Título: La Cura Mortal
Título original: The Death
Cure
Autor: James Dashner
Editado en España por: Nocturna
Ediciones
Sinopsis:
«Mátame. Si alguna vez has sido mi amigo, mátame».
Desde hace tres semanas, Thomas
vive en una habitación sin ventanas, de un blanco resplandeciente y siempre
iluminada. Sin reloj y sin contacto con nadie, más allá de las tres bandejas de
comida que alguien le lleva a diario (aunque a horas distintas, como para
desorientarle).
Al vigésimo sexto día, la puerta de
abre y un hombre le conduce a una sala llena de viejos amigos.
Muy bien, damas y caballeros.
Estáis a punto de recuperar todos vuestros recuerdos. Hasta el último de
ellos.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Al tratarse del final de una
saga/trilogía, será inevitable la mención de sucesos considerados sabidos. Si
lees esta reseña sin haberte adentrado previamente en los libros anteriores,
hazlo bajo tu propia responsabilidad.
Thomas siente, durante ese aislamiento en el cual es sometido tras el
rescate de los munes supervivientes de las pruebas en la Quemadura, que los
planes de CRUEL no terminarán nunca, y que estos seguirán jugando con todos
ellos. Sin embargo, no siempre saldrá todo dentro de las conjeturas de esa
organización, pues las elecciones de esos jóvenes parecerán salirse al fin
incluso de los propios márgenes de seguridad del Hombre Rata.
Una elección y una revelación que impactará en todos ellos. ¿Recuperar
todos sus recuerdos, con todo lo que ello conlleva, o no? ¿Qué pasaría al
descubrirse que no todos eran inmunes al Destello y quienes podrían estar ya contagiados?
Aquí se pone punto y final a todo lo que empezó con el laberinto. La
búsqueda de CRUEL por esa ansiada cura ha durado demasiado tiempo, con tal
seguridad en sus propósitos que creían que nada podría variar; pero en esta
vida, y más con una enfermedad como el Destello pululando por el mundo, nada
puede estar afianzado por más en corto que se trate de atar.
Muchas vidas inocentes y jóvenes se perdieron durantes los experimentos,
esperando esas variables que brindaran la solución al mal que carcome a la
humanidad hasta la denigrante demencia.
Todas utilizadas sin remordimiento por parte de CRUEL, justificándose en el
altruismo de un bien mayor. Y aquí, ya sea para bien o para mal, todo acabará.
En La Cura Mortal se dará
inicio a una serie de acontecimientos determinantes a raíz de las decisiones de
unos y otros personajes (obviamente, en especial por parte de Thomas) en medio
de ese mundo cada vez más sumido al fracaso y la decadencia de la raza humana
ante esa extraña enfermedad. Pero más allá del porvenir delicado de la
sociedad, Thomas transitará más pruebas y sinsabores que pondrán en juego mucho
de sí mismo y de quienes le rodean; y posiblemente a muchas más personas de las
que pudiera imaginarse.
Aquí la supervivencia propia y, a lo sumo, de quienes sean allegados se
vuelve más crucial que nunca; pero quienes se hayan calado a su protagonista,
sabrán de antemano que es muy probable de casos en que trate de expandir los
límites de su buena fe y de su preocupación hasta un radio poco esperado en un
mundo que tiende más al egoísmo y la infamia.
Y por más que se resistan, el jaque a CRUEL se vuelve más factible no tan
fácil de conseguir. Se obcecan en su ansiada cura, sin reparar en costes tanto
económicos como humanos, pero su escasa y dudosa credibilidad se vuelve más
delicada a medida que se destapan incoherencias y realidades que ni el mismo
Janson quiere reconocer aunque las evidencias sean estampadas en su cara de
rata, dispuesto a seguir intentándolo todo con tal de no dar crédito a sus
posibles fracasos.
Pero la misma visión de CRUEL sigue siendo un punto que da puerta abierta
a más de un debate. Puede que algunos sí que crean en las palabras de Teresa,
de que CRUEL es buena porque están dispuestos a todo por esa cura del Destello,
si desde la objetividad se pone en una balanza por un lado el sacrificio y en
el otro plato las posibilidades de recuperación de la humanidad y, en
consecuencia, de ese mundo azotado; pero eso no resta lo injusto e impúdico que
representa el uso de esas vidas como meras herramientas por más que se trate de
pensar en el futuro, además de lo mucho que flojea esa determinación cuando se
desgrana la propia corrupción de moral en mayor o menor medida en quienes
forman cabeza pensante y ejecutora de esta organización.
Este último acto de El Corredor del
Laberinto promete ser más inesperado e impactante que los anteriores, donde
se pone en juego literalmente todo. Se apartan todos los telones que quedaban
sobre ese escenario, el mundo del que tan poco recordaban los clarianos, y toda
la situación real de la que vivieron forzosamente ajenos. El lector ve junto a
los protagonistas como se esclarece ese mundo y la verdad de esa crisis que lo
lleva a un agonizante límite, dándose aquí una dimensión mucho mayor de lo que
ofrecía tanto el laberinto como la Quemadura; que por más preventivas que sean
las medidas de la sociedad, el Destello se vuelve una marea imposible de domar
para los desdichados que no gozan de la suerte de pertenecer a esa minoría
inmune, y no ayuda nada la podredumbre de algunos individuos que a nivel humano
no son demasiado mejores que esos locos que han perdido todo control de sus
cerebros. Es entonces cuando uno se desprende de toda duda de que si esta
trilogía pertenece de verdad al género en el que es catalogado.
Y como buena distopía, teniendo en cuenta todo lo expuesto en los
anteriores libros y que aquí nos hayamos en un punto y final, se muestra en
este punto el paroxismo que puede alcanzar la historia en lo que se refiere a
resultar despiadada argumentalmente, con caprichosas ironías del destino y la
muerte jugando con su guadaña con mayor travesura. Ahonda al lector en un
futuro hipotético realmente arrasado, con la desesperación convertida en un
cabo al que se agarran en ese mundo que amenaza con volverse más y más caótico.
Pero a pesar de todo, aún demuestra que haya cabida para un resquicio de lo
mejor de las personas a pesar de que esto sea una débil llama; y precisamente
ese último bastión de humanidad que vemos entre su elenco hace que el libro sea
bastante visceral.
El estilo de su autor sigue la línea de los anteriores y de manera más
potenciada. Desde mi propia perspectiva, es el que más derrocha dinamismo y
fluidez en su exposición, haciendo James Dashner que sus páginas te atrapen más
en este tercer volumen, sabiendo espolear las ansias de curiosidad del lector.
Ya el mero hecho de escrutar la prosa y la creatividad base de este autor
supone un punto de consideración a esta lectura si uno es afín a las novelas
distópicas.
Aquí vemos a un Thomas más curtido después del laberinto y las Pruebas,
pero aún así sigue sufriendo y padeciendo sin caer de lleno a la insensibilidad
más profunda. Afrontará muchas decisiones difíciles y amargas, se sentirá romper
en cuerpo y alma, pero aun así seguirá avanzando de algún modo por más que
duela, tragando muchas veces para sí mismo lo peor que tocará afrontar y
contemplar, sin perder esa virtud suya de abnegarse por los demás (en especial
a quienes estima). Aquí se aprecia más lo humano que es, en su sufrimiento y su
tristeza, en los escasos momentos de dicha dentro de la adversidad en la que se
bambolea, en su rabia e impotencia; y como protagonista, en este último tramo,
ha sabido demostrar mejor su rol.
Newt y Minho serán más cercanos e inseparables que nunca con Thomas ante
las tribulaciones en las que se embarcan sin premeditación, moviéndose siempre
adelante aunque sólo puedan ver tinieblas soterrando su futuro. Ambos serán
víctimas del destino, en mayor o menor medida, pero hasta el mismo final
siempre estará patente, por muy remoto que sea, el vínculo que les ha unido a
ambos desde los tiempos del Claro y lo que ellos han llegado a estrechar sus
almas con ese verducho que tanto ha influido en ellos. En un sentido u otro,
estos dos personajes y sus resoluciones en la trama lograron conmoverme.
Teresa ha seguido demostrando aquí, desde mi criterio, una caída
constante como personaje, en algunos momentos de modo gradual pero en otros
precipitándose en picado. Un personaje desaprovechado que ni siquiera en el
final logró ser tan memorable como se esperaba que fuera. Y casi lo mismo
podría decir de Brenda, que también relucía algo de potencial pero que, a pesar
de no desagradarme, tampoco logré ver en ella una heroína complementaria al
principal. Quizás las féminas sean uno de esos puntos en los que me haya
faltado convicción.
La verdad es que poco llegó a calarme el resto del elenco, al sentir que
se centra más en Thomas, Newt, Minho e incluso Brenda. Algunos como Jorge y
Fritanga seguirán dando su participación dentro de lo que estipuló el autor en
el proceso creativo, otros nuevos pasan como tímidas estrellas fugaces que
sostienen lo que les corresponden de la trama, junto algunos personajes que ya
su mera aparición son un choque argumental para el lector. Destacaría en todo
caso a Janson, un antagonista que tampoco vi mucho como tal al comienzo pero que
ha demostrado ser bastante digno del rol que le corresponde, siendo alguien
realmente tenaz en su perfidia, obsesionado en sus metas incluso si estas
fueran castillos en el aire, incapaz de conmoverse ante el sufrimiento ajeno,
llegando a sorprender a medida que se acerca su última escena.
Algo que caracteriza a La Cura Mortal
es que demuestra ser, por un lado, un cierre de trilogía imprevisible,
vertiginoso, argumentalmente despiadado y demoledor en muchos momentos. Sin
embargo, estos puntos a su favor no restan que en lo personal no alcanzara la
algidez que podría augurarse en un punto y final como es el caso, haciendo que
en este aspecto pierda cierta convicción, lo cual no resta que me agradara la
resolución de esta historia. Hay personajes (y destino de los mismos) que
supusieron un vuelco para mí como lector y que llegaron a emocionarme, pero hay
otros que me dejaron más bien tibio, incluso en casos donde prometía que
dejaran huella.
Además, a la par que se revelaban puntos importantes que se llevaban
arrastrando incluso desde el primer libro, fueron surgiendo otros que me
despertaban nuevas dudas, en especial por lo que se refiere a la omnipresente
enfermedad, siendo esto un motivo de dudas que sentí que se esclarecían en
buena medida en su precuela El Destello.
Un final que agrada, con posibilidades, pero que de igualmente no terminó
de dejar la impronta que aguardé en mis expectativas. Esto me despertó
sentimientos encontrados, considerando que otros cauces en la trama pudieron
darle un final más de mi agrado personal, pero al mismo convencido de que todo
esto en general no podía haberse finiquitado de otra manera.
Conclusión: Un cierre de trilogía que da una de cal y otra de
arena. Un final intenso y vertiginoso, con mucho pie a reflexiones morales en
ese mundo caótico, pero que no logra dar del todo el mérito que prometía su
potencial. De todos modos, El Corredor
del Laberinto es, de principio a fin, una saga que agradará a cualquier
lector que encuentre su encanto al género de distopía.
Mi valoración global: 3/5
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