña comienzan cuando recibe el primero de los cuadernos en los que recoge su diario, en la mañana de su cumpleaños decimotercero. Lo que empieza siendo un diario como el de cualquier otra chica de su edad, contando su vida normal y corriente (todo lo normal y corriente posible para una niña judía en una Holanda subyugada a los nazis y las consecuentes limitaciones y dejaciones), acaba dando un giro más radical a partir del día en que reciben una citación para su hermana Margot (tres años mayor que Ana) requiriéndola por los nazis para ser deportada a un campo de trabajo. Aunque ya estuvieron preparando un plan para mantenerse ocultos hasta el fin de la guerra, ante la soga que iba asfixiando cada vez más a los judíos en Holanda, tuvieron que adelantar la fecha de dicha idea al peligrar especialmente el futuro de la primogénita de los Frank.
Ya a partir de entonces, y más con la incorporación al poco tiempo de otra familia y un hombre a guarecerse en “la Casa de atrás” (así fue como Ana bautizó al refugio junto a las oficinas donde trabajaba su padre, y que da nombre al título original de la obra), la vida y las emociones de Anna, así como del resto de escondidos, cambiarán drásticamente, sobrellevando sus vidas como mejor pudieron, pendientes de un futuro incierto y cada vez menos esperanzador cuanto más tiempo van pasando en esa situación fruto de la dominación hitleriana.

No es un símil demasiado acertado lo que voy a decir, pero no evito pensar que los creadores de Gran Hermano se hubiesen inspirado un poco en las vivencias de Ana Frank a la hora de concebir dicho programa. Al igual que en el mundialmente famoso reallity, Ana nos detalla desde su punto de vista un grupo de individuos encerrados, cada uno con su diferente personalidad, sin poder salir al exterior (aunque por motivos abismalmente diferentes al citado programa televisivo) y siendo muy presentes las tensiones y las emociones a flor de piel en esas escasas relaciones sociales y por vivir en un “mundo” tan limitado a consecuencia de los injustos motivos que los obligó a ello. El único y leve nexo y consuelo de sus ocho habitantes con el mundo exterior son los trabajadores que de buena fe se arriesgan al ocultarles. Y aunque vivieron apartados del resto del mundo (obviando a sus benefactores), ese aislamiento con el que intentaron preservar sus propias vidas no los hizo completos ajenos a la guerra, la flagelación nazi a los judíos y, especialmente, el miedo a que fuesen descubiertos por la Gestapo.
En un principio parecía prometedora la concordia, o al menos la diplomacia, entre todos los escondidos, pero al final las disputas, diferencias, choques de opiniones enfrentadas y roces no demasiado agradables, incluso entre miembros de una misma familia, van siendo más presentes que en sus arrebatadas vidas cotidianas, entrechocando con los momentos felices y tranquilos que acaban siendo tan intensos como fugaces en la mayoría de las normalmente grises etapas en la Casa de atrás. Uno llega a dudar si esas vertiginosas vorágines de emociones son latentes en cada uno y que salen a la luz por esas circunstancias, o si son precisamente dichas circunstancias, además de las limitaciones, los miedos y la flaqueza de sus propias esperanzas en el futuro, las que dejan rodar con frecuencia ponzoñosas manzanas que infectan a la totalidad del cesto de sus propias almas.
Todos estos factores son los principales que me hacen pensar en el citado programa de televisión, aunque con la penosa diferencia en este caso de que todos sus “participantes” llegan directamente a la gran final para ganar un premio compartido que, tristemente, no acaba siendo el que tanto desearon y que en verdad se habrían merecido, y que sólo uno de ellos viviría para contarlo a través de lo que escribió Ana.

Ana logra encontrar aún más refugio de complicidad y desahogado consuelo en ese remanso de paz que es su diario, al cual humaniza dándole el nombre de Kitty, como si escribiese cartas a una amiga del alma a la cual comparte absolutamente todo de manera más destacable que con cualquier persona en el mundo. Escribiendo en esas inmaculadas páginas desnuda su alma, destapa sus reflexiones, sus sueños, sus ilusiones y sus esperanzas, al igual que sus miedos, su impotencia y su desesperanza, así como sus más hondos sentimientos (tanto buenos como no tan buenos) hacía sí misma, sus padres, su hermana y el resto de escondidos.
No voy a entrar en demasiados detalles porque prefiero que lo descubráis más por vosotros mismos, pero uno llega a meterse hondo en la piel de la autora del diario mientras se lee todo lo que va narrando bajo cada una de las fechas en la que escribe, sentimientos, cavilaciones y confidencias tan íntimas y personales como comunes y generales, acentuadas por el confinamiento que se ve obligada a llevar por sobrevivir. He llegado a entenderla, a compadecerme de ella, a verme un tanto identificado en ciertos aspectos en mayor o menor medida; aunque cualquiera podría verse una parte de sí mismos en Ana si ya se ha vivido la complicada edad que recoge en su diario, la de ser y que te consideren mayor para que te traten como a un niño y a su vez que todavía no te miren como un adulto de verdad (o mejor dicho, como un verdadero igual).
La propia Ana registra su evolución línea a línea, creciendo a todos los niveles, en especial como persona, madurando y sobrellevando la vida que le ha tocado vivir en esa clandestinidad. Sus sentimientos y convicciones respecto a sí misma y hacia las otras siete personas con las que convive. E igualmente, llegará a admitir que siempre ha habido cierto sentimiento de soledad (incluso en su propia familia) del que no llega a ser consciente hasta que su mundo cambia. Ha guardado sus penas, aprendiendo de sus errores y psicoanalizado a sí misma, comparando la Anna de antes de esconder con la que se está convirtiendo, llegando también a la conclusión casi al final del diario que en ella coexisten dos Anas: la que todos ven y la más sensible y verdadera que teme sacarla a la luz. Trata de descubrir ella sola el concepto de la felicidad, de quién querría ser si el futuro le llegase a sonreír, comprender el amor en todos sus aspectos; batallando a la tristeza y la amargura con un valor y una esperanza admirables que va creciendo a medida que triunfa sobre lo peor que brota de su interior y tan presente en cualquier persona. Incluso descubrirá, de forma más bien intuitiva y autodidacta y a pesar del escenario en que se mueve, temas tan cotidianos y normales pese a ser tan tabúes cubiertos de un velo de pudor de manera especial en esa época, como es la sexualidad en esa edad púber.

En definitiva, no tengo más que palabras de admiración por la fortaleza interior, el valor y la esperanza de este personaje verídico de carácter tan franco y propio. Me gustaría creer que todas estas cualidades hubiesen perdurado más o menos intactas incluso después de no poder seguir escribiendo su diario, hasta su triste desenlace, sin poder disfrutar del final feliz que personalmente se habría merecido.

Si quisiera compartir un retazo de este “libro” con vosotros, me quedaría con una de estas tantas postdatas que solía añadir Ana. Esta en particular me gustó, en el cual plasma un pensamiento para Peter, el hijo de la otra familia que vive en la Casa de atrás. Fue escrita el Miércoles 23 de febrero de 1944.

PD: Pensamientos: A Peter.
Echamos de menos muchas, muchísimas cosas aquí desde hace mucho tiempo, y yo las echo de menos igual que tú. No pienses que estoy hablando de cosas exteriores, porque en ese sentido aquí realmente no nos falta nada. No, me refiero a cosas interiores. Yo, como tú, ansío tener un poco de aire y libertad, pero creo que nos han dado compensación de sobra por estas carencias. Quiero decir, compensación por dentro. Esta mañana, cuando estaba asomada a la ventana mirando hacia fuera, mirando en realidad fija y profundamente a Dios y a la naturaleza, me sentí dichosa, únicamente dichosa. Y, Peter, mientras uno siga teniendo esa dicha interior, esa dicha por la naturaleza, por la salud y por tantas otras cosas; mientras uno lleve eso dentro, siempre volverá a ser feliz.
La riqueza, la fama, todo se puede perder, pero la dicha en el corazón a lo sumo puede velarse, y siempre, mientras vivas, volverá a hacerte feliz.
Inténtalo tú también, alguna vez que te sientas solo y desdichado o triste y estés en la buhardilla cuando haga un tiempo tan hermoso. No mires las casas y los tejados, sino al cielo. Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz.

Conclusión: Una historia verídica, lo más objetiva posible para la chica que escribió el diario; pero no está exenta de la subjetividad tan característica de los propios sentimientos humanos. Una historia con final ya conocido de antemano que alimenta la impotencia, así como elevar la censura hacia la intolerancia y el rechazo al injustificado odio de cualquier tipo. Pero a su vez, deja constante el deseo de su autora de creer en la bondad innata de los hombres y la posibilidad de un futuro en el cual desplegar sus alas al mundo algún día... Un día que, de manera lamentable, jamás llegó.

Mi valoración global: Podría decir con mucha razón que se merecería un 5/5, pero creo que no se puede dar un valor tan frívolo al legado del auténtico sufrimiento del ser humano y a la memoria de esta vida, que al igual que innumerables más, fueron sesgadas tan injustamente.

Dedicado a Ana Frank, allá donde sea que esté ella ahora.



martes, 15 de septiembre de 2015

Crítica personal: Proyecto Niebla




Título: Proyecto Niebla
Autor: Daniel Hernández Chambers
Editado en España por: La Galera

Sinopsis:

Un joven que se ve a sí mismo en una fotografía de la Guerra Civil.
Un club dedicado a estudiar la Historia en primera persona, viajando al pasado.
Un sanatorio donde un muro señala y predice las mayores catástrofes naturales que han sucedido en el mundo… y que sucederán.
Un científico que ha propiciado uno de los mayores criminales de la Historia. Y que tendrá que sacrificar su vida por ello.
Tres pulseras que pasan de unas manos a otras en el tiempo, y que ofrecen la clave de la supervivencia para quienes sepan interpretarla.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Esta es otra de esas lecturas de títulos que no son tan sonados pero que espolean mi curiosidad cuando leo su sinopsis, y esta vez me dio un resultado más agradable de lo que hubiera podido prejuzgar.

Una adolescente madrileña que ingresa en un sanatorio de Cambrils en 2012 que parece confusa y desubicada en ese lugar, al que llega tras el naufragio del barco en el que iba con su familia en aguas alicantinas. Un hombre joven londinense de finales del siglo XXI encuentra en una exposición fotográfica una instantánea tomada durante la Guerra Civil española en la que aparece alguien idéntico a él. Dos hombres extranjeros que sin remedio serían ejecutados sin saber por quienes ni porqué a finales de 1936 en España.
¿Qué relación puede haber en esta historia estos hechos tan separados en la senda del Tiempo? Eso, y mucho más, es algo que el lector debe desentrañar en Proyecto Niebla; que tras este pequeño prólogo en tres partes nos traslada, precisamente, al rango temporal del último de los hechos narrados al comienzo, en pleno caos de aquella España con la guerra enfrentando al bando nacional contra el republicado, dividiendo cruelmente al país y, sobre todo, a sus ciudadanos.
Veremos un joven llamado Héctor, que en mitad de esa vorágine cruenta podría ser un chico muy corriente, dejando a un lado su pasado más reciente, en el cual sufrió grandes pérdidas; pero que aún así en su presente en una caótica Madrid trata de preservar las ilusiones y las fuerzas por un futuro mejor; siempre inseparable a sus amigos Luis y Antonio (este último más mentado por su apodo “El Mosca”), además de Mercedes, amiga y vecina por la que siente un intenso sentimiento que es incapaz de lanzarse a confesarle, viviendo con su tía Josefina, la cual se gana la vida y mantiene a al hijo de su hermana con un oficio que la sociedad siempre ha considerado tan ancestral como vulgar.
Héctor y sus amigos hacen un gran e inusual descubrimiento durante una de sus correrías de adolescentes en el cementerio de san Isidro: el botín de unos milicianos que optan finalmente por apropiarse (quizás muy creyentes del dicho popular “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”) y esconderlo tras acordar no mentar su existencia a nadie, ni tomar nada de ese tesoro que hacen suyo. Pero Héctor será el que rompa ese acuerdo cuando decida regalar dos alhajas idénticas a las dos mujeres de Madrid más importantes para él. Además, en mitad de ese caos en la sitiada capital del país, conocen y traban amistad con un veinteañero llamado Thomas, natural de Inglaterra que llegó a España, colmado de afán de experiencias y aventuras, para conocer de primera mano lo que ocurre en la Guerra Civil para hacer a su vez el rol de corresponsal de guerra para su patria.
 Paralelamente, llega otro inglés a Madrid: David Miller. Éste tiene una misión muy importante y compleja, la cual surge del posible fracaso de varios de sus compañeros y que deberá indagar y reparar para evitar problemas en el Futuro (en todos los sentidos de esta palabra).
Pero sin duda esta historia no será fácil para quienes tienen su participación en ella si está de por medio la crueldad y la virulencia de la Guerra Civil y los bombardeos poco decorosos con los ciudadanos, así como los chanchullos y egoísmos de personas que están metidas de lleno en el conflicto.

Proyecto Niebla me resultó una trama interesante que mezcla un poco de varios temas. Por ejemplo, tenemos pequeñas pinceladas de Historia de España (aunque sea uno de esos episodios de la misma que me resultan demasiado recurrentes), de intriga y ciencia ficción con el tema de los viaje en el Tiempo de por medio. Un cóctel literario complejo de llevar a la práctica pero que el autor expone con bastante acierto.
Tras una especie de epílogo corto, con tres escenas bien separadas entre sí en el Tiempo, vamos sondando esta novela que se divide en cinco libros (Héctor y la ciudad sitiada, Senderos de migas de pan, туман, La paradoja y Donde los senderos se unen). Y a medida que avanza va ganando una riqueza que no cupo en mis expectativas iniciales y que la convierten al final en una excelente lectura.

Daniel Hernández Chambers tiene un trazo narrativo sencillo y agradable que aún así despliega una exposición diáfana y atractiva. Creo que su estilo tras leer su Proyecto Niebla me ha ganado lo suficiente para darle oportunidades a otras obras suyas cuando encarte la ocasión.
Además, y tal como comenté antes, ha sabido tejer bien este entramado con colores temáticos que no son fáciles de juntar; pero que Hernández Chambers ha sabido dar sus buenas puntadas de armonía.

Héctor es un joven que poco atrás en el tiempo sufrió mucho, pero que en el aún arde una llama de esperanza y bravío. Un personaje que me gustó mucho leer pero que, sinceramente, esperaba algo más de desarrollo para que fuera menos líneal; aunque el autor exprime bastante bien lo que Héctor puede dar de sí.
Lo mismo podría decirse de David, que para mí no dio todo el juego que esperaba y resulta un poco plano, pero que igualmente cumple bien el rol con el que fue asignado en esta trama.
Y aunque estos dos son los que se ve más peso, en particular al comienzo de la novela, tenemos más personajes (Luis, El Mosca, Mercedes y Thomas, entre otros) que en más de un caso llega a sorprender el aumento de su peso en la trama y un aporte enriquecedor a la novela, que sería complicado sondear sobre alguno de ellos en esta reseña sin pecar de spoiler mezquino. En particular hay uno que llegó a sorprender por su trascendencia con el paso del tiempo y las páginas, con un trasfondo y un desarrollo tan profundos y ricos que al final me pareció capaz de eclipsar a Héctor y a David.

En general, una trama interesante y bien elaborada, en especial por la delicada combinación de géneros que el autor logra juntar sin que rechinen desagradablemente entre sí durante la lectura. Los misterios, las conjeturas e incluso las paradojas son un aluvión en Proyecto Niebla; en algunos casos reveladores e impactantes y en unos pocos más bien previsibles y tópicos, pero en general mantiene la expectación hasta sus últimos capítulos.
Su desenlace me gustó bastante, sin embargo no he podido conectar del todo con este; como si por un lado faltara algo y por otro no me casara por entero. Pero en definitiva me ha gustado en gran medida.

Sobre la portada (al menos de la edición mía de Círculo de Lectores), no terminó de encajarme de verdad con el concepto de la obra, salvo por el anacronismo que representa la imagen de un joven a color y con ropas actuales en medio de una foto en blanco y negro. Y la razón de su título se sondará aproximadamente a mitad de la novela, donde se aclara tajantemente este título enigmático. En cambio la original resulta más coherente con la vista desde el cielo de una ciudad bombardeada (como solía estar Madrid durante la Guerra Civil) junto con el reloj que da énfasis al factor de los viajes en el tiempo; definitivamente debieron respetar la cubierta original para la edición que poseo.

Conclusión: Una mezcla interesante de viajes espacio-temporales, Historia y suspense. Tanto si uno está acostumbrado a estos géneros (ya sea por separados o solapados entre sí) como si no, Proyecto Niebla se merece darle una oportunidad. Porque esta lectura es una de esas que te hace reconsiderar el significado de expresiones como “el pasado ya pasó” o “tempus fugit”, entre otras.

Mi valoración global: 4/5