miércoles, 2 de diciembre de 2015

Crítica personal: Una Vacante Imprevista

Título: Una Vacante Imprevista
Título original: The Casual Vacancy
Autora: J. K. Rowling
Editado en España por: Salamandra

Sinopsis:

Pagford, un pequeño pueblo donde los secretos cuentan.

Con su plaza adoquinada y su antiquísima abadía, Pagford parece un típico pueblecito inglés, un lugar idílico en el que la vida transcurre con plácida tranquilidad.
Sin embargo, sus habitantes están inmersos en una realidad diferente. Tras la conmoción causada por la súbita muerte de Barry Fairbrother, se desencadena una auténtica batalla en srdina por ocupar la vacante dejada por Barry en el consejo parroquial, donde se dirime el destino de una urbanización de dudosa legalidad.
Y cuando la tensión hace aflorar una serie de conflictos laterales que involucran a todo el pueblo −hijos contra padres, pobres contra ricos, mujeres contra maridos, alumnos contra maestros−, la pasión, la hipocresía y, especialmente, los secretos que suelen anidar en una comunidad pequeña desempeñarán un papel decisivo en el futuro de Pagford.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Quienes me conozcan, sabrán que J. K. Rowling y su reconocida saga de Harry Potter son una de las mayores influencias para mí, tanto como lector como autor. Uno despierta expectación (y no puedo negarlo, cierto recelo a lo desconocido) cuando se embarcó en un género tan diferente al que llevaba escribiendo durante tantos años. Afortunadamente, a pesar del calibre de seiscientas intensas páginas que acarrea esta novela, Jo sigue metiéndome en el bolsillo.

Pero antes de adentrarme en esta opinión personal, diré de antemano que me he planteado no aportar muchos detalles de la trama o sus personajes. El motivo es que Una Vacante Imprevista es una historia muy completa y diáfana, ya de por sí por el meollo político en el que gran parte del elenco tiene cabida crucial; pero también porque los acontecimientos y las historias propias de todos sus personajes tienen su peso, algunas de ellas en verdad independientes a la vacante libre en el consejo parroquial y el tema de discordia entre los dos más bien claros bandos del mismo, pero que al final todo acaba enlazado en mayor o menor medida.

Pagford es un pueblo inglés que resulta corriente, monótono y encantador para los ajenos a este (por lo menos, en su superficie); aunque no hay que olvidar que no es oro todo lo que brilla.
De la manera menos esperada y triste, muere Barry Fairbrother la noche en la que se disponía a celebrar con su esposa Mary su aniversario de bodas. Este hombre destacaba, en criterio de un buen número de vecinos, por su carisma, además de por su entrega a diversas actividades de la comunidad (por ejemplo, entrenando al equipo femenino de remo del instituto); y lo más importante es que pertenecía al consejo parroquial de Pagford, cuyos miembros deciden en sus asambleas los asuntos políticos del pueblo. La defunción de Barry deja libre un puesto, el cual resulta ambiciosa para cualquiera con aspiraciones políticas y de cierto poder en esa comunidad; pero importante para los que ya están dentro del consejo, porque encontramos dos claros bandos con ideales que chocan con los de otros, y la falta del fallecido equilibra momentáneamente la balanza de poder en las decisiones, y cada uno de esos bandos necesitan inclinarla a su favor, con la urgencia de un asunto en el que se encuentran en delicado debate.
Décadas atrás la vecina ciudad de Yarvil empezó a extender urbanizaciones hasta los mismos límites de Pagford, y finalmente logró adquirir ciertos terrenos que permitieron ampliarlas hasta invadir tierras que los habitantes del pueblo consideraban suyas. En el momento actual de la novela, los terrenos de Pagford urbanizados por Yarvil lo ocupa la zona residencial que recibió el nombre de los Prados, la cual poco a poco se convirtió en el asentamiento de familias de clase baja, desestructuradas, conflictivas y de baja estofa, con un alto índice de desempleo en sus hogares y nido de vándalos y drogodependientes, donde los trapicheos y negocios de sustancias estupefacientes son sobrado conocidos por todo Pagford. Para mayor delicadeza del asunto, Yarvil se desentendió de los Prados para derogar las responsabilidades sobre los Prados (sobre todo los temas de los gastos que supone), recayendo durante mucho tiempo sobre el consejo parroquial.
La opinión de los Prados es el tema de mayor división para sus representantes políticos (y lo mismo podría decirse de un cierto número de sus habitantes). Por un lado, encabezado por Howard Mollison, se las ven y se las desean que Pagford se desentienda legalmente de los Prados y volver a lanzar esa pelota a la jurisdicción de Yarvil; pero el lado opositor, donde Barry Fairbrother era el estandarte, discrepaba ante dicha separación. Y quien llegue a ocupar la vacante del fallecido tiene mucho peso a la hora del triunfo de los pro-prados o los anti-prados; cada uno de estos con sus motivos para defender sus respectivas causas.
Pero esta guerra política salpicará a otras personas, afectándolas o beneficiándolas, dependiendo e influyendo del destino legal de los Prados pendiente de un hilo. Cada individuo que se narra en esta novela, con un elenco diverso de edades, posiciones y relaciones entre ellos, tendrá mucho que ver y que decir incluso sin decir palabra directa; y de cada uno de ellos (movidos por sus aspiraciones, sus egos, sus frustraciones y sus deseos personales) puede ser un arma de doble filo tanto para los demás (ya sean amigos, enemigos e incluso familiares) como para sí mismos… Y está claro que los secretos que se airean pueden ser las armas más letales, en especial en una comunidad tan reducida donde casi todos se conocen al menos de vista o de oídas.

La trama de Una Vacante Imprevista tiene un eje principal que, como salta a la vista, es el tema político que produce tal discordia como si la diosa griega Eris hiciera rodar su manzana dorada en medio de ese pueblo inglés. Sin embargo, un generoso número de tramas la circundan, unas con mayor o menor relación con la principal, otras que a priori viven ajenas a la vacante de Barry y el asunto de los Prados, con un generoso número de personajes cuyos intereses y acciones pueden aportar su granito de arena al desenlace del argumento; por lo tanto el lector no debe infravalorar siquiera las preocupaciones tan banales de los adolescentes que rondan por Pagford, porque todo (absolutamente todo) puede marcar un poco la diferencia.
La novela (dividida en siete partes y narrada siempre en tercera persona) me ha resultado un ejemplo realista de muchas facetas que puede desplegar el ser humano, así como la diversidad de personalidades, psiques y objetivos que alimentamos y modelamos desde que empezamos a tener uso de razón. Entre otros aspectos, podemos ser mezquinos y egoístas, ignorar los infiernos que otros puedan padecer y por tanto menguar la empatía innata que forma parte del caldo de cultivo de nuestra concepción; tan ególatras pueden pecar de ser las personas que se vuelve fácil el hacer sufrir a otros de directamente y a veces sin ser conscientes de ello, ya sea de manera física como verbal y psicológica. Pero lo peor que podemos sacar no es una danza solitaria, pues lo mejor de nosotros comparte la pista de baile en la seguimos el ritmo de la música de la vida, y es precisamente de cada individuo quien depende como afrontar sus propios problemas, aunque no sea fácil evitar ser herido tanto uno mismo como quienes nos rodean.
También atisbé en esta historia algo que siempre me han comentado y que parece aplicable sin importar la nacionalidad: cuanto menor sea una comunidad (como en el caso de un pueblo), mayor conocimiento se puede tener las vidas de los vecinos y uno mismo está siempre expuesto, y que precisamente el impacto mayor que puede tener con respecto a comunidades más grande el que se aireen trapos sucios y todo tipo de secretos, en particular los inconfesables, turbios y bochornosos. Además, en más de una ocasión se deja constante la mentalidad recelosa, cerrada y a veces despectiva en ocasiones los oriundos más radicales (aquí referidos como la vieja guardia de Pagford) con respecto a los que no les respalda una línea generacional pura y casi milenaria en la región, hasta el punto de considerarlos invasores e indignos de pertenecer a ella incluso por más años que compartan el día a día o que sus hijos hayan nacido y crecido allí; y para Howard Mollison (entre otros), la gente de los Prados es considerada, además de chusma parásita, extraños invasores que no serán verdaderos “pagfordianos” en el jamás de los jamases.

J. K. Rowling despertó mi expectación antes siquiera de tener esta novela en mano, y quedé satisfecho al ver que no ha perdido el atractivo que me cautivó en el pasado. Su prosa llega adecuadamente al lector, como siempre, aunque con un lenguaje algo más curtido que en sus libros anteriores al ir más enfocado a un público de mayor edad en este caso; su ambientación y la forma de transmitir los pensamientos y las emociones de cada personaje aún se aferran al adjetivo de sublime. Lo que destacaría de esta lectura, en lo que a la narrativa de la autora respecta, es lo mucho que llegó a sorprenderme cuando relata ciertos temas; mucha gente no se esperaría el modo en que Rowling toca el sexo sin demasiados tapujos, y aunque se trata de un asunto presente en la vida real puede que lo más normal sea que nos llevemos un pequeño shock si hemos leído antes su ópera prima. En términos generales, esta gran autora mantiene lo mejor que siempre la ha caracterizado y le suma nuevos registrados para este giro de ciento ochenta grados en su trayectoria.
Por supuesto, la prosa de Jo sigue siendo realmente intensa, y en Una Vacante Imprevista llega a alcanzar un grado de densidad que a veces uno deba esforzarse al ritmo de su exposición en este caso; considerando en algunos momentos tomar esta lectura con cierta y especial calma para llegar a disfrutarla de verdad. No cabían dudas de esto dado al calibre y a la profundidad tanto en la trama como en su generoso número de personajes (dedo señalar, que entre principales con peso y relevancia en la historia rozan muy de cerca la veintena, toda una hazaña por parte de Rowling que logra con éxito y sin caer en el intento); un proyecto realmente ambicioso que es más que probable que sólo sepan disfrutarlo lectores curtidos y mentes pacientes. Sé que esto puede ser un punto bastante negativo para muchos a la hora de brindarle una oportunidad a esta obra, yo mismo he llegado a tomármela con más calma de lo habitual en mí (en particular a la hora de ponerme en situación de lo que ocurre en Pagford, el tema de los Prados y los desencadenantes de la muerte de Barry Fairbrother; así como empatizar con las diversas historias circundando los asuntos principales de la novela, familiarizándome con cada personaje y ubicando las distintas relaciones que hay entre unos y otros). Pero a pesar de todo, uno puede llegar a despertar agrado una vez familiarizado con la base de la obra, y más si se es un lector que disfruta con tantas historias más o menos separas pero a su vez tan conectadas. En verdad, Rowling hizo un delicado y complejo trabajo con Pagford, pero a su vez perfecto y real, al ser capaz de concebirla y exponerla con un realismo creíble dentro de su naturaleza ficticia. Así pues, a pesar de su envergadura física y argumental, puede ser una delicia para los que quieran una historia completa y polifacética y tengan lo que hace falta para encarar la longitud de la novela (que afortunadamente, el estilo de la autora minimiza toda posible pesadez).

Diría que no hay un verdadero protagonista en esta novela, a la excepción quizás (pero de manera más bien simbólica y como un foco de referencia para los acontecimientos narrados) del propio Barry; cuya muerte despertará diferentes sentimientos y reacciones entre sus familiares, amigos y vecinos, desde la profunda pena de dicha pérdida y recuerdos memorables de su personalidad hasta la hipócrita falsedad y satisfacción de triunfo de quienes lo consideraban un enemigo político más porfiado que un forúnculo en el trasero. Algunos personajes, a raíz de Fairtbrother (quien se convierte en un punto de referencia en la novela, como si fuera el kilómetro cero de esa red de historias y acontecimientos), así como el legado del mismo, se moverán en contra o en pos de lo que creía y luchaba el fallecido.
Personas mezquinas, pedantes, ególatras, ambiciosas, cobardes, hipócritas, inmaduras incluso siendo adultos o que prefieren coger los atajos y los trapicheos fáciles para caminar por la vida; aunque habrá quienes traten de mantener y expresar lo mejor de ellos mismos, a pesar de que las circunstancias que les circundan no facilitan dicha tarea. Corazones con sus frustraciones, miedos, tristezas, traumas, sueños, deseos y aspiraciones; y la personalidad y las decisiones de cada uno influirá en como avanzan en esta particular tragicomedia con Pagford como escenario. Habrá quienes (en especial desde la juventud de la adolescencia) traten de encontrarse a sí mismos o adaptarse a los cambios inesperados, o que tras muchas experiencias en sus vidas que tiran más bien a desafortunadas traten de enderezarlas o encontrar lo que creen necesitar. Entre cada personaje, en su heterogeneidad de edades, personalidades y estatus sociales, se irán pasando la batuta del protagonismo según el grado que la autora les ha adjudicado, enlazando sus acciones sobre otros para afectar en unos acontecimientos y otros.
Quizás un punto muy común en todo el elenco sea el egoísmo, porque a veces los objetivos, las preocupaciones y la impotencia individuales absorben al ser humano; además del despecho, pues a veces esta emoción saca el peor y más malicioso lado de la gente hasta llevar la venganzas indirectas y más bien traperas y desleales, tales como el aireo de trapos sucios desde la salvaguarda de las anónimas sombras para subjetivamente devolver el equilibrio a sus propias existencias (aunque las armas que puedan usar en este sentido pueden resultar muy de doble y peligroso filo).
En general, me ha agrado esta compañía de actores que entre todos acaparan más o menos por igual los focos. Los he adorado, los he odiado, me han despertado asco, rabia, vergüenza ajena, compasión, empatía e incluso admiración en lo que respecta a sus personalidades y decisiones… Y sobre todo, me resultaron muy vivos y humanos. Todos cumplen sus respectivos papeles con palpable pericia e hicieron que valiera aún más la pena pasear entre ellos por los rincones de Pagford.

La densa e intensa trama, en general, atrae a medida que se conoce y se comprende mejor al elenco. Y cuando ya la situación se encuentre establecida, la expectación va caldeándose poco a poco tras cada página pasada, tanto por el destino de los Prados como la ocupación de la vacante libre en el consejo parroquial; pero en particular las historias personales de cada protagonista que llegan incluso a soterrar el enredo político, ofreciendo muchos retazos de secretos e intrigas que prometen ir mostrando más de su tela hasta ser revelados.
A medida que la lectura se aproxima más a su último tramo y a su desenlace, el crescendo del ritmo argumental acaba llegando a ser infrenable y frenético como una bola de nieve rodando desde la cumbre más alta hasta que se vuelve más dinámica y colosal. Entonces, llegando a su final, esa bien crecida bola de nieve estalla con toda su virulencia, abordando al lector con la tragedia y las resoluciones en la vida de la mayoría de sus personajes.
A fin de cuentas, uno llega a un punto y final difícil de preveer. La mayoría de implicados en esta función acaban, para bien o para mal y en mayor o menor medida, recogiendo lo que siembra y ajustando alguna que otra cuenta con el karma; otros se encontrarán a sí mismos y (en especial algunos casos) empezarán a dar los pasos de un antes y un después, pues algunas de las situaciones tan complicadas llegados al final de Una Vacante Imprevista serán renovadoras e incluso esperanzadoras. Pero en definitiva, habrá quienes nos darán a entender que la visión de cada persona puede ser verdadera, aunque el criterio de la misma sea distinto entre unos ojos u otros; y que las acciones y aptitudes de una misma persona pueden ser ambivalentes y, aún así, no desmerecer las positivas de las negativas. Puede que algunos parezcan santos y otros demonios, a veces dependiendo de lo que hagan, de sus circunstancias e incluso la lente por la que son observados, pero a fin de cuentas humanos que cargan con virtudes y taras en la superficie del alma.

Conclusión: Lo que en el epicentro es una trama política, no es más que el dilatado y reverberante surtido de vidas que, en mayor o menor grado, danzan en torno a esta. Un pueblo con sus altibajos y sus polémicas soterrado en las relaciones y las personalidades de sus habitantes, ofreciendo al lector un diverso entramado de personas cuyas experiencias y complejidades, así como los secretos que se llegan a lanzar como letales granadas de mano que a veces no hacen miramientos con la propia familia, darán pie a la reflexión. Desde mi punto de vista, J. K. Rowling supera con nota esta prueba de fuego que le quita la etiqueta de ser simplemente la autora de Harry Potter.

Mi valoración global: 4,5/5



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