miércoles, 21 de enero de 2015

Crítica personal: Battle Royale


Título: Battle Royale
Autor: Koushun Takami
Editado en España por: Planeta (Booket)

Sinopsis:

En la República del Gran Oriente Asiático está prohibido el rock, esa música decadente. Los jóvenes crecen en un estado totalitario y controlador que promueve la competividad. Como medida de control de rebeliones, la administración pone en marcha el Programa: 50 clases de distintos institutos son elegidas para luchar a muerte en la BATLE ROYALE.

Los alumnos elegidos son aislados en una isla. Las normas del juego son estrictas: no pueden escapar, no pueden contactar con el exterior, y solo puede quedar uno.

Todo está permitido para sobrevivir.
Empieza el juego.
Empieza BATTLE ROYALE.

Crítica personal (puede haber spoilers):

En estos últimos meses he leído un buen número de títulos de ese género llamado “distopía”, el cual está tan de moda a raíz la famosa trilogía de Suzanne Collins. Sin embargo, esta temática no es novedad alguna, ya algunos la conocían a finales de los noventa, principalmente los que viven Japón y quienes les atrae el ocio con denominación de origen del país del Sol Naciente.
Y aunque en mi anterior blog compartí mi opinión de Buscaré el Océano (lectura que no me satisfació que digamos), en Salteado de Palabras empezaré con esta otra que ha sido más conocida por estos lares por haber sido víctima de un posible plagio por parte de Los Juegos del Hambre (y quizás esto ayudó al presente título a abrirse algo de camino más allá de sus fronteras de origen).

Battle Royale (título a raíz de las impredecibles y caóticas batallas campales que a veces se declaran en lucha libre) nos presenta una línea temporal alternativa muy peculiar de Japón tras la Segunda Guerra Mundial, bastante diferente y radical con respecto a nuestra historia real. Aquí dicho país se le conoce como República del Gran Oriente Asiático, que además nos da a entender que Korea y quizás cierta parte del territorio chino forman parte de esta junto a las islas niponas. Pero lo más significativo de esta nación es su mano dura que parece controlarlo todo, con la intención de ahogar a sus habitantes en una sumisión a todos los niveles, en la cual trata de inculcar a cada civil una competividad y una lacra de imperfección en el concepto de confianza plena en los demás que desemboca, en gran medida, a la deshumanización y la insensibilidad de cada individuo. Por otro lado, la influencia norteamericana de todo tipo, en particular su cultura moderna y sus ideologías tan incompatibles con el régimen dictatorial característico de la República, es considerada un tabú que desagrada a quienes ostenta el mando; hasta tal punto que se considera penado incluso con la muerte, según el grado de gravedad que ellos mismos consideren. Así pues, la República es prácticamente independiente y autosuficiente, lidiando en el menor grado posible con el resto de naciones, en especial aquella que tanto detesta.
Y para tener aún más domada a la sociedad, llevan a cabo anualmente el Programa. Cincuenta clases de tercer año de secundaria son seleccionadas al azar de entre todas las de la República, sin previo aviso a la sociedad ni a los propios centros escogidos hasta que son llevados al lugar destinado para ello (normalmente, una isla) en la que cada clase es forzada a participar en un cruel y perturbador “juego” de supervivencia, debiendo matarse unos a otros hasta que quede solo uno. Así pues, más de dos mil jóvenes de quince años mueren anualmente en pos del Programa y en consecuencia, según el gobierno, por el bien de la propia República.
Las reglas son escasas pero concisas, sólo conocidas por el personal del gobierno y los que acaban siendo sus participantes, en las cuales tiene un gran protagonismo un collar metálico ceñido al cuello de cada alumno, el cual explota dadas ciertas circunstancias (siendo la más nefasta el que no muera al menos uno cada veinticuatro horas, lo que desencadenaría la activación de todos los collares al mismo tiempo y finalizando ese Programa sin vencedor). Además, cada alumno recibe al comienzo una bolsa con muy escasos víveres y un arma al azar, pudiendo ser estas auténticas como pistolas, hachas o ballestas, pasando por cuchillos de cocina, hasta otras de dudosa funcionalidad como dardos de juguete.
Y la historia de Battle Royale se centra, precisamente, en uno de los cincuenta Programas de ese año, el correspondiente a la clase de tercero B del instituto de Shiroiwa. Los alumnos eran ajenos a su cruel destino mientras iban en un autobús con su tutor, con motivo de un viaje de estudios. Pero no llegarán demasiado lejos en este trayecto y acabar en una isla (completamente deshabitada para hacerla apta como “campo de juego” de los alumnos de Shiroiwa), donde reciben la terrible noticia de que fueron escogidos para el Programa. Entonces los cuarenta y dos estudiantes (cada uno según sus propias personalidades, psiques, pasados y trasfondos; pero todos en común ante la imposibilidad de alternativas o escapatoria), se enfrentarán a lo que conlleva esta crueldad, despertando en ellos toda clase de sentimientos: miedo, desconfianza, agresividad, perfidia, e incluso liberación ante la idea de esa carnicería… Porque cuarenta y uno morirán y uno sobrevivirá.
                  
Sin embargo, puede que el programa de Shiroiwa marque una diferencia, aunque sea sutil, en ese orden férreo y cuadriculado establecido en el Gran Oriente Asiático.

Battle Royale me resultó una lectura singular incluso antes de iniciar a sondarla. Ya la conocía de oídas, aunque más por su adaptación cinematográfica y su manga, y jamás pensé que acabaría adentrándome en sus líneas originales.
La novela está claramente estructurada. Empieza con una introducción (que su única función es familiarizar al lector con la definición de una battle royale), un prólogo (un memorándum interno del gobierno de la República, una premisa de lo que es el Programa), cuatro partes (Empieza el Juego, Etapa Intermedia, Etapa Final y Conclusión) y un epílogo (que transcurre en Umeda, Osaka); cada una de estas secciones casa bien entre sí, y a medida que van sucediéndose una tras otra, el peso de la historia cae por sí solo y su guión no cesa a la hora de brindar incertidumbre y más de un giro en medio de esa carnicería digna de aplausos por parte del género gore.

Koushun Takami me retuvo con su prosa de principio a fin, con esa profundidad que creo caracteriza a los novelistas japoneses. A pesar del dilatado elenco que concibe, la trama está lejos de ser enrevesada y caótica; lo que ocurre a cada instante en la isla, ese tablero donde la muerte juega en ambas bandas, sucederá en consecuencia a medida que las piezas vayan cayendo tan independientes una de otras como conectadas a las demás, todo ante los azares del Programa y sus reglas, así como el modo en que cada alumno encara esa crisis. Takami logró trasladarme a la tensión y desazón tanto de los propios participantes obligados como la que en sí despierta el simple hecho de imaginarse en semejante lugar en tales condiciones. Teje en estado puro la crueldad que puede rozar la atrocidad inhumana, el miedo capaz de arrástralo todo a la oscuridad del alma, la esperanza que se aferra incluso en la consternación, o las sonrisas inapropiadas pero quizás tan necesarias entre las lágrimas de tristeza y pavor, entre otras, para desplegar un abanico rico y bastante lógica en variedad sensitiva.

Este ha sido uno de los libros autoconclusivos con mayor elenco que haya leído antes.
Por un lado, tenemos a los cuarenta y dos alumnos de la clase de tercero B del instituto Shiroiwa. Aunque de estos veintiún chicos y estas veintiuna chicas el peso más relevante se vuelca sobre unos pocos, quedando el resto con una participación muy escasa, en algunos casos como mera carne de cañón para el argumento para la matanza inminente. Pero aún así, resulta soberbio como le brinda un trasfondo adecuado a personajes que prácticamente duran un capítulo antes de que sean eliminados de este macabro juego, así como lo diferentes que pueden ser cada uno de ellos no solo en personalidad, pasado u origen, sino también en las formas de afrontar la situación que son arrastrados a la fuerza; sin duda, aquí podemos encontrar lo variada y moldeable que puede ser la psique del ser humano, en especial a la edad de estas víctimas de un sistema desalmado. Es interesante lo dispar que puede ser esa clase; desde chicas bastante ejemplares hasta auténticas camorristas vestidas de marinerita, pasando por auténticas groupies obsesionadas; desde niños de buena familia hasta huérfanos con una mano delante y otra detrás, pasando por homosexuales y chicos que no parecen destacar en absolutamente nada para ser dignos de ocupar un hueco en la memoria de sus compañeros.
Quién sin duda tiene mayor peso entre los participantes es Shuya Nanahana, un joven con un pasado un tanto difícil pero que eso no ha impedido que creciera hasta la adolescencia con una moral bastante intacta. Apasionado del rock and roll y de tocar este estilo de música con su guitarra eléctrica, algo que no esconde plenamente, así como su opinión sobre el erróneo gobierno que ejerce la República. Aunque me agradó la lectura de este personaje, no termino de encasillarle del todo en el rol de “protagonista principal”, a pesar de su crucial presencia a lo largo del Programa.
Varios estudiantes, a parte de Shuya, tendrán un papel con mayor o menor relevancia, incluso si llegan a perecer en forma de recuerdo o mención. Noriko Nakagawa se convertirá en el foco del afán de protección del protagonista, pues es la receptora ajena de los sentimientos del mejor amigo de Shuya su mejor amigo Yoshitoki Kuninobu. Shinji Mimura (también un buen amigo de Shuya, pero sin la estrechez de sentimientos curtida desde la infancia como con Yoshitoki) es un chico muy completo en muchos aspectos, en aspecto físico, simpatía, labia, astucia, habilidad en el deporte o conocimientos (en especial los informáticos); sin embargo, llegué a descubrir lo humano que puede llegar a ser. Mitsuko Souma es una joven tan atractiva como dañina en más de un sentido, como da a entender la mala reputación que tiene entre sus compañeros, siendo sin duda la fémina con menos remilgos a la hora de avanzar en esta lucha por la supervivencia; aunque no por ello la convierte en un personaje plano y estereotipado, algo que se descubre a medida que avanza su intervención en la historia. Shogo Kawada desde el comienzo, con el recelo que despierta él mismo y el hecho de haber sido trasladado recientemente a Shiroiwa, apunta maneras de ser un chico enigmático con mucho que desentrañar. Pero sin duda, el que más puede perturbar al lector será Kazuo Kiriyama, quizás el que se toma el juego muy en serio.
Por otro lado en este elenco, están los que manejan los hilos de este Programa; aunque en realidad como personaje propio de este “bando” tenemos a Kinpatsu Sakamochi. Un personaje que, según él, es profesor; aunque es algo evidentemente dudoso de creer; cumple muy bien su rol como encargado de llevar este tipo de atrocidad inhumana y desalmada… Dudo que cualquier padre quisiera tenerle como docente de sus hijos. Eso sí, por más que he llegado a odiarlo e incluso temerlo, me agradó como desempeña su rol antagonista dentro de la naturaleza marcada de esa sociedad.

En general, a pesar de su extensión de páginas y el dilatado elenco, la historia es en verdad tan ágil como intensa, expectante al final de cada capítulo (los cuales siempre terminan con “quedan X estudiantes, siendo claro está el 42 hasta que empiezan a rodar, medio literal y medio figuradamente, las cabezas de estos). Sólo cabe recalcar que esta novela puede dañar la sensibilidad de más de un lector no sólo por la crueldad que destila, sino también por la exposición detallada de algunas escenas, las cuales no se desprenderían de los adjetivos de sangrientas y violentas, hasta tal punto que haría ruborizar a Los Juegos del Hambre. He de confesar que, respecto a la explicitad, hubo un momento en uno de los capítulos más próximos al final que me obligué a leer con alguna que otra pausa y tratando de no imaginármelo demasiado cada vez que sentía subírseme la bilis. Ya de por sí es un libro impactante, pero habrá más de un momento en que más de un lector deba sacar entereza para desentrañar Battle Royale de cabo a rabo.

En cuanto al desenlace, me satisfació, quizás un poco previsible, o que al menos la mayoría de lectores podría autosugestionarse por lo que se podría esperar o desear en la mayoría de los casos. Eso sí, se desarrolla sin perder la fuerza y la emotividad exudada a lo largo de cada capítulo. El epílogo me dejó un tanto perturbado, no insatisfecho pero que sí me resulta un tanto abierto hasta tal punto que hubiera preferido que se atara mejor más de un cabo, pero que quizás de haber sido así no habría resultado tan agradable de leer.

Alguno puede que se pregunte si daré mi opinión sobre sus similitudes con Los Juegos del Hambre. Puede que dedique una entrada para ello en el futuro, cuando me vea motivado. Eso sí, quienes hayan leído la obra de Collins, diré que la expresión “pura casualidad” podría quedarle dos o cuatro tallas pequeña en este caso ante un generosísimo manojo de detalles descarados que se puede encontrar entre dos obras con cerca de una década separando sus fechas de publicación en sus respectivos países de origen. Sinceramente, recomiendo a los fans de la historia de Katniss Everdeen que le den una oportunidad a Battel Royale para comprobarlo por ellos mismos.

Conclusión: Un claro ejemplo de hasta que punto puede llegar la deshumanización en una sociedad como la que nos presenta el autor de esta obra. ¿Serías capaz de conocer el Programa y la inevitable carnicería que desencadena? ¿Crees que tú y, en especial, tu alma sobrevivíais a esta experiencia? Quizás una buena obra para poner a prueba nuestra propia sensibilidad y tratar de no olvidarla.

Mi valoración global: 4,5/5



1 comentario:

  1. Yo soy una de esas personas que ha conocido este libro tras haber leído Los Juegos del Hambre, de lo cual no hace mucho tiempo. Y ya sea por lo que llegue a obsesionarme con los libros y todo su despliegue comercial, los rumores de plagio o unas escenas más fuertes; sí que quiero leer Battle Royale.
    En el fondo, el género distópico me ha gustado bastante (no lo conocía) y si te abstraes de amores y ñoñerías; te quedas con una sociedad y una humanidad que no se hasta que punto es completa ficción o ya tenemos algo de eso en la actualidad.

    Por todo ello solo me hace falta decidirme a abrir el libro, eso si, espero aclararme con tantos personajes y no perderme mucho.

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