Título: Cazadores de Sombras:
Los Orígenes 2 – Príncipe Mecánico
Título original: The Infernal Devices 2 – Clockwork Prince
Autora: Cassandra Clare
Editado en España por: Destino
Sinopsis:
Consciente del singular poder de
Tessa, El Magister sigue tras sus pasos, dispuesto a acabar con los Cazadores
de Sombras. Tessa, junto al bello y autodestructivo Will y el dulce y devoto
Jem, iniciará un viaje que les llevará a descubrir el secreto familiar que
esconde la verdadera identidad de la chica.
La magia es peligrosa, pero el amor lo es todavía más.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Al tratarse de
una continuación, será inevitable tratar puntos del anterior para la redacción
de la presente reseña.
El final de Ángel Mecánico dejó
bastantes incertidumbres, tanto en la trama del universo de estos cazadores de
demonios como el porvenir de cada uno de sus personajes (especialmente Tessa
Grey, Will Herondale y Jem Carstairs, que desde el principio era previsible el
triángulo amoroso que iban a formar, alimentándolo a medida que avanza la
historia).
Por un lado, peligra la posición de Charlotte y su esposo Henry como
directores del Instituto de Londres por el nefasto desenlace del anterior
libro, algo de lo que se aprovecha Benedict Lightwood, quien lleva ambicionando
durante largos años el cargo que ostenta el matrimonio Branwell. Charlotte dispone
de un tiempo bastante escaso para subsanar sus errores y mantener su puesto,
antes de que el Consejo la destituya por la moción de censura iniciada por Benedict.
Por otro lado, tenemos a Tessa con la duda existencial de sus orígenes
producto de los acontecimientos de Ángel
Mecánico, principalmente por el misterioso poder que tiene que la saca del
estatus de mundana que había creído ser siempre, y al mismo tiempo sin encajar
completamente en ningún grupo dentro del mundo de las sombras de este universo.
Además, los brotes de sus propios sentimientos hacia Will y Jem empiezan a
germinar; por el primero se mueve en una vertiginosa vorágine de felicidad y
dolor por la peculiar y un tanto contradictoria forma de ser éste; por el
segundo aumenta una noble y sana amistad muy intensa que no es más que su
propia excusa para no admitir que también se está enamorando de él.
Y por supuesto, además de desentrañar el paradero del Magister, está la sombra
de una amenaza latente de un más que posible ejército de criaturas mecánicas;
lo más extraño y peligroso que podía pesar sobre los Cazadores de Sombras hasta
esa fecha en el ocaso del siglo XIX.
En Príncipe Mecánico los
dilemas y las adversidades de su elenco llegan a retorcerse hasta el punto de
resultarles asfixiantes. Las vicisitudes pasadas y presentes expuestas en este
volumen hará que todo lo individual, personal e incluso recelado de cada
personaje se solape con lo que les afecta a todos ellos por igual de manera
general y conjunta.
La figura del Magister, así como sus intenciones, se vislumbran con mayor
facilidad pero no por ello exento de un velo que oculte la mayor parte de lo
que se intenta indagar de él, en especial lo más primordial de sus motivos y
metas, de su más íntimo pasado. Y precisamente esto es lo que inquieta a los
nefilim y, en consecuencia, ponga a Charlotte y a Henry contra las cuerdas, lo
cual repercute en los habitantes del Instituto de Londres (en particular Tessa,
quien goza de cierta protección en la amable hospitalidad sus directores).
En esta segunda ronda de Los
Orígenes el factor intriga ofrece una buena dosis de toma y daca. Muchos
misterios se desvelan y aclaran, en algunos casos más y en otros en su justa
medida; y a su vez surgirán otros nuevos a desentrañar casi en la misma
proporción que se prevén como parte del festín que se augura en el desenlace
final de esta trilogía.
Aquí se nos ofrece un trabajo soberbio y bien entramado en ambos factores
cruciales.
Por un lado, los engranajes (y nunca mejor dicho) de la conspiración del
Magister movido por su resentimiento pasado, además de la amenaza sin
precedentes para los cazadores de sombras que él lanza en forma de autómatas,
unas “criaturas” a las que nunca se habían enfrentado en ese milenio que llevan
protegiendo el mundo de los mundanos.
Por otro lado, el complejo e intenso triángulo amoroso que forman Tessa,
Will y Jem; sin duda una encrucijada de sentimientos poco frecuente. Sin
embargo, ellos tres no serán los que monopolicen el aspecto romántico, pues
algunos casos en que el amor se encuentra donde menos quepa esperarse, así como
amores que pueden parecer inciertamente agonizantes o amores quimera a los que
agarrarse en busca del final de los túneles personales que cada uno desea
escapar.
Y el mayor de los misterios, como no, los orígenes y la naturaleza de la
propia Tessa, con un poder impropio en una mundana pero sin poseer todas las
características mínimas necesarias para entrar en cualquiera de los grupos
subterráneos. Si ya había grandes incertidumbres e incógnitas sobre este asunto
tras terminar Ángel Mecánico, aquí
las hipótesis y enigmas se reproducen y ramifican más que encontrar un punto de
claridad; y casi desde el principio, para rabia del lector, cuantas más piezas
parezcan juntarse siempre parecerá que falte una importante en medio que las
encaje del todo con lógica. Lo más lógico es que todo esto se resuelva en el
tercero de la trilogía, para no restarle el aliciente necesario.
Otro aspecto que continúa siendo una recurrencia son las referencias
literarias de la época en la que nos sitúa la autora, principalmente por Tesa y
Will, los personajes que profesan mayor pasión por la lectura y las emociones
que dicha actividad pueda hacer aflorar en las personas que gozan de un buen
libro. No hay que perder atención de cada mención al gusto común de ambos si
uno quiere empaparse mejor aún de lo que piensen y sienten.
También es digno de mención lo singular y un tanto contradictoria que
puede resultar la actitud de los nefilim. Sangre de ángel mezclada con la de
los hombres, pero pueden a veces delatar una desmedida carencia de piedad con
los subterráneos, obviando por entero que estos también son humanos para no
hacerlos distintos en absoluto de los verdaderos demonios. Si ya a comienzos
del siglo XXI es evidente el desdén y desprecio que los cazadores de sombras pueden
dedicar a los subterráneos, más cruenta es la mentalidad en ese Londres
Victoriano; más si se tiene afinidad con los dogmas de una vieja y radical escuela
casi en desuso dentro de los propios nefilim que acredita lo poco que importa
la bondad o la maldad de los subterráneos, o si cometen o no actos contra los
mundanos o su propia sociedad: toda sospecha justificaba la pena capital
inmediata.
Este es posiblemente el primer libro de la saga en el que se palpa mejor
la hipocresía y la doble moral que pueden desbordar desde sus estrañas más de
un cazador de sombras, motivo de decepción para algún que otro lector. Nunca
que hay que olvidar que son mitad humanos (o al menos, lo son de base), y
también poseen los defectos de los mundanos; y quizás en más de un caso el
saber de la superioridad angélica que corre por sus venas aviven las llamas de
la altivez con mayor fuerza que en la gente corriente. Por muy cerca que sean
de ser ángeles en la tierra, sus corazones pueden macularse como le pasó al
mismo Lucifer.
Como siempre, Cassandra Clare mantiene en vilo al lector, sin salirse de
la formula con la que ha conquistado a sus fans (yo inclusive); siguió
fascinándome con ese estilo literario suyo que goza de soberbia facilidad para
causar expectación. Sin duda, tiene un don para dar vida, fuerza e incluso
realismo a sus personajes. Mantiene su tónica de ir poco a poco con los
intríngulis de la trama, tomándose su tiempo para avanzar, como si se tratase
de una caminata tranquila que va espoleando sus pasos muy sutilmente hasta que
en la recta final empieza a correr con el ímpetu de un potro desbocado, pero
sin resultar cansado ni abrumador para el lector. Me deleitó ver que Cassandra
se esmerase por sorprender con cada página, especialmente en los últimos
capítulos
En cuanto a sus personajes, he tenido buen sabor de boca con la mayoría,
tanto la evolución/involución de los que ya conocimos como los nuevos que nos
presentan.
Con Tessa uno se llega a ahondar con notoriedad dentro su corazón, divido
entre dos jóvenes muy distintos pero tan unidos entre sí, mientras trata de
entender qué es ella misma y sanar las heridas de la traición aún abiertas en
su alma. Este personaje consigue perfectamente arrastrar al lector al ojo de
huracán de confusión y anhelos que supura en cada momento.
Will me ha sorprendido bastante, en esta continuación se llega a conocer
mejor a este muchacho redomadamente díscolo, sobre todo cuando uno se va
acercando de lleno al quid de esa gran cuestión que es él mismo, mostrando
entresijos de su pasado y todos los porqués de su persona; y todo esto hizo que
le apreciara más con respecto al primer libro. Jem tampoco se queda corto en
sorprender al lector; un personaje templado e impertérrito, gentil y amable,
pero que en este libro nos deja claro en algunas ocasiones que por sus venas
corre sangre y no horchata… incluso con esa fecha de caducidad tan
sentenciosamente cercana sobre sus hombros.
Por parte del matrimonio Branwell, más concretamente Charlotte, siguen en
su línea, aunque ella se siente flagelada y a prueba por el peso que se le
carga a sus espaldas en las escenas en las que aparece. Por primera vez dejará
en manifiesto, tanto en sus silencios como en sus acciones, que para ella no todo parece ir demasiado bien en
su relación; a la par que se enfrenta a la galerna que tiene por delante,
sacando el arrojo de donde otros siempre han creído que ella no poseía. Por
parte de Henry, sigue siendo ese despistado obsesionado por sus invenciones que
te roba una sonrisa por su simpleza superficial, siguiendo con esa habilidad
innata y no premeditada de romper algún momento de tensión que otro. Sin
embargo, al final de Príncipe Mecánico,
ambos nos sorprenderá (especialmente Henry).
Con respecto a Jessamine, gran parte de la trama muestra un papel nimio
que al final se vuelve revelador e impactante; entonces fue cuando despertó en
mí el desagrado por este personaje, que al final se tornó en sincera compasión
al abrirse las puertas de la empatía.
En relación a otros personajes secundarios/terciarios, me quedo con dos
en concreto.
Por un lado Sophie, la doncella del Instituto. Ya le cogí estima por su
injusto pasado tan desagradable de recordar y que atesora un amor secreto
imposible; pero en Príncipe Mecánico
ha gozado de una participación algo más destacable con las que ha conseguido
meterme más en el bolsillo. Por otro está el primogénito de Benedict Lightwood,
Gideon; que aparece por primera vez en este libro (mentado en Ángel Mecánico, encontrándose en el
Instituto de Madrid por entonces). En sus primeras escenas uno piensa que no
será gran cosa como personaje, pero a medida que se fue soltando me sorprendió
para convertirse en mi favorito de los Lightwood de esa época.
Me resulta ineludible la mención a Magnus Bane, uno de mis personajes
favoritos de la saga y que ya con este libro vamos entendiendo mejor ciertos
misterios del pasado del brujo que se dejaron caer en Ciudad de los Ángeles Caídos. Da igual la época en la que haya
vivido, él es fiel a su línea y volví a disfrutar mientras leía sus adecuadas
apariciones, con el magnetismo de su personalidad, y sobre todo con lo que hay
en lo más hondo de su ser. Como siempre digo de él, un personaje emocionalmente
muy humano y mortal a pesar de su naturaleza de brujo.
Tenemos además otros tantos que pondrán su granito (unos más gordos que
otros) en este segundo libro; caras conocidas de Ángel Mecánico que dejarán atrás lo superficial que mostraron
entonces para dar mayor juego (como el ambicioso y emponzoñado Benedict
Lightwood y su hijo Gabriel con su resentimiento personal hacia Will), a parte
de incorporaciones tanto entre los nefilim como entre los subterráneos (y algún
nombre les sonará a quienes hayan leído los tres primeros de The Mortal Instruments). Y todos estos
secundarios y terciarios complementarán sobradamente con el núcleo que actúa en
el epicentro de esta historia.
He de mentar que es un gusto ver que Cassandra Clare sigue con lo que he
llamado “marca de la casa de los Orígenes”, cada capítulo empieza con una cita
justo entre el título y la primera línea, que van desde fragmentos de ciertos
libros hasta proverbios, con un gran significado con los sucesos del mismo.
Personalmente me quedo con este retazo del capítulo 10:
La virtud de los ángeles es que no pueden empeorar; su fallo
es que no pueden mejorar. El fallo del hombre es que puede empeorar, y su
virtud es que puede mejorar.
Proverbio jasídico.
Y como siempre, las portadas son un regalo visual, siendo Jem el que la
ocupa en esta ocasión, diferenciándose de Will en la del anterior que aquí sí
se muestra el rostro, siendo la primera de las portadas entre esta trilogía y The Mortal Instruments en romperse la
mecánica de no mostrar el rostro de los personajes que las ocupan.
Además, vemos el motivo del nombre de este segundo libro de los Orígenes,
aunque de una manera muy fugaz y sutil, a diferencia del título anterior, que
hacía referencia casi constante al colgante de Tessa. Y de igual modo, vemos
sentido al título original de esta trilogía, The Infernal Devices, que es el calificativo que Will otorga a los
inventos de Henry (que por cierto, parece que este apasionado de la ingeniería
vive para sorprendernos con sus creaciones).
En general, la trama de este segundo libro es tan impecable como el de
los demás nacidos de la pluma de Cassandra Clare. Intrigas y advenimientos de
crisis para los seres que componen ese universo paralelo y complementario al de
los mundanos, que se van fraguando entre reveces inesperados a medida que para
algunos se vuelve inevitable la danza de amor y desamor entre mentiras,
ambiciones, rencores e hipocresías revoleteando como tediosas moscas.
Su final sorprende en buena medida, sobre todo (literalmente hablando) en
las últimas líneas, de las cuales sólo diré que más de uno terminará con la
mandíbula desencajada. Sin duda, para quitarse el sombrero las expectativas
elevadas que deja de cara al desenlace de la trilogía.
Pero aun así, no puedo darle la puntuación más alta. En parte, quizás con
la sugestión que suelo pecar con la mayoría de segundos libros de una saga o
arco argumental, pero creo que entre líneas he tenido cuarto y mitad de ligera
insatisfacción. Príncipe Mecánico
deja con ganas de seguir y descubrir, pero quizás de esto haya pecado un poco
más de la cuenta; generoso es el número de revelaciones en este libro, sí, pero
no por ello sienta que Cassandra Clare se le fue la mano cubriendo el conjunto
con muchos velos de misterio a la par, hasta el punto que quizás algún que otro
lector pueda acabar un poco desorientado. Pero lo que más se estira es, a todas
luces, el misterio que supone Tessa en sí; aquí se ha dicho y especulado
bastante, pero al mismo tiempo me sentí como si en parte no se hubiera dicho
nada en realidad, abriendo más y más conjeturas imperfectas. En general, todas
las posibilidades y suposiciones que este libro deja al final sea más para
allanar el camino a todo lo que puede ofrecer ese colofón que es Princesa Mecánica.
Conclusión: Los oscuros propósitos de Mortmain para el mundo de
los cazadores de sombras van mostrando cartas entre faroles para confundir a
sus enemigos en pos de que tengan una pésima mano en esta partida tan crucial.
Y a pesar de la adversidad, es imposible evitar que un triángulo amoroso
perfecto (entre tantos amores y desamores que aquí se presentan) gire y gire
con todo el riesgo y el peso que pueda suponer perder ese equilibrio de
emociones entre cada uno de sus tres vértices.
Y por supuesto, este quizás sea donde el lector se retuerza la mente con
la misma pregunta una y otra vez, más allá incluso con toda la curiosidad que
despierta la intriga principal de la trama: ¿quién o qué es en realidad Tessa
Gray?
Mi valoración global: 4,5/5
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