Título: Los Años de
Peregrinación del Chico sin Color
Título original: 色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年
(Shikisai wo motanai Tasaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi)
(Shikisai wo motanai Tasaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi)
Autor: Haruki Murakami
Editado en España por: Tusquets
Editores
Sinopsis:
Cuando Tsukuru Tazaki era adolescente, se sentaba durante horas en las
estaciones para ver pasar los trenes. Ahora, con treinta y seis años, es un
ingeniero que diseña y construye estaciones de ferrocarril y que lleva una vida
tranquila, tal vez demasiado solitaria. Cuando conoce a Sara, una mujer por la
que se siente atraído, empieza a plantearse cuestiones que creía
definitivamente zanjadas. Entre otras, un traumático episodio de su juventud:
cuando iba a la universidad, el que fue su grupo de amigos desde la
adolescencia cortó bruscamente, sin dar explicaciones, toda relación con él, y
la experiencia fue tan dolorosa que Tsukuru incluso acarició la idea del
suicidio. Ahora, dieciséis años después, quizá logre averiguar qué sucedió
exactamente. Ecos del pasado y del presente, pianistas capaces de predecir la
muerte y de ver el color de las personas, manos de seis dedos, sueños
perturbadores, muchachas frágiles y muertes que suscitan interrogantes componen
el paisaje, pautado por las notas de Los años de peregrinación de
Liszt, por el que Tsukuru viajará en busca de sentimientos largo tiempo
ocultos. Decididamente, le ha llegado la hora de subirse a un tren.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
Tenía muchísimas expectativas a este título, ya que escuché muchas
maravillas sobre su autor y la práctica totalidad de su obra. Esta primera
incursión mía a la narrativa de Murakami, y me agradó en gran medida aunque no
terminara de conectar con la novela como esperé a priori.
La historia de Tsukuru Tazaki, quien su apasionado interés por el mundo
de los trenes parecía encauzar su futuro profesional más allá de una mera
afición, puede resultar bastante difícil de empatizar en sus primeras líneas,
pero se vuelve más clara pero no mucho menos compleja a medida que transcurren
los capítulos. Desde el comienzo sabemos que él estuvo caminando por la
finísima cuerda floja por la que pasan los que barajan la idea del suicidio, pero
que al final saltó al otro extremo de esa suspensión mortal y seguir viviendo.
Sin embargo, su vida y él mismo (tanto en lo físico como en lo emocional)
mutará drásticamente, y sobrelleva el día a día desde entonces.
Aún así, los fantasmas encerrados siguen allí, y parecen musitarle con
frecuencia, más ahora que Tsukuru parece estrechar más su relación con Sara
Kimoto, quien trabaja para una importante agencia de viajes del país. A medida
que ambos se van conociendo mutuamente, los ecos del pasado se hacen más
vívidos y recurrentes en su memoria, y heridas que parecías más o menos
cicatrizadas el dedo de la resentida duda rascará en ella aunque pueda
significar abrirla de nuevo en el dolor.
Y todo ello, lo que posteriormente desencadenaría en la tentativa del
suicidio, fue el repentino abandono que sufrió por sus amigos del instituto de
su Nagoya natal al poco de mudarse a Tokyo para iniciar sus estudios
universitarios. Hasta el comienzo de esta historia, cualquiera (incluyendo el
propio lector) se cuestionaría como un grupo de tres chicos y dos chicas, tan
heterogéneos entre sí como sumidos en una unidad sincera e intensa capaz de
despertar la admiración de quienes los conocían, acabarían haciéndole el vacío
hasta la exclusión de Tsukuru.
Esa relación de amigos idílica que prometía inmutable, sumado a los
efectos psicológicos y emocionales de esa traición y a las vivencias del
protagonista tras superarlo de algún modo, son los peldaños de esta trama,
compartiendo él parte de ellos con Sara y la totalidad con el que sonda estas
páginas, en pos de comprender el corazón de Tsukuru, quien poco a poco su
pareja en potencia se convierte en un estímulo que le espoleará a buscar la
verdad que no se atrevía a sacar del velo de misterios que no tuvo valor de
descorrerlo de verdad años atrás.
Las cuestiones son: ¿Será Tsukuru capaz de dar los primeros pasos para
alcanzar la verdad? ¿Será, ante todo, capaz de asimilarlas si la indaga hasta
el final?
Los Años de Peregrinación del Chico
sin Color nos desgrana la vida presente y pasada de Tsukuru Tazaki, sondada
de manera visceral. El lector irá comprendiendo mejor la trama con cada capa
que desprendemos del enigmático conjunto que se presenta. Vemos lo tortuosa que
fue su vida, desde su propia percepción emocional, a partir del ocaso de su
minoría de edad al entrar en la universidad (legalmente en Japón no se es
adulto hasta los veinte años).
Dicen que el tiempo lo cura todo, aunque muchas veces sólo mitiga el
dolor, hasta el punto de ser ese polvo que más de uno no le importa esconder
bajo una alfombra: no puede librarse de verdad de él, no lo ve pero sí sabe en
el fondo que está ahí debajo. Y a pesar de la edad que alcanza Tsukuru en el
momento presente de la historia, las cuentas pendientes que le debe su pasado
estarán ahí hasta que decida cobrárselas.
El estilo narrativo de Murakami realmente agrada. Una exposición profunda
y fluida de principio a fin, saltando muchas veces entre el presente y el
pasado de su protagonista sin desafinar esa armonía que ayuda al lector a no
caer en la confusión de tales cambios de escenas.
Aunque recurre a la narración en tercera persona, consigue sumergir al
lector de una manera suma y exquisitamente visceral, con una perspectiva tan
visceral como si el propio Tsukuru estuviera describiendo sus vivencias
actuales y pretéritas. Seguramente un punto fuerte de la escritura de este
autor.
Los Años de Peregrinación del Chico
sin Color cuenta con un protagonista con mucho potencial, bastante bien
explotado con la buena certeza del autor, pero que aún así me encontré con
matices de Tsukuru que consideré ligeramente desaprovechados; aunque un punto
muy interesante son sus reflexiones y sus luchas consigo mismo en su
subconsciente, donde le atormenta todo lo que retiene en su alma. Sin embargo,
nada resta su calidad personal, aunque se considere así mismo un chico sin
color (el motivo que da nombre al título español es que los primeros ideogramas
de cada apellido de sus amigos del instituto al leerlos significan un color,
tal como aclara el traductor de esta edición), él irá dando sentido al
significado de su nombre de pila, que da alusión a la capacidad de creación. Tsukuru
es alguien que ha sufrido un cambio, pero que el cual ya el lector se
familiariza desde el comienzo, quedando el “antes” mencionado por él mismo. En
resumidas cuentas, un protagonista que, en mi caso personal, que sintoniza muy
bien con el lector aunque me hubiera gustado que fuese a un nivel superior.
Sara es una mujer que muchos hombres desearían, al menos, compartir una
copa con ella. Atractiva, sofisticada, aún joven, con una independencia más
allá incluso de lo que cabría esperar de la mentalidad más tradicional de sus
compatriotas. A medida que avanza su participación en la novela, más relevante
se vuelve aunque sin ganar el peso que posee Tsukuru, con el cual se divisa desde
el comienzo una profunda relación, siendo ella un refugio de desahogo emocional
y una fuente de consejo y aliento a todo lo que él amasó enterrado en las
entrañas de su alma. Aunque hay puntos de Sara que no llegué a comprender y
otros que no me agradaron demasiado.
Los cuatro amigos de la pandilla, a priori en los recuerdos de Tsukuru,
se me antojaban un poco cliché de cualquier grupillo de adolescentes. Aka
(rojo) el típico cerebrito al que siempre se le augura un futuro prometedor, Ao
(azul) por el contrario deportista sobresaliente que nadie descartaría verlo el
día de mañana como profesional. Kuro (negro) se la describe como no bella pero
sí con un encanto en su físico y su personalidad, voluptuosa, de carácter
fuerte y llegando a ser un tanto protectora con Shiro (blanco); este cuarto
componente de aquel desaparecido quinteto es diametralmente opuesta a Kuro,
pues encarna el ideal clásico de mujer en su país: bella y de rasgos delicados
de muñeca antigua japonesa, esbelta, virtuosa del piano.
Estos cuatro personajes se verán mucho como los recuerdos de Tsukuru,
quienes han sido en gran medida de su felicidad, sus sentimientos e incluso sus
deseos en algún momento. ¿Qué pudo quebrar ese quinteto? ¿Qué será de ellos en
el presente de la novela? Seguramente un punto que espolea la curiosidad del
lector en los primeros capítulos, lo cual al final resulta revelador e
interesante aunque sin alcanzar las prometedoras expectativas (por lo menos, en
mi caso).
El elenco no es mucho más amplio más allá de estos tan cruciales que he
enumerado. A más destacar Haida (otro personaje con apellido colorido, gris).
Tsukuru lo conocerá durante sus años se fragua una relación que encaja desde el
comienzo, y este estudiante de Física le aportará muchas cosas, en especial la
pieza musical de Liszt citada en la sinopsis y que será casi un personaje más.
Aún así, su papel en esta historia me pareció tan relevante como casi de
relleno, tan diáfano pero a la vez tan fugaz. Por otra parte, llegó a
impactarme Haida en cierto momento avanzado de su amistad con Tsukuru.
En general, la trama resulta expectante a lo largo de su transcurso.
Vemos el pasado y presente de Tsukuru, y como las heridas del primero
repercuten en el segundo por más que él camine siempre adelante en la rutina de
su vida diaria. Cotejaremos el contraste del Tsukuru que llega a Tokyo y el que
fuese en Nagoya, con los pasos del cambio progresivo; pero que aún así, eso no
quita las heridas del pasado que necesitan verdaderas curas y terapias de
choque.
Aunque el desarrollo fue agradable de explorar, e igualmente me
satisfació ante las revelaciones que suelta al lector, no resultó tan plena
como me cabía esperar al inicio. Además, su desenlace se me antoja unos puntos
suspensivos más que un punto y a parte, por lo que me resultó complicado
encajar con él.
Conclusión: Una historia interesante, con el pasado demasiado
vívido en un tortuoso presente. Una lección de que nuestras acciones pueden
marcar la diferencia, y que para saber la verdad hay que sumergirse en las
profundidades del ayer para comprender y seguir adelante, y quizás reparar o
encontrar la paz con uno mismo.
Mi valoración global: 4/5