jueves, 26 de octubre de 2017

Crítica personal: El Castillo Blanco

Título: El Castillo Blanco
Título Original: Beyaz Kale
Autor: Orhan Pamuk
Editado en España por: Penguin Random House

Sinopsis:

Un joven científico italiano es capturado por piratas cuando viaja de Venecia a Nápoles. Poco después es vendido como esclavo a un sabio turco deseoso de conocer los avances científicos de Occidente. Ambientada en al Turquía del siglo XVII, El Castillo Blanco cuenta la extraordinaria historia de estos dos hombres, que curiosamente guardan un gran parecido físico. Una fascinante exploración de la identidad, del fatídico pulso entre tradición y modernidad, y del destino del intelectual a través de la relación que surge entre ambos personajes.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Un joven científico apasionado por el estudio, la investigación y la búsqueda del conocimiento viaja tranquilamente de Venecia a Nápoles, hasta que una flota de piratas turcos aborda su nao para saquear todos los objetos de valor y tomar la mayor parte de tripulantes como esclavos para su país. Él consigue tener un destino tenuemente menos nefasto al alegar sus vagos conocimientos de medicina, aunque no por ello libre de la esclavitud y ninguneo.
La incertidumbre y la pesadumbre le soterrarán, anhelante de la libertad que le han arrebatado, añorando tanto la vida que tenía antes en Italia como a su familia y su prometida. Un día acaba bajo la tutela de un nuevo amo, al que todos se dirigen como el Maestro. Estará a su servicio, pero al mismo tiempo trabajarán juntos codo con codo dentro de la superioridad jerárquica del Maestro, quien se muestra claramente ávido de los conocimientos de la ciencia occidental. Sin embargo, el protagonista se inquietará durante gran parte de la novela por el parecido físico marcado entre su nuevo señor y él mismo, perturbándose por este hecho, cuestionándose si el propio Maestro, o cualquiera que conozca a ambos, es consciente de ese hecho.

El Castillo Blanco se centra por entero en la relación entre el protagonista (que nunca se menciona su nombre a lo largo de la novela) y el Maestro; y del mismo modo en las reflexiones y los sentimientos de dicho protagonista principal después del cambio abrupto durante esa travesía que prometía a priori ser sin percance alguno.
Detrás del escenario histórico y cultural, del contraste entre Oriente y Occidente y de los proyectos e investigaciones de sus protagonistas en distintos campos como astrología, medicina o ingeniería, se da pie a reflexiones y disertaciones que seguramente más de una persona ha debido cuestionar en la vida.
La propia identidad, cuestionándose el “yo”, es recurrente en las conversaciones entre protagonista/narrador y Maestro, y el que ambos personajes compartas demasiadas similitudes fisiológicas hará que dicho tema alcance mayores dimensiones, dando pie al desdoblamiento de la propia identidad.
Y aunque dé pie a distintos temas dignos de elucubrar, no sentí que se aprovecharan dentro de una trama opaca como la que me encontré. En términos generales acabó resultándome un argumento extraño y enrevesado, explotado con no demasiado acierto. Centrado demasiado en las divagaciones del Maestro y el trato entre este y el protagonista, y en la gran mayoría de los casos fue costoso para mí el hecho de encontrar sentido a muchas de las escenas que comparten.

Me fue imposible empatizar con el estilo narrativo de Orhan Pamuk (o con la traducción del mismo, según se mire) sin importar el respaldo de premio Nobel de literatura. Utiliza la primera persona, a través del anónimo italiano que protagoniza la historia, pero de un modo poco habitual, sin apenas diálogos, por la cual no evité sentir tedio línea tras línea, empujándome a mí mismo sin que me atrapara la historia, más por el mero compromiso de ser un libro propuesto por uno de los clubs de lectura en los que participo. El planteamiento de esta historia y su trasfondo argumental era prometedor e interesante, pero acaban desaprovechadas por la vía de narración y en parte por la historia propiamente dicha.

Quizás una de las lacras más destacables de El Castillo Blanco sea sus personajes, que en este caso se limitan en realidad a dos. Sin ánimo de despreciar, estos son fáciles de ser calificados de aburridos, haciendo que decaiga más aún el interés por el potencial de la historia que ya de por sí me parecía que poco se consigue sacar a relucir. Además, dan la impresión de contar mucho pero luego me daban la impresión de que no transmitían nada.
El protagonista se adapta como mejor puede a la situación en la que se ve arrastrado por el azar del destino. Anhelará su patria, su familia y su prometida; todo lo que tenía y quería, todo lo que estaba a su alcance; pero a su vez, y más con el paso del tiempo, reflejará momentos de resignación a recuperar lo perdido, que los recuerdos de su yo anterior se empañen (o más bien legándose a otra persona) para estar más asimilado a su vida en Turquía. Cercanía y a veces lástima serán sentimientos que le robará su Maestro, pero al mismo tiempo será motivo de aversión, pareciendo a veces como un sucedáneo de síndrome de Estocolmo. Y es quién más saldrá perdiendo en esta novela, porque le dará mucho al Maestro, demasiado y más de la cuenta, a veces incluso sin darse cuenta de ello y hasta que punto; pero él no será correspondido con el mismo “feedback” en esa relación.
El Maestro es contradictorio, complejo y extremadamente obsesivo, además de tóxico tanto para el protagonista como para sí mismo. Da a mostrar de sí una imagen brillante y erudita, pero habrá momentos en los que no es todo oro lo que hace relucir de su persona y que acabará dependiendo en buena medida de los conocimientos que el protagonista comparte con él. También está su facilidad de mostrar simpatía e incluso afecto por su compañero/vasallo pero con la misma facilidad de tornar su aptitud en menosprecio y envidia. Su egoísmo y su ambición son marcas insignias de este personaje, pero que se ahoga en la impotencia y el temperamento cuando sus reflexiones y objetivos terminan encallándose, haciendo que se acompleje con facilidad. Pero por otra parte, nada le quita el mérito de su afán de amasar conocimiento, aunque sea propenso a aburrirse en el momento menos pensado del foco de su curiosidad activa; y del mismo modo, se lanza a los brazos de muchas reflexiones, en especial las más porfiadas y significativas de la novela.
La única figura destacable a parte de estos sería la del sultán, que dará su justo juego como personaje que interactúa con sus protagonistas principales. Gran parte de su escueta participación resulta anodina y sin peso, pero llegará un momento en que parezca despuntar su rol dentro de sus limitaciones.

En general, una historia que se hace bastante pesada y repetitiva, con personajes que acentúan el tedio por esta lectura y una exposición lejos de ser atractiva; a lo que no ayuda demasiado un desenlace (por llamarlo de alguna forma) que convence incluso menos que el desarrollo llevado y que yerma el potencial intrínseco que vuelca aquí el autor.

Conclusión: Un claro ejemplo que no sólo “best-seller”, sino que tampoco “premio Nobel” es una apuesta asegurada para el lector empedernido y apasionado. Las potenciales simientes de esta novela pudieron dar mejores frutos si se hubiera cultivado mejor el resto de factores. Puede que haya quien conecte con El Castillo Blanco, aunque ese caso no fuera el mío personal.


Mi valoración global: 1,5/5

miércoles, 4 de octubre de 2017

Crítica personal: El Enigma de los Ilenios I - Marcado

Título: El Enigma de los Ilenios I - Marcado
Autor: Pedro Urvi
Editado en España por: Autopublicado

Sinopsis:

Komir, un joven guerrero de las montañas de Tremia intenta hacerse hueco en su tribu, los Norriel, cuando el destino llama a su puerta de la forma más cruel para reclamarlo como el héroe que aún no sabe que es. Junto a su gran amigo Hartz, emprenderá una trepidante aventura llena de misterios y mágicos enigmas que lo llevará a descubrir su pasado, entender su presente, y enfrentarse a un futuro de proporciones épicas.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Komir ha pasado toda su aún corta vida en uno de los pueblos de los Norriel, tribu conocida por ser cuna de grandes guerreros que suelen vivir apartados de las grandes poblaciones del continente de Tremia. Los motivos de acabar en ese recóndito lugar no han despertado su curiosidad, bastándole el afecto sincero de sus padres adoptivos. Sin embargo, en la tribu los hay que no mitigan su desprecio hacia él, considerándole un extranjero que nunca será un verdadero Norriel. Pero Komir se siente Norriel con todo el corazón, y se ha esforzado cada día para ser aceptado, o al menos ser motivo de orgullo para padres; aunque eso no impide el miedo y la frustración de considerarse a sí mismo alguien marcado, en más de un sentido. Pero los prejuicios de sus vecinos (en especial los de su edad) y ciertos incidentes en los últimos años, harán que se juegue el todo por el todo en la ceremonia de mayoría de edad de los jóvenes guerreros de la tribu.
Sin embargo, una sucesión de acontecimientos le harán tomar decisiones que fijarán un antes y un después en su vida. Pero para su suerte, contará con la compañía del tozudo y forzudo Hartz, su único amigo entre los Norriel dispuesto a seguirle y apoyarle hasta los confines de Tremia.
Paralelamente al periplo de Komir, el lector oirá soplar vientos aciagos que amenazan con estremecer al continente hasta sus mismos cimientos. Las tres potencias más poderosos de Tremia (Rogdon, el Imperio Noceano y Norghana) han perdurado en una diplomática pero tensa paz gracias al tratado que firmaron tiempo atrás, pero debido a ciertos actos recientes en cada uno de ellos, con pruebas circunstanciales que incrimina a alguno de los otros dos, ponen en la cuerda floja la calma entre las tres naciones; y de hacerse real estas especulaciones de guerra, también salpicaría a los demás reinos menores. Y por otro tenemos Toyomi, un continente oriental distante cuya existencia desconocen los habitantes de Tremia, y su actual soberana, la reina Yuzumi, ha logrado el control absoluto por la fuerza, la crueldad y artes oscuras. Pero Yuzumi es consciente de que existe una amenaza potencial para su supremacía, por lo que toma cartas en el asunto a través de su mano derecha, Isuzeni.
Los cambios en la vida de Komir, la tensión política en Tremia y las conspiraciones de Yuzumi serán los pilares de este punto de partida, junto a ese enigma que le da título a la trilogía.

En Marcado vemos una historia de fantasía de lo que podría denominarse como “corte clásico”, con una historia muy al uso en un escenario típico medieval para el disfrute de los amantes del género. Una trama que se divide en subtramas que se entrelazan, fundando la base de la trilogía a desarrollarse en los volúmenes posteriores. En algunos casos se intuye la relación futura entre algunas de estas subtramas, en otros casos no se vislumbra un efecto directo entre unas y otras pero el lector sagaz no descartará que de alguna forma una repercutirá sobre otras. Y aunque sea una historia a desarrollar desde distintos flancos, casi equidistantes, está lejos de ser confusa; la armonía entre cada una de las hebras de este hilo argumental se entrelazan con armonía y claridad.
La búsqueda personal de un joven del cual se intuye una futura relevancia en una empresa mayor; preludios de conflictos entre grandes naciones que de antemano se prevé una hecatombe; la pérfida ambición de poder imposible de contentar, por muchos logros que se amasen; el desvelar de secretos sobre una civilización casi olvidada por el hombre; o la búsqueda de alguien o algo de vital importancia, estas son recurrencias argumentales que suelen caer en el calificativo de cliché en el género de fantasía, pero no por ello debe considerarse esto como algo negativo, ni mucho menos. Aquí, todos los ejemplos mencionados se van solapando poco a poco a partir de Marcado.

Algo interesante y que agrada en este primer libro es la diversidad. No encontramos razas distintas a la humana como elfos o enanos, habitual en este tipo de novelas; en su lugar vemos una variedad étnica que vuelve la novela en algo más real y cercano al mundo que vivimos. Claramente se aprecia que algunos reinos como Rogdon se ciñen a los caucásicos, mientras vemos a otros como el Imperio Noceano que se asemejan a las personas naturales de países árabes/africanos o los de Toyomi con atributos de la fisionomía asiática. Esto no sólo se aplica al terreno fisiológico, pues en cada región vemos detalles como la demografía, el clima, las maneras o las costumbres, cotejándose con gran precisión a lo que podría corresponder en la vida real dentro de una época similar.

Aquí el principal toque de fantasía es la existencia de algo que recibe el nombre de “Don”. Esto consiste en que una persona puede desarrollar en sus primeros años de vida algún tipo de poder sobre natural, mostrándose un nada desdeñable abanico de posibilidades, algunos de estos son la clarividencia, el control sobre los elementos o la sanación de heridas y enfermedades. Pero el Don no es algo de elección a la carta, sino más bien intrínseco y de nacimiento, y aquí se muestra que es algo más bien escaso, que surge de manera esporádica e ilógica, y que la herencia sanguínea no ofrece garantía alguna. Esto también da pie a la cuestión de que puede verse como una bendición o como una maldición dependiendo del lugar, volviéndose la vida de un poseedor del don privilegiada o un verdadero calvario. En grandes poblaciones suele verse con respeto y en algunos casos como un regalo de los dioses, abriendo puertas a veces a quienes nacen con esta capacidad, aunque también puede suscitar la envidia; sin embargo, en zonas más rurales y supersticiosas como las tribus de los Norriel se contemplan con ojos recelosos, y en muchos casos con odio, y también con temor que a veces va acompañado de un escépticos respeto y tolerado con reservas.

Un punto fuerte de este primer libro puede ser el estilo narrativo de su autor. Pedro Urvi consigue preñar sus líneas, de la primera a la última, con ese toque épico que agrada al lector habitual de literatura fantástica; y en su pluma se aprecia en todo momento su cariño por este tipo de historias. Además, logra dar una gran riqueza de detalles en la ambientación que ayuda a recrear en la mente el escenario por el que se mueve el elenco; sobre las culturas y creencias de este mundo ficticio que en algunos aspectos no distan demasiado del nuestro; de las emociones, los deseos y los sentimientos de quienes viven dentro de esta historia que les permite alcanzar una humanidad más realista. También derrocha equilibrio de exposición, porque es una historia que puede resultar cruenta en determinados momentos, pero también hay cabida para las situaciones amenas sin perder su toque épico, e incluso para ese matiz de romanticismo genuinamente sentido pero sin la menor gota de almíbar a la hora de exponerlo.

Otra de las fortalezas de Marcado es su dilatadísimo abanico de personajes que se incorporan hasta casi el mismo final, capaces de dar su pie en la trama dentro de sus respectivos roles y que su participación no caiga en la pura irrelevancia. Tenemos principales y secundarios destacados a lo largo de sus páginas, obviamente. Vemos también personajes menores que juntos forman un buen contrafuerte para ayudar más a los importantes de este escenario, y entre estos tenemos algunos que sin tener un peso demasiado acentuado sí que traen consigo las especulaciones y las esperanzas de dar más juego en los libros posteriores de la trilogía.
Komir no es un héroe que se salga demasiado del patrón habitual. Aunque los hechos que él vive a lo largo de Marcado son importantes, relacionados por entero a su persona, con sutiles matices que lo vinculan a las otras tramas paralelas. Es un joven diligente, constante, valiente y porfiado, además de un habilidoso guerrero, todas cualidades que se esperaría de alguien del lugar donde se crió. Sin embargo, a parte del mal pronto que parece común en los Norriel, Komir tendrá sus inseguridades y preocupaciones respecto a ganarse el derecho pleno de ser en verdad parte de la tribu, o de si será capaz de llegar a buen puerto con lo que parece depararle el destino o si alcanzará la meta personal que le arrastrará de paso ese mismo destino. Pero en general, es un protagonista principal que, aunque su peso recae en poco más de un tercio de la trama, no sólo agrada sino que además cumple bien su papel de cara a lo que pueda venirle en el libro siguiente.
Hartz se hace querer como típico amigo leal de un protagonista, forzudo, temperamental, supersticioso e intrépido. Pero bajo ese patrón algo reutilizado en la literatura, uno ve el juego que puede dar, en especial si en el camino se cruza alguien que pueda influir en este grandullón.
Y tan importante como el propio Komir en esta historia, está Aliana. Es un personaje que para mí está ceñida a lo que se espera de alguien de su rol. Siendo todavía joven, posee una belleza nada desdeñable capaz de cautivar a más de uno pero de la cual no se vanagloria; con un Don de curación que pocas nacidos con este mismo tipo de poder logran igualarla y que es capaz de usarlo hasta el límite de sus fuerzas para salvar tantas vidas como sea necesario; abnegada y altruista con intenciones sinceras y sin pretensiones; y aunque no es una guerrera, fue entrenada para defenderse con el arco y para no dejarse llevar por el pánico en situaciones de amenaza. Un personaje que en muchos aspectos parece rallar la perfección idílica, pero no por ello esté libre de preocupaciones y zozobras; y cuando se vea alejándose del templo de las sanadoras de Tirsar para cumplir un cometido de vital importancia, será cuando empiece el conflicto interno entre el deber y lo que podría querer que nunca se le había presentado antes.
A groso modo, estos son los personajes que se podrían mencionar si caer en verdaderos spoilers. Desfilarán personajes de distintos reinos de Tremia y de Toyomi, algunos que serán tanto tangentes como secantes a las sendas por las que se muevan por su lado Komir y Aliana; otros estarán más enfocados a esa gran conspiración para estallar el conflicto entre Rogdon, el Imperio Noceano y Norghana. Yuzumi, la emperatriz de Toyomi, es una mujer infame y sin moral con un afán de poder y conquista insaciable; no se place con tomar el control de todo su continente por la guerra, la traición y el uso de artes y dones oscuros, sin quitarle el sueño la larga alfombra roja de sangre a sus espaldas, que posa su ambiciosa mirada en Tremia en este sentido, además de encontrarse allí lo único que podría suponer una amenaza para su imparable supremacía. Yomuki es lo más cercano que podría estar de la emperatriz, su mentor y mano derecha que respeta y al mismo tiempo parece envidiar el poderío de su señora; y movido por la lealtad y por sus propios intereses, será la cabeza pensante y la mano ejecutora que mueve las piezas de esas tretas con las que intentará quebrar el tratado de paz entre los tres reinos más poderosos de Tremia. Otro personaje que despertó mi curiosidad fue Haradin, un mago que devota y porfiadamente se encargó de asegurar la vida de Komir, siendo este un bebé, entre las tierras de los Norriel; no se sabrá demasiado sobre este personaje, ni a priori de la relevancia de ese cometido que se desarrolla en el primer capítulo, pero de todos modos eso lo convierte en alguien que, por si acaso, es mejor no olvidarlo del todo.

La portada de Marcado me resultó todo un reclamo visual para el lector en potencia. Atractiva sin más, con Komir y Aliana compartiendo protagonismo a pesar de moverse en caminos diferentes, y que para alivio personal el agrado no se queda únicamente en esa estupenda ilustración que reviste esta historia.

En general, la trama abarca distintos frentes, intercalándose una subtramas con otras, viéndose el desarrollo de estas de manera individual, así como la evolución de la interrelación entre todas ellas tanto en lo que se aprecia en Marcado como lo que se pueda elucubrar de cara al siguiente de volumen: Conflicto. El final de este primer episodio sorprende e inquieta a nivel argumental, y deja buen sabor de boca para no rechazar la siguiente degustación de esta trilogía de fantasía que apunta maneras.

Conclusión: Una trama completa y heterogénea de fantasía que a un mismo tiempo sigue la línea del corte más clásico del género y marca su propia tendencia. Pedro Urvi logra demostrar aquí, en este comienzo de El Enigma de los Ilenios, que los autores de fantasía nacionales tampoco tienen desperdicio.


Mi valoración global: 4/5

miércoles, 30 de agosto de 2017

Crítica Personal: El Destello

Título: El Destello
Título original: The Kill Order
Autor: James Dashner
Editado en España por: Nocturna Ediciones

Sinopsis:

Así se desmoronó la vida de Mark

Primero fueron las erupciones solares, que mataron a millones de personas, entre ellas a su familia.
Segundo, las inundaciones, escasez de alimentos y un calor insoportable.
Tercero, los supervivientes resolvieron salvarse… a toda costa.
Cuarto, ahora un virus ha empezado a propagarse. Nadie sabe sus orígenes ni el remedio, sólo que produce la locura y cosas peores. Ya le han puesto un nombre. Lo llaman
El Destello.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Al tratarse de una precuela, puede que sea inevitable la mención de sucesos considerados como sabidos. Si lees esta reseña sin haberte adentrado previamente en la trilogía, hazlo bajo tu propia responsabilidad.

Primero vemos el instante en el que Thomas es llevado al elevador que lo enviará al Claro del Laberinto, y Teresa está allí para despedirse hasta que llegue su turno para seguir los pasos de su amigo, aunque no vayan a acordarse del vínculo que los unía.
Después de este prólogo tenemos un salto hacia atrás de trece años, situándonos en los acontecimientos que giran en torno a Mark, que a través de este el lector irá descubriendo el caos que asola el mundo. Él debe afrontar que la sociedad se ha ido al traste y que su familia debe estar indudablemente muerta ante los daños causados por las erupciones solares, quedándole sólo la opción de sobrevivir en un primer momento de una forma más limitada, primitiva y sin los avances técnicos de su sociedad en un mundo climática y geográficamente lastimado; al lado de Trina, una amiga por la que siente algo especial. Ambos tratan de subsistir con otros supervivientes con los que se cruzan en mitad de esa catástrofe, y con estos empiezan a forjar una cordial relación, unidos por la necesidad, creando vínculos para barrer la soledad y la miseria de ese nuevo mundo adverso.
A pesar del panorama poco alentador que se les presenta, las contrariedades del complicado camino ante ellos y la pérdida de su familia, Mark empieza a ver posibilidades de seguir adelante, debatiéndose a su vez si lanzarse a confesar sus sentimientos a Trina. Sin embargo, algo ocurrirá que les hará consciente de que todavía no tienen nada seguro en sus vidas. Las erupciones solares fueron terribles y devastadoras, pero lejos de la crueldad premeditada del ser humano. De algún modo y con intervención del hombre, la extraña enfermedad que tiempo después recibirá el nombre de “el Destello” germinará gradual e inexorablemente como preludio al mundo que se muestra a lo largo de la trilogía.
A partir de entonces la lucha por sobrevivir se vuelve más virulenta e incierta, con la zozobra constante de entrar en contacto directo con la enfermedad, de ser contagiados por quienes puedan estar afectados… o enfrentarse al miedo de si, en realidad, ya esté dentro de sus cuerpos sin saberlo hasta que sus aberrantes efectos empiecen a ser evidentes. Mark temerá por su propia vida y por su integridad mental, e intentará escapar de las garras del Destello y de los responsables del mismo junto a Trina; ¿pero será capaz de protegerse a sí mismo y a la chica que ama?

El Destello es una precuela que en mi caso superó en agrado a La Cura Mortal, encontrando entre estas páginas una manera aceptable por parte del autor de equilibrar alguna que otra cojera argumental de la trilogía, atando así algún cabo que otro que en lo personal parecía un tanto suelto y solucionar así unas pocas lagunas e incongruencias.
Ya con el conocimiento de los tres libros principales, así como lo mostrado sobre la situación del mundo y el por qué los clarianos serían llevados por una prueba mortal tras otra, aquí se ahonda en los desencadenantes, haciendo que todo encaje algo mejor. A través de su protagonista principal y quienes le rodean, el lector se sumerge en el caos y la incertidumbre que dejan las erupciones solares, junto a un mundo en miseria y destrozado en tantos aspectos; verá lo que uno podría verse obligado a afrontar o a realizar en semejante crisis poniendo a prueba la propia moral; y descubrirá que de la necesidad puede aflorar la concordia y la amistad para encontrar posibilidades de futuro hasta que las peores intenciones del ser humano pongan palos en las ruedas.

Como buena distopía, nos demuestra que a fin de cuentas, incluso por encima de una catástrofe natural como las erupciones solares, lo más dañino para el ser humano es el propio ser humano; porque la diferencia crucial es que nosotros somos conscientes y responsables (o más bien irresponsables) de nuestros actos. Poco importan los motivos que empuje a las personas a determinadas acciones, a fin de cuentas, esa propia y subjetiva verdad absoluta da estrechez a la perspectiva sobre las consecuencias negativas para los ajenos, y a su vez demostrando la falta de valor y moral para admitir errores y pecados que reposan sobre sus hombros.

Algo que sigue siendo una de las principales características de la saga es el estilo de James Dashner lleno de magnetismo y dinamismo. Poco importa si al final de esta lectura te deja una buena impronta o no, porque eso no mina la capacidad de su prosa de enganchar al lector, de hacer que las páginas transcurran más rápido de lo que pueda esperarse.

No negaré que sentí cierta inquietud al comienzo de esta lectura a raíz de sus personajes. Después de tres libros, uno se acostumbra a Thomas y compañía, pero para mi alivio no les eché tan en falta como me aventuré al principio.
Mark es un joven con una moral bastante intacta, teniendo en cuenta las adversidades del mundo. Sin embargo, los acontecimientos de las erupciones solares y los que surgen en esta novela tras los primeros brotes del Destello, se verá en la tesitura de hacer tripas corazón por su propia seguridad y la de aquellas personas que gozan de importancia para él, empezando por Trina; y esta última se convierte en su motor para seguir adelante en el desarrollo de la trama. Aunque demuestra diligencia y resolución en la adversidad, no deja de ser un muchacho que por las circunstancias ha tenido que madurar un poco más rápido de lo habitual, y el miedo llega a susurrarle en más de una ocasión a lo largo de esta novela. Pero a fin de cuentas su evolución en esta historia sacará el valor suficiente para hacer lo que tenga que hacer, incluso si el Destello esté minando su mundo mermado y a sus personas cercanas poco a poco. Un protagonista que no defrauda y que a mi parecer lleva mejor este rol con respecto a Thomas.
Trina es quien se convierte en el motivo de mayor peso para que Mark no tire la toalla en las crisis que van desfilando ante ellos. Una chica normal, pero bonita, inteligente y culta que mantiene la aptitud de esa amistad de infancia hasta que empieza a demostrar interés por Mark que aunque sincero en parte puede antojarse como coqueteo.
Otro personaje importante y con el que conecté bien es Alec, un soldado veterano que se convierte en una señal guía ante la adversidad para Mark, Trina y aquellos que se encuentran con él en los primeros momentos del caos global de las erupciones solares. En apariencia un arquetipo y un cliché de lo que se espera de un hombre de su edad y su oficio, pero que no es difícil ver su lado sumamente humano junto a sus buenas intenciones medio camufladas con quienes formen parte de su círculo, así como su predisposición en ayudar, proteger y aconsejar a estos. Algo que se ve en la trama es la forma en que se estrecha su vínculo con Mark, tomando un rol de amigo con matices paternales importante en el desarrollo del protagonista principal en esta trama, volviéndose en un fuerte referente para él de cara a los sinsabores que les tocará encarar.
Otros personajes desfilan por El Destello, como Lana, una veterana enfermera del ejército compañera de Alec que parece cumplir el papel de contrapeso de este en ese grupo donde la mayoría son jóvenes, inexpertos y vulnerables para la nueva crueldad del mundo. Sin embargo, uno a tener en cuenta es una niña llamada Dee Dee que simplemente diré que es más de lo que aparenta y que llegará ser demoledora para el lector a nivel argumental.

En términos generales, es una trama difícil de adelantarse, y más a la hora de desgranar la relación que pueda llegar a demostrar esta precuela con lo que circunda a lo crucial de la trama y los personajes de la misma en la trilogía. Pero cuando se alcanza el último tramo, sobre todo lo que respecta las páginas que prosiguen tras el epílogo (recuerdos inhibidos de Teresa recuperados por CRUEL en cierto momento de la trilogía), las piezas empiezan a ensamblarse por sí mismas para turbada sorpresa del lector, el cual muy probablemente se sienta gratamente desarmado una vez alcanzadas las últimas líneas.

Conclusión: Una precuela que esclarece la mayor parte de los retazos más difusos de la trilogía. Un final intenso y vertiginoso que impacta sin importar que ya sepas la realidad mostrada a lo largo de esos tres libros cronológicamente posteriores. Aunque Mark no tenga nada que ver con Thomas, ambos son relevantes para el conjunto de la saga y compartirán un inesperado vínculo que sólo se puede descubrir en El Destello. Posiblemente, en El Código de Cruel, su otro libro precuela, se encuentren más respuestas para lo que significa El Corredor del Laberinto.


Mi valoración global: 4/5

jueves, 6 de abril de 2017

Crítica personal: Dos Chicos Besándose

Título: Dos Chicos Besándose
Título original: Two Boys Kissing
Autor: David Levithan
Editado en España por: Nocturna Ediciones

Sinopsis:

Craig y Harry tienen diecisiete años, un pasado en común y un objetivo actual: batir el récord del beso más largo de la historia. Y, de paso, demostrar que dos chicos besándose es algo completamente normal.

«Ese es el poder de un beso: no puede matar, pero sí devolverte a la vida».

Crítica personal (puede haber spoilers):

Un variado elenco de jóvenes homosexuales de nuestros días, moviéndose cada uno a su propio ritmo. Algunos caminos de estos son paralelos y de la mano de otro, los habrá más o menos tangentes, además de aquellos que sin rozarse sí son lo suficiente colindantes como para que compartan su razón dentro de esta novela.
Principalmente tenemos a Craig y a Harry, sobre los cuales gira ese eje de la trama que es el beso en cuestión. Se lanzan a la palestra con ese propósito, a pesar de que han terminado su relación, que Harry aún esté enamorado y que la familia de Craig desconoce la orientación sexual de este. Cuentan con el apoyo incondicional de amigos y los padres de Harry, además de muchas otras personas a medida de que ese beso se vaya volviendo viral; pero al mismo tiempo también emergerán los detractores, pasando estos desde los inofensivos y silenciosos hasta los más ofensivos, crueles y cobardes. Tanto Craig como Harry lo darán todo en su empresa por diferentes motivos por encima de entrar en el libro Guiness; algunos son meramente personales pero intensos, pero ante todo el demostrar que un beso es algo totalmente normal sin importar el sexo de las personas que junta sus labios.
Y rodeando este acontecimiento, otros muchachos pasarán por sus propias tribulaciones.
Por un lado Avery y Ryan, que se conocen de manera casual y deciden verse de nuevo al día siguiente después del agrado que les dejó el breve momento que compartieron, como un capricho del destino que une la órbita de un chico teñido de rosa con la de otro teñido de azul; cada uno de ellos con sus propias cruces sobre los hombros que a priori ocultarán con una prudencia que sólo se disolverá cuando la confianza y la química den muestras de reacción. Muy vinculado a la parte de Craig y Harry está Tariq, dispuesto a ayudar a sus amigos en todo lo posible con verdadera pasión en esa causa; todo motivado en buena parte por sus propios fantasmas, de un doloroso episodio reciente de su vida a raíz de su homosexualidad. También están Neil y Peter, una parejita que se quiere y están el uno por el otro, que aunque su relación sea todo lo idílica que permite la realidad y la juventud, vemos que no se puede estar constantemente tan en la cresta de esa ola, ya sea por las complicaciones que puede haber entre dos personas que comparten sentimientos o por tribulaciones y sinsabores personales que sólo se pueden afrontar cuando la sinceridad da la cara. Finalmente está lo que le sucede a Cooper, cuya inseguridad a la hora de conocer a otros hombres y el miedo de que sus padres descubran su homosexualidad son a penas unas de tantas cadenas que lo inhiben y que le cuesta deshacerse por falta de valor y perspectiva.
Y este conjunto dará pie a todo lo que ofrece la novela, tanto lo que es evidente como lo que el lector pueda desgranar entrelíneas.

Dos chicos besándose puede considerarse una oda contemporánea a la dignidad, la igualdad y el respeto hacia la homosexualidad, inspirándose el autor en algunos hechos verídicos como parte de los ladrillos que edifican esta novela. Nos adentra en un momento de la vida de distintos adolescentes que coinciden en el tiempo, cada uno con sus problemas, sus propósitos, sus inquietudes, sus esperanzas, sus temores y sus motivos de reivindicación, así como sus sueños tanto por cumplir como los que consideran destinados al fracaso; y todo ello muestra de algún modo la realidad que aún encontramos los que pertenecemos a la comunidad LGTB.

Bajo su trama se puede apreciar ese factor crucial que es el objetivo de normalizar, capaz de ablandar la áspera dureza de algunas mentes reticentes dispuestas a abrir su visión del tema.
Aunque la homosexualidad sea el denominador común de esta ecuación, a fin de cuentas lo intrínseco de estas páginas es que eso poco importa, mostrando que debajo tienen sentimientos y afrontan situaciones iguales para cualquiera, como pueden ser el encaprichamiento por alguien que entra por tus ojos y despierta tu curiosidad insaciable; el miedo al rechazo afectivo, familiar y social que a veces nos preocupa tanto; el anhelo por un amor perdido, con la agonía de la amistad posterior a una ruptura de tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos; o el dilema de desnudar el alma propia a alguien que crees digno de ese gesto pero que aún queda presente el miedo al fracaso. Por tanto, no deja de ser una historia que en ciertos aspectos no variaría en absoluto si sus personajes hubieran sido heterosexuales, si se mira más allá de esa mera cubierta del elenco.
Y otro factor que busca normalidad, a la par que censura, es el evidente reflejo de esa homofobia que lamentablemente todavía persiste en estos tiempos, y muchas veces sin el menor intento de pudor o respeto en más de un bochornoso caso. Aquí, aunque se verá el apoyo y la tolerancia incluso en quienes no forman parte del colectivo, se refleja la saña que algunos derrochan a la hora de atacar y criticar la homosexualidad que me hizo consciente de dos verdades: que en nuestro día a día podemos seguir encontrando individuos de tal mentalidad esgrimiendo argumentos retrógradas y obcecados, y que tanto dentro como fuera de la literatura este tipo de personas son dignos de toda la vergüenza ajena del mundo.

La mayor singularidad de esta novela, para mí, fue su exposición. La primera persona es la utilizada aquí, pero más que un individuo en sí resulta por así decirlo la voz colectiva de los predecesores de los homosexuales de hoy en día, más concretamente los de unas pocas generaciones atrás. Y ese narrador indefinido y singular podría considerarse como un personaje más, aunque etéreo, que observa y apoya moralmente a los protagonistas de esta novela, expresando sus vivencias y sus sentimientos aunque sus palabras no puedan ser oídas; aullando su impotencia de querer ayudarles y no poder hacer nada; dando constancia de que no están solos a pesar de que nunca lleguen a recibir ese mensaje.

La prosa de Levithan es directa y sin molestarse en demasiados tapujos. La sencillez dinámica y la profunda reflexión de sus líneas se retuercen de manera singular y atractiva, ofreciendo una historia muy completa en muchos sentidos. Sus personajes son intensos, vívidos y atractivos, logrando el autor arrastrar al lector a lo más intrínseco de sus sentimientos.
Otro punto a favor en este aspecto, a nivel personal, es su fluidez y frescura incluso si esta es una historia contada de un tirón, sin capítulos, epílogos ni prólogos, con simples espacios blancos entre una escena y otra como únicas divisiones a lo largo de la novela. En general, mis experiencias pasadas con esta forma de narrar una historia no fueron particularmente acertadas, llegando muchos casos a caer en el tedio, pero aun así el autor logra que esta pequeña pero bien aprovechada travesía sea llevadera.

Craig y Harry, Harry y Craig. Posiblemente los personajes que se llevan una buena tajada, pues no en vano son los dos chicos del título. He llegado a empatizar mucho con ellos en más de un aspecto. Fueron pareja, y aunque sólo Harry es el único que muestra conservar tales sentimientos, Craig está dispuesto a apoyar a su ex novio con una intensidad que a veces resulta mayor incluso de la que pueda esperarse de las mejores amistades. Se embarcan en un objetivo que entraña muchos motivos y significados. A pesar de todo, Harry no se niega del todo a ignorar la remota posibilidad de que ese beso polémico pueda convertirse en la yesca y el pedernal que reaviven los sentimientos de Craig; y este se vuelca en esta idea, entre su inquietud ante la posible reacción de sus padres de conocer lo que ignoraban y el quitarse del tirón ese esparadrapo que es vivir plenamente con lo que es él en realidad incluso dentro de su propio hogar. Una pareja que, a pesar de que no mantienen más relación con una buena amistad llena de la confianza y la sincronía reminiscente de su previo noviazgo, los hilos que los atan son muy fuertes y que están el uno por el otro en lo bueno y en lo malo. Claramente todo lo que ocurra antes, durante y después de ese beso tendrán su peso no sólo en su objetivo principal de revindicar, sino en si puede haber una segunda y definitiva mejor parte de un Love Story que acabó, o si esa experiencia será lo último que asiente esa buena amistad que ambos han mantenido tras su ruptura. Resulta agradable e incluso sorprendente todo lo que puede aportar ellos dos, a pesar de que la mayor parte del libro se encuentren frente a frente, labios contra labios.
Tariq me pareció alguien entre la espada y la pared. Está dispuesto a apoyar la causa de Harry y Craig con optimismo, entrega y arrojo, pero eso no evita que ante las claras y abiertas intenciones de odio y agresión (ya sea física o verbal) se sienta impotente, anulado y amedrentado, pues al comienzo de la novela se refleja una desagradable experiencia por cortesía de la homofobia.
Neil y Peter, Peter y Neil, otra parejita aunque estos sí están juntos y revueltos. Jóvenes apasionados como se suele ser a esa edad, en especial en el amor. Pero con ellos vemos esos pequeños detalles que podemos reconocer en cualquier relación, como pueden ser los celos o que esperemos erróneamente que tener pareja sea lo que solucione algunas asperezas de nuestra vida personal. Dos muchachos con un vínculo natural, que no es cien por cien idílico como busca la mayoría, pero que incluso en momentos no tan pletóricos pueden caminar de la mano con firmeza y sin perderse el uno al otro, siempre que no pierdan ese norte que un día decidieron mirar en común.
Avery y Ryan son dos desconocidos cuyo primer encuentro los convierte en pareja en potencia. En ambos vemos, cada uno con su propia personalidad, la emoción, los nervios e incluso los miedos de conocer a alguien nuevo que prometa entrar en tu vida de manera especial; esa primera chispa de vigorosa química que deberán descubrir si esa reacción perdura o no. Dos muchachos con sus similitudes y diferencias, con partes de sus vidas que recelan o se avergüenzan a la hora de compartir, con la preocupación de que ese extraño encontrado de manera casual no pueda entenderles como ellos empezaron a desear cuando sus miradas se cruzaron aquella noche. Avery es quizás el que en general caiga más en la timidez algo cohibida y Ryan el que se lance más a conocer mejor a ese chico de pelo rosa al que no dudará en dedicar su interés y su empatía; pero esto no quita que al teñido de azul le pierda la sombra de sus propios fantasmas y el peso de algunas de sus cruces difíciles de encarar, que quizás pongan en riesgo algo que podría ser único y prometedor.
Y por último, y no menos importante, Cooper. Un personaje digno de compasión, pues su propio miedo y ostracismo (en especial hacia su padre) es lo que facilita que pueda perderse a sí mismo en todos los sentidos, y alguien como él puede ser inconscientemente dañino y autodestructivo cuanto más crece lo que despierte miedo y duda en su interior.
Y como personaje considerado de relevancia, aunque no participe en los acontecimientos ni sea alguien propiamente dicho, tenemos esa voz narradora. Concebido, ni más ni menos, como una especie de representante de la memoria de todos los homosexuales que han caminado por este mundo, los predecesores de los que caminan hoy en día por la vida; aquellos que les tocaron épocas y circunstancias incluso más difíciles, ya sea por la represión social, las vejaciones de quienes esgrimían el odio y el asco, o el virulento azote de la poco memorable época del sida. Visceral resulta la angustia de esta voz cuando estos muchachos sufren o son víctimas de alguna injusticia, el orgullo que martillea en su esencia cuando luchan por lo que creen o superan un nubarrón de sus circunstancias, o la necesidad de ayudarles y no ser capaces de ello. Y mediante este narrador como personaje espectador, se trata de hacer ver al lector que hubo tiempos mucho peores que ahora para los homosexuales, tiempos en los que se luchaba más para tener por lo menos un pequeño remanso de alegría entre la amargura, pero que precisamente por estos antecedentes nos hace valorar más lo que se ha logrado a base de décadas (e incluso siglos) y lágrimas; pero no por ello no se puede dejar de avanzar en este sentido, como hace la propia humanidad.

En general, una novela bien condensada en sus poco más de doscientas páginas, con líneas que rezuman puro potencial narrativo que atrapa y agrada, que con facilidad emociona y da pie a la reflexión. Una trama tierna y conmovedora, dulce y amarga en correctas proporciones, que puede verse un tanto sencilla y mundana en muchos aspectos, pero curiosa y bastante singular como para que muchos puedan identificarse en mayor o menor medida, completamente imposible de adelantarse a los acontecimientos que aquí se exponen. Sus personajes, con cada situación que viven durante ese largo beso que revoluciona en más de un sentido a quienes se hacen saber del mismo, entonarán con sus acciones algo digno de recordar, reflexionar y creer.
Un final que me dejó satisfecho por entero. Aunque es cierto que encontré ciertos puntos que no vi que se atajaran del todo aunque sí se intuyan, Dos chicos besándose no podía terminar de otro modo para que fuera la lectura whorty que a mi parecer ha demostrado ser.

Conclusión: Chicos que les gustan otros chicos, pero cuyas vidas, sueños, miedos y metas no se diferencian en realidad de los chicos que les gustan las chicas (y viceversa). Una novela que conciencia de esa homofobia que se resiste a desaparecer del todo por mucho que la tolerancia y el respeto se hayan asentado en la sociedad de este siglo XXI; y del mismo modo alienta a seguir atribuyendo toda normalización plena incluso en algo tan simple como dos hombres que se besan.


Mi valoración global: 5/5

sábado, 25 de marzo de 2017

Crítica personal: Memorias de Idhún II - Tríada

Título: Memorias de Idhún II: Tríada
Autora: Laura Gallego
Editado en España por: SM

Sinopsis:

“El dragón y el unicornio han llegado… El dragón y el unicornio están aquí…” La noticia corre como la pólvora entre los Idhunitas contrarios a la tiranía de Ashran el Nigromante. Crecen así las esperanzas de que la ansiada profecía se cumpla y el mundo de Idhún sea liberado. Y, sin embargo, la guerra sigue y los miembros de la Resistencia toman caminos diversos. Además, ¿cómo creer en Jack y Victoria, si Kirtash, el shek, está con ellos?

Crítica personal (puede haber spoilers):

Los intensos acontecimientos narrados en el primer libro de esta trilogía a duras penas fueron la premisa de lo que de verdad estaba por llegar.
Finalmente, una vez encontrados el dragón y el unicornio, la Resistencia decide dejar atrás la Tierra para regresar a Idhún. La profecía parece estar dando los primeros pasos hacia su culminación, pero nadie contaba con que Kirtash, un shek e hijo de Ashran, se “uniera” a sus filas por sus inesperados sentimientos por Victoria (encarnación humana de Lunnaris, el último unicornio); o que esta no sólo le corresponda, sino que al mismo tiempo sienta amor recíproco hacia Jack (encarnación de Yandrak, el último dragón), el cual atesora un odio instintivo correspondido hacia el joven con el que comparte el corazón de su amada.
Los pueblos que ansían la libertad de Idhún a duras penas soportan el yugo del Nigromante, volcando sus esperanzas más en esa profecía que en esa Resistencia que comienza a buscar vías de crecer y fortalecerse ante un conflicto tan desnivelado como inexorable. Pero nadie entenderá cuan importante puede ser el extraño vínculo que unen al unicornio, el dragón y el shek; además de inverosímiles verdades tras las palabras de los oráculos.

Tríada nos sumerge en una aventura de proporciones homéricas, junto a un triángulo amoroso singular que tendrá demasiado que ver con el destino de la confrontación entre la Resistencia y los aliados que recopilen por el camino contra la tiranía de Ashran y los sheks. Este segundo libro, aunque tenga de por medio una mayor presencia de un cliché típico que es una profecía, alardea credenciales de ser un entramado finamente hilado con secretos, intrigas, mentiras y traiciones; con la acción trepidante que preña cada página; con la impertérrita voluntad de los miembros de la Resistencia tanto en sus objetivos comunes como en otros más personales; con la minuciosa pulcritud de las jugadas de Ashran en esta partida tan decisiva en ese exótico y atractivo escenario que es Idhún; con todo lo que puede surgir entre los tres jóvenes cuyos destinos y sentimientos se entrelazan.

Uno de los puntos fuertes de Tríada es que se muestra al fin Idhún como mundo en todo su esplendor, con un detalle en todos sus aspectos perfectamente concebidos (geografía, razas, culturas, creencias, etc) y con una coordinación y coherencia que agrada al lector y espolea la curiosidad por ese lugar tan recóndito al nuestro. Además se profundiza claramente en reflejar como es ese mundo en los años de tiranía del Nigromante, donde los mezquinos han sabido como dar rienda suelta a sus peores deseos y ambiciones, donde los justos y débiles a penas se les permite callar y cabizbajar ante la injusticia a la que parecen haberse acostumbrado del todo.

Este segundo libro es donde más se marca el verdadero despertar de Victoria y Jack como unicornio y dragón, además del conflicto interno que sufre Kirtash entre el shek de su interior y ese lado humano que se ganó el nombre de Christian. Llegué a sentirme, sobre todo cuanto más avanzaba la novela, que cada uno de estos tres personajes representaba dos entidades separadas en un mismo recipiente, que a veces puedan debatirse en conflicto entre el lado humano y el instinto de la criatura sobrenatural; y al mismo tiempo, convertirse esta dualidad en dos piezas conexas inseparables y dependientes la una de la otra, capaces de armonizar si cada uno de estos personajes encuentra su propio punto de balance.

Sin duda, al igual que todo lo que implica la profecía y el inminente conflicto decisivo, se vuelve más crucial y complejo, página a página, el triángulo amoroso Jack-Victoria-Christian. Primero por el hecho que ella ame exactamente igual a ambos muchachos y que mantenga una relación con ellos de manera simultanea cuando están a su lado, aunque esto no implica la total conformidad de ellos dos. Por otra parte está ese virulento punto de tensión entre Jack y Christian, aunque sea el primero el único que da señas claras de celos y exigencias, porque aquí entra en juego, para complicar más todavía la ecuación romántica, el odio inevitable y racial que se profesan el dragón y el shek, toda una prueba a afrontar cada vez que ambos están cerca y que tratan de mantener a raya lanzarse el uno a la yugular del otro a la primera de cambio por el amor que sienten sus lados humanos… pero nada garantiza que esa tregua sea tan indefinida como desearía Victoria.
También se distinguen los dos universos tan distintos que son ambas relaciones por separado. Jack es más apasionado, expresivo y ligado en sus sentimientos, mientras que Christian es más independiente y libre pero no por ello menos sincero y desvivido que el otro; y aquí choca el gozo emocional de Victoria con cada uno de ellos, a pesar de esa marcada diferencia. Además, otro aspecto interesante es la relación que previsiblemente inician Jack y Christian al comienzo del libro, cuando logran atar lo suficiente corto ese odio ineludible; lejos de que puedan ser amigos propiamente dicho, pero sí cordial y respetuosa hasta cierto punto dentro de esa difícil situación cuando anteponen a Victoria, al comprender a su vez que el otro la ama con la misma franqueza y que privárselo sería un egoísmo que pondría en tela de duda la franqueza de su amor hacia ella.

Tríada se compone por Despertar y Predestinación, de catorce capítulos cada uno, con un prólogo al comienzo del primero y un epílogo cerrando el segundo, y una vez más la voz en tercera persona se encarga de la narración.  Ambas partes corresponden a los libros tercero y cuarto de los seis que originalmente compusieron la obra antes de su conversión oficial y definitiva en trilogía.
El estilo narrativo y la creatividad de Laura Gallego siguieron sin darme motivos de decepción, además de regalarme aquí uno de esos casos que rompe mi rutina de lectura en que una segunda parte decaiga ligeramente respecto al inicio. Si La Resistencia me lanzó un cabo, Tríada me espoleó a asirme a esta lectura con fuerza. Una prosa detallada pero directa, intensa sin ser abrumadora, junto a la concepción de un mundo preñado de fantasía y aventura que se ganan fácilmente el calificativo de “épico” son claros ejemplos de que Memorias de Idhún sea la obra estandarte de esta excelente autora. Otra virtud de la narrativa de Gallego digna de elogio y admiración es el amplio abanico de emociones que rezuman sus personajes, tan distintos entre sí, del amor al odio, pasando por la tristeza, la alegría, el deseo, el anhelo, la rabia y la impotencia entre tantos; un mar de sentimientos que pasan muchas veces de uno a otro de manera súbita pero sin que esto se vuelva un caos. Si argumentalmente logra equilibrio, su pluma también al transmitir dulzura sin caer en líneas empalagosas y el dinamismo que está lejos de resultar vacuo.

Victoria, quizás el eje más crucial de Memorias de Idhún, es un personaje que me produjo empatía y a su vez supuso un reto para la comprensión. Su personalidad agrada, gentil y frágil pero decidida y obstinada; aunque eso no facilitaba tanto el vislumbrar lógica sobre sus complicados sentimientos. Sin embargo, se irá dando a entender un poco mejor el porqué de esta forma de amar tan extraña a esos dos jóvenes destinados a un odio racial insuperable por más que ellos lo retengan. Del mismo modo, se irá mostrando más la influencia del unicornio en su personalidad para explicar mejor la forma de ser de Victoria. En general, un personaje con el que disfruté leyendo, es especial por la repercusión sobre ella de distintos acontecimientos de esta trama en los que a veces su corazón noble y su doble amor despedido pueden llegar a ser su propia perdición. Llegó a sorprenderme en gran medida, además de emocionarme y consternarme a lo largo de la segunda mitad del libro.
Jack llegó a agradarme en mayor medida que en La Resistencia. Por un lado, no deja de ser un muchacho como cualquier otro, y eso se demuestra lo que le cuesta digerir que la dicha de gobernar en el corazón de Victoria implica un reino con dos coronas. En Tríada se vuelve más nítida y firme la línea de su evolución y maduración tras cada acontecimiento que fraguará en él alguien nuevo pero que tampoco deja de ser ese Jack del comienzo. Quizás de los tres principales es el que más se encuentra a sí mismo, sobre todo en lo que se refiere a Yandrak.
Kirtash/Christian sigue siendo un personaje interesante de leer, sobre todo porque aquí se nos regala la oportunidad de conocerle mejor; sobre todo de lo que está implicando en él sus sentimientos por Victoria o la superficial relación que mantendrá con otras personas, en particular Jack. Se indaga más allá de la imagen de asesino que se ganó el temor de todos los idhunitas, o del híbrido humano y shek que lo convirtió su padre. Se nos muestra su frialdad e indiferencia prácticamente incurable que su amada y parcialmente su antagonista son de los casos puntuales capaces de traspasar, pero muy intrínsecamente se llega a vislumbrar que no es el cero absoluto a nivel de emociones. El estigma de su historial de muertes y la facilidad con la que ignora el valor de la vida será algo muy marcado en él, pero que no dejará de entreverse que eso es sólo la punta más sombría del iceberg de su persona. Su forma de amar trata de demostrar que la independencia y la libertad en una pareja no están reñidas con la ligadura entre sendos corazones. Aunque su proceso de desarrollo no me resultó tan acentuado como el de Jack, Kirtash tampoco me dejó indiferente.
Son muchos los personajes que se muestran aquí. Viejos conocidos como Alexander, Shail y Allegra a los que sumar caras nuevas que se unen para expandir y enriquecer tanto la trama como el escenario principal. Y resultó agradable en buen grado como estas pequeñas piezas llegan a destilar una presencia y una participación mucho más grande de lo que puede esperarse de secundarios, con historias y dilemas personales enredándose con acciones vinculadas a los acontecimientos principales que se explotan más de lo que me cupe esperar al iniciar esta lectura. De algún modo, en general, este amplio abanico de personajes, entre humanos y otras razas de Idhún, son un gran sostén tanto para el trío protagonista como al porvenir marcado por la profecía.
Ashran el Nigromante siguió pareciéndome un antagonista bastante interesante. Cumple su rol con los criterios más clásico, pero al mismo tiempo con evidentes pinceladas que lo alejan lo suficiente de los clichés. Algo positivo en este personaje es su velo de misterio que supone tanto sus metas verdaderas, las sendas por las que quiere encauzar en verdad sus planes y, obviamente, su propia persona. Sorprendentemente inquietante en sus apariciones, pues uno no evita recelar de él por su temple incluso en momentos en que parece estar en jaque o que ocurra algo en la trama que evidencia más el peligro que corre su supremacía; porque a veces da la impresión de que va más de un paso por delante, incluso cuando todo parezca ir poco a poco en su contra, sin que la profecía o las decisiones de las piezas principales de la misma le perturben lo más mínimo.

A groso modo, Tríada es una continuación atractiva e intensa que engrandece la trilogía, con giros en el argumento que la hacen escasamente previsible, un ambiente de fantasía y de aventura que atrapa. En general, y para agrado del lector, los caminos que siguen tanto la trama principal como el factor romántico son difíciles de anticiparse, y en general logran impactar con asiduidad; sobre todo en esa parte intermedia entre el tercer y cuarto libro.
El final no es menos que soberbio, con promesas de ser determinante pero dejando la incertidumbre necesaria para picar a adentrarse sí o sí en Panteón. Aunque muchos acontecimientos de la trama puedan darse por cerrados al final de estas líneas, no todo estará tan atado como muchos habitantes de Idhún puedan dar por sentado, en especial las propias tribulaciones de los principales implicados de la Resistencia; porque todavía les depara mucho más allá de estos acontecimientos narrados en Tríada, y seguramente en una escala superior a lo narrado en estas páginas. Y algo que me agradó en este aspecto fue el epílogo: impactante y demoledor, inesperado saliéndose de toda conjetura, capaz de dejar al lector abrumado e incrédulo hasta que pueda sondar el último capítulo de esta trilogía que, a estas alturas, se ha ganado el adjetivo de memorable.

Uno de los atractivos de este libro, a nivel edición, es su diseño. Sus páginas y su sobrecubierta siguen la línea de La Resistencia, pero la cubierta inferior, tanto en su exterior como en sus caras interiores, regala ilustraciones de esta historia (de Marcelo Pérez) y un mapa bastante detallado de Idhún (de José Luis Navarro); elementos que la hacen ganar frívolos puntos a esta lectura.

Conclusión: Un mundo fantástico y mágico lleno de posibilidades, con una trama llena de acción y una historia de amor a tres bandas que se compenetran y equilibran a la perfección en el argumento de este segundo libro. Los sentimientos de Victoria, Jack y Kirtash tendrán mucho que decir en la profecía, mientras algunos están dispuestos a luchar por Idhún, moviéndose creyendo en sí mismos independientemente a las palabras de los oráculos. Tríada es el perfecto cantar de los juglares de ese mundo que narre el principio de un final… o el preludio que de pie a otro cantar aún por entonar en Panteón.


Mi valoración global: 5/5

lunes, 13 de marzo de 2017

Crítica personal: El Corredor del Laberinto 3 - La Cura Mortal

Título: La Cura Mortal
Título original: The Death Cure
Autor: James Dashner
Editado en España por: Nocturna Ediciones

Sinopsis:

«Mátame. Si alguna vez has sido mi amigo, mátame».

Desde hace tres semanas, Thomas vive en una habitación sin ventanas, de un blanco resplandeciente y siempre iluminada. Sin reloj y sin contacto con nadie, más allá de las tres bandejas de comida que alguien le lleva a diario (aunque a horas distintas, como para desorientarle).

Al vigésimo sexto día, la puerta de abre y un hombre le conduce a una sala llena de viejos amigos.

Muy bien, damas y caballeros. Estáis a punto de recuperar todos vuestros recuerdos. Hasta el último de ellos.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Al tratarse del final de una saga/trilogía, será inevitable la mención de sucesos considerados sabidos. Si lees esta reseña sin haberte adentrado previamente en los libros anteriores, hazlo bajo tu propia responsabilidad.

Thomas siente, durante ese aislamiento en el cual es sometido tras el rescate de los munes supervivientes de las pruebas en la Quemadura, que los planes de CRUEL no terminarán nunca, y que estos seguirán jugando con todos ellos. Sin embargo, no siempre saldrá todo dentro de las conjeturas de esa organización, pues las elecciones de esos jóvenes parecerán salirse al fin incluso de los propios márgenes de seguridad del Hombre Rata.
Una elección y una revelación que impactará en todos ellos. ¿Recuperar todos sus recuerdos, con todo lo que ello conlleva, o no? ¿Qué pasaría al descubrirse que no todos eran inmunes al Destello y quienes podrían estar ya contagiados?

Aquí se pone punto y final a todo lo que empezó con el laberinto. La búsqueda de CRUEL por esa ansiada cura ha durado demasiado tiempo, con tal seguridad en sus propósitos que creían que nada podría variar; pero en esta vida, y más con una enfermedad como el Destello pululando por el mundo, nada puede estar afianzado por más en corto que se trate de atar.
Muchas vidas inocentes y jóvenes se perdieron durantes los experimentos, esperando esas variables que brindaran la solución al mal que carcome a la humanidad hasta la denigrante  demencia. Todas utilizadas sin remordimiento por parte de CRUEL, justificándose en el altruismo de un bien mayor. Y aquí, ya sea para bien o para mal, todo acabará.

En La Cura Mortal se dará inicio a una serie de acontecimientos determinantes a raíz de las decisiones de unos y otros personajes (obviamente, en especial por parte de Thomas) en medio de ese mundo cada vez más sumido al fracaso y la decadencia de la raza humana ante esa extraña enfermedad. Pero más allá del porvenir delicado de la sociedad, Thomas transitará más pruebas y sinsabores que pondrán en juego mucho de sí mismo y de quienes le rodean; y posiblemente a muchas más personas de las que pudiera imaginarse.
Aquí la supervivencia propia y, a lo sumo, de quienes sean allegados se vuelve más crucial que nunca; pero quienes se hayan calado a su protagonista, sabrán de antemano que es muy probable de casos en que trate de expandir los límites de su buena fe y de su preocupación hasta un radio poco esperado en un mundo que tiende más al egoísmo y la infamia.

Y por más que se resistan, el jaque a CRUEL se vuelve más factible no tan fácil de conseguir. Se obcecan en su ansiada cura, sin reparar en costes tanto económicos como humanos, pero su escasa y dudosa credibilidad se vuelve más delicada a medida que se destapan incoherencias y realidades que ni el mismo Janson quiere reconocer aunque las evidencias sean estampadas en su cara de rata, dispuesto a seguir intentándolo todo con tal de no dar crédito a sus posibles fracasos.
Pero la misma visión de CRUEL sigue siendo un punto que da puerta abierta a más de un debate. Puede que algunos sí que crean en las palabras de Teresa, de que CRUEL es buena porque están dispuestos a todo por esa cura del Destello, si desde la objetividad se pone en una balanza por un lado el sacrificio y en el otro plato las posibilidades de recuperación de la humanidad y, en consecuencia, de ese mundo azotado; pero eso no resta lo injusto e impúdico que representa el uso de esas vidas como meras herramientas por más que se trate de pensar en el futuro, además de lo mucho que flojea esa determinación cuando se desgrana la propia corrupción de moral en mayor o menor medida en quienes forman cabeza pensante y ejecutora de esta organización.

Este último acto de El Corredor del Laberinto promete ser más inesperado e impactante que los anteriores, donde se pone en juego literalmente todo. Se apartan todos los telones que quedaban sobre ese escenario, el mundo del que tan poco recordaban los clarianos, y toda la situación real de la que vivieron forzosamente ajenos. El lector ve junto a los protagonistas como se esclarece ese mundo y la verdad de esa crisis que lo lleva a un agonizante límite, dándose aquí una dimensión mucho mayor de lo que ofrecía tanto el laberinto como la Quemadura; que por más preventivas que sean las medidas de la sociedad, el Destello se vuelve una marea imposible de domar para los desdichados que no gozan de la suerte de pertenecer a esa minoría inmune, y no ayuda nada la podredumbre de algunos individuos que a nivel humano no son demasiado mejores que esos locos que han perdido todo control de sus cerebros. Es entonces cuando uno se desprende de toda duda de que si esta trilogía pertenece de verdad al género en el que es catalogado.
Y como buena distopía, teniendo en cuenta todo lo expuesto en los anteriores libros y que aquí nos hayamos en un punto y final, se muestra en este punto el paroxismo que puede alcanzar la historia en lo que se refiere a resultar despiadada argumentalmente, con caprichosas ironías del destino y la muerte jugando con su guadaña con mayor travesura. Ahonda al lector en un futuro hipotético realmente arrasado, con la desesperación convertida en un cabo al que se agarran en ese mundo que amenaza con volverse más y más caótico. Pero a pesar de todo, aún demuestra que haya cabida para un resquicio de lo mejor de las personas a pesar de que esto sea una débil llama; y precisamente ese último bastión de humanidad que vemos entre su elenco hace que el libro sea bastante visceral.

El estilo de su autor sigue la línea de los anteriores y de manera más potenciada. Desde mi propia perspectiva, es el que más derrocha dinamismo y fluidez en su exposición, haciendo James Dashner que sus páginas te atrapen más en este tercer volumen, sabiendo espolear las ansias de curiosidad del lector. Ya el mero hecho de escrutar la prosa y la creatividad base de este autor supone un punto de consideración a esta lectura si uno es afín a las novelas distópicas.

Aquí vemos a un Thomas más curtido después del laberinto y las Pruebas, pero aún así sigue sufriendo y padeciendo sin caer de lleno a la insensibilidad más profunda. Afrontará muchas decisiones difíciles y amargas, se sentirá romper en cuerpo y alma, pero aun así seguirá avanzando de algún modo por más que duela, tragando muchas veces para sí mismo lo peor que tocará afrontar y contemplar, sin perder esa virtud suya de abnegarse por los demás (en especial a quienes estima). Aquí se aprecia más lo humano que es, en su sufrimiento y su tristeza, en los escasos momentos de dicha dentro de la adversidad en la que se bambolea, en su rabia e impotencia; y como protagonista, en este último tramo, ha sabido demostrar mejor su rol.
Newt y Minho serán más cercanos e inseparables que nunca con Thomas ante las tribulaciones en las que se embarcan sin premeditación, moviéndose siempre adelante aunque sólo puedan ver tinieblas soterrando su futuro. Ambos serán víctimas del destino, en mayor o menor medida, pero hasta el mismo final siempre estará patente, por muy remoto que sea, el vínculo que les ha unido a ambos desde los tiempos del Claro y lo que ellos han llegado a estrechar sus almas con ese verducho que tanto ha influido en ellos. En un sentido u otro, estos dos personajes y sus resoluciones en la trama lograron conmoverme.
Teresa ha seguido demostrando aquí, desde mi criterio, una caída constante como personaje, en algunos momentos de modo gradual pero en otros precipitándose en picado. Un personaje desaprovechado que ni siquiera en el final logró ser tan memorable como se esperaba que fuera. Y casi lo mismo podría decir de Brenda, que también relucía algo de potencial pero que, a pesar de no desagradarme, tampoco logré ver en ella una heroína complementaria al principal. Quizás las féminas sean uno de esos puntos en los que me haya faltado convicción.
La verdad es que poco llegó a calarme el resto del elenco, al sentir que se centra más en Thomas, Newt, Minho e incluso Brenda. Algunos como Jorge y Fritanga seguirán dando su participación dentro de lo que estipuló el autor en el proceso creativo, otros nuevos pasan como tímidas estrellas fugaces que sostienen lo que les corresponden de la trama, junto algunos personajes que ya su mera aparición son un choque argumental para el lector. Destacaría en todo caso a Janson, un antagonista que tampoco vi mucho como tal al comienzo pero que ha demostrado ser bastante digno del rol que le corresponde, siendo alguien realmente tenaz en su perfidia, obsesionado en sus metas incluso si estas fueran castillos en el aire, incapaz de conmoverse ante el sufrimiento ajeno, llegando a sorprender a medida que se acerca su última escena.

Algo que caracteriza a La Cura Mortal es que demuestra ser, por un lado, un cierre de trilogía imprevisible, vertiginoso, argumentalmente despiadado y demoledor en muchos momentos. Sin embargo, estos puntos a su favor no restan que en lo personal no alcanzara la algidez que podría augurarse en un punto y final como es el caso, haciendo que en este aspecto pierda cierta convicción, lo cual no resta que me agradara la resolución de esta historia. Hay personajes (y destino de los mismos) que supusieron un vuelco para mí como lector y que llegaron a emocionarme, pero hay otros que me dejaron más bien tibio, incluso en casos donde prometía que dejaran huella.
Además, a la par que se revelaban puntos importantes que se llevaban arrastrando incluso desde el primer libro, fueron surgiendo otros que me despertaban nuevas dudas, en especial por lo que se refiere a la omnipresente enfermedad, siendo esto un motivo de dudas que sentí que se esclarecían en buena medida en su precuela El Destello.
Un final que agrada, con posibilidades, pero que de igualmente no terminó de dejar la impronta que aguardé en mis expectativas. Esto me despertó sentimientos encontrados, considerando que otros cauces en la trama pudieron darle un final más de mi agrado personal, pero al mismo convencido de que todo esto en general no podía haberse finiquitado de otra manera.

Conclusión: Un cierre de trilogía que da una de cal y otra de arena. Un final intenso y vertiginoso, con mucho pie a reflexiones morales en ese mundo caótico, pero que no logra dar del todo el mérito que prometía su potencial. De todos modos, El Corredor del Laberinto es, de principio a fin, una saga que agradará a cualquier lector que encuentre su encanto al género de distopía.


Mi valoración global: 3/5


viernes, 24 de febrero de 2017

Crítica personal: Little Women (Mujercitas)

Título: Little Women
Título en español: Mujercitas
Autora: Louisa May Alcott
Editado en inglés por: Varias editoriales
Editado en España por: Varias editoriales

Sinopsis:

Come laugh and cry with the March family.
Meg − the sweet-tempered one. Jo − the smart one. Beth − the shy one. Amy − the sassy one. Together they’re the March sisters. Their father is away at war and times are difficult, but the bond between the sisters is strong. Through sisterly squabbles, happy times and sad, their four lives follow different paths, and they discover that growing up is sometimes very hard to do…

Crítica personal (puede haber spoilers):

Un clásico en el que siempre quise adentrarme a raíz de las diferentes adaptaciones para la pequeña y gran pantalla con las cuales disfruté tanto a lo largo de mi vida, pero ha tenido que pasar bastante tiempo para que se terciara la ocasión (además en inglés).

La historia gira en torno al hogar de los March en Concord, Massachusetts, más concretamente en las cuatro hijas del matrimonio. El telón de fondo histórico de los acontecimientos que viven es la guerra de Secesión norteamericana, lo que acredita a nivel argumental la ausencia del cabeza de familia, Robin, al alistarse como capellán para el ejército de la Unión.
Se nos presenta cuatro hermanas realmente distintas entre sí. Margaret (Meg), de dieciséis años al comienzo de la novela; Josephine (Jo) de quince, Elizabeth (Beth) de trece y Amy de doce. Las cuatro viven con su madre, Margaret como la primogénita aunque es más conocida entre los suyos por el apelativo de Marmee, una mujer que demuestra temple, predisposición y caridad; ayudando con entrega y dentro de sus limitaciones a los más necesitados.
Se nos da a entender casi desde el inicio que los March conocieron tiempos mucho mejores que a penas recuerdan las dos hijas menores, pero las circunstancias y el abuso de terceros a la buena fe de Robin hicieron evaporar su riqueza hasta llevar a la familia, de manera inevitable, hacia una situación de pobreza de la que se mantienen más o menos a flote con gran esfuerzo.

Junto a su humilde hogar en el momento de esta novela, está la mansión de su adinerado y anciano vecino, el empresario James Laurence, adonde recién se instala el nieto de este, Theodore, de la misma edad que Jo y que siente curiosidad por la bulliciosa vida de sus vecinas desde la quietud sobria del hogar de su abuelo.

La historia de Mujercitas es un paseo por la vida de estas cuatro hermanas y de quienes las rodean, mostrando los momentos buenos y malos que afrontan mientras el padre está lejos en la lucha contra el ejército Confederado.
Cada una de estas cuatro muchachas cuenta con sus virtudes y sus defectos, como cualquier persona, y las experiencias y tribulaciones que les depara esa juventud serán pequeñas pruebas para sí mismas; y bajo el atento amparo juicioso de su madre aprenderán a pulir más aún lo mejor de ellas mismas y tratar de borrar, o al menos controlar, sus propias faltas.
Se nos presentan las complicaciones de una familia adinerada acostumbrándose aún a una vida más comedida, con privaciones que les eran desconocidas en el pasado, teniendo las dos mayores la iniciativa de trabajar para ayudar en lo posible con los gastos del hogar; Meg como institutriz para los hijos menores de un hogar próspero; y Jo acompañando y haciendo de lectora en voz alta a la tía March, una viuda adinerada tía de Robin. Sin embargo, a pesar de las complicaciones económicas y de mostrarnos que el dinero es necesario para vivir, en una época en la cual las mujeres solían considerar importante casarse con alguien rico obviando a los hombres más humildes, aquí nos enseña que hay algo más, que el poderoso caballero no garantiza la felicidad como cree la mayoría de las personas. Se acentúa la humildad y los sentimientos ante la vacuidad que suponen las banales posesiones y el afán por estas de tantas personas.

Mujercitas es una obra que trata de espolear lo mejor de las personas, de sacar esa bondad innata que posee el lector como ser humano. Esto puede apreciarse por las acciones humildes y clementes de Marmee March con sus semejantes, en como supervisa y en ocasiones asesora a sus cuatro hijas a combatir sus tentaciones, miedos y defectos para que las cosas maravillosas que pueden ofrecer al mundo reluzcan; y ante todo, que sean en el día de mañana mujeres respetadas y admiradas por todos, amables y trabajadoras, pero ante todo que sean felices en sus vidas adultas.

La relación entre las cuatro hermanas me pareció cautivadora. Todas distintas entre sí, contrastes que noté incluso más acentuados respectivamente entre las dos mayores y las dos menores; y en conjunto demuestran la intensidad y autenticidad del amor fraternal (además del familiar con su madre) mucho más allá de esa mera lealtad de la sangre por la sangre que en muchos casos ya supone una imposición absoluta. Y en buena parte, considero que Jo es el nexo más fundamental entre las cuatro por las férreas y dispares relaciones que mantiene con sus tres hermanas: Cercana con Meg por la escasa diferencia de edad que las distan, habiendo entre ambas la confidencia que puede encontrarse en dos amigas del alma; protectora y afectiva con Beth, con la cual se aprecia un vínculo especial y casi maternal; turbulenta con Amy, a quien en verdad quiere como a las otras dos pero porfiada a la hora de chinchar a la menor, con la cual mantiene un amor reñido con momentos de asperezas por el choque de sendas personalidades.

Pero a parte de la férrea relación entre las cinco mujeres March, también nos muestra con notoriedad que personas ajenas al núcleo familiar puedan llegar a formar parte del mismo y desarrollar un afecto igual auténtico y sincero, que ese tipo de amor y cariño no es exclusividad a los lazos de sangre. El mayor ejemplo de esto es el propio Theodore, a medida que se profundice más su relación en el seno de la familia vecina; demostrando que el afecto verdadero va más allá de compartir apellidos, clases sociales o posición económica.

Algo a favor de la prosa de la autora es el grado de sensibilidad que derrocha en estas líneas, lo cual no mengua la profundidad; en buena parte debido a lo visceral que es la Alcott al inspirarse en sus propias vivencias, utilizando también como escenario la ciudad donde vivió con sus tres hermanas. Muestra de ello es que la voz narradora de sus veintitrés capítulos, aunque sea la típica en tercera persona, también se ve a la propia autora inmersa en todo lo que viven y sienten las March, convergiendo la escritura de esta historia con la mirada retrospectiva de las propias experiencias que toma como base de inspiración. Puede que para algunos lectores este manuscrito peque de cursilería, pero tampoco se puede negar ese punto favorable que es la forma con la cual refleja el grado de machismo de la sociedad de entonces respecto a la actualidad, así como algunos personajes (en especial Jo) rompen alguna que otra ligadura con los estereotipos femeninos, especialmente en la literatura.

Meg es la mayor de las hermanas, una joven prudente y refinada que derrocha amabilidad y dulzura. Censura el comportamiento de Jo, recordándole a esta que ya no son niñas y que deben comportarse como las señoritas que son. Demasiado calmada y con iniciativa limitada a mi criterio, pero habrá momentos en que demostrará tener más sangre corriéndole por las venas de lo que suele demostrar. El mayor defecto personal de Meg es lo mucho que llega a considerar importante el hecho de tener dinero, pues ella es la que mejor recuerda los buenos tiempos de su familia; añorando la prosperidad, ansiando una vida ostentosa, soñando con ir a miles de fiestas con elegantes vestidos sintiéndose una princesa de cuento y sumergirse en ese mundo frívolo y brillante. Sin embargo, a base de bofetadas sin mano y realidades que contemplará con ojo más crítico, aprenderá otros valores más prioritarios. Curiosamente, es la única de las cuatro que no desarrolla una cualidad artística propiamente dicha.
Jo (un personaje que muchos momentos parece contar con un protagonismo más acentuado) es a ojos de todos una marimacho orgullosa de ello, sin que le importe lo más mínimo esa opinión incluso viniendo de su propia familia. Una muchacha enérgica, fiel a sí misma, brillante, curiosa y sincera hasta decir basta. Con afán y talento para la escritura, a lo que dedica tanto tiempo como le es posible, soñando con ser una escritora famosa y ganar mucho dinero para que su familia pueda tener una vida más cómoda y despreocupada. Es impulsiva y orgullosa en extremo, bastante negada a la hora de reflexionar, saltando a provocaciones con facilidad y su lengua suele ir más rápido que su propio raciocinio; todo esto pocas veces le sirven para bien y más para meter la pata, lo cual la llevará con frecuencia a lamentarse de su temperamento, intentando controlarlo pero sin gran éxito por más sincera que sea su intención. Sin embargo, Jo es lo bastante fuerte, noble e íntegra como para no dar su brazo a torcer a la hora de mejorar y alcanzas sus propias metas; y a pesar de que esos arranques suyos suelen traerle problemas, ese corazón arrojado y entregado también saca a lucir lo que ella es capaz de hacer, incluyendo sacrificios personales, por las personas que quiere.
Beth es calmada y abnegada, capaz de enternecer desde su sencillez tanto a los suyos como al propio lector. Ella es feliz con tan sólo estar en casa (estudiando allí y no en la escuela por su delicada salud), ayudando en las tareas domésticas, tocando el piano y cuidando tanto de sus gatitos como de sus muñecas. Lo más característico de la tercera de las hermanas es su mayor defecto: una timidez tal que incluso tiende a recelar de los desconocidos (principalmente del sexo opuesto), que la lleva a una especie de ostracismo en el que sus padres y hermanas son de las pocas excepciones. Ella está siempre por los suyos, pero en segundo plano como una sombra que tema ser una molestia o una carga para el resto; una vocecilla que pasa desapercibida bajo la fuerza de los demás, bondadosa y con mucha buena fe. Un personaje que en esta familia será quizás de los más sufridos en distintos sentidos, pero que llega a sorprender cuando de algún modo ese cascarón de apocamiento empiece a ofrecer fisuras que permitan ser más confiada y relajada, que no es necesario equiparse con tanta coraza emocional con el mundo exterior a su hogar.
Amy es la que está más cerca de la niñez de las cuatro, la que es tomada menos en serio por situarse justo en la frontera que separa la infancia y la adolescencia. Una chica con buen corazón y sin malicia, aunque contraste su aptitud más bien vanidosa y caprichosa; maravillándose en especial con lo aparentemente bello que ofrece el mundo, tratando de captar esa belleza superficial en su mayor afición que es el dibujo. Otra de sus perdiciones es lo altiva y digna que se siente, algo que empeora cuando alguien (en especial Jo) la trata con condescendencia y la ubique a parte de los considerados adultos. Al igual que sus hermanas, sus vivencias en esta novela la ayudarán a crecer, aunque su camino será el más largo de las cuatro por su juventud. Un personaje que unas veces te enternecerá por la simpleza idílica con la que cree ver la realidad y en otras exasperará por su inmadurez, pasando por la empatía por su propio sentimiento de frustración de que los demás no vean del todo lo poco que le queda a ella de infancia.
Marmee es una madre, esposa y vecina de ensueño. Cordial, amable, templada y caritativa; un ejemplo que espolea la bondad cristiana, atenta de que sus hijas no se descarríen como personas en esa juventud que puede ser determinante en sus maneras de ser, y para estos último puede ser bastante drástica dentro de su propia quietud. Sin embargo, hay algo sobre ella que pocos saben y que una vez llega a conocimiento del lector, este entenderá que no es fácil ser una mujer como es ella, y que incluso llegará a admirar más a Marmee como personaje.
Theodore (Laurie para sus amigos y cercanos, a veces Teddy de forma más íntimamente amistosa para Jo) es un joven inquieto y un tanto díscolo y obcecado, pero sin malicia. Encantador y afectivo con quienes se gana su corazón. Quiere a su abuelo, aunque tengan sus discrepancias sobre el afán de este en que se centre en sus estudios para sucederle en el futuro o su disconformidad a la pasión musical del muchacho. Su alma se vuelve famélica de ese calor familiar que observa y escucha de la casa vecina, tan llena de vida y risas que contrasta con la sobriedad y la quietud en la que vive. A medida que el evidente acercamiento con la familia March se acentúe, será uno más de ello hasta el punto de compartir con ellas risas, juegos, llantos y preocupaciones. Con Jo se aprecia de antemano los brotes de una amistad mucho más intensa, compenetrándose y entendiéndose el uno al otro pero con inevitables choques por tener ambos personalidades intensas, similares en unos aspectos pero dispares en otros; pero el lector no tardará en entrever que bajo esa amistad intensa y franca él germina un sentimiento mayor hacia la segunda de las hijas March.
Otros personajes complementan estos que se vuelven complementarios en el entramado argumental. La tía March es una anciana más bien arisca y demasiado pragmática, pero no es difícil distinguir que en el fondo quiere a la familia de su sobrino político; aunque sea a la manera de su personalidad añeja. James Laurence da el perfil superficial de anciano serio, estricto y huraño, pero las apariencias engañan en buena parte, viendo como acaba estimando el hogar de los March cuando se conozcan mejor, en especial con una de las hijas por motivos propios; y aunque adora a su nieto, es estricto mirando por su futuro y temiendo que viejas historias de la familia se repitan y que el espíritu del muchacho se vuelva demasiado libre e indómito, y la influencia de sus vecinas le ayudará a entender que es necesario aflojar un poco esa bienintencionada presión. Hannah es la criada de los March desde antes de perder su fortuna, y se mantiene fiel a ellos aunque realice sus servicios por vocación y lealtad a la relación tan confiada y familiar con ellos después de tantos años. Otro personaje a tener en cuenta es John Brooke, el tutor de Laurie, un personaje sin demasiada importancia en sus primeras apariciones pero que va ganando un peso gradual dentro de su rol secundario.

En general, la trama es dulce, con sus momentos agrios e inesperados propios de las circunstancias que supone la vida en sí. Una lectura sosegada y sencilla pero que un lector con buen ojo es capaz de entrever la profundidad que posee. Cualquiera podría identificarse en algún momento con las distintas situaciones y reflexiones que ofrece, animando a la superación tanto personal como de las tribulaciones varias que pueden ocurrir en el día a día.
Lo que quizás me desubicó un poco (y que puede que le ocurra a cualquiera que haya visto alguna de sus adaptaciones cinematográficas sin conocer a fondo la bibliografía de Alcott) fue su final. Esta novela culmina más o menos en el ecuador de lo que se ha llevado al celuloide, y la razón es que las distintas películas abarcan tanto esta historia como su continuación directa de la cual yo desconocía (Good Wives en inglés, Aquellas Mujercitas en español); y aunque esta historia acaba bien tal cual, deja bastantes cosas en el aire que puede inquietar la curiosidad del lector como para continuar con la vida de las hermanas March.
Sin embargo, una vez llegado a su desenlace, uno comprueba en su desarrollo una alegoría de lo que supone madurar para las cuatro mujercitas, incluyendo a Amy y Beth a pesar de ser más jóvenes que Meg y Jo, quienes son las más próximas a esa etapa inevitable y cada vez más cerca que es ser verdaderas mujeres.

Sobre las adaptaciones antes citadas, todas reflejan bien lo que condensa esta novela. Esta lectura me esclareció como ocurre de verdad ciertas escenas llevadas al cine de distintas maneras, además de otras que nunca se mostraron en la gran pantalla o que se vieron de manera demasiado vaga. Todas son dignas de ser visualizadas, desde la primera de 1933 hasta la más conocida y reciente de 1994 (con Katherine Hepburn y Winona Ryder encarnando a Jo respectivamente); pero mi predilección personal es la de 1949 en la que Elizabeth Taylor toma el rol de Amy.

En lo que respecta a su lectura en inglés, que este fue el caso, no supone un verdadero desafío. Quienes tengan al menos el nivel del certificado B1 podrán afrontarlo con fluidez, pero también es una buena lectura para los que no sean tan versados pero sí iniciados en el idioma; aunque la consulta al diccionario o traductor de turno puede ser inevitable tanto para unos como para otros, sobre todo por algunas expresiones y estructuras gramaticales que son menos frecuentes incluso para los hablantes nativos de hoy en día.

Conclusión: Una historia de una familia unida y buen avenida incluso en la pobreza, las limitaciones o las diferencias de caracteres de sus integrantes. Un día a día que puede ser especial si uno conecta con la visión de las hermanas March capaz de contagiar a quienes las rodean.


Mi valoración global: 4,5/5