domingo, 25 de septiembre de 2016

Crítica personal: El Teorema Katherine


Título: El Teorema Katherine
Título original: An Abundance of Katherines
Autor: John Green
Editado en España por: Nube de Tinta

Sinopsis:

Según Colin Singleton existen dos tipos de personas: los que dejan y los que son dejados. Él, sin duda, pertenece al segundo. Su última, Katherine XIX, no es una reina, sino la Katherine número diecinueve, que le ha roto el corazón. Para escapar de su mal de amores, y con el propósito de hallar un teorema que explique la maldición de las Katherines, Collin emprende junto a su amigo Hassan una aventura que le llevará a Gutshot, un pueblecito de Tennessee, y a la sospecha de que en la vida la inteligencia no siempre es la mejor compañera de viaje.

John Green, el autor de Bajo la misma estrella, nos regala una historia tocada por la emoción de un road trip, en una trama que combina de forma magistral golpes de humor, brillantes reflexiones sobre el amor y diálogos cargados de vida.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Colin Singleton es un chico muy complejo. Por un lado es un niño prodigio con una mente amasadora de conocimiento, algo que sus padres han tratado de espolear. Sin embargo, como cabe esperar de los estereotipos, esto lo convirtió en un paria entre sus compañeros de clase y siempre ha sido motivo de mofas y bromas desagradables. Pero él llegará a forjar en su mente la meta casi obsesiva de que él algún día será un genio y que hará un gran descubrimiento, y entonces será  especial y reconocido por todos, incluso por quienes se burlaban de él; aunque vea muy lejano el día de su momento “eureka” como el de Arquímedes.
La otra peculiaridad de Colin, casi como una extraña adicción tan inexplicable como irracional, es su inclinación a que todas las chicas con las que ha tenido algún tipo de relación sentimental, incluso si fueron breves, se llamen Katherine. Y en el comienzo de esta historia él acaba de ser dejado por la decimonovena de su historial, lo cual lo deja más que destrozado.
Convencido casi a rastras por su amigo Hassan, decide buscar una evasión a su círculo vicioso de lamentación y desespero. Un pequeño viaje en coche los dos solos y buscarse algún trabajo de verano es la idea principal, hasta que llegan a un pueblo llamado Gutshot donde será el comienzo de muchas cosas que marcarán un antes y un después con respecto a la partida de Colin con el corazón roto. 

En El Teorema Katherine vemos una vez más la genialidad que ya hicieron alarde Bajo la Misma Estrella y Ciudades de Papel. Una trama que despierta interés sazonada con un sentido del humor peculiar, atractivo y magnético. El desengaño amoroso de un adolescente que acaba de terminar el instituto; su obcecación de alcanzar una meta desesperada para, en otras cosas, recuperar lo perdido; un viaje sin brújula con su mejor y único amigo; un pueblo perdido con sus pequeñas historias que contarles a ellos dos; así como el encuentro personal de sus protagonistas principales, serán los ingredientes que se mezclen con juicio en las trescientas páginas que abordan esta novela singular.

Más de un lector se sentirá identificado con sus personajes, al menos en sus distintas situaciones. ¿Quién no ha sufrido una ruptura? ¿Quién no ha sentido el amargo sabor de ser dejado? ¿Quién no se ha encontrado estancado en sus vidas, ya sea por las circunstancias o por elección propia? Colin, Hassan, junto a la joven Lindsey de Gutshot lograrán empatizar con el lector que tenga algún punto en común.

Quizás el elemento más presente por el cual gira un poco el argumento sea el propio teorema que ansía concebir a raíz de sus experiencias con sus Katherines. Desde luego resulta estrambótico crear una fórmula capaz de predecir con exactitud la duración de una relación y quien de los dos de la pareja deja a la otra parte; algo que quizás sólo podría salir de una mente como la de Colin. Las fórmulas y la búsqueda de factores para dar sentido y exactitud será algo que llevará a la reflexión, pero el protagonista se encontrará que no es tan sencillo como podía imaginar la idea de dar valores fijos a algo tan aleatorio y único como los sentimientos.

Tal grado de coherencia se aplica al dichoso teorema que las matemáticas y el álgebra están marcadamente presentes. Para algunos puede ser un poco quebradero de cabeza, por más que se refleje en las páginas del libro los diferentes esquemas que van dando forma a lo que intenta encontrar Collin. Si el lector llega a cogerle verdadero cariño al teorema como tal, siempre puede sumergirse en el apéndice de sus últimas páginas para comprender el uso real de esta materia en la fórmula dentro del contexto del libro.

Un buen aspecto de la historia es la retroalimentación fruto de la relación de los tres jóvenes principales de esta novela, quienes aprenden mucho los unos de los otros y beneficiándose de descubrimientos y revelaciones dentro de las acciones que comparten dentro de Gutshot.

Simplemente, John Green es uno de esos autores cuya prosa se vuelve digna de alabanzas, y es algo que me demuestra con cada libro suyo que devora mi pasión de lector. Una vez más ha demostrado su buena mano a la hora de preñar de genialidad al desarrollo del argumento y la concepción de personajes. Línea a línea deja caer pequeñas reflexiones que se mezclan con ese sentido del humor suyo tan brillante, ácido e incluso mordaz. Aunque está claro, tras leer varias obras suyas, que la presencia de enumeraciones se vuelve parte de sus marcas personales en su literatura; así como sus propios registros y patrones de personajes que se vuelven recurrentes. 

Colin es un muchacho que la verdad despertó en mi mucha compasión y tirria parejas. Es un chico prodigio: una esponja de todo tipo de conocimientos y datos; capaz de usarlos de una manera natural en su día a día aunque a la mayoría ni le importe ni le entienda. Aspira a conseguir algo grande, aún sabiendo que el ser un prodigio no va ligado a ser un genio potencial como desea ser. A pesar de su largo historial sentimental, peculiar por obcecarse en un único nombre, su última relación le hunde y marca lo suficiente como para ahondar más sus metas personales con la esperanza de recuperar ese último amor roto; hasta el punto de usar sus constantes rupturas (las cuales le convencen de que siempre le corresponderá el rol de “dejado” y nunca de “dejador”) como base para un teorema revolucionario. Pero será en este viaje con Hassan, así como sus vivencias y relaciones en Gutshot, lo que le abrirá estrechos senderos para entrever un tipo de inteligencia que no le ha prestado tanta atención como a la cerebral: la emocional; además de que empezará a entender mejor de manera gradual muchas cosas sobre la vida, los sentimientos y de él mismo.
Hassan es todo un personaje, en todos los sentidos. Quizás algunos despierten aprensión por la combinación que supone su etnia, su sobrepeso y el que tenga una vida sedentaria y estancada por su actitud cómoda y pasota (a pesar de ser lo bastante inteligente como para tener abiertas las puertas de una estupenda universidad). Como amigo de Colin demuestra ser del tipo que mete caña, como suele decirse, pero cada acción demuestra clara lealtad y preocupación por él aunque no lo parezca tanto. Será quien acarree en buena parte de la trama ese toque de humor y acidez inconfundible en las obras de Green, además de hacer gala de un  desarrollo y una evolución argumental que me agradó y sorprendió.
Dentro de los principales, a parte de los dos amigos, en realidad sólo nos queda Lindsey Lee Wells de Gutshot. Una muchacha que en un primer momento es prejuzga por Colin por leer una revista de cotilleos, pero que estrechará una buena amistad con él y con Hassan. Una figura que me pareció más fundamental para el aspecto de nivelar el argumento de los dos jóvenes dentro del pueblo al que llegan de manera fortuita. Ella tampoco evitará prejuzgar a Colin, principalmente por su particular forma de ser y su mente poco frecuente, pero a medida que se conocen ellos dos descubrirán que las diferencias entre ambos son más bien pocas si se deciden a poner boca arriba las cartas de sus inquietudes, expectativas, miedos, frustraciones y sus experiencias pasadas.
El resto de personajes que recoge esta historia (ya sean por interacción directa o por mera mención) sólo sirven de parapeto argumental para el eje que componen los tres ya citados (con claro peso sobre Colin). El matrimonio Singleton siempre ha querido que su hijo explotara su potencial cerebral poco frecuente, además de ser sobreprotectores sin salirme demasiado de la línea de otros progenitores de personajes del autor. De los que se encuentra en Gutshot darán más que hablar Hollis Wells, con relación equilibrada con su hija aunque con sus más y sus menos; además del novio de Lindsey, un joven del tipo por el que mayoría de las chicas beberían los vientos por su atractivo físico que dará su pequeño juego en la trama, a parte de la peculiaridad de su nombre.
Desde el comienzo sentí curiosidad por esas diecinueve Katherines que han desfilado por la pasarela amorosa del protagonista principal, y sólo diré que más tarde o más temprano se acaba conociéndolas, sobre todo lo que han influido en el propio Colin; y por otra parte respecto a estos desamores, uno llega a sorprenderse.
Casi diría que hay otro “personaje” bastante presente, que uno le coge el mismo cariño que le vuelcan los personajes por su mención y presencia habituales aunque sea un objeto: el coche de Colin, un Oldsmobile gris con el apodo de “Coche Fúnebre de Satán”. 

La trama en general es agradable y amena, aunque no alcanzara del todo las cotas del criterio que me dejó otras obras de John Green leídas previamente. El ritmo es continuo y fresco, con ese humor inteligente inconfundible del autor, con situaciones que dan a lugar a la reflexión y la empatía. Situaciones bastantes cotidianas dentro de la singularidad de su elenco que logran humanizarlo más.
El final agradó bastante, aunque no alcanzara el impacto que puede dejarte Bajo la Misma Estrella o Ciudades de Papel; pero no por ello deja de ser un libro que cumple magistralmente su función de entretener y enriquecer al lector. Un desenlace que juega con las revelaciones y sorpresas que impactan con lo previsible en proporciones equilibradas.

Conclusión: Una novela que no se sale de lo que puede esperarse del ingenio de John Green. Una historia de inteligencia y emociones, las cuales pueden encontrar un punto de equilibrio si se da con una fórmula en la que X sea el cerebro e Y el corazón.

Mi valoración global: 4/5

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