Título: Battle Royale
Autor: Koushun Takami
Editado en España por: Planeta
(Booket)
Sinopsis:
En la República del Gran Oriente
Asiático está prohibido el rock, esa música decadente. Los jóvenes crecen en un
estado totalitario y controlador que promueve la competividad. Como medida de
control de rebeliones, la administración pone en marcha el Programa: 50 clases
de distintos institutos son elegidas para luchar a muerte en la BATLE ROYALE.
Los alumnos elegidos son aislados
en una isla. Las normas del juego son estrictas: no pueden escapar, no pueden
contactar con el exterior, y solo puede quedar uno.
Todo está permitido para
sobrevivir.
Empieza el juego.
Empieza BATTLE ROYALE.
Crítica
personal (puede haber spoilers):
En estos últimos meses he leído un buen número de títulos de ese género
llamado “distopía”, el cual está tan de moda a raíz la famosa trilogía de Suzanne
Collins. Sin embargo, esta temática no es novedad alguna, ya algunos la
conocían a finales de los noventa, principalmente los que viven Japón y quienes
les atrae el ocio con denominación de origen del país del Sol Naciente.
Y aunque en mi anterior blog compartí mi opinión de Buscaré el Océano (lectura que no me satisfació que digamos), en
Salteado de Palabras empezaré con esta otra que ha sido más conocida por estos
lares por haber sido víctima de un posible plagio por parte de Los Juegos del Hambre (y quizás esto
ayudó al presente título a abrirse algo de camino más allá de sus fronteras de
origen).
Battle Royale (título a raíz de
las impredecibles y caóticas batallas campales que a veces se declaran en lucha
libre) nos presenta una línea temporal alternativa muy peculiar de Japón tras
la Segunda Guerra Mundial, bastante diferente y radical con respecto a nuestra
historia real. Aquí dicho país se le conoce como República del Gran Oriente
Asiático, que además nos da a entender que Korea y quizás cierta parte del
territorio chino forman parte de esta junto a las islas niponas. Pero lo más
significativo de esta nación es su mano dura que parece controlarlo todo, con
la intención de ahogar a sus habitantes en una sumisión a todos los niveles, en
la cual trata de inculcar a cada civil una competividad y una lacra de imperfección
en el concepto de confianza plena en los demás que desemboca, en gran medida, a
la deshumanización y la insensibilidad de cada individuo. Por otro lado, la
influencia norteamericana de todo tipo, en particular su cultura moderna y sus
ideologías tan incompatibles con el régimen dictatorial característico de la
República, es considerada un tabú que desagrada a quienes ostenta el mando;
hasta tal punto que se considera penado incluso con la muerte, según el grado
de gravedad que ellos mismos consideren. Así pues, la República es
prácticamente independiente y autosuficiente, lidiando en el menor grado
posible con el resto de naciones, en especial aquella que tanto detesta.
Y para tener aún más domada a la sociedad, llevan a cabo anualmente el
Programa. Cincuenta clases de tercer año de secundaria son seleccionadas al
azar de entre todas las de la República, sin previo aviso a la sociedad ni a
los propios centros escogidos hasta que son llevados al lugar destinado para
ello (normalmente, una isla) en la que cada clase es forzada a participar en un
cruel y perturbador “juego” de supervivencia, debiendo matarse unos a otros
hasta que quede solo uno. Así pues, más de dos mil jóvenes de quince años
mueren anualmente en pos del Programa y en consecuencia, según el gobierno, por
el bien de la propia República.
Las reglas son escasas pero concisas, sólo conocidas por el personal del
gobierno y los que acaban siendo sus participantes, en las cuales tiene un gran
protagonismo un collar metálico ceñido al cuello de cada alumno, el cual
explota dadas ciertas circunstancias (siendo la más nefasta el que no muera al
menos uno cada veinticuatro horas, lo que desencadenaría la activación de todos
los collares al mismo tiempo y finalizando ese Programa sin vencedor). Además,
cada alumno recibe al comienzo una bolsa con muy escasos víveres y un arma al
azar, pudiendo ser estas auténticas como pistolas, hachas o ballestas, pasando
por cuchillos de cocina, hasta otras de dudosa funcionalidad como dardos de
juguete.
Y la historia de Battle Royale
se centra, precisamente, en uno de los cincuenta Programas de ese año, el correspondiente
a la clase de tercero B del instituto de Shiroiwa. Los alumnos eran ajenos a su
cruel destino mientras iban en un autobús con su tutor, con motivo de un viaje
de estudios. Pero no llegarán demasiado lejos en este trayecto y acabar en una
isla (completamente deshabitada para hacerla apta como “campo de juego” de los
alumnos de Shiroiwa), donde reciben la terrible noticia de que fueron escogidos
para el Programa. Entonces los cuarenta y dos estudiantes (cada uno según sus
propias personalidades, psiques, pasados y trasfondos; pero todos en común ante
la imposibilidad de alternativas o escapatoria), se enfrentarán a lo que
conlleva esta crueldad, despertando en ellos toda clase de sentimientos: miedo,
desconfianza, agresividad, perfidia, e incluso liberación ante la idea de esa
carnicería… Porque cuarenta y uno morirán y uno sobrevivirá.
Sin embargo, puede que el programa de Shiroiwa marque una diferencia,
aunque sea sutil, en ese orden férreo y cuadriculado establecido en el Gran
Oriente Asiático.
Battle Royale me resultó una
lectura singular incluso antes de iniciar a sondarla. Ya la conocía de oídas,
aunque más por su adaptación cinematográfica y su manga, y jamás pensé que
acabaría adentrándome en sus líneas originales.
La novela está claramente estructurada. Empieza con una introducción (que
su única función es familiarizar al lector con la definición de una battle
royale), un prólogo (un memorándum interno del gobierno de la República, una
premisa de lo que es el Programa), cuatro partes (Empieza el Juego, Etapa
Intermedia, Etapa Final y Conclusión) y un epílogo (que transcurre
en Umeda, Osaka); cada una de estas secciones casa bien entre sí, y a medida
que van sucediéndose una tras otra, el peso de la historia cae por sí solo y su
guión no cesa a la hora de brindar incertidumbre y más de un giro en medio de
esa carnicería digna de aplausos por parte del género gore.
Koushun Takami me retuvo con su prosa de principio a fin, con esa
profundidad que creo caracteriza a los novelistas japoneses. A pesar del
dilatado elenco que concibe, la trama está lejos de ser enrevesada y caótica; lo
que ocurre a cada instante en la isla, ese tablero donde la muerte juega en
ambas bandas, sucederá en consecuencia a medida que las piezas vayan cayendo
tan independientes una de otras como conectadas a las demás, todo ante los
azares del Programa y sus reglas, así como el modo en que cada alumno encara
esa crisis. Takami logró trasladarme a la tensión y desazón tanto de los
propios participantes obligados como la que en sí despierta el simple hecho de
imaginarse en semejante lugar en tales condiciones. Teje en estado puro la
crueldad que puede rozar la atrocidad inhumana, el miedo capaz de arrástralo
todo a la oscuridad del alma, la esperanza que se aferra incluso en la consternación,
o las sonrisas inapropiadas pero quizás tan necesarias entre las lágrimas de
tristeza y pavor, entre otras, para desplegar un abanico rico y bastante lógica
en variedad sensitiva.
Este ha sido uno de los libros autoconclusivos con mayor elenco que haya
leído antes.
Por un lado, tenemos a los cuarenta y dos alumnos de la clase de tercero
B del instituto Shiroiwa. Aunque de estos veintiún chicos y estas veintiuna
chicas el peso más relevante se vuelca sobre unos pocos, quedando el resto con
una participación muy escasa, en algunos casos como mera carne de cañón para el
argumento para la matanza inminente. Pero aún así, resulta soberbio como le
brinda un trasfondo adecuado a personajes que prácticamente duran un capítulo
antes de que sean eliminados de este macabro juego, así como lo diferentes que
pueden ser cada uno de ellos no solo en personalidad, pasado u origen, sino
también en las formas de afrontar la situación que son arrastrados a la fuerza;
sin duda, aquí podemos encontrar lo variada y moldeable que puede ser la psique
del ser humano, en especial a la edad de estas víctimas de un sistema
desalmado. Es interesante lo dispar que puede ser esa clase; desde chicas
bastante ejemplares hasta auténticas camorristas vestidas de marinerita,
pasando por auténticas groupies obsesionadas; desde niños de buena familia
hasta huérfanos con una mano delante y otra detrás, pasando por homosexuales y
chicos que no parecen destacar en absolutamente nada para ser dignos de ocupar
un hueco en la memoria de sus compañeros.
Quién sin duda tiene mayor peso entre los participantes es Shuya
Nanahana, un joven con un pasado un tanto difícil pero que eso no ha impedido
que creciera hasta la adolescencia con una moral bastante intacta. Apasionado
del rock and roll y de tocar este estilo de música con su guitarra eléctrica, algo
que no esconde plenamente, así como su opinión sobre el erróneo gobierno que
ejerce la República. Aunque me agradó la lectura de este personaje, no termino
de encasillarle del todo en el rol de “protagonista principal”, a pesar de su
crucial presencia a lo largo del Programa.
Varios estudiantes, a parte de Shuya, tendrán un papel con mayor o menor
relevancia, incluso si llegan a perecer en forma de recuerdo o mención. Noriko
Nakagawa se convertirá en el foco del afán de protección del protagonista, pues
es la receptora ajena de los sentimientos del mejor amigo de Shuya su mejor
amigo Yoshitoki Kuninobu. Shinji Mimura (también un buen amigo de Shuya, pero
sin la estrechez de sentimientos curtida desde la infancia como con Yoshitoki)
es un chico muy completo en muchos aspectos, en aspecto físico, simpatía,
labia, astucia, habilidad en el deporte o conocimientos (en especial los
informáticos); sin embargo, llegué a descubrir lo humano que puede llegar a
ser. Mitsuko Souma es una joven tan atractiva como dañina en más de un sentido,
como da a entender la mala reputación que tiene entre sus compañeros, siendo
sin duda la fémina con menos remilgos a la hora de avanzar en esta lucha por la
supervivencia; aunque no por ello la convierte en un personaje plano y
estereotipado, algo que se descubre a medida que avanza su intervención en la
historia. Shogo Kawada desde el comienzo, con el recelo que despierta él mismo
y el hecho de haber sido trasladado recientemente a Shiroiwa, apunta maneras de
ser un chico enigmático con mucho que desentrañar. Pero sin duda, el que más
puede perturbar al lector será Kazuo Kiriyama, quizás el que se toma el juego
muy en serio.
Por otro lado en este elenco, están los que manejan los hilos de este
Programa; aunque en realidad como personaje propio de este “bando” tenemos a
Kinpatsu Sakamochi. Un personaje que, según él, es profesor; aunque es algo
evidentemente dudoso de creer; cumple muy bien su rol como encargado de llevar
este tipo de atrocidad inhumana y desalmada… Dudo que cualquier padre quisiera
tenerle como docente de sus hijos. Eso sí, por más que he llegado a odiarlo e
incluso temerlo, me agradó como desempeña su rol antagonista dentro de la
naturaleza marcada de esa sociedad.
En general, a pesar de su extensión de páginas y el dilatado elenco, la
historia es en verdad tan ágil como intensa, expectante al final de cada
capítulo (los cuales siempre terminan con “quedan X estudiantes, siendo claro
está el 42 hasta que empiezan a rodar, medio literal y medio figuradamente, las
cabezas de estos). Sólo cabe recalcar que esta novela puede dañar la
sensibilidad de más de un lector no sólo por la crueldad que destila, sino
también por la exposición detallada de algunas escenas, las cuales no se
desprenderían de los adjetivos de sangrientas y violentas, hasta tal punto que
haría ruborizar a Los Juegos del Hambre.
He de confesar que, respecto a la explicitad, hubo un momento en uno de los
capítulos más próximos al final que me obligué a leer con alguna que otra pausa
y tratando de no imaginármelo demasiado cada vez que sentía subírseme la bilis.
Ya de por sí es un libro impactante, pero habrá más de un momento en que más de
un lector deba sacar entereza para desentrañar Battle Royale de cabo a rabo.
En cuanto al desenlace, me satisfació, quizás un poco previsible, o que
al menos la mayoría de lectores podría autosugestionarse por lo que se podría
esperar o desear en la mayoría de los casos. Eso sí, se desarrolla sin perder
la fuerza y la emotividad exudada a lo largo de cada capítulo. El epílogo me
dejó un tanto perturbado, no insatisfecho pero que sí me resulta un tanto
abierto hasta tal punto que hubiera preferido que se atara mejor más de un
cabo, pero que quizás de haber sido así no habría resultado tan agradable de
leer.
Alguno puede que se pregunte si daré mi opinión sobre sus similitudes con
Los Juegos del Hambre. Puede que
dedique una entrada para ello en el futuro, cuando me vea motivado. Eso sí,
quienes hayan leído la obra de Collins, diré que la expresión “pura casualidad”
podría quedarle dos o cuatro tallas pequeña en este caso ante un generosísimo
manojo de detalles descarados que se puede encontrar entre dos obras con cerca
de una década separando sus fechas de publicación en sus respectivos países de
origen. Sinceramente, recomiendo a los fans de la historia de Katniss Everdeen
que le den una oportunidad a Battel
Royale para comprobarlo por ellos mismos.
Conclusión: Un claro ejemplo de hasta que punto puede llegar la
deshumanización en una sociedad como la que nos presenta el autor de esta obra.
¿Serías capaz de conocer el Programa y la inevitable carnicería que
desencadena? ¿Crees que tú y, en especial, tu alma sobrevivíais a esta
experiencia? Quizás una buena obra para poner a prueba nuestra propia
sensibilidad y tratar de no olvidarla.
Mi valoración global: 4,5/5
Yo soy una de esas personas que ha conocido este libro tras haber leído Los Juegos del Hambre, de lo cual no hace mucho tiempo. Y ya sea por lo que llegue a obsesionarme con los libros y todo su despliegue comercial, los rumores de plagio o unas escenas más fuertes; sí que quiero leer Battle Royale.
ResponderEliminarEn el fondo, el género distópico me ha gustado bastante (no lo conocía) y si te abstraes de amores y ñoñerías; te quedas con una sociedad y una humanidad que no se hasta que punto es completa ficción o ya tenemos algo de eso en la actualidad.
Por todo ello solo me hace falta decidirme a abrir el libro, eso si, espero aclararme con tantos personajes y no perderme mucho.