Título: El Libro de los
Portales
Autora: Laura Gallego
Editado en España por: Minotauro
Sinopsis:
Los pintores de la Academia de los
Portales son los únicos que saben como dibujar los extraordinarios portales de
viaje que constituyen la red de comunicación y transporte más importante de
Darusia. Sus rígidas normas y su exhaustiva formación garantizan una impecable
profesionalidad y perfección técnica en todos sus trabajos. Cuando Tabit,
estudiante de último año en la Academia, recibe el encargo de pintar el portal
para un humilde campesino, no imagina que está a punto de verse involucrado en
una trama de intrigas y secretos que podría sacudir los mismos cimientos de la
institución.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Este título traslada al lector, y nunca mejor dicho, al reino de Darusia,
donde las distancias han llegado a ser en general mucho más irrisorias gracias
a los Portales, dibujos granates que permiten el desplazamiento instantáneo
entre dos puntos distintos concretos sin importar la lejanía. Los únicos que
pueden crearlos son los pintores de la Academia de los Portales, lugar donde se
rige y controla el orden y la legalidad de los Portales diseminados por las
distintas regiones del reino, así como el severo adiestramiento de esta exacta,
compleja y recelosamente secreta ciencia a los maeses futuros.
En esta historia nos encontramos a Tabit, un estudiante de último curso de
la Academia que llega a la recóndita región de Uskia, en los límites de
Darusia, donde deberá realizar el Portal encargado por un humilde campesino, lo
cual consiste a su vez su proyecto final para que pueda graduarse y convertirse
en un maese.
En el prólogo anterior a esta primera aparición de Tabit, se ahonda de
manera preliminar la materia prima fundamental para crear la pintura necesaria
para trazar los Portales: la bodarita, un mineral del mismo color que las
túnicas usadas por quienes ejercen o aprenden a dibujarlos, así como su modo de
obtenerlo mediante excavaciones mineras pertenecientes a la Academia en las
distintas regiones de Darusia; en estas primeras líneas se deja caer que
precisamente las minas de Uskia están pasando por un momento precario en sus
vetas de bodarita, a la par que Tash, otro de sus protagonistas y que trabaja
en dicha mina, realiza un descubrimiento interesante para esos patrones por
encima de su propio capataz por los que no siente simpatía alguna, a los que se
refiere con el nombre de granates de
manera despectiva.
A partir de estas primeras líneas y lo que se narra en ellas, sendos
protagonistas relevantes se verán inmersos, junto al resto del elenco que
compone el libro, en una trama inesperada y discordante que se sale del curso
de sus vidas; cruzándose a su vez caminos que incluso obvian incompatibilidades
en el pasado. Un cerco que los irá cerrando en torno a sucesos de
desapariciones, asesinatos y leyendas que empiezan a estar en duda si no son
simplemente eso, así como revelaciones que se salen de lo que conocen, sobre
todo dentro de la cuadriculada organización de la Academia; la cual quizás sus
cimientos no estén siendo en ese momento tan firmes y sin mácula como se creía...
Difícil estrujar más el libro con palabras sin caer en el error de
extraer esa esencia especial que es mejor conocerla por uno mismo si te
apasiona este tipo de lectura. Aunque es literatura fantástica, precisamente
son los propios Portales los que le dan ese calificativo, un elemento por
decirlo mágico, aunque casi considerada como una ciencia sólo comprensible para
unos privilegiados, muy presente en la vida de ese mundo ficticio tan parecido
al nuestro siglos atrás.
Es generosa la abundancia de enigmas que se desgranan desde las primeras
páginas, como la escasez de bodarita en las minas de Uskia, la inesperada
decisión sobre el Portal encargado por Yunek, el campesino a cuyo hogar acude
Tabit, o lo que se fragua dentro de los muros de la sede central de la Academia
en la gran ciudad de Maradia, más allá de las variopintas relaciones sociales
entre ciertos alumnos en los que se incluye el antes citado, no son más que la
punta del iceberg de esta historia tejida de manera meticulosa, trazando y
cruzando los hilos de cada personaje con otros en armonía con el conjunto de
acontecimientos de los que forman parte.
Este fue mi primer contacto con la pluma de Laura Gallego, y superó con
creces mis expectativas. Me agradó su forma de expresar y delinear la trama,
los acontecimientos que rodean a sus personajes y las emociones de estos.
Aunque en este libro de quinientas páginas los capítulos (catorce en total,
además del prólogo y el epílogo) son de gran envergadura, en especial los
últimos, no resulta para nada tediosa su lectura, sino todo lo contrario. La
descripción es rica, justa y concisa; los personajes en general bien elaborados
y dispares entre ellos, con su personalidad y con carisma. Realmente, Gallego
consiguió arrastrarme a la historia y a ese escenario que es Darusia.
Además, ha sabido sorprenderme y desarmar mis especulaciones como lector.
Sin duda, hay que tener en cuenta cualquier detalle o personaje que aparente
risible narrados en sus líneas, aunque resulta inevitable pasar por alto algo
que más adelante revele su grado de trascendencia en la trama y el desenlace de
la misma. A medida que avanzaba la lectura, me encontraba con distintas y
abundantes encrucijadas de posibilidades que no he sabido adelantarme al guión
ceñido por Gallego, y más cuando mete con armonía un tema tan delicado como las
paradojas.
Por supuesto, tenemos ese elemento tan central que son los Portales, el
cual no es sólo curioso, sino que además la autora lo detalla sin cabos sueltos
ni incoherencias, e incluso se muestra en esos dibujos su lógica más bien
científica junto a las extrañas propiedades de la bodarita dentro de esa
ficción. Además, aborda más allá de lo que se muestra en un comienzo el tema de
los Portales, de un modo que hasta se sale de la comprensión de quienes los
conocen en profundidad. Están tan arraigados en Darusia, tan cotidianos en la
vida de su gente, que a la mayoría le resultaría impensable una sociedad sin
ellos, que la mera idea de regresar siglos atrás y a las largas distancias sin
traslados instantáneos, más o menos al alcance de todos, no es menos que
siniestro y turbador; esto último me hizo cavilar que nos pasaría algo similar
si cotejásemos nuestro día a día sin tantos avances y hallazgos que, por norma,
nos facilitan la existencia en comparación con el pasado.
En El Libro de los Portales
vemos sus grandes dosis de intriga y de aventura, el eje principal de todo ese
intríngulis, pero también está presente el amor/desamor, aunque en su justa
pero relevante medida, sin llegar a resulta empalagosa la lectura de este
aspecto ni convirtiéndola en una novela romántica-fantástica. Sólo puedo
comentar al respecto que los amoríos no me los veían venir demasiado al comienzo
de la historia, pero luego me fueron sorprendiendo las direcciones que se
encauzan con fluida naturalidad los sentimientos que llegan a transmitirse
algunos personajes entre sí, a medida que se profundizan.
Respecto al elenco, éste es heterogéneo incluso en harinas que
supuestamente son del mismo costal. El relacionarse y conocerse en esas
interacciones tan dispares, ellos mismos descubren que no todo es tal y como
les ha susurrado al oído ese bicho que todos tenemos llamado prejuicio. En ese
sentido, la historia ha sido aleccionadora tanto para personajes como para el
lector.
De entre los principales, Tash es quien aparece en escena en primer lugar.
Tras toda su vida trabajando en las vetas de bodarita de Uskia, su carácter es curtido
y rudo de manera intrínseca como el chico minero educado por su padre. Sin
embargo, hay mucho más que esconde bajo esa capa que son su apariencia y sus
costumbres. Será consciente de que la vida, el mundo, su propio ser y
absolutamente todo, va más allá de lo que creía o lo que ha vivido hasta ese
momento; y esto será tan revelador como un tanto perturbador para Tash. Su
temperamento es arrojado, pertinaz y más bien indómito. Los acontecimientos que
circundan su persona afectarán a su vida, aunque creo que de una manera menos
acentuada que otros personajes.
Tabit es un estudiante aplicado, el más puro cliché de afanoso ratón de
biblioteca, ceñido en extremo a normas y preceptos de la Academia tanto como
institución como en ciencia, en este aspecto tira más a la homeostasis hacia su
cercana vida como maese tras gradarse. Aunque discrepa y se desespera con
opiniones contrarias a sus convicciones estandarte, en particular con el
personaje de Caliandra, respeta y tolera bastante los pensamientos de los demás
y llega, en especial en el avance de la historia, a ser más flexible pero sin
salirse de quien ha sido, una transistasis que irá solapando su mentalidad
purista. Reservado, humilde y empático, aunque eso no quita que tenga sus
buenas amistades a lo largo de sus años de estudio en la academia, que tienen
también su papel en la trama. Al comienzo de la historia he sentí que no
parecía un personaje de peso, pero que ha llegado sorprenderme al avanzar la
trama, en especial su trasfondo y pasado, así como las explicaciones a su forma
de ser o sus convicciones, que se van destapando poco a poco.
Caliandra (normalmente la llaman Cali a secas) es diametralmente opuesta
a Tabit, pese a que también es una estudiante aplicada y destacable en su
manera tan discordante. Una joven de buena familia de la región de Esmira poco
asidua a pensar las cosas tanto como lo hace Tabit, siendo más osada, más
abierta a cambios e innovaciones. También esconde su trasfondo, más allá de la
dilatada solvencia de su familia, o de su popularidad dentro de la Academia tan
amplia como ambivalentemente condescendiente. En muchas situaciones cruciales,
aunque chocan bastante y sean tan distintos, se complementa con Tabit en el
sondar las intrigas que se les ponen por delante; siendo ella a veces la chispa
que hace funcionar la mecha que es la audacia y perspicacia de él.
También está Yunek, el campesino uskiano. Perseverante aunque eso le
reste a veces visión de razón o juicio, orgulloso sin importar su humilde
estatus, y ante todo un joven entregado pese a que la desesperación o los impulsos
de sus deseos obcecados son potenciales espadas de Damocles. Al ser un joven muy
impulsivo, no es difícil que suela actuar antes de recapacitar en su justa
medida, llegando a hacer o decir cosas de las que pueda sentir cierta lamentación
futura. Lo primero para él son su madre y, especialmente, su hermana menor
Yania, un afán por darles una vida mejor, y es predispuesto a lograrlo a
cualquier precio. En Yunek he atisbado que él mismo es su mayor enemigo y
perdición.
No puedo refrenar en hacer una mención especial a Rodak, el cual aparece
cerca del ecuador de la historia; porque su personalidad y participación me
ganó lo suficiente como otros personajes meramente secundarios pero con
potencial. Además, hay algo de él que me agradó, un paso adelante en la
literatura en general (aunque de manera especial en la de esta temática), así
como mi simpatía por la autora... Y hasta aquí puedo “leer” sobre él.
También muestra un gran elenco secundario, tanto dentro como fuera de la
Academia de Maradia. Aunque por destacar, mentaría a maese Belban, un maestro
conocido entre estudiantes y maeses por su fama de loco y excéntrico, que al
comienzo de la historia destaca por su inesperada búsqueda tras muchos años de
un nuevo ayudante entre los alumnos que están a punto de convertirse en maeses;
esto hace que los toques de aspereza entre Tabit y Caliandra estén más lejos de
limarse. La elección de su ayudante y muchos otros asuntos que giran en torno a
maese Belban tienen su peso en la trama y en los acontecimientos, por lo que el
lector debe tenerlo presente.
También está esa incógnita sobre quién se le conoce como el Invisible,
una figura llena de leyendas musitadas con trémulo recelo entre los habitantes
de Darusia. ¿Existe en verdad? ¿Quién es y cuales son sus objetivos? ¿Qué pinta
en esta historia? La veracidad o rumor del Invisible y su posible papel son
otro enigma de El Libro de los Portales.
Su desenlace, en lo que respecta a mi gusto personal, me dejó muy buen
sabor de boca, aunque al comienzo resultaba muy incierto por donde iban a ir
los tiros, hasta que empezó a sorprenderme cuando las páginas por sondar
empezaban a ser más escasas. La trama danza al compás de la música de la autora
hasta prácticamente el último acorde, hasta las últimas líneas de ese epílogo
que esclarece sin dejar cabos sueltos, poniendo punto y final a una estupenda
historia.
La portada, muy acertada, sin duda capaz de llamar la atención del lector
potencial. La maquetación de esta edición se ubica a la altura de la envoltura;
el número de cada capítulo, así como las palabras prólogo y epílogo, se
enmarcan dentro del relieve que evoca un ejemplo de Portal (el mismo diseño que
se puede apreciar en granate sobre portada y lomo, así como en tono sepia en la
contraportada bajo la sinopsis); y antes de comenzar cada capítulo, se exponen
extractos ficticios de ese mundo, la mayoría líneas de la normativa de la
Academia de los Portales o textos de otros maeses, siempre vinculante a ese
conocimiento secreto respetado por los habitantes de Darusia. De igual modo, en
cada uno de esos intensos pero para nada tediosos capítulos, una floritura
delimita una escena y otra, como una marca que divide sus capítulos en actos o
subcapítulos.
Conclusión: Laura Gallego consigue con El Libro de los Portales trasportar al lector a un mundo por
descubrir cada vez que traspasamos esa entrada que son sus páginas. Una
aventura con buenas proporciones de intriga, el elemento fantástico en la
figura de los Portales y su toque de romance, todo macerado con calma pero con
dinamismo ascendente en su búsqueda de sorprender y agradar a los que estén
dispuestos a descubrir si de verdad en Darusia no existen fronteras.
Mi valoración global: 5/5