Título: La
Heladería de Vivien y Sus Recetas para Corazones Solitarios
Título original: Vivien’s Heavenly Ice Cream Shop
Autora: Abby Clements
Editado en España por: Círculo
de Lectores
Sinopsis:
Hace más de medio siglo que la
heladería de Vivien es parte sustancial del paisaje del paseo marítimo de
Brighton.
Pero a pesar de su encanto añejo su
clientela ha ido menguando hasta límites insostenibles.
Tras la muerte de Vivien, el
destino ha dictado sentencia: serán sus nietas Imogen y Anna las encargadas de
devolver al negocio su antiguo esplendor.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Llevaba tiempo sin leer algo de este tipo de narrativa;
y eso me animó, tras terminar mi lectura previa, a coger este entre tantos que
se me empiezan a amontonar. Y la verdad es que, si mis expectativas eran buenas
y altas, el resultado fue “delicioso”.
Anna e Imogen son hermanas, y se quieren mucho a pesar de ser bastante
diferentes. La primera, cada vez más cerca de los treinta, es comedida,
prudente y pragmática, luchando siempre por tener la estabilidad laboral y
económica que le permita ser totalmente hegemónica en su propio hogar, y entonces
formar una familia con su pareja y el hijo de éste fruto de su anterior
relación. La segunda, más joven y de espíritu más libre y aventurero, se embarcó
por sus sueños de apasionada de la fotografía tras terminar sus estudios en la
universidad, cambiando Inglaterra por Tailandia, lugar que disfruta la vida y
su pasión con todo lo que esa tierra exótica le ofrece.
Ambas creen que han superado todos los paradigmas de los futuros que durante
años han fraguado en sus mentes, convencidas de que nada cambiaría esa perfección
que las sotierra… Hasta que les abofetea la dolorosa noticia de la muerte de su
abuela Vivien, una persona realmente especial e importante tanto para las dos
hermanas como para el resto de la familia y todo aquel que la conociera. Y
contra todo pronóstico a los esquemas personales de Imogen y Anna, serán ellas
las que deberán hacerse cargo del negocio familiar que Vivien estuvo regentando
durante medio siglo hasta casi el último de sus días. Y lo que las dos hermanas
consideran a priori un sinsentido de su abuela a la hora de redactar su
testamento, será algo que potencialmente enriquecerá y cambiara sus vidas fruto
del buen juicio de la anciana.
Y con la misma variedad de sabores que puede ofrecer una heladería que se
precie serlo, las dos experimentarán más de lo que hubieran considerado cuando
deban enfrentarse al reto que se planta ante las dos; vivencias y sentimientos
que las labrarán aún más como personas.
La Heladería de Vivien es una
lectura fresca, tan sencilla y cotidiana como intensa y singular. Este retazo
de la vida de Anna e Imogen podría pasarle a cualquiera, y más de una persona
podría identificarse leyendo esta novela. Y precisamente ese es uno de los
encantos que fue ganándome esta historia, porque es muy sentida pero sin ser
exagerada, dulce sin llegar al gusto empalagoso y almibarado, cotidiana sin
caer en el tedio, sorprenderte y con giros impactantes pero lejos de ser
rimbombantes. Es apropiado el concepto de los helados en esta historia, tal y
como menté más arriba, porque uno puede degustar gran variedad de “sabores” en
cada emoción que destilan sus personajes y los sucesos en sí, sin limitarse con
lo dulce y amargo que de uno a otro suelen ir muchas novelas de este género.
Tras tres capítulos realmente cortos a modo de prólogo (titulados Vivien, Imogen y Anna), la novela
de fragmenta en tres partes (Cambio de
escenario; No te rindas, rinde; y
Lecciones aprendidas), en treinta y
cuatro capítulos de extensión justa pero que se explotan al máximo a nivel
narrativo, siempre expuesto en tercera persona. Aunque es una historia que
avanza en armonía, se aprecian notorios avances al pasar de una parte a otras
sin que se rompa la fluidez con lo anterior.
El estilo de Abby Clements agrada desde el comienzo y a medida que vas
adentrándote en la trama. Sencillo y conciso, pero capaz de atraer al lector
para sorprenderle con una historia profunda a pesar de que en general no se
pasa mucho de lo cotidiano; y quizás ese buen grado de cotidianidad sea uno de
sus mayores buenas bazas. A través de sus personajes, principalmente Imo y
Anna, sumerge al lector por diferentes situaciones y sentimientos tan reales y
presentes en nuestras vidas. No creo que cualquier autor pueda deleitar con una
historia tan cotidiana sin caer en ese tipo de dramatismo en el que las
protagonistas se arrojan con los brazos abiertos a una vorágine excesiva de
llantos y desconsuelos.
Además, a pesar de sus trescientas cincuenta páginas mal contadas, uno
podría dar buena cuenta de este libro en un día si se es un famélico y ávido
lector; debo admitir que ese habría sido mi caso de no percatarme el como
avanzan las páginas durante mi lectura, y quienes me conozcan saben de buena
tinta que soy más partidario de saborear (y nunca mejor dicho en este caso)
poco a poco todo lo que puede ofrecer un libro, en especial si conecto bastante
como fue este caso.
Anna e Imogen son las dos caras de una misma moneda: tan distintas como
complementarias. Y tanto una como otra mostrarán sus personalidades y sus
sueños, que evolucionarán en el transcurso de la novela; así como sus
debilidades, las cuales deberán tratar de pulir. Las dos me agradaron bastante,
ya sea de forma individual o en conjunto. Igualmente, disfruté con el
desarrollo de ambas, aunque a mi parecer sentí que la que se exprime un poco
más su potencial fue Anna; pero esto no significa que Imogen esté a la sombra
en este sentido, ni mucho menos, porque está claro que heredar la heladería
puede marcarles un antes y un después.
La mayor de las hermanas es la más centrada y con expectativas sólidas y
pragmáticas de futuro, se ha esforzado e incluso sacrificado por lograr lo que
siempre había querido. Pero aprenderá que los esquemas no siempre funcionan en la
práctica de esta vida tan imprevisible, y que nuestros más profundos sueños
para el mañana pueden cambiar a lo que en el fondo más se ha deseado, o que
pueden existir muchos otros caminos que cruzar si nos libramos del escepticismo.
Por parte de la benjamina, es un espíritu viajero fiel al carpe diem, que
sumada a su juventud puede parecer un tanto irresponsable en algún momento y en
ciertas situaciones, además de una enemiga de las ataduras y los compromisos de
todo tipo, en especial si son para largo plazo. En general, Imo es la que más
madura de las dos, pues Anna no precisa de la evolución que refleja su hermana;
y al igual que la mayor, comprenderá muchas cosas, como que lo que le gusta y
apasiona no tiene porqué estar reñido con más de una de sus eternas fobias.
Definitivamente, Anna e Imogen hacen un buen equipo como protagonistas de
esta novela.
Otros personajes que vemos son Tom y Jan, padres de sendas criaturas.
Respecto a él, a quien sin duda salió Imogen, fue un personaje muy interesante
y explotado dentro del rol y grado de protagonismo que le brinda la autora;
porque en él se da a reflexión a un tema tan cotidiano como la pérdida de una
madre, y lo sinuoso que puede ser afrontarla incluso avanzada la mediana edad.
En cuanto a Jan, me desagradó un poco al comienzo pero fui cogiéndole algo de
estima; una mujer tan sumamente británica, extremadamente pragmática y algo
controladora, sin ser mala pero sí cargante (en especial para Imogen, con la
que mantiene la típica relación de choques de personalidades entre padres e
hijos, tan diametralmente opuesta a la empatía que mantiene con Tom).
Encontramos otros personajes en esta historia, como el novio de Anna,
Jon, y el pequeño hijo de este de su anterior relación, Alfil; amigos, más
familiares, gente del entorno en el que se mueven y moverán a lo largo de la
novela. No sondaré en ellos porque daría a muchos spoilers que restarían la
gracia que ofrece La Heladeria de Vivien.
Sólo haré una última mención, precisamente, a quien da nombre a la
novela; aunque a penas se ve como personaje activo antes del empezar siquiera
el primer capítulo, está constante en la historia. Una mujer como pocas pueden
quedar: vivaz incluso con la muerte a su lado lista para hacerla pasar por
caja, con un importante sentido del altruismo y el desinterés que dejó su
impronta en su familia, sus amigos, en su hogar, en su heladería, en todo aquel
que haya cruzado su vida con la de ella aunque fuera para pedirle un simple
cono en su local. Y todo que lega a sus nietas, incluido el potencial de
personalidad latente en ellas, la hará siempre inmortal y presente hasta
prácticamente los últimos capítulos; y dice mucho de un personaje que logre el
peso que acarrea Vivien teniendo una interacción directa tan exigua.
En general, la trama es estupenda, aunque quizás no todo el mundo conecte
con el alto grado de realismo cotidiano que impregnan sus páginas y prefieran
sucesos más sinuosos, rebuscados e impactantes; pero en general puede gustar a
quien sepa disfrutar de una historia natural y sin numerosas capas de
maquillajes como es este caso.
Sobre el último tramo y su final, da un gran giro que en parte me pareció
un poco previsible (como algunos casos puntuales a lo largo de los capítulos),
pero sin evidenciarse del todo algunos pequeños tópicos que son muchas veces
más reales que la vida misma; es mas, hay ciertas cosas que vemos en el final
que creo que la autora suelta posibles pistas prácticamente al comienzo y que
pasan totalmente desapercibidas hasta que las ves llegar. Y el fugaz pero
esclarecedor epílogo, divido en dos partes, es tajante en cuanto a como acaba
lo más relevante respecto a las hermanas heladeras pero sin atar todos los
cabos, dejando algunas pequeñas posibilidades abiertas a la imaginación del
lector más allá de los asuntos que se consideran importantes. En definitiva, un
desenlace con un sabor que puede convertirlo en uno nuevo en mi lista de
favoritos.
Y de propina, la autora deja unas pocas recetas de helados que se ven
entre los que se preparan en la heladería de Vivien, invitando al lector a
intentarlo… ¿No es esta una despedida deliciosa y dulce?
Mi mayor “pero”, que afortunadamente no afecta a mi valoración, es el
título completo que se optó para su edición española. Seguramente en castellano
no habría cuajado mucho el adjetivo “Celestial” a la heladería como en el título
original, pero con el añadido “y sus recetas para corazones solitarios” ya se
empieza a hacer un poquito largo y no me extrañaría que cualquier lector lo
mente siempre como “La Heladeria de
Vivien” a secas.
Conclusión: Una novela que puede aparentar ser mitad de vainilla y
mitad de fresa recubiertas por un tenue chorreón de sirope de chocolate, pero
que debajo puedes encontrar más sabores que
podrías llegar a disfrutar sin el menor empacho. Divertida, visceral,
deliciosa, fresca, apasionada y amena son algunos de los adjetivos que
calificarían a los sabores que ofrece Vivien en su heladería, los cuales puede
que te hagan asiduo por lo menos al estilo de Abby Clements.
Mi valoración
global: 4,5/5
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