miércoles, 6 de julio de 2016

Crítica personal: Cazadores de Sombras Los Orígenes 3 Princesa Mecánica

Título: Cazadores de Sombras: Los Orígenes 3 – Princesa Mecánica
Título original: The Infernal Devices 3 – Clockwork Princess
Autora: Cassandra Clare
Editado en España por: Destino

Sinopsis:

Tessa Gray debería sentirse feliz… ¿no se sienten así todas las novias Prometida a Jem, sigue recordando las palabras de Will declarándole su amor. Pero los planes de Mortmain, que necesita a la chica para acabar con los Cazadores de Sombras, cambiarán el destino de Tessa… Si la única manera de salvar el mundo fuera destruyendo a quien más ama, ¿lo haría?

La magia es peligrosa, pero el amor lo es todavía más.

Crítica personal (puede haber spoilers):
Al tratarse de una continuación y episodio final de una trilogía, será inevitable tratar puntos del anterior para la redacción de la presente reseña.

Describir el expectante final de The Infernal Devices sin desgranarlo demasiado y caer en spoilers descarados que lo hagan desmerecer puede resultar una empresa delicada de realizar.
Será en este desenlace donde todos los misterios, todo lo que parece pender de un fino y delicado hilo, todo aquello que espera resolución, e incluso todo lo que pueda parecer más que dado por sentado, convergerán y culminarán en un súmmum argumental que rebasará fácilmente las expectativas iniciales del lector que haya sabido conectar con el universo de los Cazadores de Sombras, la trama de Tessa y el estilo de la autora.

Tessa conocerá una enorme dicha tras aceptar la propuesta de matrimonio ofrecida por Jem, por el cual finalmente reconoció un desbordante y genuino amor. Sin embargo, eso no quita que deba hacer un gran esfuerzo para no flagelarse el alma por Will, por el que siente un amor igual de intenso y genuino. Sin embargo, las campanas de boda no serán fáciles de hacer sonar ante las maquinaciones de Mortmain, quien sin duda sabrá pinchar en los habitantes del Instituto de Londres donde más pueda dolerles.
Grandes proezas esperan a los protagonistas en este tercer volumen a todos los niveles. La amenaza incógnita y extrema será revelada en el momento que el antagonista considere más propicio y certero. El amor se pondrá a prueba incluso cuando la vida de todos pende más que nunca en el filo de ese abismo llamado perdición. La verdad detrás de Tessa, e incluso detrás de su ángel mecánico, dejará atrás todas las sombras y las dudas. El vínculo entre el Instituto de Londres de esa época y el de Nueva York a principios del siglo XXI será más evidente.

Princesa Mecánica es, desde mi punto de vista, un desenlace no sólo digno de una trilogía atractiva y bien encuadrada, sino un buen ejemplo de equilibrio narrativo en todos sus aspectos. Cassandra Clare ha sabido coger más que nunca cada emoción capaz de transmitir en este libro hasta su máximo exponente y, a su vez, no hacerlas desmedidas. Todos los aspectos emotivos y románticos son realmente dulces, pero sin pecar de ser empalagosos; todas las situaciones divertidas, capaces incluso de quebrar el más gélido iceberg, serán hilarantes de manera acertada; todo lo crudo y triste que ocurre en el presente libro llegará a la fibra sensible del lector, hasta incluso robarte alguna lagrimita entre los más fáciles de conmover, pero sin demoler gratuitamente la sensibilidad de quien se adentra en sus páginas. Cada misterio e incertidumbre se revelará para gusto de quien se haya enamorado de esta saga, y la autora ha sabido racionarlo juiciosamente para no desbordar la mente dispuesta a asimilar lo que aquí nos narra.
A lo largo de su ya extensa saga, ya se le caracterizaba a Clare por su acierto y maestría a la hora de fusionar y armonizar una trama sobrenatural llena de intriga y acción con los asuntos del corazón en su elenco; pero creo que es en aquí en concreto donde logró mantener un balance más acertado si cabe, sin perder las virtudes como escritora que fue atesorando desde Ciudad de Hueso.

Algo digno de mención y que hace esta historia casi única e incomparable (además de un engranaje central de esta trilogía) es que Tessa, Will y Jem se salen de los patronotes convencionales de un amor a tres bandas. Este tipo de situación sentimental es bastante común en la literatura, cierto, pero también es sabido de que al final una de las mitades dividida del corazón en discordia prevalece sobre la otra más tarde o más temprano, aunque en el fondo pueda quedar pequeñas ascuas de añoranza e incertidumbre por el que se renuncia. Sin embargo, este triángulo demuestra ser perfectamente equilátero, y no únicamente por el vértice femenino.
Para Tessa, incluso decidiendo con quien quiere contraer nupcias, es imposible olvidar al descartado en este sentido; y a su vez se le antoja una ecuación sin solución la idea de renunciar en su corazón a ninguno de los dos, ni superponer de verdad a uno o a otro. Ella demostrará un amor auténtico e intenso por ambos, que en su pecho cabe de sobra ese sentimiento dual e idéntico por muy extraño, infrecuente e incluso inmoral que pueda resultar para algunos; a pesar de que sean dos jóvenes tan opuesto (y a su vez, tan complementarios entre sí).
Y lo que más equilibra esta composición que roza el poliamor son Will y Jem. ¿Qué pasa cuando los dos hombres que aman a la misma mujer tienen una relación como la de ellos? Lo que los une va más allá de la amistad más sincera o de esa magia tan vinculante que conlleva ser parabatai. Cada uno es incapaz de renunciar a su amada, al menos en sus fueros internos, aunque nunca querrían ver sufrir al otro por desamor; porque, aunque de distinta manera, cada uno considera a su parabatai tan importante, amado y necesario en su vida como lo puede ser Tessa.
En un caso como este en el que tres personas se mezclan el amor romántico con el amor platónico de intensidad pareja, el resultado no se puede tan siquiera conjeturar hasta que el destino dictamine sentencia.

Por otra parte, no encontramos con una gama de grises que barre el blanco y negro del bien y el mal, buenos y malos, de los subterráneos y, en especial, los nefilim. Humanos bendecidos por herencia angelical, pero no están libres de los pecados y las oscuras tentaciones heredados de Adán y Eva; es más, a veces puede uno pensar que ese lado celestial puede a veces avivar los peores defectos con que los mundanos vienen de serie.
Ya en Príncipe Mecánico se vislumbra la falacia, la ambición, la doble moral, la hipocresía e incluso la perversión con Benedict Lightwood; además de la crueldad, la soberbia, el odio y la arrogancia (sobre todo contra los subterráneos) con Aloysius Starkweather. Pero no serán los únicos cazadores de sombras que demostrarán estos y otros tantos defectos mortales; incluso hay algún caso aquí que llegó a sorprenderme si remonto mi memoria a mi lectura del segundo libro. Comprobar el lado más pérfido de estos defensores de los mundanos puede dar lugar a reflexiones sobre la visión idílica que suelen dar ellos cuando uno no se ha sumergido tan de lleno en su mundo; sobre todo si se ha leído sus bases superficiales en Ciudad de Hueso, donde aún no se vislumbraba tanto (dejando a un lado a Valentine y sus acólitos) lo peor que pueden exudar los nefilim más allá de su cultura enclaustrada en ellos mismos y su modo de vida tan estricto.
Afortunadamente, también demostrarán lo mejor de su propia humanidad; aunque las tradiciones y mentalidades tan cerradas y aceradas sean difíciles de limar.

El tema literario sigue dejando impronta en esta trilogía, principalmente por los mayores apasionados del tema (Tessa y Will), en particular las menciones a Grandes de Esperanzas. En su momento, esto no despertó la suspicacia del lector, hasta que tiempo más tarde la autora revelase algo entre estos Orígenes y la obra de Dickens.

Definitivamente, el vínculo que tiene esta trilogía con el arco principal de Clary y Jace (The Mortal Instruments) se vuelve más notorio y contundente. Perfectamente puede leerse esta trilogía y los otros seis libros por separado, pero hay muchos detalles que cobran sentido si se leen de la forma adecuada (tal y como se fueron publicando).

Tessa cobra un peso aún mayor en este episodio final en su rol de heroína. Su desconocido origen e incluso su destino incierto se esclarecen mientras giran en un abanico cromático de emociones, volviéndose más fuerte tras cada momento de fragilidad. En muchos momentos le atormentará, incluso más que el hecho de ser una pieza clave necesaria para los planes de Mortmain, es ese doble sentimiento por Will y Jem; se sentirá confundida, e incluso desolada y parcialmente repugnante, por amarles de esa manera intensa e idéntica.
Will sigue siendo el que se ha dado a conocer a lo largo de la trilogía, pero con más posibilidades y siendo más él mismo sin el encorsetamiento emocional de esa falsa maldición que creyó sufrir. Igual de deslenguado, mordaz, intrépido y firme, pero su trasfondo de expande con notoriedad para destapar su lado más frágil y humano; siendo una persona tan capaz de luchar a muerte por quienes más quiere, pero que a su vez puede desmoronarse como un castillo de naipes si precisamente perdiera algo por lo que daría su vida.
En cambio, aunque ha ofrecido mucho juego y realmente llega a sorprender a lo largo del libro, el gentil pero valiente Jem es el que menos ha variado como personaje si lo cotejamos con los dos anteriores. Entregado y sacrificado por los suyos, sobre todo con sus dos personas más amadas, y aquí lo demuestra más allá de los límites que podría esperarse de una persona.
Cecily resultó toda una bomba narrativa desde su aparición en las últimas líneas de Príncipe Mecánico. Una cazadora de sombras que se hace tal a contrarreloj con el empeño de que Will vuelva a casa; pero esta muchacha con pocos pelos en la lengua y con una tozudez capaz a veces de eclipsar a la de su hermano aprenderá de primera mano lo que desconocía de los nefilim que hará desequilibrar sus ideas y recelos iniciales. Cumple bien su papel dentro de su aportación asignada, aunque un poco más de ella habría agradado igualmente.
Qué decir del matrimonio Branwell/Fairchild que no haya dicho ya. Una pareja singular pero que se compenetra entre sí sin importar el peso de responsabilidades que cae sobre ella y lo fácil que se pierda la mente de él en sus invenciones. En Príncipe Mecánico su relación se fortaleció, más aún cuando se revela el embarazo de Charlotte. Grandes cosas, buenas, no tan buenas y algunas de gran envergadura aguaran a Henry y a su cónyuge en este desenlace.
Sophie sigue siendo uno de los personajes que más me gustaron de Los Orígenes. Aunque mantiene buena parte de esa coraza debido a su traumático pasado, consciente además de que ella es sirvienta y mundana dentro de los muros del Instituto de Londres, no le será fácil negar sus propios sueños, deseos y sentimientos, sobre todo con Gideon tan cerca de ella. Será en Princesa Mecánica donde veremos mucho más de la verdadera Sophie Collins.
Los hermanos Lightwood también tendrán voz y voto en este tercer libro. Mantuve mi opinión respecto al mayor, quien continuó agradándome como personaje, además de despertar algo más de simpatía y empatía por Gabriel. Aunque esta familia tiene una fama bien conocida dentro del universo de Cazadores de Sombras, uno se dará cuenta a través de ellos (sobre todo con el menor) que no todos los casos son así, y que a veces un Lightwood puede ser más trigo limpio de lo que se puede esperar de ellos pero que se tuercen por lo que les enseñan sus progenitores; y entonces de ellos mismos dependerá si ven o no que la perspectiva del mundo que recibieron fuera equivocada y, en consecuencia, tratar de enderezarse más allá de los errores propios y las tentaciones viles.
Magnus no ha terminado de rondar por este Londres Victoriano, con una presencia tan porfiada en la saga como la del gato Iglesia. Su participación (tan deseada por quienes le adoran) sigue siendo relevante, además de conocer mejor el modo en que llega a empatizar y encariñarse con la mayoría de habitantes del Instituto por debajo de esa actitud suya tan singular y característica.
Un personaje que me dio que pensar y por el que fue fácil sentir compasión y empatía fue Jessamine. Ella da un giro dentro de su limitación de rol, que uno llega a creer que la vida y las circunstancias pueden ser realmente injustas.
Otros personajes; como el Inquisidor Wayland; o el fundador del Praetor Lupus, Woolsey Scott, entre otros, tendrán su buena participación. El primer caso mentado admito que llegó a sorprenderme a medida que se sucedían sus acciones en el libro.
Sin duda destacaría el papel de Mortmain; un antagonista que han sabido cincelar hasta su mismo final, casi a la altura de lo que ofrece Valentine. Una vez que el lector llegue a conocer mejor su pasado y los traumas que acarrea, sobre todo tras oírlos de su propia boca, puede llegar a compadecerse un poco de él si dejamos a un lado sus atroces actos y el plan final que tiene reservado; sin embargo, él demuestra que en la venganza y el rencor existe un punto de no retorno que, una vez traspasado, resulta imposible todo tipo de remordimiento, redención y salvación.

La trama se desarrolla de manera soberbia, como es propio de la autora. Las intrigas y los asuntos tanto generales como personales del elenco orbitarán en sincronía hasta que se encuentren en el epicentro del argumento. Los cabos se van atando con firmeza y a buen ritmo en general, sin desbordar al lector pero no por ello privarle del impacto que pueda causarle llegados al colofón. Todas las hipótesis y conjeturas se pondrán sobre la mesa al fin, y en muchos casos lo imposible se pude volver menos ilógico cuando se encuentran las evidencias que lo descarten de galimatías.
El final me dejó satisfecho. Aunque llegue un momento que las dificultades y pesadillas encuentren resolución, serán en los últimos capítulos donde se asiente todo, tomando la autora su tiempo necesario para ello. Y su epílogo, simplemente, te desarma, agradando y rompiendo más de un esquema a partes iguales; además, deja incógnitas que se reservan para Ciudad del Fuego Celestial, donde termina de cerrarse las conexiones entre unos Herondile, Fairchild y Lightwood con otros separados por casi siglo y medio en el tiempo. En definitiva, un final con sus partes deliciosamente dulces con otras irremediablemente tristes, pero que en general pasará con buena nota la opinión del lector y que no podría haber terminado de otra manera.

Y qué decir de su portada, que para la mayoría es de las mejores hasta la fecha. Un trabajo artístico a la altura de la calidad narrativa que cubre.
Tampoco hay que obviar el árbol genealógico en el interior de la portada (craso error si le echas un ojo antes de terminar el libro), el cual esclarece del todo la conexión entre los personajes de The Infernal Devices y The Mortal Instruments… O tal vez no, porque ya la propia autora no tardaría en reconocer que “la persona” que lo escribió podía estar equivocada en mayor o menor parte. Esto es lo que daría pie, con el tiempo, a la confirmación de una inesperada trilogía que prosigue Princesa Mecánica con un pequeño salto generacional: The Last Hours, la cual, por si no fuera poco, se confirma que tendrá una relación con la trilogía The Dark Artifices (Cazadores de Sombras: Renacimiento en España) de un modo similar al nexo entre los dos primeros arcos argumentales del universo creado por Cassandra Clare. Está claro que, con los nefilim, todo queda más o menos en casa.

Conclusión: Una de las mejores trilogías/sagas que he tenido el placer de disfrutar, con un final que creo que dejará dilatada satisfacción a la mayoría de lectores que hayan conectado con el universo de Cazadores de Sombras, la pluma de su autora y, en especial, con sus protagonistas. Un libro que, si ya te dejó expectante los dos anteriores, demuestra ser el broche final perfecto para cerrar un ciclo digno de haber disfrutado línea a línea.


Mi valoración global: 5/5


No hay comentarios:

Publicar un comentario