Título: Little Women
Título en español: Mujercitas
Autora: Louisa May Alcott
Editado en inglés por: Varias
editoriales
Editado en España por: Varias
editoriales
Sinopsis:
Come laugh and cry with the March family.
Meg − the sweet-tempered one. Jo − the
smart one. Beth − the shy one. Amy − the sassy one. Together they’re the March
sisters. Their father is away at war and times are
difficult, but the bond between the sisters is strong. Through sisterly
squabbles, happy times and sad, their four lives follow different paths, and
they discover that growing up is sometimes very hard to do…
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Un clásico en el que siempre quise adentrarme a raíz de las diferentes
adaptaciones para la pequeña y gran pantalla con las cuales disfruté tanto a lo
largo de mi vida, pero ha tenido que pasar bastante tiempo para que se terciara
la ocasión (además en inglés).
La historia gira en torno al hogar de los March en Concord, Massachusetts,
más concretamente en las cuatro hijas del matrimonio. El telón de fondo
histórico de los acontecimientos que viven es la guerra de Secesión
norteamericana, lo que acredita a nivel argumental la ausencia del cabeza de
familia, Robin, al alistarse como capellán para el ejército de la Unión.
Se nos presenta cuatro hermanas realmente distintas entre sí. Margaret
(Meg), de dieciséis años al comienzo de la novela; Josephine (Jo) de quince,
Elizabeth (Beth) de trece y Amy de doce. Las cuatro viven con su madre,
Margaret como la primogénita aunque es más conocida entre los suyos por el
apelativo de Marmee, una mujer que demuestra temple, predisposición y caridad;
ayudando con entrega y dentro de sus limitaciones a los más necesitados.
Se nos da a entender casi desde el inicio que los March conocieron
tiempos mucho mejores que a penas recuerdan las dos hijas menores, pero las
circunstancias y el abuso de terceros a la buena fe de Robin hicieron evaporar
su riqueza hasta llevar a la familia, de manera inevitable, hacia una situación
de pobreza de la que se mantienen más o menos a flote con gran esfuerzo.
Junto a su humilde hogar en el momento de esta novela, está la mansión de
su adinerado y anciano vecino, el empresario James Laurence, adonde recién se
instala el nieto de este, Theodore, de la misma edad que Jo y que siente
curiosidad por la bulliciosa vida de sus vecinas desde la quietud sobria del
hogar de su abuelo.
La historia de Mujercitas es un
paseo por la vida de estas cuatro hermanas y de quienes las rodean, mostrando
los momentos buenos y malos que afrontan mientras el padre está lejos en la
lucha contra el ejército Confederado.
Cada una de estas cuatro muchachas cuenta con sus virtudes y sus
defectos, como cualquier persona, y las experiencias y tribulaciones que les
depara esa juventud serán pequeñas pruebas para sí mismas; y bajo el atento
amparo juicioso de su madre aprenderán a pulir más aún lo mejor de ellas mismas
y tratar de borrar, o al menos controlar, sus propias faltas.
Se nos presentan las complicaciones de una familia adinerada
acostumbrándose aún a una vida más comedida, con privaciones que les eran
desconocidas en el pasado, teniendo las dos mayores la iniciativa de trabajar
para ayudar en lo posible con los gastos del hogar; Meg como institutriz para
los hijos menores de un hogar próspero; y Jo acompañando y haciendo de lectora
en voz alta a la tía March, una viuda adinerada tía de Robin. Sin embargo, a
pesar de las complicaciones económicas y de mostrarnos que el dinero es
necesario para vivir, en una época en la cual las mujeres solían considerar
importante casarse con alguien rico obviando a los hombres más humildes, aquí
nos enseña que hay algo más, que el poderoso caballero no garantiza la
felicidad como cree la mayoría de las personas. Se acentúa la humildad y los
sentimientos ante la vacuidad que suponen las banales posesiones y el afán por
estas de tantas personas.
Mujercitas es una obra que
trata de espolear lo mejor de las personas, de sacar esa bondad innata que
posee el lector como ser humano. Esto puede apreciarse por las acciones humildes
y clementes de Marmee March con sus semejantes, en como supervisa y en
ocasiones asesora a sus cuatro hijas a combatir sus tentaciones, miedos y
defectos para que las cosas maravillosas que pueden ofrecer al mundo reluzcan;
y ante todo, que sean en el día de mañana mujeres respetadas y admiradas por
todos, amables y trabajadoras, pero ante todo que sean felices en sus vidas
adultas.
La relación entre las cuatro hermanas me pareció cautivadora. Todas
distintas entre sí, contrastes que noté incluso más acentuados respectivamente
entre las dos mayores y las dos menores; y en conjunto demuestran la intensidad
y autenticidad del amor fraternal (además del familiar con su madre) mucho más
allá de esa mera lealtad de la sangre por la sangre que en muchos casos ya
supone una imposición absoluta. Y en buena parte, considero que Jo es el nexo
más fundamental entre las cuatro por las férreas y dispares relaciones que
mantiene con sus tres hermanas: Cercana con Meg por la escasa diferencia de
edad que las distan, habiendo entre ambas la confidencia que puede encontrarse
en dos amigas del alma; protectora y afectiva con Beth, con la cual se aprecia
un vínculo especial y casi maternal; turbulenta con Amy, a quien en verdad
quiere como a las otras dos pero porfiada a la hora de chinchar a la menor, con
la cual mantiene un amor reñido con momentos de asperezas por el choque de
sendas personalidades.
Pero a parte de la férrea relación entre las cinco mujeres March, también
nos muestra con notoriedad que personas ajenas al núcleo familiar puedan llegar
a formar parte del mismo y desarrollar un afecto igual auténtico y sincero, que
ese tipo de amor y cariño no es exclusividad a los lazos de sangre. El mayor
ejemplo de esto es el propio Theodore, a medida que se profundice más su
relación en el seno de la familia vecina; demostrando que el afecto verdadero
va más allá de compartir apellidos, clases sociales o posición económica.
Algo a favor de la prosa de la autora es el grado de sensibilidad que
derrocha en estas líneas, lo cual no mengua la profundidad; en buena parte
debido a lo visceral que es la Alcott al inspirarse en sus propias vivencias,
utilizando también como escenario la ciudad donde vivió con sus tres hermanas. Muestra
de ello es que la voz narradora de sus veintitrés capítulos, aunque sea la
típica en tercera persona, también se ve a la propia autora inmersa en todo lo
que viven y sienten las March, convergiendo la escritura de esta historia con
la mirada retrospectiva de las propias experiencias que toma como base de
inspiración. Puede que para algunos lectores este manuscrito peque de
cursilería, pero tampoco se puede negar ese punto favorable que es la forma con
la cual refleja el grado de machismo de la sociedad de entonces respecto a la
actualidad, así como algunos personajes (en especial Jo) rompen alguna que otra
ligadura con los estereotipos femeninos, especialmente en la literatura.
Meg es la mayor de las hermanas, una joven prudente y refinada que
derrocha amabilidad y dulzura. Censura el comportamiento de Jo, recordándole a
esta que ya no son niñas y que deben comportarse como las señoritas que son. Demasiado
calmada y con iniciativa limitada a mi criterio, pero habrá momentos en que
demostrará tener más sangre corriéndole por las venas de lo que suele
demostrar. El mayor defecto personal de Meg es lo mucho que llega a considerar
importante el hecho de tener dinero, pues ella es la que mejor recuerda los
buenos tiempos de su familia; añorando la prosperidad, ansiando una vida
ostentosa, soñando con ir a miles de fiestas con elegantes vestidos sintiéndose
una princesa de cuento y sumergirse en ese mundo frívolo y brillante. Sin
embargo, a base de bofetadas sin mano y realidades que contemplará con ojo más
crítico, aprenderá otros valores más prioritarios. Curiosamente, es la única de
las cuatro que no desarrolla una cualidad artística propiamente dicha.
Jo (un personaje que muchos momentos parece contar con un protagonismo
más acentuado) es a ojos de todos una marimacho orgullosa de ello, sin que le
importe lo más mínimo esa opinión incluso viniendo de su propia familia. Una
muchacha enérgica, fiel a sí misma, brillante, curiosa y sincera hasta decir
basta. Con afán y talento para la escritura, a lo que dedica tanto tiempo como
le es posible, soñando con ser una escritora famosa y ganar mucho dinero para
que su familia pueda tener una vida más cómoda y despreocupada. Es impulsiva y
orgullosa en extremo, bastante negada a la hora de reflexionar, saltando a
provocaciones con facilidad y su lengua suele ir más rápido que su propio
raciocinio; todo esto pocas veces le sirven para bien y más para meter la pata,
lo cual la llevará con frecuencia a lamentarse de su temperamento, intentando
controlarlo pero sin gran éxito por más sincera que sea su intención. Sin embargo,
Jo es lo bastante fuerte, noble e íntegra como para no dar su brazo a torcer a
la hora de mejorar y alcanzas sus propias metas; y a pesar de que esos
arranques suyos suelen traerle problemas, ese corazón arrojado y entregado
también saca a lucir lo que ella es capaz de hacer, incluyendo sacrificios
personales, por las personas que quiere.
Beth es calmada y abnegada, capaz de enternecer desde su sencillez tanto
a los suyos como al propio lector. Ella es feliz con tan sólo estar en casa
(estudiando allí y no en la escuela por su delicada salud), ayudando en las
tareas domésticas, tocando el piano y cuidando tanto de sus gatitos como de sus
muñecas. Lo más característico de la tercera de las hermanas es su mayor
defecto: una timidez tal que incluso tiende a recelar de los desconocidos
(principalmente del sexo opuesto), que la lleva a una especie de ostracismo en
el que sus padres y hermanas son de las pocas excepciones. Ella está siempre
por los suyos, pero en segundo plano como una sombra que tema ser una molestia
o una carga para el resto; una vocecilla que pasa desapercibida bajo la fuerza
de los demás, bondadosa y con mucha buena fe. Un personaje que en esta familia
será quizás de los más sufridos en distintos sentidos, pero que llega a
sorprender cuando de algún modo ese cascarón de apocamiento empiece a ofrecer
fisuras que permitan ser más confiada y relajada, que no es necesario equiparse
con tanta coraza emocional con el mundo exterior a su hogar.
Amy es la que está más cerca de la niñez de las cuatro, la que es tomada
menos en serio por situarse justo en la frontera que separa la infancia y la
adolescencia. Una chica con buen corazón y sin malicia, aunque contraste su
aptitud más bien vanidosa y caprichosa; maravillándose en especial con lo
aparentemente bello que ofrece el mundo, tratando de captar esa belleza
superficial en su mayor afición que es el dibujo. Otra de sus perdiciones es lo
altiva y digna que se siente, algo que empeora cuando alguien (en especial Jo)
la trata con condescendencia y la ubique a parte de los considerados adultos.
Al igual que sus hermanas, sus vivencias en esta novela la ayudarán a crecer,
aunque su camino será el más largo de las cuatro por su juventud. Un personaje
que unas veces te enternecerá por la simpleza idílica con la que cree ver la
realidad y en otras exasperará por su inmadurez, pasando por la empatía por su
propio sentimiento de frustración de que los demás no vean del todo lo poco que
le queda a ella de infancia.
Marmee es una madre, esposa y vecina de ensueño. Cordial, amable, templada
y caritativa; un ejemplo que espolea la bondad cristiana, atenta de que sus
hijas no se descarríen como personas en esa juventud que puede ser determinante
en sus maneras de ser, y para estos último puede ser bastante drástica dentro
de su propia quietud. Sin embargo, hay algo sobre ella que pocos saben y que
una vez llega a conocimiento del lector, este entenderá que no es fácil ser una
mujer como es ella, y que incluso llegará a admirar más a Marmee como
personaje.
Theodore (Laurie para sus amigos y cercanos, a veces Teddy de forma más
íntimamente amistosa para Jo) es un joven inquieto y un tanto díscolo y
obcecado, pero sin malicia. Encantador y afectivo con quienes se gana su
corazón. Quiere a su abuelo, aunque tengan sus discrepancias sobre el afán de
este en que se centre en sus estudios para sucederle en el futuro o su
disconformidad a la pasión musical del muchacho. Su alma se vuelve famélica de
ese calor familiar que observa y escucha de la casa vecina, tan llena de vida y
risas que contrasta con la sobriedad y la quietud en la que vive. A medida que
el evidente acercamiento con la familia March se acentúe, será uno más de ello
hasta el punto de compartir con ellas risas, juegos, llantos y preocupaciones.
Con Jo se aprecia de antemano los brotes de una amistad mucho más intensa,
compenetrándose y entendiéndose el uno al otro pero con inevitables choques por
tener ambos personalidades intensas, similares en unos aspectos pero dispares
en otros; pero el lector no tardará en entrever que bajo esa amistad intensa y
franca él germina un sentimiento mayor hacia la segunda de las hijas March.
Otros personajes complementan estos que se vuelven complementarios en el
entramado argumental. La tía March es una anciana más bien arisca y demasiado
pragmática, pero no es difícil distinguir que en el fondo quiere a la familia
de su sobrino político; aunque sea a la manera de su personalidad añeja. James
Laurence da el perfil superficial de anciano serio, estricto y huraño, pero las
apariencias engañan en buena parte, viendo como acaba estimando el hogar de los
March cuando se conozcan mejor, en especial con una de las hijas por motivos
propios; y aunque adora a su nieto, es estricto mirando por su futuro y
temiendo que viejas historias de la familia se repitan y que el espíritu del
muchacho se vuelva demasiado libre e indómito, y la influencia de sus vecinas
le ayudará a entender que es necesario aflojar un poco esa bienintencionada
presión. Hannah es la criada de los March desde antes de perder su fortuna, y
se mantiene fiel a ellos aunque realice sus servicios por vocación y lealtad a
la relación tan confiada y familiar con ellos después de tantos años. Otro
personaje a tener en cuenta es John Brooke, el tutor de Laurie, un personaje
sin demasiada importancia en sus primeras apariciones pero que va ganando un
peso gradual dentro de su rol secundario.
En general, la trama es dulce, con sus momentos agrios e inesperados propios
de las circunstancias que supone la vida en sí. Una lectura sosegada y sencilla
pero que un lector con buen ojo es capaz de entrever la profundidad que posee.
Cualquiera podría identificarse en algún momento con las distintas situaciones
y reflexiones que ofrece, animando a la superación tanto personal como de las
tribulaciones varias que pueden ocurrir en el día a día.
Lo que quizás me desubicó un poco (y que puede que le ocurra a cualquiera
que haya visto alguna de sus adaptaciones cinematográficas sin conocer a fondo
la bibliografía de Alcott) fue su final. Esta novela culmina más o menos en el
ecuador de lo que se ha llevado al celuloide, y la razón es que las distintas
películas abarcan tanto esta historia como su continuación directa de la cual yo
desconocía (Good Wives en inglés, Aquellas Mujercitas en español); y aunque
esta historia acaba bien tal cual, deja bastantes cosas en el aire que puede
inquietar la curiosidad del lector como para continuar con la vida de las
hermanas March.
Sin embargo, una vez llegado a su desenlace, uno comprueba en su
desarrollo una alegoría de lo que supone madurar para las cuatro mujercitas,
incluyendo a Amy y Beth a pesar de ser más jóvenes que Meg y Jo, quienes son
las más próximas a esa etapa inevitable y cada vez más cerca que es ser
verdaderas mujeres.
Sobre las adaptaciones antes citadas, todas reflejan bien lo que condensa
esta novela. Esta lectura me esclareció como ocurre de verdad ciertas escenas
llevadas al cine de distintas maneras, además de otras que nunca se mostraron
en la gran pantalla o que se vieron de manera demasiado vaga. Todas son dignas
de ser visualizadas, desde la primera de 1933 hasta la más conocida y reciente
de 1994 (con Katherine Hepburn y Winona Ryder encarnando a Jo respectivamente);
pero mi predilección personal es la de 1949 en la que Elizabeth Taylor toma el
rol de Amy.
En lo que respecta a su lectura en inglés, que este fue el caso, no
supone un verdadero desafío. Quienes tengan al menos el nivel del certificado
B1 podrán afrontarlo con fluidez, pero también es una buena lectura para los
que no sean tan versados pero sí iniciados en el idioma; aunque la consulta al
diccionario o traductor de turno puede ser inevitable tanto para unos como para
otros, sobre todo por algunas expresiones y estructuras gramaticales que son
menos frecuentes incluso para los hablantes nativos de hoy en día.
Conclusión: Una historia de una familia unida y buen avenida
incluso en la pobreza, las limitaciones o las diferencias de caracteres de sus
integrantes. Un día a día que puede ser especial si uno conecta con la visión
de las hermanas March capaz de contagiar a quienes las rodean.
Mi valoración global: 4,5/5