Título: Gauditronix
Autor: Jordi Sierra i Fabra
Editado en España por: Edebé
Sinopsis:
La vida de Hiro se ve invadida
noche tras noche por unas terribles pesadillas en las que cruza ocho niveles de
una arquitectura asombrosa y donde se enfrenta a numerosos peligros. Pero no se
trata de una simple pesadilla: los edificios existen, fueron construidos por
Gaudí, y las amenazas que lo envuelven también son reales, tan reales que
quizás Hiro no sea capaz de superarlas.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Esta historia nos presenta a Hiro Nagako, un chico japonés de diecisiete
años que tres años atrás se instaló con sus padres en Londres por el trabajo
del cabeza de familia. En esa nueva vida no puede quejarse, pues tiene todo lo
que cualquier adolescente quisiera para ser feliz; sin importarle lo más mínimo
lo sutiles que llegan a resultar sus rasgos nipones, a pesar de que sus padres sí
sean por entero de dicha etnia. Un verdadero apasionado del aikido que goza del
rango de quinto Dan, el alumno favorito de su sensei, Junichiro Sakaguchi.
Tiene un amigo del alma, Matthew, con el que comparte tanto las aulas como la
experiencia de ser aikidoka. Y lo más importante para él: su amor por Penny ha
sido finalmente correspondido. Pero toda esa felicidad y estabilidad cuentan
con la mácula en forma de pesadillas que le atormentan en sus sueños desde los
últimos tres meses.
Noche tras noche es víctima de los ocho niveles que forman esa prisión onírica
en la que a Hiro se le antoja todo como un videojuego, o incluso una aventura
de rol; pero demasiado intenso, real e insufrible. Un entorno asombroso,
laberintos increíbles, gran presencia de curvas en los elementos físicos,
colosales torres... y peligros en forma de dragones y salamandras. Y lo más
inquietante: la presencia de un ente al que él mismo llama El Hombre Sin
Rostro.
Hiro deberá encontrar la forma de liberarse de esas pesadillas, así como
el origen y el significado de las mismas. Pero desconoce al comienzo de la
historia lo cruciales que son en realidad para él o lo que puede esclarecer
sobre sí mismo, así como la obra de un famoso arquitecto español: Gaudí.
Las pesadillas que acosan constante al protagonista harán que éste indague
en el motivo de las mismas, desembocando en un periplo en él se descubrirá a sí
mismo, mucho más de lo que a priori él o sus seres queridos pudieran aguardar;
y para ello el joven nipón deberá buscar hasta en el último rincón del mapa de
su existencia, del presente a sus propios orígenes, desgranando y analizando
cada partícula de su alma. Y de igual modo deberá sacar a la luz su desconocida
relación de por medio con la obra de Antonio Gaudí en sus pesadillas, con un
significado mucho más allá de toda lógica.
Gauditronix está dividido en
tres partes (más el epílogo), con la peculiaridad de que cada una se desarrolla
en escenarios diferentes: “Londres (Los
sueños)”, donde se introduce a Hiro, su vida en su nuevo hogar, la gente
que le es cercana, y, sobre todo, las pesadillas que van desquebrajando los
pilares físicos, mentales y emocionales que sostienen su ser; hasta que
encuentre de manera casual la respuesta que le permitirá tirar del hilo que le
guíe a la raíz de su problema. “Barcelona
(Gaudí)”, mucho más breve y corta que las otras dos, será la que goce mucho
protagonismo la obra de arquitecto mundialmente conocido, enfrentándose Hiro
físicamente a las pesadillas con las que El Hombre Sin Rostro le hostiga con
mayor frecuencia; una visita a la capital catalana que le brinda una revelación
que cambiará drásticamente su vida. “Tokyo
(El juego)”, es la más intensa si cabe, donde las brumas se apartan para
revelar el quid de las cuestiones de esta historia; además es aquí donde se
esclarece el motivo del título de esta obra.
Sus capítulos son sumamente cortos (cinco páginas de media, algunos ni
siquiera rozan la carilla de atrás de una segunda). Así pues, esta resulta una
lectura fresca y dinámica que no toma demasiado tiempo en dar buena cuenta de
sus páginas (y más si se es un lector voraz).
Jordi Sierra i Fabra me ha metido en el bolsillo con su forma de narrar
esta historia, además de que el estilo usado me resultó bastante singular. Él
logra regalarle riqueza a todos sus capítulos mucho más amplios de lo que
aparentan su escueto calibre, preñándoles de gran detalle y originalidad a sus
escenarios, acontecimientos, sentimientos y acciones; en particular a la hora
de la inmersión en las inquietudes de Hiro y quienes le rodean. Sin duda, su
prosa goza de gran atractivo; ha sabido hilar fino cada puntada de esta novela
juvenil, manteniendo la expectación con la maestría suficiente para esclarecer
tanto a su protagonista como al lector en el punto más álgido en el momento
justo.
Otro aspecto fuerte es su dedicación a la hora de puntualizar y detallar elementos
que se convierten en recurrentes de peso a lo largo de esta lectura; y la
presencia de las mismas se vislumbra en cada recoveco del libro. Por un lado la
arquitectura de Gaudí, consiguiendo Sierra i Fabra transportar al lector
directamente a cada rincón de Barcelona donde se haya plantado cada fruto de la
creatividad del arquitecto. Y por otro, términos y filosofía del aikido, el
arte marcial tan crucial para Hiro, dejando constar su presencia de cabo a
rabo, y su importancia promete acentuarse llegado el momento cuando el lector
empieza a familiarizarse con el aikido al comienzo de la trama; y esa
dedicación de adentrarnos sin tedio al aikido (al menos, a lo más básico e
importante) es algo que gradecer por parte de quienes no hayan oído siquiera
hablar de el mismo.
Hiro me resultó bastante cotidiano, sobre todo al comienzo: un chico
equilibrado de cuerpo y mente entrenados sabiamente en su día a día. El lector
puede palpar cuán sufrido es él por las pesadillas que le acosan, pero a medida
que avanza la trama crece a todos los niveles. En general, un muchacho como un
lago sereno que esconde maravillas en sus profundidades.
Matthew es el típico buen amigo del alma, afable, leal y con ganas de
cachondeo que cualquier adolescente querría tener a su lado a esa edad, además
de volverse simpático en sus no demasiadas apariciones. Sin duda en sus medidas
apariciones aporta el punto ameno en medio de la tensión que siente el propio
Hiro.
Penny es la chica que más de uno le gustaría para sí; la novia amorosa y fiel
que te apoya en todo momento incluso en la distancia, y que a su vez es capaz
de hacer más llevaderas las crisis de su pareja y darle un motivo esperanzador
para seguir luchando. Si Hiro fuera Ulises, Penny (y nunca mejor dicho) sería
su perfecta Penélope.
Aquí me he topado con un personaje que cae más o menos en el cliché del
sensei, incluso en una tierra como Inglaterra tan lejos de las conocidas como del
Sol Naciente. Junichiro Sakaguchi rebosa sabiduría, quizás de manera algo
exagerada; es imposible que leyéndole no venga a la cabeza al señor Miyagi de
las películas de Karate Kid. Y aún
estar sacado de un cliché estándar dentro del oficio y rol que representa,
Sakaguchi cumple bien su misión en el periplo de Hiro.
Jyuro y Michiko Nagako resultan unos padres simpáticos. Comprensivos y
bastante tradicionales dentro la cultura y la mentalidad familiar de Japón,
aunque no por ello estén libres de la influencia occidental por mostrar
respeto, libertad y confianza por su hijo sin que ello reste que sean
protectores y atentos con él.
El Hombre Sin Rostro es un personaje onírico, el maestro de ceremonias de
las pesadillas del protagonista. ¿Pero es tan irreal como se muestra en su
subconsciente? Una figura misteriosa a todos los niveles que congojará a Hiro,
siendo un desconocido fantasma personal que enfrentar como a todos los niveles
que se le encaran cada noche al cerrar los ojos.
Habrá otros personajes que tendrán un peso notable, aunque no aparecen
hasta la tercera parte, y con estos se empiezan a encontrar y a encajar las
últimas piezas de este rompecabezas.
El desarrollo de la historia mantiene en vilo el interés del lector,
sufriendo con el protagonista sus frustraciones a cuenta de sus pesadillas. Al
comienzo todo el asunto es demasiado extraño e ilógico a más no poder, pero
capa a capa se va avistando la razón de todo el meollo que arrastra a Hiro; y
será entonces cuando la trama y el desarrollo den un cambio imprevisible, tanto
que casi parece transformar el género del libro a otro muy distinto en tan solo
un instante. Paso a paso, la vida de quien es el eje de la trama dará un gran
giro en el que caminará por las sendas de la incertidumbre que salir de ellas
dependerá exclusivamente de él, aunque promete ser una proeza titánica para
Hiro.
Nada queda de verdad claro al cien por cien hasta su mismísimo epílogo, “Unos años después”. Un final que
personalmente me agradó en muy, muy alto grado, y que ata bien atados los
acontecimientos decisivos e inciertos del último capítulo.
Uno de los puntos más flojos de esta novela, aunque no sea realmente
importante en lo intrínseco pero sí en lo comercial, es la portada. Simplemente
no transmite, ni casa con lo que representa su protagonista ni lo que vive en Gauditronix. Parece que a la hora de
diseñarla sólo tomaron en cuenta “protagonista japonés” y “practicante de artes
marciales”, y por eso les fue lo mismo reflejar en la cubierta un practicante
de kendo al ser (junto al judo y el karate) el arte marcial más característico
de Japón. En definitiva, aspecto que no parecieron esmerarse lo más mínimo.
¿Y por qué Gauditronix? Está
claro que en parte por Gaudí, pero este nombre en concreto cobra muchísimo
sentido cuando se abra lo que se esconde tras el telón del fondo de esta trama.
En conclusión: Un libro bastante entretenido y que dejará un buen
sabor de boca. Tan amena y efervescente que en algún momento puede dar la
sensación de que se queda un poco corto; aunque tal como se concibió resulta
ideal. Definitivamente, cualquiera afín a este estilo literario debería darle
una oportunidad para vez la relación entre las pesadillas de Hiro y la obra de
Gaudí, porque sé que no se arrepentirá lo más mínimo. Jordi Sierra i Fabra no
te defraudará con su Gauditronix.
Mi valoración global: 4,5/5
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