martes, 26 de abril de 2016

Destino: Lázaro (parte 1)


Allí se encontraba ella, bajo ese cielo completamente oscurecido por esas nubes de un marrón idéntico al de la tierra desolada que bañaba el tercer planeta del Sistema Solar. No había indicios de viva por ninguna parte, como si años atrás algo hubiese azotado sin clemencia a la Tierra y erradicado así todo lo vital y bello que siempre la había poblado durante eones.
Se giró sobre sus talones, entonces algo crujió bajo sus pies. Había pisado huesos carcomidos y amarillentos, aunque no pudo asegurar si eran de una persona o de un animal; también crujieron algunas ramas resecas y marchitas. Aunque sus ojos empezaron a ignorar lo que sus pisadas tocaban, el paraje que había ante sus ojos era absorbentemente nefasto.
Restos de una gran ciudad, que alguna vez habría sido próspera tiempo atrás, donde la ciencia y la propia humanidad habían avanzado considerablemente a grandes zancadas. Entonces, como una ilusión, se superpuso a ese paraje caótico el recuerdo del pasado, edificios aún en pie, gente en su día a día, el cielo azul, la flora y la fauna... La vida.
De pronto se llevó la mano al pecho, como si supiese que de un momento a otro algo muy, muy doloroso fuese a desgarrarle el alma. Con repentino miedo desbordándola, miró fijamente al cielo una vez más, esta vez con ojos vidriosos y labios trémulos, implorando con una voz que no quería salir de su garganta que no ocurriese lo inevitable. Pero no podía cambiarse lo que ya estaba más que escrito.
Brillaba con el sol detrás, era difícil de identificar qué era con la simple visión humana, pero su trayectoria fugaz fue bien clara. Una especie de silbido que se tornaba más potente a cada segundo hasta volverse ensordecedor, sonido que murió con el estruendo de la colisión mezclado con los gemidos de la destrucción y salmos que eran la agonía de miles y miles de personas.
Entonces todo se tornó del más intenso de los negros...
-Sigo sin hallar la respuesta… -se dijo así misma tras despertar, quitándose de la cabeza un extraño casco conectado a un aparato mediante varios cables, dejando al descubierto sus cabellos negros como el azabache-. Natasha, quiero volver a intentarlo.
-Ni hablar, Kate -terció con férrea determinación pero con amable autoridad una mujer bastante más mayor que ella, pero bien conservada para superar los sesenta años, de cabello blanco recogido en un estiradísimo moño y ojos azules muy claros; vestía una bata de científico-, sabes que entrar en ese estado agota mucho el cuerpo y la mente. Volveremos a intentarlo después de la conferencia si así lo prefieres y te quedas más tranquila. Considera que gracias a ti la investigación ha avanzado hasta dar estos frutos, y bien lo sabes.
-Sí, lo sé... Pero aún no tenemos todas las respuestas -replicó en un susurro, dejando el casco a un lado de la extraña camilla, terminando de quitarse los electrodos de su cuerpo, el cual empezó a flotar tras activar el sistema de ingravidez, mientras se ponía la chaqueta que permaneció colgaba cerca de donde estuvo tumbada.
Su mente y su cuerpo estaban sintiéndose mejor tras la carga a la que estuvo sometida, aunque era algo que ya estaba más que acostumbrada. Sus ojos grises se desviaron a una de las ventanillas de la sala, desde la cual se veía el oscuro espacio bañado de estrellas y lejanos planetas. Pero su visión se centró en un feo globo que más parecía una boñiga redonda suspendida en el universo, lo que treinta años atrás fuese un hermoso planeta celeste: la Tierra.

-Sabes que volveré, madre -musitó en voz baja sin despegar la vista del cada vez más agonizante planeta, con la mano apoyada en el cristal de la ventanilla-. Espérame.

jueves, 21 de abril de 2016

Crítica personal: Leal

Título: Leal
Título original: Allegiant
Autora: Veronica Roth
Editado en España por: RBA

Sinopsis:

Una sola decisión te define.
La sociedad dividida en facciones en la que creía Tris Prior ha quedado hecha pedazos, fracturada por la violencia y las luchas de poder, y marcada por la traición. Así que, cuando tiene la oportunidad de explorar el mundo más allá de los límites que siempre ha conocido, Tris está más que dispuesta. Puede que, al otro lado de la valla, Tobias y ella descubran una nueva vida juntos más sencilla, libres de mentiras, lealtades confusas y recuerdos dolorosos. Sin embargo, la nueva realidad de Tris es aún más inquietante que la que ha dejado atrás. Lo que creían haber descubierto deja de tener sentido. Surgen verdades explosivas que hacen cambiar de opinión a sus seres queridos. Y, de nuevo, Tris lucha por comprender las complejidades de la naturaleza humana (y de su propia naturaleza) a la vez que se enfrenta a elecciones imposibles que tienen que ver con el valor, la lealtad, el sacrificio y el amor.
Contada desde una doble perspectiva fascinante, Leal, de la autora superventas del New York Times Veronica Roth, nos ofrece la impactante conclusión de la saga DIVERGENTE y nos revela los secretos del mundo distópico que ha cautivado a millones de lectores.

Crítica personal (puede haber spoilers):
Al tratarse de una continuación y el desenlace de una saga, será inevitable mentar sucesos de los anteriores para mayor comprensión y coherencia de esta crítica personal. Si continúas leyéndola, será bajo tu propia responsabilidad.

Lo revelado en las últimas páginas de Insurgente fue toda una bomba esclarecedora que impactó de lleno no sólo a los habitantes de ese Chicago post apocalíptico, sino también al lector, por el claro grado de incertidumbre que deja hasta iniciar la presente lectura.
El video de Edith Prior, sus palabras y las imágenes que en él se visualizan, despierta duda, miedo, curiosidad e incluso rechazo entre los habitantes de esa sociedad cuyo sistema de facciones cae en declive aunque muchos aún se aferren a lo que han vivido y conocido siempre.
Esa verdad tan recelosamente ocultada no conviene a Evelyn, quien desea instaurar bajo su mando una nueva ciudad donde la gente no se ciña a conductas ni colores de ropa que los diferencien de otros grupos, donde los abandonados se eleven después de años de ser tratados como escoria por los habitantes de Chicago. Tampoco permitirá que nadie salga de la ciudad siguiendo las indicaciones de ese video, aunque para ello tenga que recurrir a la ejecución en el intento.
Muchos ciudadanos se resistirán al despego al sistema de facciones, empezando los primeros brotes del germen de la sublevación de un modo similar al que fraguaron los abandonados hasta alcanzar el poder sostienen tras la caída de Erudición. Los leales al esquema social que siguieron durante generaciones no están dispuestos a empezar de cero, al margen de lo que han aprendido para vivir, ni mucho menos bajo los métodos de Evelyn.
Y por su parte Tris tiene la necesidad de ir más allá de los límites del microuniverso al que pertenece, espoleada por Edith Prior, necesitada de saber del mundo que desconocen, su relación con la mujer de esa grabación y la verdad de los divergentes.

Más allá de esa ciudad de facciones que en tan poco tiempo ha sufrido reveces de consecuencias crueles hay mucho por descubrir para Tris y quienes se atrevan a seguir los mismos pasos que su curiosidad que se convierte en una necesidad transcendental. Pero la verdad no es fácil de asimilar tras tantos años en la penumbra, ni tampoco las mentiras y los complots se podrán eludir mientras la naturaleza humana esté de por medio. Ya de cada uno, sobre todo en sus decisiones y emociones, dependerá el paso siguiente del destino que entre todos puedan forjar en ese mundo que sobrevive a las consecuencias del declive pasado.

Leal pone fin a una trilogía distópica llena de intrigas y reflexiones, donde se desgrana los motivos que impulsa a un reducido número de la humanidad a condicionar sus formas de pensar y sentir; que el no ceñirse a esos esquemas sean motivo de exclusión y degradación, donde los versátiles divergentes eran eliminados como si fueran un tabú. Cada individuo tiene su visión de lo que quiere y de lo que considera correcto en el mundo que le toca vivir, entre los posibles cambios y el escepticismo de dejar las cosas como llevan siendo desde que tienen memoria.
Aquí se esclarece todo sobre el mundo en el que viven sus protagonistas y su situación global más allá del escenario hasta entonces conocido tanto para el elenco como para el lector, revelándose en toda regla qué ocurre en Estados Unidos y que el nombre de donde ha vivido Tris es Chicago (aunque ya de por sí los lugares de la ciudad lo acreditan como escenario real en esa trama de ficción); lo cual ofrece más profundidad, realismo e incluso coherencia al escenario en el que se desarrolla la obra en su conjunto. También saldrá a la luz el origen de esa sociedad de facciones y el significado de los divergentes, en revelaciones inesperadas e interesantes aunque no lograron sorprenderme demasiado, con un planteamiento lógico e incluso científico dentro de los antecedentes de ese mundo post apocalíptico. Sin embargo, junto a Tris y Tobias se aprenderá que el mundo a descubrir no tiene porqué ser idílico y no demasiado mejor del caótico en el que se han movido, resultándoles tan pasmoso como aberrante en ciertos aspectos, sobre todo si hay injusticia y desigualdad dentro de un orden supuestamente avanzado y superior.
Leal exprime más aún ese dilema entre la aceptación de la realidad por más difícil que sea, o el aferrarse a la ignorancia para no encarar lo que se desconoce o nos disguste. Y si hasta antes de esta lectura nos hemos caminado a la espalda de Tris en una sociedad divisoria pero con delicada cooperación principalmente movida por la necesidad y/o la conveniencia, aquí se masca en el ambiente que tiende más bien hacia el clasismo y la falsa moral dentro de un lienzo que trata de mostrarse como una obra sublime; y todo esto hará cavilar e incluso actuar contracorriente a quienes se atrevan a ir más allá de ese hipotético Chicago futuro.
También me ha dado pie para las reflexiones otros tantos conceptos que se desgranan en este cierre de saga: ¿Cuánto somos o no de perfectos? ¿De verdad puede degradar el ser humano en su psique? ¿Qué se hace a la hora de la verdad por quienes te importan? ¿Son tan incompatibles el amor y el egoísmo? ¿Todo es tan blanco o negro como solemos pintarlo? ¿Vale más la pena los atajos cobardes o los largos trayectos no exentos de dificultades? Y sobre todo, ¿cómo sabemos que nuestras decisiones son correctas, sobre todo cuando mandamos a paseo la lógica porque el corazón imponga su voluntad?

Como cabe esperar en este género y dado el punto de apoteosis que se alcanza en el presente final, la relación de Tris y Tobias sigue siendo un elemento presente y de peso, pero aquí sentí que se muestra más equilibrado con la trama general. En Insurgente pasaron por muchas rencillas hasta encontrar el equilibrio de nuevo, pero hay piedras que las personas pueden volver a tropezar; y es aquí donde el hilo que los une llega a una tensión tal que el romperse o no parece debatirse todavía más en medio de la situación en la que se embarcan más allá de los límites de la ciudad.

La narración se rompe en este desenlace, convirtiéndose en una historia a dos voces entre Tris y Tobias, la mayor parte del tiempo intercalándose la visión de ella y la de él, aunque habrá momentos en que cada uno haga dobles y que incluso el propio Tobias acabe teniendo un peso que incline un poco la balanza del protagonismo a su favor. Cincuenta y dos capítulos y un epílogo en los que se compenetran la visión y las emociones de esta pareja, enriqueciendo la trama con esa doble visión, muchas veces casi simultanea, que deja atrás la limitación típica de las novelas al exponerse mayoritariamente por un único personaje.

El estilo de Veronica Roth sigue cumpliendo la opinión que he dejado patente en mis opiniones previas de esta trilogía; con el atractivo del primero pero con ciertos altibajos que ya sentí durante la lectura del segundo. He de recalcar que el final de una trilogía no es fácil de concebir y que al mismo tiempo llegue a ser un digno broche final, y diría que esta autora lo consigue en gran medida, principalmente en el sprint que apura su estilográfica en el último tramo.

Tris fue, argumentalmente, un personaje que se movía de manera irregular. Por un lado despliega ese atractivo que me convenció en Divergente; pero por otro lado en buena parte del epicentro del libro sentí que decaía incluso como protagonista principal, hasta que precisamente en el final despunta de una manera que logró mejorar como personaje. Es en Leal donde Tris saca todo lo que puede ofrecer, demostrándome su humanidad y sensibilidad desmedida sin caer en el tedio gracias a la fortaleza que no ha dejado de sacar más y más en su largo y complejo camino. Creo que ha logrado alcanzar altas cotas en mi criterio dentro del rol de heroína, más si se coteja con otras en el género diatópico en particular.
Aunque en Insurgente no sentí que se hubiera explotado tanto como se pudo haber hecho, aquí Cuatro/Tobias resurgió para mí cual ave fénix; en buena parte gracias a la voz cantante que se le brinda aquí permite explorar mejor en él. Seguimos viendo a un joven curtido por una infancia de maltratos y de hacerse fuerte y darse a valer en una facción a la que principalmente se traslada para escapar de su propio pasado tortuoso; impulsivo hasta caer sin remedio en la virulenta violencia; tan sobreprotector con la chica de la que se enamora que llega a enturbiarse la visión que debería ayudarme a llevar por buen camino su relación sentimental. Será aquí cuando se explote tanto su trasfondo potencial como su lado más humano tan lleno de miedos y fragilidades (en las que tenemos a sus padres y Tris, además sobre sí mismo por los acontecimientos que le afectan más directamente dentro de la trama de Leal); y me gustó ver como se enfrenta a todo lo que sea necesario, incluso con las cadenas que le merman, para pulir las imperfecciones que potencialmente le pueden limitar.
Como lleva siendo en los anteriores, no he sentido que realzaran mucho más el resto de personajes en comparación con la parejita principal, salvo en puntuales momentos en los que logran dar su juego. Caleb y Peter son realmente distintos pero aún así comparten personalidades que acreditan lo contradictorio que puede ser un individuo; el primero por una cobardía con la que intenta justificar su egoísmo, pero que aún así no es alguien tan sumamente insensible y carente de emociones afectivas a pesar de que su propia figura ocupe bastantes cupos en la cúspide de sus prioridades; el segundo me pareció, en su resolución, una víctima del síndrome de Estocolmo consigo mismo, y demostrará también ser todo un cobarde aunque tenga sus causas para ello y que llegan a ser un motivo de posible compasión hacia este personaje. Christina y Cara tendrán su relevancia en momentos propicios para cumplir bien su papel, sobre todo la primera de ambas que llega hasta agradar lo que puede llegar a influir en cierto personaje. Mi mayor chasco fue Uriah, un personaje que me agradó mucho leer a lo largo de la saga pero que me pareció desaprovechado a la hora de la verdad, casi como si la autora no hubiera tenido claro qué hacer con él tras quedarse tan marcado por las muertes de Lynn y, en especial, Marlene. El resto de personajes en Chicago (destacando Marcus y Evelyn con las asperezas entre ellos de por medio) moverán sus fichas paralelamente dentro del segundo que se establecen.
Lógicamente habrá nuevas caras más allá de la ciudad, todas con su justo pero preciso papel, con alguna sorpresa impactante entre ellos. También estará un tanto presente la figura de la madre de Tris, sondándose con ella mucho más allá incluso que el pasado y la verdad sobre este personaje tan clavado en el alma de la heroína.

La trama empieza con buena fuerza y expectativas prometedoras, aunque en el amplio tramo del ecuador sentí un declive de la misma, como si le faltara la mayoría de las cualidades que debe tener un libro que cierra un ciclo. Sin embargo, es en el último centenar de páginas cuando empieza a dar un giro para mejor (y que realmente consigue que mi valoración global suba bastante, a pesar de que el trascurso se me antojara más bien carente de gancho); pasando casi de un momento a otro del no parecer que quede clara una resolución a revelar un desenlace que me resultó inesperado, sorprendente hasta el punto de no dar crédito ciertos puntos hasta que las evidencias caen por su propio peso para bien o para mal, con una emotividad que no tiene desperdicio, dejándome a mí en particular un regusto agridulce. Creo que, aunque ciertos aspectos se me antojan más bien injustos, la saga no podría terminar de otra forma.

La portada rompe la evocación de alguna facción seguida en los casos anteriores. En el libro, sobre todo en el tramo final, cobra más sentido el significado de las indómitas aguas que se arremolinan en un círculo sobre el título.                                                                                                                                                                

Conclusión: Un desenlace donde la verdad y nada más que la verdad, sobre la ciudad de las facciones y más allá de ésta, así como el significado de la divergencia, serán esclarecidas para apretar las tuercas a sus protagonistas, que sin haberlo solicitado podrían marcar la diferencia en ese mundo distópico. Si el lector ha llegado a empatizar con Tris y su historia, creo que Leal pasará esa prueba final de iniciación que es su criterio literario.


Mi valoración global: 4,5/5

martes, 12 de abril de 2016

Crítica personal: Cazadores de Sombras Los Orígenes 1 Ángel Mecánico

Título: Cazadores de Sombras: Los Orígenes 1 – Ángel Mecánico
Título original: The Infernal Devices 1 – Clockwork Angel
Autora: Cassandra Clare
Editado en España por: Destino

Sinopsis:
Tessa Gray está dispuesta a encontrar a su hermano. Para ello, se dirige a Londres, donde será raptada por una organización secreta llamada el Club Pandemonium, y rescatada por los Cazadores de Sombras. Pronto, Tessa verá su corazón dividido entre Jem, cuya frágil belleza oculta un oscuro secreto, y Will, cuya hiriente ironía y cambios de humor constantes la mantienen a distancia, mientras los tres intentan salvar... el mundo.

La magia es peligrosa, pero el amor lo es todavía más.

Crítica personal (puede haber spoilers):
                                                            
El universo de Cazadores de Sombras se amplía y profundiza más allá de Clary, Jace y compañía; aunque en este caso suceda en el pasado. Con estos orígenes, la autora presenta una trama independiente a la iniciada con Ciudad de Hueso, en un lugar y época diferentes; pero el nexo entre The Mortal Instruments y The Infernal Devices es mucho más estrecho de lo que ya de por sí podría imaginarse de antemano, que se irá apretando más dicho lazo a medida que avanza esta trilogía.

Aquí nos trasladamos a Londres, en plena época Victoriana. Theresa (Tessa) Gray es una joven estadounidense que, tras la muerte de su tía, cruza el océano para estar junto a su hermano mayor y único familiar vivo Nate, quién partió a la capital británica en busca de trabajo y un porvenir. Sin embargo, las Hermanas Oscuras del Club Pandemonium la reciben en el puerto en lugar de Nate, alegando que le era imposible a él. Ella confía en ellas ante las evidencias que prueban de conocer bien a su hermano, sin saber lo que le espera.
En las semanas posteriores, retenida contra su voluntad, malviviendo, maltratada y sometida por ambas mujeres, la harán pasar por un extraño adiestramiento en el cual desarrolla un don que la abrumará y que no alcanza a comprender. Para dicha de Tessa, no tardará demasiado en ser rescatada de manera fortuita por los cazadores de sombras del Instituto de Londres, guiados de manera casual a raíz de una investigación que los lleva a donde la joven se encontraba retenida.
Aún así, Tessa sabrá que no es de verdad libre, porque aquel conocido como el Magister tiene un férreo y misterioso interés en ella. Por otra parte, asimilará la verdad oculta a los mundanos sobre la existencia de demonios, Subterráneos y nefilim, conviviendo provisionalmente con estos últimos en el Instituto de Londres, dirigido por Charlotte Branwell y su esposo Henry. Ella, a la par, se enfrentará a grandes cuestiones. ¿Qué ha sido de Nate? ¿Qué quiere el Magister de ella? ¿Qué es ese extraño poder que despertó en el Pandemonium? ¿Y las criaturas mecánicas que figuraban ser personas que halló en su cautiverio? Y sobre todo... ¿Quién es ella en realidad?
Lo que menos se podía esperar Tessa, bajo el amparo de los nefilim que la acogen, son los sentimientos que irán brotando en ella a raíz de dos jóvenes muy diferentes pero con un vínculo muy fuerte entre ellos: el díscolo William (Will) Herondime y el amable James (Jem) Carstairs.
Pero más allá de todo lo que afecte a la joven estadounidense, se entrevé los engranajes de una oscura trama que deberán tener en cuenta los cazadores de sombras de esa época.

Incluso para los ya familiarizados con la saga protagonizada por Clary y demás en The Monrtal Instruments, aquí descubriremos y aprenderemos mucho sobre este universo que crece y se complementa entre sí. Un planteamiento nuevo, con otros personajes, con algo más de un siglo de diferencia en relación a lo que se conoció de los libros publicados anteriores a éste... No niego que cuando empecé a leerlo en su momento, la lengua viperina del recelo me susurraba al oído, con la predisposición de comparar los personajes presentados aquí con los ya conocidos, que serían los mismos perros con distintos collares, o que las tramas serían similares... Craso error por mi parte.

Cassandra Clare cubre con este Ángel Mecánico las expectativas que siempre he tenido respecto a su estilo narrativo. Tan rico en detalles como me tiene acostumbrado, pero sin recargarlo en exceso, con una expresión dinámica, amena y fluida, otorgando a sus personajes un enorme realismo y carisma, así como a ese escenario que es el Londres del siglo XIX, donde nos mete con mucho acierto. Ha creado desde cero, aunque estrechamente unido con los otros libros de Cazadores de Sombras, una trama que mantiene el misterio en su mayor parte hasta el final, sin que resulten bruscas en lo más mínimo dichas revelaciones, dejando otras tantas incógnitas para más adelante al ser el comienzo de una muy prometedora trilogía.

Una peculiaridad de este libro, y que se repite en los posteriores, es la de incluir una pequeña cita entre el título de cada capítulo y la primera línea del mismo. Normalmente escuetas líneas son extractos de ciertas obras, con una habitual relación tanto con el título como con el capítulo en sí. Y la verdad, es un aspecto original y que me agradó bastante

Sobre el elenco, como ya comenté, empecé con la idea subliminal de ver quien es la versión Victoriana de los que conocí del Instituto de Nueva York, pero está claro que me equivoqué.
Tessa es una apasionada de la literatura, con un gran sentido de la franqueza. Tendrá que asimilar demasiadas cosas en poco tiempo, mientras rumie su inquietud por Nate y su dudosa naturaleza mundana por el enigmático poder que recién despertó; mientras sus relaciones con los miembros del Instituto se van estrechando, destacando sentimientos que hasta entonces le eran sólo conocidos por las historias que ha leído a lo largo de su vida. Pero lo que no será del todo consciente es la magnitud de su verdadera importancia en esta historia.
Will se entrevé que es muy parecido a Jace... y la verdad es que no se distancian mucho en personalidad, aunque este joven y atractivo galés puede ser un chico malote y díscolo de una manera diferente, pero igual de contundente. Un aspecto interesante es su relación recíproca con Jem, muy estrecha, más que hermanos, compenetrados pese a sus caracteres contrarios, más allá incluso del lazo que nos une de por vida como parabatais.
Jem creo que puede ser tan agradable como tedioso para el lector. Un joven medio asiático de aspecto delicado, con cabello y ojos plateados, el perfecto caballero, la quintaesencia de la amabilidad, un virtuoso del violín igual de elegantemente letal en el combate. Puede resultar demasiado perfecto, que en algunos aspectos no tenga el gancho y el brillo de su parabatai; sin embargo, hay algo en él que no sea tan estereotipado o lineal como puede parecer a primera vista.
Jessamine Lovelace da la impresión de ser un calco en rubia de Isabelle, y aunque ambas comparten aspectos como el sentido del ego (mucho más acentuado en Jessie) o de la moda, a fin de cuentas son tan diferentes como el color de sus cabellos. Una joven con ambiciones, independiente y más bien ególatra que, metafóricamente, no se casa con nadie a la hora de la verdad, pase lo que pase. Sin embargo, también llegó a trasmitirme cierta empatía, e incluso lástima, en ciertos momentos.
Charlotte y Henry son una pareja que me ha caído muy en gracia.
Ella muestra una fuerza mucho mayor a lo que aparenta, pero aún así sensible y protectora, teniendo en cuenta el peso de dirigir un Instituto; sobre todo con el machismo propio de la época incluso entre los nefilim fustigándola en lo referente a su cargo en Londres, al cual se enfrenta para demostrar que una mujer, incluso con esa emotividad que parece una fama que la precede a ojos de la Enclave, puede llevar perfectamente las riendas tanto de uno de los Institutos más importantes como de los inusuales incidentes en los que tanto ella como quienes las rodean se verán arrastrados.
Por su parte, él parece tener siempre la mente en otra parte, sobre todo en su fascinación inquieta de inventar, y precisamente esos despistes lo hacen un buen punto de humor aunque eso exaspere a su mujer, la cual parece sentirse más vulnerable ante la aparente ausencia del respaldo de su pareja, porque ni los problemas del Instituto o las inquietudes de Charlotte parecen perturbar esa especie de déficit de atención que sufre a causa de su apasionante y absorbente obsesión. Sin embargo, Henry puede llegar a sorprender, sobre todo avanzando la trilogía.
Uno de mis personajes favoritos de este libro y la trilogía en general es Sophie, una de las criadas del Instituto, la cual está bastante presente en la trama, muy servicial y devota de Charlotte, a la que procesa su lealtad y gratitud sinceras. Aunque es un personaje sin verdadero peso, bastante secundario, me gustó mucho en general, en especial su trasfondo.
Son otros tantos más los personajes que danzan en torno a la historia (a destacar cierta cara conocida de The Mortal Instruments que a muchos fans agradará), aunque los omitiré para evitar posibles spoilers gratuitos. Sobre la parte antagonista, el Magister, sólo diré que no tiene desperdicio y que está bastante a la altura de Valentine Morgenstern por la manera de hacer los tejemanejes propios de un villano literario.

En este primer volumen de Los Orígenes, así como en los posteriores, vemos muchas referencias, unas muy claras y otras algo más discretas, del nexo entre esta trilogía y la trama de The Mortal Instruments. Un claro ejemplo es que tanto en personajes principales, secundarios y cazadores de sombras que aparecen o se nombran de forma sutil, vemos apellidos de nefilim que aparecen en los que suceden más de un siglo después, despertando con este primer libro la inquietud especulativa del lector por saber a lo largo o al final del camino el grado de relación sanguínea entre los de unos y los de otros. Sin duda, aunque son lecturas independientes, pudiéndose leer una trama como otra de manera independiente, o incluso alternándolos, desde luego que resulta mucho más enriquecedor adentrarse en todos ellos.

Aquí Cassandra Clare demuestra el mismo talento que derrochó en sus libros anteriores, con una trama y un final impactante y sorprendente, con inesperado giros en la historia capaces de tener al lector con ávida atención; dejando además sus buenos cabos sueltos, así como misterios prometedores e incertidumbres tanto en el argumento en sí como en las relaciones entre los personajes (en especial el perfecto y complejo triángulo amoroso que es evidente desde el comienzo, el cual será una pieza importante en esta historia) que se irán desentrañando a lo largo de la trilogía que comienza con este Ángel Mecánico.

Y qué decir de la portada. Realmente, todas las de la saga son auténticos regalos para la vista, y esta primera de Los Orígenes cumple sus expectativas sin quedar relegada a las de The Mortal Instruments, siguiendo un patrón con similitudes a los ya vistos con anterioridad.

Conclusión: El comienzo de una trilogía prometedora, independiente pero conexa a la trama con la que se empezó el universo de Cazadores de Sombras. Una trama igual de intensa, personajes igual de magnéticos y un planteamiento que las enriquece recíprocamente. En definitiva, un experimento que fue arriesgado el cual considero un nuevo y rotundo éxito para su autora.
Porque antes de los Instrumentos Mortales... estuvieron los Artefactos Infernales.


Mi valoración global: 5/5


jueves, 7 de abril de 2016

Crítica personal: Temor a la verdad

Título: Temor a la verdad
Título original: Daddy’s Gone a Hunting
Autora: Mary Higgins Clark
Editado en España por: Plaza & Janes, Debolsillo

Sinopsis:

Cuando el negocio de muebles antiguos de imitación que fundó su abuelo queda totalmente destruido a causa de una misteriosa explosión, Hannah Connelly se convierte en el pilar de la familia. Su hermana Kate está en coma tras haber logrado escapar de las llamas, y su padre parece aún más abatido, desconcertado y dependiente del alcohol de lo que ha estado en los últimos tiempos. Pero la pregunta que a Hannah le urge contestar es: ¿qué hacía Kate en el lugar del accidente, de madrugada y acompañada de Gus Schmidt, un antiguo empleado «jubilado» contra su voluntad hace cinco años?
Las pesquisas de la policía apuntan claramente a un incendio provocado, el típico siniestro en el que el propietario de un negocio en decadencia trata de sacar provecho a la desesperada.
Mientras Kate se debate entre la vida y la muerte, Hanna, empeñada en averiguar la verdad, no tardará en comprender que hay alguien decidido a que su hermana no recupere la consciencia.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Mary Higgins Clark me agradó con Séque volverás, así que no dudé en darle una oportunidad a otro de sus best seller en cuando este cayó fortuitamente en mis manos.
La historia de Temor a la verdad nos introduce en un suceso que marcará un antes y un después en la vida de los Connelly. El negocio familiar que fundó el abuelo de Kate y Hannah fue bastante próspero  por mucho tiempo, pero en la actualidad los muebles antiguos de imitación ya no despuntan tanto en el mercado y por ello la principal fuente de ingresos del cabeza de familia empieza a hacer verdaderas aguas; hasta que de manera inesperada se produce una explosión en el complejo en plena madrugada, encontrándose en ese momento Kate y un ex trabajador que fue más bien obligado a jubilarse a pesar de sus largos años de eficiente labor como ebanista. Gus fallece, a pesar de que Kate lograra sacarlo del complejo antes de que la detonación les alcanzara de lleno, mientras que la primogénita de Douglas Connelly sufrió heridas craneales que la indujeron a un estado de coma que la posiciona en un precario punto entre la vida y la muerte.
Nadie comprende qué les llevaría a Kate y a Gus encontrarse a esas horas más bien intempestivas en ese lugar, pero el eco de los medios de comunicación apunta con sentenciosa especulación que todo fue provocado en un claro y habitual caso de cobrar una suma indecente por parte de la aseguradora. Hannah se mantiene firme en su negativa de que su hermana hiciera tal cosa. Sin embargo, la investigación del incidente en el negocio de los Connelly en pos de determinar si fue accidental o intencionado, así como el precario estado vital de Kate y las inciertas secuelas que pudieran acarrearle en caso de salir con vida, no son más que la zona cero de la trama que absorberá otros menesteres de carácter desafortunado. Los casos sin resolver de una aspirante a actriz desaparecida casi treinta años atrás y el asesinato de una joven universitaria de buena familia rodarán en las páginas de esta novela, y de algún modo u otro rozarán al apellido Connelly.

Si ya lo que desborda a los Connelly a causa del incidente de su negocio familiar da juego a la novela, más enrevesada se tornará cuando los hilos de los misterios pasados y en teoría lejanos sin vínculo alguno se entramen con ellos.
En esta novela queda plasmado lo fácil que es juzgar y sentenciar, sobre todo en delitos tanto constatados como especulados, para en muchos casos, después de despotricar a destajo, se diga “donde dijo digo, digo Diego” con una sonrisa de cínica condescendencia. Aunque las evidencias señalen de manera directa, no siempre son concluyentes sino más bien circunstanciales; y tanto la naturaleza accidental o provocada de la destrucción del negocio de los Connelly, la inocencia o culpabilidad de Kate y/o Gus, así como los casos sin resolver ajenos a este caso en sí que se irán presentando, no puede darse nada absolutamente por sentado hasta que se diseccione todo por entero. Siempre he procurado no ser tan sentencioso y más juicioso y analítico, y tras esta lectura creo que he logrado alejarme de no ser juez, fiscal, jurado y verdugo a la primera de cambio.
Sin duda, esta será una delicia para el paladar literario de quien disfrute de la intriga; de especulaciones y conjeturas; de todo lo incierto por esclarecer; y de las historias paralelas que acaban convirtiéndose en una única línea para encontrar el enigma que las enlaza más de lo que a priori pudiera imaginar tanto sus protagonistas como los propios lectores.
Temor a la verdad es un claro ejemplo que, incluso a veces en la realidad, nuestras historias (sobre todo las adversas) pueden converger con las de otros sin que se vean venir y que las casualidades del destino puede ser caprichoso hasta en una ciudad tan desbordada como Nueva York; además de refutar que los secretos y las mentiras siempre emergen por más que se quieran enterrar (en un sentido u otro), aunque tomen su tiempo, incluso décadas, para ello. Cada persona, con mayor o menos culpabilidad o inocencia, acarrea secretos, mentiras, miedos y fantasmas, y buena parte de los personajes de esta obra no se libran de ello por más que quieran evadirlos.
                                                          
Más de uno podría abrumarse al comprobar que un libro roce muy de cerca el centenar de capítulos (más prólogo y epílogo), augurando precipitadamente una lectura que se hará cuesta arriba. Sin embargo, cada uno de estos es sumamente corto, como cabe esperar en esta autora, pudiendo dárseles buena cuenta a un ritmo pasmoso con el fluido dinamismo que desborda.

El estilo de Mary Higgins Clark sigue siendo muy de mi agrado, tan singular y atractivo como me pareció en mi primera lectura de una obra suya. Fluido, detallado en su precisa medida, con una profundidad en los acontecimientos de la trama y en los pensamientos del elenco que se convierte en uno de sus puntos fuertes a la hora de narrar. Su exposición sigue siendo la de tercera persona pero jugando con la voz indirecta a través de sus personajes, haciendo que sus pensamientos rocen mucho la primera persona; y precisamente ese es otro de los encantos de la curtida prosa de esta autora.

Kate será una pieza pequeña pero clave en la trama, muy presente y bastante activa en el argumento incluso en su estado comatoso en la UCI. La pena y la preocupación de muchos personajes caerán sobre ella, en especial la de su hermana. Desde el comienzo se atisba una relación delicada con su padre, al cual censura y desaprueba buena parte de sus actitudes. No se puede perder atención a su subconsciente, capaz de percibir lo que la rodea cuando su mente está despierta; pero sobre todo esos sueños que incluso pueden estremecer a una mujer como ella (atractiva, alta, rubia y con buena posición laboral) para devolverla a la fragilidad de su más tierna niñez sobre algo que pareció ocurrirle y que había escondido en sus recuerdos casi toda su vida.
Por parte de Hannah, es diametralmente opuesta a su hermana mayor (pelo oscuro, ojos claros y estatura media tirando a baja). Justo antes de la explosión del negocio familiar se la ve celebrando, tras años de arduo trabajo como diseñadora, el hecho de tener por fin su propia marca que la embarque en un proyecto ambicioso y prometedor. Uno llega a compadecerse de ella cuando ve que tan pronto su felicidad y entusiasmo caen en la tristeza y la incertidumbre tras lo que le ocurre Kate. Hannah dará clara constancia del estrecho e intenso sentimiento que comparte con su hermana, y la menor cuidará de la mayor, pendiente en todo momento aunque suponga descuidar su propia rutina si fuera necesario, sin darle a los problemas del negocio familiar la angustiosa prioridad y preocupación que demuestra su padre. Hannah es un personaje más fuerte de lo que pueda parecer en el momento en que la apabulle el estado crítico de Kate; poco a poco sacará arrojo para estar al pie del cañón e incluso no descuidar demasiado la oportunidad que le han brindado en su trabajo, consciente de que debe mantenerse firme y con entereza por esa hermana a la que tanto debe y que en ese momento la necesita más que nunca, aunque el peso de la inclemente situación trate de mermarla. Afortunadamente no estará sola, pues cuenta con otras personas, en buena parte Jessie, una joven despampanante que dará el apoyo propio de la mejor amiga que es además del legal como abogada de oficio que es.
Douglas “Doug” Connelly es un personaje que tamizar con cuidado. Se nos presenta como hombre marcado por un accidente del cual fue el único superviviente, donde perdió a su mujer, a su hermano y varios de sus amigos más próximos, quedándose sólo con dos niñas pequeñas. Con el paso de los años, y como se deja entrever al comienzo de la novela, se muestra con un hábito por la bebida que se justifica por así decirlo con la pérdida de su esposa; con una negativa de rehacer su vida ni tan siquiera para haberle brindado a sus hijas la figura materna que necesitaban, siendo incluso a sus casi sesenta años un cliché de hombre que flirtea con mujeres mucho más jóvenes que él (en el momento de la novela con Sandra, de la edad de Hannah, tan presente en el argumento con una personalidad cargante para quienes interactúan con ella), sin escatimar en gastos en su frenético e imparable tren de vida. Desconcierta su forma de encarar tanto el estado de su primogénita como lo que concierne al destruido legado de su padre, así como lo dañado (por no decir forzado) que parece su lado emocional y lo prioritario que parece ser para él ese poderoso caballero que es don dinero. Doug me desagradó como persona, y mejor no hablar de su rol de paternal, un completo negado a la hora de despertar la empatía del lector por más que se le escude en el sufrimiento en aquel accidente náutico, pero todo empezará a encajar para brindar un sentido a todo cuando llega el momento en el que el esclarecedor final se presente.
No son muchos los personajes relevantes inicialmente vinculados a esta familia en la novela, a excepción de Jack Worth, jefe de la fábrica y mano derecha de Doug en el negocio, que la verdad desde el principio no se me antoja alguien digno de relación con el significado de su apellido (mérito) o la viuda de Schmidt, Lottie. Lógicamente está el personal tanto policial como de bomberos que tratarán de cerrar los diversos cercos que irán surgiendo en la trama (empezando por corroborar si la explosión fue provocada), así como Mark Sloane, hermano de Tracey, la aspirante a actriz desaparecida casi treinta años atrás, que por su trabajo se ha mudado a Nueva York, siendo esto un motivo para reactivar el caso por su madre. Tenemos además otros que ya el mero de mentarlos sería desgranar demasiado y me arriesgaría a restar cierto interés a los lectores potenciales que lean estas líneas; lo que sí diré es que en muchos momentos son todos estos personajes los que llegan a tener un peso argumental que incluso llegan a desbancar en protagonismo a las hermanas Connelly en los momentos en que se les cede la batuta de la acción.

La trama empieza posicionando estratégicamente las piezas de esta compleja jugada a varias bandas que poco a poco convergen, primero sin verse esos enlaces invisibles hasta que todo cobra mayor sentido a medida que van quedando menos capítulos, a medida que las piezas aparentemente imposibles de encajar se encuentra la muesca correcta que antes parecía pasarse por alto, hasta hallarse el epicentro de todos los enigmas planteados. Claramente, hay matices que pueden despertar la especulación del lector, pero este ha sido uno de esos libros que se me antojan menos previsibles de lo habitual.
El desenlace es vertiginoso, quizás un poco demasiado, porque el esclarecedor quid común de todas las cuestiones es lanzado casi a quemarropa, y el tramo de páginas restantes tras esto es tan escueto que uno debe pararse a macerarlo antes de enfrascarse en la frenética y expectante cadena de acciones y decisiones de sus protagonistas, las cuales dejan en vilo al lector hasta prácticamente la última hoja, haciendo que no todo esté dado por sentado. Y en mi caso fue de agrado y me sorprendió en generosa medida, cerrándose con mucho acierto todos los cabos en el epílogo que transcurre un año después; la autora me dejó un estupendo sabor de boca, aclarando lo importante y sustancial del argumento, dejando muy pocas cosas no realmente transcendentales a la libre especulación del lector. Así que en este aspecto (y en general) sigue manteniéndose Mary Higgins Clark en el nivel que me transmitió con Sé que volverás.

Conclusión: Enigmas y delitos rodeados de brumas. La incertidumbre rodeando al por venir de unos y nieblas que protegen secretos fangosos y verdades opacadas por mentiras en otros. Sufrimientos destinados a saldarse. Una explosión, una desaparecida y una asesinada que se encuentran inevitablemente en la intersección del destino. Sin duda, saber que le depara el mañana a la familia Connelly y a quienes acaban rodeando los acontecimientos expuestos en Temor a la verdad es algo que no se puede dejar pasar por alto. Una obra en la que Mary Higgins Clark nos hace discrepar en ese dicho de Thomas Gray de que la felicidad está en la ignorancia.

Mi valoración global: 4/5