miércoles, 15 de junio de 2016

Crítica personal: El Maestro del Prado

Título: El maestro del Prado y las pinturas proféticas
Autor: Javier Sierra
Editado en España por: Planeta

Sinopsis:
Un libro asombroso. Sólo así puede definirse lo que el autor de La cena secreta confía ahora a sus lectores. Esta aventura se inicia en 1990, cuando Javier Sierra tropieza en las galerías del Museo del Prado con un misterioso personaje que se ofrece a explicarle las claves ocultas de algunas de sus obras maestras.
Visiones místicas, anuncios proféticos, conspiraciones, herejías y hasta mensajes que parecen llegados del «otro lado» inspiraron a maestro como Rafael, Tiziano, el Bosco, Juan de Juanes, Botticelli, Brueghel o el Greco. Y según ese inesperado maestro, lo que todos ellos dejaron escrito en sus pinturas es tan sobrecogedor como revolucionario.

Léalo como la mejor de las novelas mientras descubre un lado de la cultura pictórica europea que ni imaginaba.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Igual que el misterioso maestro del Prado con el protagonista, este título llegó recomendado a mis manos de forma fortuita. No dudé en llevármelo, tanto por el criterio normalmente certero de mi habitual recomendante de lecturas como por tratar de temas pictóricos, siendo yo antiguo alumno de bellas artes.
Sin embargo, Javier Sierra me produce algunos sentimientos encontrados pero aún así satisfactorios con este título.

El maestro del Prado es, en palabras del propio autor, un hecho vivido por él mismo, aunque no me ha dejado claro (a parte del cambio que él mismo aclara al comienzo del manuscrito sobre situaciones, nombres, etc) si muestra algo real al cien por cien o que le mete su brochazo de ficción para darle más interés a sus propias vivencias.
Aquí nos encontramos con un joven Javier Sierra, de lleno en sus estudios de periodismo en la ciudad de Madrid a primerísimos de los 90. En una de sus visitas al famoso museo a finales de ese año, siendo un tanto admirador de las artes pictóricas, cuando sin premeditación y de la manera más extraña empieza a interactuar con un anciano anónimo en la sala en la que ese momento sólo se encuentran ambos, contemplando el mismo cuadro de Rafael. Y a partir de esas primeras palabras, Javier se verá absorbido a las lecciones y los enigmas que Luis Fovel, el desconocido en cuestión tras las presentaciones que se intercambian, le irá llevando de cuadro en cuadro, de autor en autor, de misterio en misterio; y Javier deberá desentrañar cada punto que le ofrece Luis, en medio de un remolino que él mismo se sumergirá movido por su curiosidad sin parangón.
Sin embargo, más allá de las técnicas o la belleza de cada cuadro, de cada artista consagrado, esconde mucho más, incluso en detalles que a simple vista pueden resultar insignificantes e inadvertidos para la mayoría. Pero la mente en constante rendimiento de Javier, sus propias investigaciones, y con la más que justa ayuda y participación aleccionadoras de Fovel, irá desgranando lo que se le encara con manso y cortés desafío.

El protagonista/autor irá descubriendo algo más allá y aún más enigmático tras las señales y los mensajes ocultos en cada pincelada de los artistas del Prado. Más allá de simples ideas proféticas, más allá de simbolismos, más allá de la propia pintura en sí...

En sus cerca de 300 páginas, a lo largo de sus capítulos, Sierra nos muestra dos líneas paralelas que nos las pintan (y nunca mejor dicho) cogidas de la mano, narrado de su propia voz en primera persona. Por un lado la mención de la belleza de ciertos cuadros (en su gran mayoría del museo del Prado donde transcurre una buena y crucial parte de la acción), y los mensajes ocultos tras el arte y las propias mentes de sus autores. Incluso el detalle menos llamativo o insignificante puede ocultar un mensaje que para Javier o cualquiera de nosotros pasaría desapercibido ni se le daría vueltas en la mente sobre ello de no ser por las palabras sinuosas del profesor Luis Fovel, al que en sus adentros normalmente lo refiere con el apodo que da título a la novela.
Y aunque cada vez se vuelve más extraño e inesperado, a la par que interesante, todo lo que está más atrás de los cuadros, de los mensajes proféticos, las teorías históricas y demás misterios, Javier no cesará bajo ningún concepto, a pesar de que nada le obliga a avanzar, hasta llegar al final de todo lo que comienza delante de La Perla de Rafael.

La escritura de Javier Sierra me ha parecido estupenda, toreando entre el máximo detalle y una narración amena sin resultar pesada. El manuscrito que presenta en este caso no resulta muy extenso, además de ligero de leer. Nos lo narra él mismo como protagonista principal, en primera persona y desde su visión y sus pensamientos personales, desde la perspectiva de sus sentidos ante su interacción con el entorno y el resto de personajes.
Además, como perfecto complemento a la narrativa (y que seguramente es de lo que más sube mi calificación personal y la calidad de la obra en sí) es la presencia de numerosas imágenes entre sus páginas. La mayoría son de obras expuestas en el mismo museo del Prado, para hacernos una idea de lo que contempla Javier la mayoría de las veces juntos a Fovel, haciéndonos en parte otro protagonista más que pasea con ellos dos por el museo entre sus intensas y profundas tertulias llenas re reflexiones. También encontramos algunas otras imágenes de obras expuestas en diferentes países pero vinculadas a las conversaciones y descubrimientos del protagonista/autor, para hacer al lector una idea de lo que hablan, de lo que se revela, lo que se aprende. La Sagrada Familia, también llamada La Perla, El papa León X y dos cardenales o La escuela de Atenas de Rafael, el Nastagio degli Onesti de Botticelli, las distintas versiones del Salvador eucarístico de Juan de Juanes, El jardín de las delicias del Bosco, El triunfo de la muerte de Brueghel, o El sueño de Felipe II del Greco, son algunos ejemplos de maravillas del arte que podemos encontrar entre las páginas de este libro (y por supuesto, en el Prado si uno pasa por ahí), pausando con armonía un momento la lectura para enriquecerla, que guardan muchos significados e hipótesis históricas sobre profecías, defensores de la fe que han tenido algún cancaneo que otro con temas de alquimia o ciertos asuntos que se pueden considerar (sobre todo en la época de cuando fueron creados) paganos y esotéricos.

El elenco resulta bastante limitado y sin ahondar en su personalidad, más allá del propio Javier y de Fovel. El estudiante de periodismo es ávido de curiosidad, todo un periodista circula por sus venas, brillante a veces y en otras necesita encajar con esfuerzo las complicadas piezas veladas que le ponen por delante, pero que de algún modo u otro contenta y alcanza las expectativas de Fovel. Por parte de ese anciano eminente es simplemente misterioso, un enigma en sí, con un conocimiento que parece tan ilimitado como implícito, en particular sobre los cuadros de aquel lugar que casi parece habitar y de los secretos que se esconden en la mayoría de ellos; casi parece que tiene preparado todo lo que le expone a Javier como un profesor de escuela a sus alumnos.
Del resto de personas que podemos ver en este libro, principalmente a una amiga del protagonista que estudia otra carrera por la que muestra un afecto más allá de la amistad, o la fugaz aparición de una encargada de la conserjería del colegio mayor donde reside él. También hay otros personajes con un papel más relevante a los que acudirá en busca de cierta información de más de un tema a raíz de sus encuentros con el Maestro del Prado, como un compañero de residencia o un fraile franciscano encargado de la biblioteca de El Escorial, otro pero breve escenario de esta historia.
También hay otro personaje que no diré nada al respecto para no provocar spoiler gratuito, con no demasiada participación pero sí contundente en la historia; aunque este se convirtió para mí en algo poco más que un fogonazo efímero que pudo haber dado más juego, en especial por su misterioso nexo con otro de los personajes...
Son muchos temas que aborda a raíz de las obras del Prado, que llevan a otros que van más allá del mero arte, que en cierto modo son también protagonistas con un peso no demasiado alejado al de alumno y mentor particulares de ese museo, empezando por la mención de un manuscrito conocido como el Apocalipsis Nova, el cual al parecer también es mentado en una de las obras previas de Sierra.

La portada, de atrayente es imposible bajarla, donde por supuesto vemos al que brinda título al libro dando la espalda al lector, como una figura misteriosa, etérea, dando juego a una de las rocambolescas pero no del todo despreciables hipótesis de Javier sobre él.

El desenlace es de las partes que me dejaron más templado, con amenaza de bajar dicha temperatura hasta dejarme algo frío. Diría que su final, para mi impresión personal, es como un viaje en tren con paisajes que te absorben más a cada momento, hasta llegar a una vía muerta a poco tramo de la estación de destino, ofreciendo numerosas expectativas. Sin embargo, no me contenta del todo aunque afloren miles de hipótesis y reflexiones. Quizás es lo que no me convenció del todo, aunque no es un final malo, en absoluto, solo que no es lo que me esperaba, y más que he llegado a la sensación de que en los últimos capítulos el terreno pictórico queda ligeramente más relegado del protagonismo del que había hecho gala desde el comienzo.

Conclusión: Una novela interesante, que nos acerca más al arte nacido de los pinceles de grandes de sus respectivas épocas. Desentrañar lo desconocido detrás de cada lienzo. Aprender misterios e innumerables posibilidades junto al autor/protagonista bajo la tutela del maestro del Prado. Si adoras el arte y perderte entre lienzos de grandes artistas de la Historia, este es un buen libro para ti, y si tienes una curiosidad por el tema, diría que también. Y si nunca has estado en el museo del Prado (como es mi caso en este momento que redacto y subo estas líneas al blog), el final de esta lectura puede ser un incipiente deseo de perderte alguna vez que otra entre sus muros cuando se tercie una visita a la ciudad de Madrid.

Mi valoración global: 3,5/5 


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