Título original: Dracula
Autor: Bram Stoker
Editado en España por: Diversas
editoriales
Sinopsis:
Jonathan Harker viaja a
Transilvania para cerrar un negocio inmobiliario con un misterioso conde que
acaba de comprar varias propiedades en Londres. Después de un viaje preñado de
ominosas señales, Harker es recogido en el Paso de Borgo por un siniestro
carruaje que le lleva, acunado por el canto de los lobos, a un castill
.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Más de una vez me había picado la curiosidad esta obra considerada insigne
del terror, aunque no terminé de animarme precisamente al ser uno de los
géneros que no suelo abrirles demasiado la cancela (al menos, en el terreno del
cine y la televisión). Sin embargo, la oportunidad llegó cuando se presentó
este título entre varios otros a escoger en adaptaciones condensadas en inglés
para uno de los estudios que estoy realizando. Dicha lectura me animó lo
suficiente como para echarle la vista a la novela íntegra original en
castellano, y el resultado fue bastante mejor e imprevisto de lo que me había
llevado a creer con mi sugestionada idea previa; aunque admito que no alcanzó
por entero mis elevadas expectativas iniciales.
La historia nos sitúa en Londres, en torno al ocaso de la Era Victoriana,
con Jonathan Harker como punto de partida de la narración. Entre las funciones
de este joven abogado, está la de gestionar la compra de terrenos y viviendas
en su país a adinerados del extranjero; y en este comienzo le vemos con rumbo a
la remota región de Transilvania, con el fin de ultimar la compra de un
aristócrata conocido como Conde Drácula.
Al principio, Harker no está especialmente conforme con la idea de
recorrer el continente de cabo a rabo para llevarle la documentación a su
cliente, en especial por sus muy próximas nupcias con su prometida Wihelmina
(Mina) Murray; sin embargo, él acepta al ser ella quien le anima a llevar a
cabo lo que se le encomienda antes de enfrascarse con la boda tan ansiada por
ambos. Sin embargo, Jonathan se lamentará de su decisión a medida que se va
acercando al castillo del Conde, en un camino plagado de supersticiones y
pavores en los lugareños cuando estos descubren el destino del británico, con
las sombras traicioneras del peligro alimentando sus propios miedos.
Este es el punto de partida de la novela; que proseguirá con la terrible estancia
(o más bien confinamiento) de Jonathan bajo la siniestra y acongojante
dominación por parte de quien da nombre a la obra; paralelamente, Mina decide,
debido a la ausencia de su prometido, pasar un tiempo en Whitby (Inglaterra)
con su amiga Lucy Westenra, la cual recientemente aceptó prometerse con Arthur Holmwood
(Lord Godalming), tras rechazar cortésmente a Quincey Morris y al doctor John
Seward, quienes son a su vez amigos de Arthur. Lo que ocurre poco tiempo
después en esa ciudad de la costa de Yorkshire, paralelamente al destino de
Jonathan, será lo que encausará posteriormente la trama principal, sumándose el
nombre del profesor Abraham Van Helsing a los demás personajes para esclarecer
y actuar ante lo que gira en torno a la figura del Conde.
Drácula me resultó una obra bastante
intensa y detallada; Bram Stoker aporta ambas características como parte de sus
puntos fuertes, aunque en ciertos momentos lo vi como una espada de doble filo.
En mi lectura me crucé, dentro de esa intensidad, partes en las que casaban
bien con el dinamismo que lograba mantenerme ávido de sondear sus páginas con
mayor constancia; sin embargo, casi a la par, me topé con puntos de la trama en
los que me obligaba a tomarme con un poco más de calma este clásico literario.
En la narración predomina la primera persona, siempre en forma de diarios,
cartas y telegramas de mano de la mayoría de personajes relevantes. Al mismo
tiempo, la tercera persona se deja ver, igual de relevante aunque con menos
presencia, con recortes de periódicos sobre noticias vinculadas a los
acontecimientos de la historia de Bram Stoker. Todo está perfectamente ubicado
cronológicamente, habiendo algunos fragmentos en los que más de un diario narra
las mismas fechas que se colocan en una preferencia idónea para la exposición y
la intriga del libro.
El autor explota con mucho acierto, y puede que con demasiada intensidad,
la primordial exposición de la obra a través de sus propios personajes
principales. Consigue a través de Jonathan, Mina y los demás que se suman a
ambos a que el relato sea realmente visceral, preñando cada una de las líneas
con sus más diáfanas emociones.
Los dos sentimientos que más reverberan sus líneas son el amor y el
miedo, tan distintos y complementarios entre sí en esta novela. Miedo que es
capaz de infundir el No muerto con su crueldad tan ponzoñosa, miedo a la
muerte, o más bien a caer en la no muerte, tanto propia como de otras personas,
miedo a las pérdidas o que los esfuerzos por luchar contra la adversidad sean
fútiles. Pero tras ese miedo capaz de mermarnos, sus personajes despliegan amor
sincero, intenso e incondicional en la práctica totalidad de sus posibles
facetas; por su puesto, el que puede existir entre un hombre y una mujer que
desean compartir sus vidas por siempre, también el amor limpio de amar a
alguien que no puedes tener como quisieras pero que eso no impide que con la
sinceridad de ese sentimiento aceptes esa situación y que se esté dispuesto a
darlo todo por aquella persona que es feliz en otros brazos. También el amor
del compañerismo y la amistad que aflora entre los personajes a medida que
transcurre, o que dicha amistad se convierta en una especie de amor platónico
sin salirse de dicha relación cordial. Y precisamente, esa emoción que Drácula desconoce
(o que quizás haya olvidado al dejar atrás su naturaleza mortal), tan distinta
a esa otra que bien conoce y goza, es lo que puede llegar a marcar la
diferencia.
Es una historia con sus toques de terror, pero nada radicalmente
explícito como cabría esperar. Este terror en sí, más que a la brutalidad y
violencia, se fragua con la intriga, la atrocidad y la crueldad combinándose,
haciendo girar a sus personajes en una espiral de pavores, muertes,
inmolaciones y sacrilegios al son de la infame batuta con la que dirige el
popular vampiro con cada una de sus aspiraciones y ese afán cada vez más
maquiavélico e interminable a lo largo de sus siglos de existencia.
Es realmente difícil especificar un verdadero protagonista principal.
Jonathan tiene el peso central al comienzo dadas las circunstancias, para dar
el relevo a Mina y otros personajes que se encuentran en Inglaterra cuando les
corresponde. Creo que hasta la fecha es uno de los libros que he leído con
mayor equidad de protagonismo y voz narrativa; en especial por su narración casi
por entera en primera persona, tan acostumbrados que muchos solemos estar a
historias expuestas por su protagonista principal al completo (cada vez más
frecuente uno femenino), o con partes en las que otro personaje relevante
aporta unos pocos capotazos de su visión como complemento.
Jonathan es de los que más se curten en la historia. No exuda demasiada
seguridad ni confianza propia al comienzo, pero tras las tortuosas vivencias
que le marcarán y cambiarán deberá encontrar la entereza para enfrentarse a los
miedos, en especial cuando tocan lo que más le duele.
Mina es el claro ejemplo de mujer entregada y bondadosa con el resto de
sus semejantes, en especial con el hombre que ama por el que bebe los vientos.
Un personaje que se fortalece más a medida que la crudeza se vuelve más densa
en la novela, pero aún así nunca perderá virtudes tan escatimadas en las
personas tales como la paciencia o la compasión, incluso hacía quienes no
puedan ser verdaderos dignos de ello.
Lucy es muy próxima a Mina, con una palpable simbiosis entre ambas en su
profunda amistad. Parece que Stoker la hubiese concebido para cumplir el ideal
de candor, delicadeza y elegancia que muchos hombres ansían en una mujer
(imagino en especial para el canon británico de esa época); no en vano,
pretendientes no le ha faltado. Un personaje de los que más padecen en la
historia y que en parte darán un motivo a la mayoría para seguir adelante en
una lucha desesperada.
Los tres hombres que aman a la señorita Westenra (Arthur, John y
Quincey), son grandes amigos tan dispares y a su vez tan similares (más allá
del foco de sus pasiones del amor), siendo un trío que se complementa en gran
medida. Cada uno de ellos demostrará una gran intervención en los
acontecimientos que se verán arrastrados, experimentando el terror y la
crueldad de Drácula, llegando a convertirse la causa común de los personajes en
algo sumamente personal, tan dispuestos como Jonathan y Mina a llegar hasta el
final sin importar las consecuencias.
Van Helsing me resultó un anciano bastante peculiar. De no ser por este
médico y sus conocimientos sobre los vampiros, los hechos que se nos relata,
así como las vidas de los afectados, habrían tomado un rumbo distinto y más
nefasto. La curtida sabiduría, así como la arrojada sangre fría a la hora de
tomar las decisiones incluso en momentos más complicados, serán sus grandes
bazas junto a su carácter tan humano y esa fuerza moral que es capaz de
explotar para compensar las físicas que dejó atrás en su juventud.
El Conde es quien da el título a la obra, el eje principal que hace rodar
calamidades y tormentos sobre los mortales involucrados; sin embargo, este
personaje no se caracteriza por una dilatada aparición real, ni por su
interacción directa con el resto, más bien destaca como una sombra pérfida detrás
de sus maquinaciones y sus fechorías. Aún así, a través de los demás personajes
vamos conociendo mejor la personalidad de Drácula a medida que avanza la
historia, pues los que narran esta novela llegan a desentrañar la mentalidad de
este vampiro a raíz de sus actos.
Respecto al desenlace, creo que no pudo acabar de otra manera. Hasta los
últimos retazos de diario de sus protagonistas no se llega a entrever las últimas
cartas del autor sobre la mesa, y he de admitir que en general me agradó como
cierra la trama, sorprendiéndome con el destino definitivo de algunos
personajes; pero de todos sus últimas líneas (en lo que se puede considerar el
epílogo) se me antojaron un añadido para aclarar al lector unos muy escasos
detalles de cómo se hayan sus protagonistas años después, esclarecedor pero sin
explayarse a penas.
Conclusión: En general, una gran obra recomendable de lectura, aunque su
lectura puede ser pesada por lo intenso y visceral de su exposición. Tanto si
agrada como si no a quienes se adentre entre sus páginas, creo que nadie
debería perder la oportunidad de conocer la verdadera historia sobre el
“chupasangre” por excelencia.
Mi valoración global: 3,5/5
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