martes, 16 de agosto de 2016

Crítica personal: Entra en mi vida

Título: Entra en mi vida
Autora: Clara Sánchez
Editado en España por: Destino

Sinopsis:
En los años ochenta, cuando Verónica tiene diez años, descubre en la vieja cartera de su padre la fotografía de una niña que jamás ha visto antes, una foto acerca de la cual su intuición le dice que mejor no preguntar. Tras ese episodio, ha vivido siempre con la percepción de que la tristeza, las discusiones y los silencios en casa escondían algo de lo que nadie quería hablar. Años después, la enfermedad de la madre enfrenta a una Verónica adolescente cara a cara con un pasado del que lo desconoce casi todo, un pasado robado que la acerca más y más a esa niña de la fotografía. Por su parte, Laura siempre ha sentido que algo no encajaba en su familia. Ha crecido insegura, bajo la sombra de una abuela absorbente y una madre que apenas le ha hecho caso. Un día, Verónica entra en la zapatería en la que trabaja Laura y, con una sola mirada de esa chica resolutiva y tenaz, Laura comprenderá que hay momentos decisivos que suponen un antes y un después en la propia vida, aunque a veces resulte difícil reconocerlos. Desentrañar la enrevesada madeja de mentiras y manipulaciones que ha conformado sus vidas les descubre que el precio de pelear por la verdad exige un amor sin fisuras y un coraje extraordinario, porque el camino es aventurado y de no retorno y, tras una espiral de emociones al límite, se acabará revelando también como muy peligroso.

Crítica personal (puede haber spoilers):

Los acontecimientos, las vidas y prácticamente todo, pueden variar por azar del destino; pero si en medio está la mano del hombre, mayores estragos se pueden desencadenar. Y el mismo destino puede destapar verdades que se nos han velado, haciendo que la búsqueda de la felicidad sea un camino difícil que andar con paso firme y coraje que sacar de cualquier parte para lograrlo.
Eso es lo que aprenderán, entre tantas cosas, dos jóvenes con sendas separadas pero más paralelas de lo que hubiesen podido imaginar.
Verónica, aún en su infancia, encuentra una foto de una niña en una vieja cartera de sus padres. Desde ese instante, movida por la curiosidad, empezará a concienciarse a esa edad tan temprana de realidades desconocidas, a la par que su inocencia se irá desprendiendo poco a poco de su piel antes de lo habitual, entendiendo lo que no fue capaz de vislumbrar en la actitud de su madre, descubriendo esa pena de ella que nunca se había fijado y que no hacía plena de verdad la felicidad global de su familia. Y su propia vida mutará más aún al llegar a la adolescencia, momento en que afrontará decisiones y acontecimientos que la desbordarán, haciendo acopio de voluntad y tripas corazón en el camino enrevesado de continuar una búsqueda que se impondrá ella por esa persona tan importante que la trajo al mundo.
Por su parte, Laura siempre ha sentido que su vida no cuadraba, además de estar muy apegada, o más bien sumisa, e incluso castrando sus sueños y libertades, por una abuela controladora y una madre con demasiada manga ancha. Siempre ha vivido para contentar y entregarse a esas dos mujeres que componen su familia, tratando de encontrar pequeñas perlas de felicidad dentro de esa vida propia que tiene tan relegada a la trastienda por ellas. Hasta que un encuentro a los comienzos de su reciente edad adulta marcará un antes y un después que la abrumará, haciéndola plantear muchas cosas.
Tanto la una como la otra, destejerán una red de mentiras y maquinaciones que azoraron con vileza sus vidas, de las cuales son víctimas sin saberlo. Sus pasados no pueden cambiarse, y aunque sus presentes cada vez más conexos las desborde, de ellas dependerá el día de mañana.

Este libro ha sido bastante de mi agrado, y más siendo uno que ha llegado a mi poder de forma fortuita. Una historia con bastante crudeza y no tan de rosa, pero que me ha parecido bastante real e sentida, en la cual se desvela y aborda un tema escabroso del que han sufrido incontables personas, incluso en la actualidad.
Entramos en la vida (y nunca mejor dicho) de Verónica y Laura, dos jóvenes con un vínculo entre ellas del que en un principio no son conscientes.
Verónica desde muy temprana edad empieza a ser consciente de cosas que va apreciando en la actitud de su madre, en la fragilidad emocional e incluso mental que padece ésta y el motivo de ello. Irá destapando un pasado anterior a su propio nacimiento; y cuando la vida empiece a darle golpes realmente tortuosos, ya cerca de la edad adulta, se tendrá que poner en acción para afrontar algo que le vendrá muy grande. Mientras Laura, por su parte y ajena a Verónica, andará por un camino recto y controlado por otras personas incluso cuando deje atrás la infancia, sin alternativas, y si las ahí ya se encargarán esas personas de que no se aleje de lo que quieren para ella... y de ella.
Hasta que las piezas empiecen a encajar llegado a un encuentro que marca un antes y un después para las dos y para quienes las rodean. Entonces, ya nada volverá a ser como antes.

El libro está narrado en primera persona por sus dos protagonistas, lo que hace más visceral la trama; no es de color de rosa pero que puede ofrecernos un oasis de dulzura y leves risas gratificantes en ese enorme y tórrido desierto de dureza.
Se estructura en tres partes. Perdida en algún lugar nos prepara el terreno, conociendo a las dos protagonistas principales y las vidas de éstas en su infancia. Un bosque de sombras y flores, en plena adolescencia de ambas, es la parte que me ha resultado más cruda de esta historia, donde se desarrolla más el eje principal y las piezas empiezan a encajar poco a poco. Por último está Entra en mi vida, que da también título a la obra en sí, donde nos mueve por el desenlace que sucede con dinamismo, sorprendiéndome hasta prácticamente la última página.
Se alterna la narración y la perspectiva entre Verónica y Laura de una manera bastante equilibrada; aunque la voz más cantante suele tenerla más la primera, sobre todo al comienzo, contando con capítulos más largos, intensos y profundos en contra de los de la otra, más bien escuetos en comparación; aunque el peso de la pasiva Laura se equipará, e incluso llegará a superar, al de Verónica al alcanzar un punto cenital y candente de la novela.

La escritura de Clara Sánchez ha conseguido meterme con bastante acierto en la piel de sus dos protagonistas, en sus emociones a flor de piel, sus dudas y temores, transportando al lector dentro de la historia como si fuera un testigo presencial que pudiera incluso leer los pensamientos de Verónica y Laura. Su estilo no se hace pesado, sobre todo teniendo en cuenta la intensidad y la temática de la obra. No veo ninguna objeción a la capacidad de expresar la trama por parte de la autora, aunque me ha parecido atisbar alguna pequeña incoherencia que otra, o detalles insignificantes que no me cuadran del todo pero que no enturbian en absoluto el conjunto global.

Sobre sus personajes, principalmente se centra en sus protagonistas, muy diferentes entre sí.
Verónica mascará secretos y verdades poco a poco desde la niñez, movida por una curiosidad que en algunos momentos llega a lamentar. Las experiencias desde el encuentro de aquella foto, sobre todo en la adolescencia, la fortalecen y la hacen madurar a zancadas grandes, volviéndose con los años más arrojada e independiente, en particular por lo que lucha, además de responsable y, por extraño que suene, insensatamente responsable a su vez. Sin embargo, a pesar de curtirse, en ella esconde una fragilidad que muy pocas veces se puede permitir, asumiendo de igual modo que, de momento, le es imposible tener la vida despreocupada propia de su edad.
Laura es más como el agua del río que se deja llevar sin chistar por donde le diga esa corriente que son su madre y su abuela. Resignada y dispuesta a contentarlas aún teniendo que tragarse su soledad y tristeza, mutilando en muchos aspectos sus deseos, sus sueños o su felicidad. Un personaje que a la hora de la verdad demostrará una evolución digna de toda una protagonista.
Por el lado de Verónica está su familia. Betty, la madre, es una mujer que pasó un episodio muy tortuoso años antes del nacimiento de su “primogénita” y que más o menos logró superar, hasta que fantasmas del pasado la hacen dudar y trata de buscar aquello que consideró perdido, aún peligrando su propia integridad o la plena armonía de su hogar. Daniel, el padre, es taxista, un hombre que pudo haber aspirado a más pero que para él su vida y felicidad son su esposa y sus hijos, a quienes ama con locura; sin embargo, le atormenta y se encierra el cauce que hace perderse a sí misma su esposa. Ángel, el hermano menor de Verónica, le ha tocado un papel muy secundario; parece vivir ajeno y “a su bola”, pero hay momentos que llega a sorprender. También están los abuelos maternos de Verónica, que por desavenencias de Betty con ellos mantienen una relación escueta y delicada.
Por parte de Laura, principalmente nos muestra a su madre, Greta, una mujer “Viva la Virgen con un gran narcisismo ególatra y un mayor síndrome de Peter Pan ( desde el comienzo deja ver que, como madre e incluso como persona, deja bastante que desear); además de la abuela Lily, una anciana que no se ganó mi simpatía pero que sí me quito el sombrero al cumplir muy bien su papel, dando una de cal y otra de arena, justificando sus decisiones en que quiere lo mejor para Laura pero que, a fin de cuentas, sólo ve sus propios intereses. Dos mujeres que son un claro ejemplo del refrán “que Dios me salve de las aguas mansas, que de las bravas me libraré yo”.
Otros familiares de Laura aparecen o se nombran escuetamente; más que nada vemos a Carol, su prima, y ojito derecho de la abuela de ambas.
Una pieza a tener en cuenta es Ana, amiga de muchos años de Betty... y de alguien más que no nombraré para evitar spoilers. Una mujer atractiva, de mundo e independiente, que parece nacida para vivir la vida sin lamentaciones. Un personaje que se fue ganando mi rechazo con creces a medida que avanzaba la historia. Sólo diré que esta es otra “agua mansa”, muy mansa.
También hay otros personajes, conocidos por el lado de Verónica, que influyen y marcan en ella en mayor o menor medida, como Mateo, o a la que ella y su madre apodan La Vampiresa.

El desenlace, así como la historia en conjunto, me emocionó y gustó bastante. Clara Sánchez ha conseguido acariciar mi alma con esta novela hasta la última página. Viendo de principio a fin un círculo que empieza y que acaba cerrándose. Sin embargo hay algo que no sabría explicar que, aún habiéndome encantado, impide que alcance la nota máxima por el canto de un duro.

La portada, otro elemento que me gustó del libro, llena de expectación. La pregunta que aún retengo la duda de si la que nos muestra es Verónica o Laura (a mí me parece que la primera, pero no sé yo).

Conclusión: Una historia que nos enseña lo que puede cambiar la vida de las personas por la malicia y el egoísmo humano, y que precisamente el propio destino puede llegar a revelarse para intentar poner las cosas y a cada uno en su sitio, por complicado y duro que sea este proceso, en pos de poder retomar las riendas de la vida en busca de la tan escurridiza felicidad.

Mi valoración global: 4,5/5 


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